Uruguay

Bordando una ciudad antimanicomial

31 octubre, 2023

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Natalia Rovira

Bordando una ciudad antimanicomial

El martes 10 de octubre se realizó la 12va Marcha por la Salud mental, desmanicomialización y vida digna en nuestro paí­s y marchamos entregando flores de papel, semillas de girasol y poesía, memoriando a Marisa Wagner y Alcira Soust. Pero, desde hacía varios dí­as vení­amos con actividades preparatorias que nos permitieron encontrarnos, y con pequeños gestos ir desmanicomializando la vida, teniendo la certeza de que es un proceso diario y profundo que significa revisar nuestras miradas, nuestras narrativas, nuestras historias y colectivamente construir nuevos modos de tramar la vida.


“Por qué no bordamos una Montevideo sin manicomios” propone Abril en una de las reuniones de la Coordinaloca (espacio desde donde se organiza actualmente la Marcha). Nos propone imaginarnos: ¿Cómo serían sus olores, sus gestos, sus imágenes?

El miércoles anterior a la marcha bordamos colectivamente en el Bar Cooperativo Andromeda [1]. Con Abril nos encontramos antes en el Bar y juntas colgamos unas siluetas (que ella bordó el día anterior) sobre una mesa grande con varios materiales: hilos, lanas, agujas, tijeras, bastidores… Mientras, otres recorrían la ciudad con la consigna: “Pasear. (Diccionario, oxford) andar por placer. (RAE) andar por distracción o por ejercicio. (otras) Pasear, sin plan, no hay proyecto, como la araña que teje su tela. Trazos que salgan del dibujo del mapa, trazos como posibilidad de covivir. Trazos como formas de buscar en común. Pasear, poner a andar otros sentidos, poner a andar preguntas en la ciudad. Pasear, vagabundear”. De a poco van llegando. Nos invitamos a compartir saberes, sensaciones, afectaciones, esas imágenes que queremos cambiar, detalles que queremos mantener, ideas que queremos crear, sueños que queremos compartir. Alguien dice que si no sabemos bordar en tela no importa, porque seguro sabemos de bordar de otros modos.

Olga, una compañera de Radio Vilardevoz, dice que vió mucha gente durmiendo en la calle y que eso le duele y compartimos esa tristeza y nos damos cuenta que ahí tenemos una certeza: salud mental es tener vivienda. Ella también recuerda a nuestro querido compañero Adhemar y sus pinturas. Nos pregunta: ¿sabían que pintaba con las pastillas? y nos cuenta de algunos de sus cuadros. Nos propone poner recortes redonditos de tela como si fueran pastillas y bordar: adhemar presente. Se recortan telas rojas y azules y se borda: Adhemar y todes presente! Son fechas para encontrarnos y memoriar juntes, pienso y me hace mas sentido aún la consigna de este año de la marcha: “colectivizar la memoria y desmanicomializar la vida”.

Dulcinea Cardozo

A mi lado alguien empieza a bordar: vida digna, en otro lado hay flores, manos, corazones… Cada bordado alguien lo comienza y otra persona lo continúa y al rato vuelven nuestras manos a retomar un pedacito para que otras luego lo terminen. Así, el bordado va haciendo aparecer una imagen, a partir de un hacer colectivo en otros tiempos entre hilos de colores, palabras y agujas. Y esas siluetas bordadas, fueron siendo cuerpos-territorios poblados de denuncias, memoria y sueños, que gritan: no a los encierros, no a la calle, memoria a lxs compañerxs que no están, necesidad de más flores y pájaros en esta ciudad gris.

Recuerdo la pregunta de Abril y mi caminar por Trieste, una ciudad sin manicomios y decido bordar: democratizar la belleza. Gustavo, otro compañero de Radio Vilardevoz me interpela: pero no se puede votar sobre lo bello. Me quedo pensando en sus palabras y la necesidad de tener cuidado con las palabras que elegimos para decir lo que queremos. Le digo: estoy de acuerdo, pero lo que quise decir es de la importancia de todes tener derecho a la belleza. Le agrego una flor, recordando las rosas del Parque San Giovanni de Trieste y su insistencia de que sin belleza, no hay vida digna.

