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Creando memorias al compás y calor del movimiento

25 febrero, 2021

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Zur

Creando memorias al compás y calor del movimiento

Susana comparte algunas de las reflexiones que realizó en la presentación del libro “Feminismos en las plazas, las calles y las camas. Montevideo 2015-2020” editado por el colectivo Minervas.


 Ir a través de este libro es también como recorrer la trama de una historia que se viene sosteniendo hasta hoy, desde esos primeros grandes gritos colectivos de ¡basta! contra la violencia patriarcal feminicida hasta la secuencia que empiezan a instalar los 8M, «momento de paro, tiempo de rebelión» en donde el grito se va metamorfoseando hacia otras claves. Es muy fuerte la magia de estas imágenes que nos permiten sentir, ver y compartir algo muy intenso, que es la belleza de lo que están creando y sosteniendo desde hace años con tanta intensidad y creatividad en la tela misma de la lucha. Casi inevitablemente, el libro me traía un hilo de conversaciones que vamos teniendo cada año y que se vinculan a la importancia de construir y tejer las memorias colectivas de las luchas feministas y al hacer perceptible el «cómo.» Este es el hilo que quiero recorrer porque el libro comunica mucho sobre el proceso de resignificar la lucha feminista en una artesanía de la imagen y la palabra como nudos cruciales para hacer algo diferente en relación con la memoria y el proceso crucial de gestar sentidos y caminos nuevos. Eso que podemos llamar la poética del movimiento feminista popular rebelde como articulación de otro sentido de lo político, en donde lo crucial son los cuerpos y la capacidad de abrir y vivir el tiempo en múltiples dimensiones.

Recorriendo las imágenes y las palabras que recorren el libro pensaba de inmediato en unos textos de Gloria Anzaldúa que no llegó a publicar en vida donde figuraba una especie de epistemología de la imagen, interesada y obsesionada con la capacidad expresiva del lenguaje pictórico, de su relación con nuestra capacidad de soñar.  Textos que recuerdan mucho a la obra crucial de Silvia Rivera Cusicansqui sobre la imagen en contextos de colonialismo, capitalismo, patriarcado, donde la lengua que hablamos habla en contra nuestro y de ahí la necesidad de dar con las claves que permitan hacer un decir diferente. En fragmentos de Luz en la oscuridad, Anzaldúa decía para ella «las imágenes son puentes» entre una emoción evocada y un saber que se hace consciente. Las palabras -agregaba- son como los cables que sostienen al puente. Pero las imágenes son más directas, mas inmediatas que las palabras y más próximas a lo que no es parte de la diagramación analítica, consciente, dada (Luz en la oscuridad, 91). Me latía esa idea de la imagen-puente entre emoción y un saber que se hace consciente de otra forma por la manera en que este libro que tejieron está haciendo algo muy intenso con la imagen y la palabra como parte crucial de un «decir» la memoria de la lucha que instala también otro sentido de la memoria en las luchas.

Al comienzo del libro, leemos formas de significar las fotos y el libro que me parecen cruciales en tanto telar de memoria, fotos como parte de una «coreografía de la lucha,» «Un libro que deje registro de la belleza de lo que creamos y que transmita nuestra potencia desplegada» –   También «imágenes – recordatorios» para esos momentos en que llega la «duda» y «el drama»…»Un libro para recordar nuestra fuerza cada vez que sea necesario» «y que construye archivo colectivo y móvil, cuidado desde mil casas»  (Prólogo, página 4). Esas claves me parecen cruciales para entender el horizonte de la lucha que las imágenes -las palabras y los cuerpos expresan en el libro, manifestando lo crucial: hacer memoria colectiva, orgánica al proceso de lucha feminista popular rebelde, es decir, generada como saber al compás del ritmo de las luchas y como instancia que hace perceptible un ‘decir’ diferente. Esto desautomatiza muchas de las maneras en que nos adiestran y en las que caemos muchas veces en hablar o relacionar la memoria como algo que «llega después,» o algo que hacemos siempre cuando se terminó un momento y se empieza la tarea de «estudiarlo» y mientras tanto solo se hace una acumulación enloquecida de materiales que no se procesan nunca porque son para un «después» que no sabemos cuándo es porque nunca se encarna en un ahora que lo respire.  Estas son formas en que la memoria ha sido y es constantemente capturada por la lógica del consumo capitalista, o también por el olvido patriarcal. En este libro se hace perceptible una relación totalmente diferente con el tiempo y la memoria como partes mismas del proceso de autodeterminación colectiva y no como algo externo.

