70 años leyendo El Segundo Sexo
«Este 2019 se celebran 70 años de la publicación de uno de los libros centrales del feminismo: El Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir. Un libro que, publicado en 1949, trajo consigo mucha polémica a izquierda y derecha, mucha complicidad durante décadas entre varias generaciones de mujeres y sin duda una contribución indispensable para pensar el feminismo del último tercio del siglo XX. Es imposible en un artículo hacer una reflexión exhaustiva en torno a este libro, tanto sobre lo que contiene como sobre los debates que ha generado a lo largo de estas siete décadas. Por ello, el objetivo de este artículo, además de una conmemoración del libro, es el de recuperar sólo algunas de las reflexiones a la luz del nuevo ciclo de movilizaciones que vivimos hoy.»
La mujer «no está liberada del varón porque tenga en sus manos una papeleta»
En 1949, cuando se publicó El Segundo Sexo muchos de los países europeos ya habían introducido el sufragio de las mujeres. La reclamación central del sufragismo se veía realizada con sus potencialidades, pero también con sus límites: pese al acceso al voto la liberación de las mujeres no se consumaba, se mantenía la desigualdad social, económica, laboral, política, … por motivos de género. Escribirá Beauvoir en la última parte de El Segundo Sexo: «El Código Francés ya no considera la obediencia uno de los deberes de la esposa y cada ciudadana se ha convertido en una electora (…), no está liberada del varón porque tenga en sus manos una papeleta» [1] . Y de hecho la propia Virginia Woolf cuando puso en el centro la cuestión de la renta para las mujeres también discutía con los límites del derecho a voto.
Sin embargo, no sólo discutiría con el final del sufragismo europeo, también con la historia del movimiento obrero del que pese a las exclusiones y dificultades participaron millones de mujeres. Sobre esto podrían escribirse miles de páginas, pero para la cuestión que aquí nos interesa rescato las siguientes líneas: «No habría que creer que la mera yuxtaposición del derecho a votar y de una profesión sea una liberación perfecta: el trabajo en la actualidad no es libertad. […] acceden a la independencia en el seno de una clase oprimida; por otra parte las tareas realizadas en la fábrica no las dispensan de las labores domésticas» [2].
Beauvoir dialoga con los dos grandes movimientos que organizaron a las mujeres hasta su momento: el sufragismo y el movimiento obrero. Por ello podemos comprender El Segundo Sexo como un «ejercicio de época», un ejercicio de repensar la opresión de las mujeres y de qué modo se seguía reproduciendo ésta, en el ocaso del sufragismo y tras la Revolución Rusa. Es ese «ejercicio de época» el que hace que esta obra se convierta en un libro de referencia en la segunda ola de los años setenta en Europa y EEUU.
¿Por qué es importante señalar esta cuestión? En primer lugar, para comprender las condiciones de posibilidad de una obra como ésta: comprender que ni es un milagro de un genio avanzado a su época, ni una obra despegada de su realidad, sino que responde a las inquietudes de su momento que un par de décadas más tarde se masificarían en lo que conocemos como la segunda ola. En segundo lugar, es importante historizar El Segundo Sexo porque hoy nos encontramos en un momento que quizás también nos esté tocando llevar a cabo ese «ejercicio de época». Un momento en el que repensar tanto las claves de nuestra opresión como de nuestra propia liberación tras décadas de un neoliberalismo que hoy se encuentra en una crisis profunda.
«Sólo al ser humano le incumbe dar sentido a la vida»
Beauvoir escribe en un momento de cierta crisis teórica tras la Seguna Guerra Mundial. Por supuesto, escribe desde el existencialismo francés con la voluntad de rearmar un humanismo des-moralizante y con el objetivo de desmontar, por un lado, el esencialismo y por otro el determinismo. Dedicará el inicio de El Segundo Sexo a sostener de qué modo el determinismo de la biología, del psicoanálisis y del materialismo histórico (recordad, años cuarenta) han dado explicaciones insuficientes a la opresión de las mujeres. El núcleo de la crítica a ese determinismo es señalar que lo que entendemos por mujer es una construcción social e histórica: «No se nace mujer: se llega a serlo»; y que por lo tanto se puede transformar. Por supuesto, que señale los límites de esas corrientes de pensamiento no significa que empiece de cero y que no se apoye en ellas. Todo lo contrario, Beauvoir recuperará mucho del psicoanálisis y de la tradición del marxismo en sus análisis. Sin embargo, es esa situación de cierto agotamiento teórico y la insuficiencia que ella señala en las tres corrientes de pensamiento, que principalmente habían tratado de explicar la condición de las mujeres, la que permite investigar por otro camino.
Ese otro camino parte del existencialismo, en el que siempre se ubicó Beauvoir. Sin embargo, décadas después podemos sostener que lo que desarrolla en El Segundo Sexo supera al propio existencialismo francés, aunque sea deudor del mismo. Si hay un elemento central en la filosofía de Beauvoir que sea un puente entre su existencialismo y el feminismo es sin duda la cuestión de la libertad.