Abril Garcia

Pienso en la “pedagogía de la belleza” de Alcira, a quien conocí unos días después a partir del documental «Alcira y el campo de espigas» que hizo su sobrino nieto Agustin Fernandez Gabard y que pasamos el sábado 7 de noche en el Espacio Cultural Bibliobarrio. Verlo me emocionó muchísimo. “Es un documental sobre los vínculos”, dijo Analia en el intercambio y pienso en las tramas comunitarias que sostienen la vida, como dirían referentes feministas. Alcira no tenía un hogar de residencia, la universidad y la casa de estudiantes y docentes fueron sus hogares, los afectos y la poesía también, aunque no siempre pudieron ser refugio. También vivió en el psiquiátrico y en un tiempo no podía salir de su cuarto y más tarde la “devolvieron” a su país (Uruguay), no siendo ninguno de ellos un hogar, un espacio de acogida o de cuidado. Durante quince años Alcira cuido el Jardín Emiliano Zapata en la Universidad (UNAM-México) dónde homenajeaba a poetas y revolucionarixs, dándole sus nombres a flores y plantas. También regalaba poesías ahí, en las calles y en las manifestaciones, de ella o de poetas que le gustaban y que le eran imprescindible compartir. “Activismo poético” decía alguien que la conoció. “Pedagogía de la belleza” dicen otrxs, “ese cruce de gesto y lenguaje que hay en juego en el jardín resume el espíritu de su poesía, pero también su vocación de transformar el aula universitaria en una residencia poética. Se trata de un homenaje que conminaba nuevamente a una pedagogía de la belleza, y a la identificación contemplativa entre la poesía y la naturaleza, al mismo tiempo que convocaba a la memoria y a la acción política” (de la Garza, 2018, p12).

Me pregunto cuántas Alciras hay entre los patios de nuestras universidades, entre nuestros movimientos estudiantiles. Cuanta Alciras alojé, me amisté, y cuantas dejé en ese camino de recibirme, de tener casa y trabajo y ya no poder tanto, como alguna amiga de Alcira contaba que le sucedió.

Visionar juntes esa noche, lagrimear, entender de dolores, disfrutar la poesía, nos ubicó en la urgencia de los mínimos gestos (los que tenemos y los nuevos que podemos inventar) y de seguir cultivando la belleza, “malgré tout” (“a pesar de todo”, como dice la poesía de Alcira).

También otra poeta, (mujer y loca, como ella se presentaba), nos acompañó estos días previos a la marcha. En una tarde de sábado Montevideana, tuvimos un ratito de intimidad en una plaza que nos permitió reconocernos, conocer a Marisa, saborear su poesía, escuchar los pájaros, subir a los árboles y escribir. Marisa Wagner es una poeta argentina. Y su poesía conmueve. Es de esa que es directa. Cuenta los dolores más tremendos, esos sufridos en el hospicio y también los vividos del “otro lado”, en la sociedad. Pero a nosotras nos gustan sus girasoles. Esos que ella pintó y le ayudó a seguir, a nosotras también y con girasoles y golondrinas invitamos en Montevideo y en Tandil a compartir y crear un Contrauniverso [2]. “Estoy aburrida de ser grande y de estar sola. / A veces, hasta me aburro de estar loca / y juego a la lucidez, por algún rato. / Mientras, me cebo otro amargo / que aseguro -ayuda- soportar la realidad, / los abandonos, / los etcéteras. / Me construyo otro girasol / -es decir, me lo dibujo- / y lo pego en las paredes desnudas y grisáceas del hospicio. / (ya casi tengo un girasolar completo)”.

