Uruguay

Comentarios al margen

24 abril, 2022

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Comentarios al margen

Velpo: yo te leo. ¿O serás un seudónimo escondido detrás de Eduardo Luis Nebel, el que firma en la página 343? Una cosa es verdad: no sos un misterio, sos, fuiste, un estudiante de Medicina de carne y hueso. Un estudiante montevideano que tuvo en sus manos Apuntes de historia literaria, de Alfredo Vázquez Varela, de 1914, el mismo volumen que yo, ahora, leo detenidamente. Leo las notas escritas en los márgenes de las páginas y firmadas por un tal Velpo y otras de un tal Eduardo Luis Nebel. Son estas anotaciones las tan buscadas y poco difundidas glosas, los “comentarios al margen”, testimonios de la lectura de lectorxs inquietxs. 


Velpo es el que más interviene. Repaso los comentarios al margen de este lector de inicios del siglo XX. Lo ubico cerca de 1916 porque ese año fue estrenada Las cosas de América, la obra de teatro que vos agregaste a mano en el renglón que informa sobre Ismael Cortinas, su autor. 

Velpo: sos la oveja negra y al mismo tiempo tu historia es la historia de generaciones de lectorxs. Tengo cientos de libros del siglo pasado pero muy pocos contienen anotaciones al margen. En paralelo hay, se sabe, una secta reservada y tenaz de lectorxs que saltan el muro de lo sagrado, de la ley no escrita pero obedecida que impide escribir en las páginas de los volúmenes impresos. ¡Pecado! ¡No estropees los libros!  Yo lo hago, desde siempre, por eso te estimo, Velpo. ¡Yo también opino, yo también soy lector!

Lector de lector de lectorxs… Leo a Velpo que leyó a Alfredo Vázquez Varela, que leyó a unas decenas de escritorxs, que fueron leidos por M. Escandón, prologuista de este manual de literatura, que leyó a Vázquez Varela… Líneas y círculos de lectura, redes. Y todxs dicen, interpretan. La lectura nunca fue ingenua. La lectura fue, desde siempre, “un modo de atribuir significados” (Robert Darnton, “El lector, ese misterio”), cada lector o lectora tiene su fórmula subversiva (Martín Lyons, Historia de la lectura y de la escritura en el mundo occidental), cada unx aborda el libro con su capital cultural (Pierre Bourdieu, La distinción).  

Este libro de Alfredo Vázquez Varela, de uso universitario (la obra está dedicada, por si faltaba institucionalidad, “al señor Rector de la Universidad de Montevideo: Dr. Don Carlos Williman”), recorre más de dos centenares de autores de la literatura mundial en 560 páginas. Vos, Velpo, en breves notas al margen, diste tu opinión de este canon literario destinado a inculcar a las jóvenes mentes universitarias de la segunda década del siglo XX. Destacaste un puñado de escritores, te burlaste de otros. El poeta Carlos Roxlo fue tu favorito. Copiaste al margen el poema “Sin rumbo”, tímida vindicación de este poeta ya olvidado de la literatura nacional, embelezado de naturaleza y horizontes vírgenes, ¡arrinconado en 10 renglones de la página 174 del manual!   

El libro te estimuló a estas intervenciones. Parecías feliz. Pero no. Unas páginas más adelante, insatisfecho, estampaste en versos imperfectos -¿populares?- una denostación inapelable:

Que este libro es de Varela

nadie lo puede dudar

pues tiene tan poca lumbre

como una vela al se acabar

varela es el autor de este libro

Lo aviso, porque es posible

que algún estudiante terrible

de esos que por ahí abundan

se atreva a afirmar con descaro

sin que a hombros me lo hundan

que este es un libro muy raro

cuyo autor en vez de catedrático proficuo

debiera ser peón de frigorífico 

Tu evaluación tuvo una primera respuesta de Eduardo Luis Nébel, “estudiante de 1er año de Medicina”, tu lector, compañero o contrincante o vos mismo, ¿tu doble?, que te espetó:

Me extraña sobremanera

Que el autor de esta macana

No le hayan dado a la mañana

Un palazo en la sesera

Velpo: a partir de ahí quedaste solo, no tuviste adeptos o si tuviste se llamaron a silencio. Los comentarios al margen siguen pero solo estás vos, en solitario, con tus honestas impresiones de lectura. Algunas páginas te crisparon los nervios. El manual de literatura de Vázquez Varela presenta en su página 215 la “Literatura japonesa” y esa apertura hacia la literatura oriental te crispó:

Ya me duele la cabeza!

Ya se me acaba la vela!

Literatura japonesa?

Te van a matar, Varela

Más adelante, Velpo, te desbocaste. Interviniste el subtítulo “CATULO”, con una nota que, a todas luces, abunda en brillo lo que escasea en ingenio: “Al amigo CATULO se da mucho por el cu… ello”. Chiste liceal, Velpo, vos, ¡estudiante universitario! 

Y este otro: “HORACIO. Quinto Horacio Flaco…porque se hacía la paja”. Y te respondieron: “Macanas, porque tenía una hembra macanuda, yo la conocí”.

Entonces llegó la condena. En la página 410, otrx lector anónimo anotó:

El talento de este hombre

hará furor en el mundo

pero a veces me da rabia y

exclamo: ¡Velpo, sos inmundo!

Entonces intervino la autoridad. La “La Dirección” de la Biblioteca de la Facultad de Medicina sacó el cartel de PARE, en prosa. Rompió así el código híbrido de la anterior poesía-epistolar a modo de glosa de los revoltosos estudiantes: “Es una vergüenza lo que se hace con estos libros. Se les escriben todas clases de inmoralidades, como si fuera gente sin educación en vez de estudiantes. Parece que el haberles enseñado a escribir perjudica a los que hicieron esta magna obra, pues no dejan un libro sin que le pongan una barbaridad. Nota: si siguen escribiendo los libros, la biblioteca se verá en el caso de no darles más libros. La dirección” (p. 418).

Velpo, espero que no te hayan suspendido. Peleo con uñas y dientes por la libertad. Leo y tiro piedras como vos al edificio sagrado del canon literario autoritario académico occidental. Sin prejuicios, elijo entre los escombros: leo a lxs clásicxs, a lxs antiguxs, a lxs modernxs y a lxs posmodernxs, leo a lxs centrales y a lxs marginales, a lxs escritorxs que, como vos, Velpo, saben que la poesía tiene que ser hecha por todxs y no por unx, que la literatura es eso, letras impresas en letras de molde, cantos y comentarios al margen es decir, palabras que viajan en el centro de tu vida, ayer, cuando tenías 18 años y leías poesía mientras tus maestros descuartizaban cadáveres para descifar los secretos de la Humanidad.