Beauvoir, como los existencialistas congregados en torno a la revista Les Temps Modernes, configurarán un existencialismo de tipo ateo. En el caso de Beauvoir es una cuestión que explicará sobre todo en el primer volumen de sus Memorias de una joven formal. De familia burguesa y madre creyente, durante su adolescencia se percatará de qué modo las decisiones que ha tomado tanto en sus estudios, sus amistades, etc., no han estado motivadas por Dios, que Dios ha dejado de tener presencia en su vida, ha dejado de tener una función. No hay un destino que obedecer, no hay una voluntad predeterminada: hay una vida, una existencia, a la que uno mismo debe dar sentido. Esto tiene claras implicaciones, en particular, para la vida de las mujeres, quienes hemos tenido que protagonizar grandes y cotidianas luchas para deshacernos de un destino preestablecido para nosotras. Por otro lado, el hecho que sea el ser humano quien dé sentido a la vida implica un acto de compromiso y responsabilidad.
Esa será una cuestión clave para entender la libertad en Beauvoir: la libertad se practica y ello implica responsabilizarse de la propia vida. Eso no significa que Beauvoir compre el discurso liberal de que en este sistema tenemos libertad de elegir, todo lo contrario. Sobre todo en el proceso de escribir El Segundo Sexo, se dará cuenta de qué modo las mujeres -pero no sólo- se han visto con la libertad cercenada en practicamente todas las esferas de su vida.
«¿En qué medida el hecho de ser mujer ha afectado a nuestra vida?»
¿Cuál es la vida de las mujeres? ¿Qué libertades nos son amenazadas? O como ella formulará: «¿En qué medida el hecho de ser mujeres ha afectado a nuestra vida? [3]. Las que hayan leído El Segundo Sexo se acordarán de páginas y páginas de anécdotas, situaciones, experiencias en las que Beauvoir va escenificando de qué modo las mujeres durante toda nuestra vida nos encontramos con imposiciones, dogmas, mandatos,…de la feminidad dominante. Quizás hoy lo llamaríamos las distintas situaciones en que se encuentran las mujeres en su socialización de género. Seguramente esa sea hoy, setenta años después, una de las partes más pesadas de leer porque las situaciones concretas con que nos encontramos son distintas (aunque menos de lo que desearíamos). Sin embargo, la sinceridad con la que escribe sobre la sexualidad, sobre la maternidad, sobre la menstruación, sobre las relaciones, …suscitó la complicidad de miles de mujeres que por primera vez se veían representadas, se sentían reflejadas y veían escritas las situaciones que ellas mismas habían atravesado, sus mismos dilemas, dificultades y miedos. Por supuesto, no estuvo exenta de polémica, esa misma crítica frontal a la feminidad dominante le acarreó detractores de muy diverso tipo.
Como la misma Beauvoir escribió doce años después de la publicación: «Tampoco he aportado ningún remedio a cada conflicto particular. Por lo menos he ayudado a mis contemporáneas a tomar conciencia de sí mismas y de la situación» [4]. Uno de los objetivos que persiguió la literatura de Beauvoir era mostrar de qué modo a las mujeres se les imponía un destino que no habían elegido. Una feminidad dominante que ella acusaba, por supuesto, de atentar a la libertad de las mujeres y que por ello, des-responsabilizaba a las mujeres de su propia existencia a manos de terceros (padre, marido, patrón, cura,…). Esta cuestión no está exenta de polémicas. Por un lado, cargó tan duro contra la feminidad que se la llegó a acusar de misógina, cosa que ella misma tuvo que desmentir. Sin llegar a considerarla misógina, ni mucho menos, es evidente que al leerla las lectoras mantenemos una incomodidad constante. Por otro lado, hay una tendencia en El Segundo Sexo a entender el hombre como el lugar al que deben llegar las mujeres cuando se emancipen -algo que es muy propio de todo el feminismo previo a los años setenta que cambiaría las coordenadas de emancipación- y que en Beauvoir evolucionará.
