La soja transgénica ya no está intacta
La soja INTACTA resistente al daño de larvas de lepidópteros y a herbicida, fue aprobada en Argentina en el año 2012. En sólo 10 años ya se observa en los cultivos resistencia de algunas de esas plagas. Pese a las advertencias sobre los riesgos de esta tecnología, el negocio avanzó y el daño está hecho.
Los cultivos transgénicos con Bt son el resultado de la incorporación a las plantas del gen del Bacillus thuringiensis, enemigo natural de muchas larvas de insectos. Desde hace muchos años esta bacteria fue utilizada para control biológico de muchas plagas de cultivos y de vectores de ciertas enfermedades (por ejemplo los mosquitos). Formulados de este microorganismo se aplican en cultivos y fuentes de agua, como manera de control biológico, sin uso de agrotóxicos. Cabe aclarar que no por ser controladores biológicos son inocuos, porque puede suceder que el uso masivo de los bioinsumos genere daños en el sistema por afectar el equilibrio de las especies.
En el año 2012 se aprobó en Argentina la soja Bt genéticamente modificada (OGM), que le da resistencia a varias larvas de lepidópteros y a herbicidas. Su nombre comercial es Soja INTACTA.
Desde hace varias campañas, los productores de la zona centro norte de nuestro país, donde tiene mayor adopción esta transgénica, informan que esta tecnología comienza a fallar, encuentran daños importantes de defoliación en el cultivo y presencia de larvas de una de las especies plaga (oruga medidora). La misma empresa Bayer, reconoce que este daño aparece en nuestra zona y también en Uruguay y Paraguay.
Las estimaciones indican que el 89% de los productores que la adoptaron en la zona centro norte, consideran su desempeño entre malo y apenas satisfactorio, porque empiezan a observar presencia de larvas (oruga medidora y falsa medidora) y, también, que en el 56% de la superficie sembrada con soja Bt se tuvo que recurrir a aplicación de insecticidas. Faltará evaluar si además de la resistencia en estas larvas, puede haber otros daños colaterales.
Miguel A. Altieri, un referente de la Agroecología, en su trabajo Riesgos Ambientales de los Cultivos Transgénicos: una evaluación Agroecológica, del año 1998 (disponible aquí), dice que “las plagas de insectos desarrollarán rápidamente resistencias a los cultivos que tiene la toxina Bt” y que “el uso masivo de la toxina Bt en los cultivos puede desencadenar interacciones potencialmente negativas que afecten procesos ecológicos y organismos benéficos.”
En esta publicación Altieri cita un trabajo de Tabashnik (1994) que afirma: “se tiene conocimiento de que varias especies de lepidópteros han desarrollado resistencia a la toxina de Bt en pruebas de campo y de laboratorio y sugiere que los mayores problemas de resistencia se desarrollan en cultivos transgénicos, donde la expresión continua de la toxina crea una fuerte presión de selección”. Es decir, muchos años antes de que se apruebe la soja con el gen Bt en nuestro país, ya eran anunciados con absoluta claridad los riesgos ambientales de esta tecnología. El negocio siguió y los daños no tardaron en llegar.
Frente a esta situación la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) propone tomar medidas para demorar al máximo posible el aumento del grado de resistencia de las poblaciones plagas y, sembrar el 20 % de la superficie con soja no Bt (refugios). Por su parte, la empresa Bayer se retiró a mediados del año pasado del mercado de semillas de soja en nuestro país, argumentando que esta soja INTACTA no había sido muy adoptada en Argentina; por lo tanto no habrá exigencia para pago de regalías por su siembra.
No es novedad ese comportamiento de las empresas multinacionales de semillas, es otro claro ejemplo de la transferencia de las responsabilidades que el agronegocio propone frente a los tremendos daños ambientales de sus tecnologías. Las empresas se retiran y los y las productoras se quedan con la responsabilidad de que el daño no se agrave.
*Nota publicada originalmente en trama.ar