Elisa y Sofía pintaron un girasol con acuarela y lo multiplicamos en imágenes para llenar la plaza. Natalí hizo golondrinas y las colgamos entre los árboles. Con Lilian, Maria, Nat y Vale llevamos la poesía de Marisa y susurramos: “¿Si yo no estuviera loca que estaría?”; Quiero meter los piés en los zapatos, / Quiero ir a llorar bajo los árboles.”; “A veces le doy permiso a mi poesía / de hacerse sutil o bailarina, / de trepar hasta alturas increíbles, / o de seguirle el vuelo a las golondrinas”. Todas nos tiramos al pasto y escribimos. Esa tarde devenimos golondrinas.

Quizá eso es-ir-desmanicomializando-nos compartirnos un rato entre conocidas y desconocidas, en un espacio público poder desnudarnos y sentirnos abrigadas, poder decirnos y no sentirnos juzgadas. Compartir tiempo y espacio, escuchar los pájaros que quieren cantar más fuerte que los autos, como bien nos dijo Humbero esa tarde. Encontrarnos entre poesias para que el tiempo cambie de textura y ritmo. Esa tarde nos invitamos a poetizarnos para construir girasoles en ese mundo urbano que muchas veces nos encierra tanto como un manicomio.

Recuerdo la propuesta y las preguntas de Abril días antes y tengo la certeza de que una ciudad sin manicomios es una en donde podamos circular y habitar más por bares cooperativos, espacios públicos, espacios culturales autogestionados, donde podamos bordar nuestras afectaciones, donde podamos poetizar para reconocernos y extrañarnos, donde podamos visionar historias otras y memoriar juntes, dónde podamos encontrarnos y alojar nuestros dolores y nuestros sueños. ¿Será que construir una ciudad que cuida, una ciudad antimanicomial es recuperar, crear, multiplicar esa capacidad de hacer trama, de sostenernos colectivamente, de producir espacios donde compartir tiempo, historias, vida, bellezas? Como dice una pintada en una de las paredes de la Tienda Social Lo de Franco, que gestiona la organización Acción colectiva (CABA, Argentina): “Desocupar los psiquiátricos para ocupar y ocuparnos de la ciudad”. Me pregunto por el lugar de las organizaciones sociales, de los colectivos autogestionados, para producir otra ciudad, ya que estas actividades que permitieron encontrarnos de otro modo fueron convocadas por tres colectivos: Coordinaloca (que lo integran también colectivos), Golondrinas, Bibliobarrio y se vincularon con al menos dos más: Andrómeda y Vilardevoz… entonces ¿será posible otra ciudad sin autogestión?

La poesía nos salva, pienso. Las flores, bordar. Reconectar los hilos, las palabras, los olores.  La trama nos salva. ¿Nos salva de qué? De creer que no existe un mundo nuevo en este instante.

 

 

 

[1] La actividad quiso recuperar la propuesta de los Bares antimanicomiales que se hicieron algunos años anteriores, desde la Asamblea Instituyente por Desmanicomialización, Salud mental y Vida digna. Pienso en la importancia de les jóvenes en la insistencia siempre de recuperar la memoria.

[2] Somos el Colectivo Golondrinas, un colectivo de investigación militante por la desmanicomialización y despatriarcalización, que se propone producir conocimiento situado y afectivo a partir de instalaciones artísticas en distintos países, entrelazando voces e historias de la lucha antimanicomial. El sábado 7/10 hicimos nuestra primera actividad pública en Montevideo (Uruguay) y en Tandil (Argentina), a partir de la inspiración de la poesía de Marisa Wagner. Redes: @colectivo_golondrina

 

 

Referencias

de la Garza, A. (2018). Alcira Soust Scaffo. Escribir poesía ¿vivir dónde?. En: Alcira Soust Scaffo. Escribir poesía ¿vivir dónde? MUAC, Museo Universitario Arte Contemporáneo. UNAM, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México. Publicado con motivo de una exposición sobre Alcira Soust el 11 de agosto al 25 de noviembre de 2018.