«A través de El Segundo Sexo tomé conciencia de la necesidad de lucha»
En la última parte, titulada «Hacia la liberación» Beauvoir reflexiona sobre cuál es la mujer independiente. En primer lugar, piensa en un sector de mujeres que han tenido acceso a la cultura y a ciertos trabajos cualificados, que tienen un salario suficiente y ciertas condiciones para realizarse en su trabajo y en su vida. Un sector de mujeres al que la propia Beauvoir pertenece. Pese a verlas como un sector minoritario, defiende que pueden ser el sector que prefigure esa «mujer independiente» que ella llama. Es evidente que si nos quedamos sólo con eso, queda una visión muy elitista o por lo menos estrecha de esa liberación. En una entrevista 25 años más tarde de su publicación, cuando ya había estallado el movimiento feminista de los setenta, declara:
«Al investigar y escribir El Segundo Sexo fue cuando percibí que mis privilegios resultaban de haber abdicado, en algunos aspectos cruciales por lo menos, a mi condición femenina. Si pusiéramos lo que estoy diciendo en términos de clase, tal vez sea más fácil de comprender, yo me había vuelto una colaboracionista de clase». Y prosigue: «A través de El Segundo Sexo tomé conciencia de la necesidad de lucha. Comprendí que la gran mayoría de las mujeres simplemente no tenía la posibilidad de elección que yo había tenido» [5].
Pese a que pueda parecer que es algo que sólo declara 25 años más tarde, ya en esa última parte del libro defiende para las mujeres trabajadoras: «Sólo las que tienen una fe política, las que militan en un sindicato, confían en el futuro y pueden dar un sentido ético a las ingratas fatigas cotidianas» [6]. Como decíamos, en Beauvoir la libertad se practica e implica responsabilizarse de la propia existencia y eso para las trabajadoras no es una tarea fácil. Así, la militancia aparece como una realización en sí misma y como una promesa de libertad para las que no tienen elección, que son la gran mayoría de las mujeres.
«¡Va a perder muchos amigos!»
«‘¡Qué valiente ha sido!’, me dijo Claudine Chonez en una compasiva admiración. ¿Valiente?, ‘¡Va a perder muchos amigos!'»[7] y es que si el proceso de escritura de El Segundo Sexo fue toda una aventura para Beauvoir, su recepción no fue para menos. Criticada por el grueso de los intelectuales de izquierdas, de los sectores religiosos (estuvo en el índice de libros prohibidos por la Iglesia Católica), por las mujeres del Partido Comunista Francés y del resto de la izquierda, e incluso por varios de sus compañeros existencialistas, en definitiva, la publicación de El Segundo Sexo desató una polémica enorme. Pero también desató la complicidad de miles de mujeres en una correspondencia que duró años y que ella relata en el tercer volumen autobiográfico, La fuerza de las cosas.
Por eso, la historia de El Segundo Sexo es también la historia de sus lectoras, sobre las cuales Beauvoir declara: «Me hubiera sorprendido y hasta irritado si a los treinta años me hubieran dicho que me ocuparía de problemas femeninos y que mi público más serio serían mujeres. No me arrepiento. Divididas, desgarradas, inferiorizadas, para ellas existen, más que para los hombres, apuestas, victorias, derrotas. Me interesan; y me gusta más tener a través de ellas un alcance limitado, pero sólido, sobre el mundo, que flotar en lo universal» [8].
¿Y la recepción aquí en el Estado Español? Escribe Carmen G. de la Cueva en una biografía sobre Beauvoir: «¿Cómo íbamos a aventurarnos las mujeres de mi generación a leer a Simone de Beauvoir si ni siquiera podíamos encontrar sus libros?» [9] y es que la primera edición en la península data de 1998. Por supuesto que se leía El Segundo Sexo, fue la edición argentina del 54 la que entró al Estado Español de manera clandestina. Sin duda, un ejemplo claro de ese «alcance limitado, pero sólido», y comprometido podríamos añadir, de las lectoras.
Setenta años después…
Por supuesto, setenta años después podemos ver múltiples distancias con El Segundo Sexo. Distancias teóricas por el enriquecimiento tanto de la teoría marxista de las últimas décadas como de los feminismos; lo cual debe ser un motivo de celebración. Distancias por los modos en los que se manifiesta el machismo hoy, aunque menos distantes de lo que desearíamos. Pero la lectura de El Segundo Sexo sigue incomodando y seguramente por ello, siga siendo útil leerlo setenta años después.
Decía Virginia Woolf que las mujeres necesitábamos una habitación propia. Quizás El Segundo Sexo es meter un espejo sin tapujos en esa habitación y enfrentarnos íntima, privada, pública y colectivamente a esa feminidad adquirida que en un primer momento nosotra no hemos elegido. Enfrentarnos a ese espejo para discutirnos y, por supuesto también, para discutir a la propia Simone de Beauvoir.
[1] El Segundo Sexo, Valencia, Cátedra, 2016, p. 851.
[2] Op. cit., pp. 851-852.
[3] Op. cit., p. 62.
[4] La fuerza de las cosas, Barcelona, Editorial Sudamericana, 1998, p. 232.
[5] Reproducción de la entrevista a Simone de Beauvoir de Fernando Gerassi, 1976.
[6] El Segundo Sexo, p. 852.
[7] La fuerza de las cosas, p. 225.
[8] Op. cit., p. 232.
[9] Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir, Carmen G. de la Cueva, Barcelona, Lumen, 2018, p. 169.
* Publicado en Vientosur.info