En este sentido, el libro parece como incorporar una alerta frente a lo que pasa a veces cuando llegan los espíritus demoledores de lucha, los que vienen de afuera a dividirnos, o los que incorporamos y terminamos a veces reproduciendo sin darnos cuenta, por cansancio también y que van quitando la intensidad de un movimiento.  El libro es también una especie de amuleto y talismán que ayuda a pensar en la capacidad de recordar y mantener la magia sostenida en el tiempo (desde 2015) sobretodo en esos instantes también en los que las memorias peligran de ser enjauladas y domesticadas, cuando aparece lo que sabiamente Raquel Gutiérrez enfatiza como «captura semántica», la captura de nuestros sentidos colectivos con las que se pone en sordina lo rebelde de las luchas.  En esos instantes, es crucial tener la posibilidad de aferrarnos a estas imágenes-potencia que recuerdan, acuerpan y cuidan la magia de lo que se va sosteniendo por tantos años ya.

Y esto implica también una conversación, un diálogo histórico y un análisis político que tiene a la memoria como punto clave. Es algo que recorre a muchas de las mujeres filósofas movimentistas que lucharon toda la vida — pienso en cómo es algo crucial a lo largo de muchas intervenciones a lo largo del tiempo y en diferentes luchas en Angela Davis, de Raquel Gutiérrez, de Silvia Federici, de Grace Lee Boggs, de Audre Lorde, y tantas otras que debería nombrar acá: necesitamos ejercitar la memoria también de lo que falló antes y de la forma en que el hacer en presente haga posible la apertura de otro camino esta vez, Esto es una clave materialista y política que no podemos olvidar y esto engarza también en el presente con  algo crucial que el paro, la huelga feminista, está haciendo posible y que asocio mucho con las conversaciones de Las Minervas: del hacernos el tiempo para estar para nosotres, para entendernos y procesar qué pasa, qué horizontes son los que nos mueven y hacerlos perceptibles.  Hacer ese tiempo para crear estas memorias potencia, memorias amuleto, porque es un tiempo que nunca vamos a «tener» dado, tenemos que hacérnoslo y aprender a compartirlo y disfrutar su belleza, sus tensiones y sus complejidades. Porque un modo de despotenciar los movimientos, de dispersarnos, es el tenernos como en un circo amnésico, saltando aros a ver y entre salto y salto del hacer y el hacer se pierde el sentido del horizonte – ese deseo del «queremos cambiarlo todo.» En esta recolección de imágenes, en el hacer historia desde la artesanía hermosa del libro, hay una intervención fundamental para recordarnos la necesidad de ver, percibir y recordar lo que estamos creando como sitio crucial donde reside nuestra potencia. Hacemos ese tiempo para compartir y crear otros sentidos. 

Este trabajo colectivo apuesta a la potencia que comunican estas imágenes y palabras frente a la posible y constante domesticación que está siempre a la vuelta de cada esquina. En este sentido, siento que el libro es también una alerta donde la memoria de esta belleza de lo que creamos es un recordatorio y una forma posible de defensa colectiva a posibles futuros que no queremos. Hacer la memoria colectiva, hacerla común, construir sus imágenes y tejerla como un proceso de autoconocimiento colectivo que es crucial para el futuro y para la sobrevivencia. Como nos recordaba Silvia Federici abriendo con sus palabras el primer foro sobre los comunes que organizamos durante Occupy Wall Street: «la historia, es quizás, nuestro primer común» pero nos distancian permanentemente de incluso la mera idea. Sin embargo, en ese común hay la posibilidad de otra vida. Dentro de este contexto, la poética de La belleza de lo que creamos nos habla, nos hace pensar sobre la clave crucial de hacer memoria como proceso de la lucha comprendida como otra manera de estar y ser en la tierra para la sobrevivencia colectiva, común. Desde los múltiples entronques de patriarcado, capitalismo, colonialismo, nos imponen un no valor de estos actos de memoria colectiva que hacen visible los caminos de otra historia. Y ahí es donde la fuerza de estos materiales emerge como una singularidad de los feminismos populares rebeldes en el presente – dar cuerpo múltiples en lenguas, imágenes, deseos que cristalizan la potencia de eso que es nuestra memoria colectiva, su gesta de autodeterminaciones colectivas, su enhebrar instantes que también nos hacen perceptible lo que no vemos en las imágenes pero de lo que ellas están hablando: el trabajo cotidiano, sostenido sin el cual esa fuerza que se despliegan en esta selección de imágenes que cubren cinco años de luchas no sería posible. La memoria que este libro elabora cuenta la gesta de otra historia; su belleza está en la vida del movimiento que la crea y la sostiene.


Ojeada al libro: https://www.facebook.com/zur.pueblodevoces/videos/2171980516271090

Presentación: https://www.facebook.com/zur.pueblodevoces/videos/2909648999266695