Uruguay

Lo absurda que sigue siendo la muerte

7 agosto, 2025

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Martha Passeggi

Lo absurda que sigue siendo la muerte

En una esquina donde paré por el semáforo, manejando un auto cuyo vidrio delantero está roto, ya casi ni abren bien las puertas y cuyo paragolpes está abollado, un payaso cruzó al frente.

Resultó un talentoso malabarista. Le aplaudí, ya que monedas no tenía. Le pedí disculpas por no tener cambio y me mandó saludos para -y dijo- el nombre de mi mamá.

A esa misma hora, exactamente en el mismo instante, sé que murió Mirta. Lo sé porque ese ínfimo acontecimiento fue un instante fugaz de certeza en que la ternura, a pesar de los pesares, no solo existe e insiste, sino que con su aleteo sutil mueve y conmueve de una manera en que conectamos con las cosas que valen la pena y nos conmovemos.

Un rayo nos parte.

Mirta murió mimoseada y amada por una red hermosa de cuidados y los tuvo, por que su vida fue un cultivo de afectos, redes, aquelarres, ternura y fuego, risas y cocina. Guerrera. Militante. Madre. Vecina. Amiga. Abuela y bisabuela.

Cuidadora de plantas, mates y amigas.

Bueno ta, quedamos en juntarnos el sábado y el domingo, como cualquier fin de semana y resulta que ya no. Ya no estará sosteniendo el cartel en cada una de las decenas y decenas de alertas feministas cada vez, cada vez, que una mujer era asesinada por su género. Muchas veces repartiendo el volante y hablando con quienes pasaban, muchas veces leyendo la proclama o gritando a viva voz, fuego al patriarcado cada 8 de marzo. Todas las causas por la vida te eran propias y te convocaban querida Mirta.

Fue una maestra en el feminismo para muchísimas mujeres. Para mí lo fue. Tenía la capacidad de ser humilde al alertarte, con humor, que todo podía ser un poco más complejo. Su pasar por la militancia, los grupos operativos estudiando Pichón Riviere, grupo de mujeres de un espacio terapéutico, siendo parte de Las Decidoras y del grupo de teatro espontáneo Decidoras – Desobedientas, Globale Uruguay, la coordinadora de feminismos, una madre preocupada por sus hijos, nietos y bisnietos, por la plantas y la transformación de este mundo.

Mirta era cuidadosa. La vi siempre preservando lo importante: la conexión afectiva más allá de las diferencias o los tiempos.

La vi puteando y carajeando. La escuché en tardías horas de la noche, sus peripecias de amor y decir orgullosa: cuando me paspan con definirse y me preguntan yo digo «heterosexual retirada», mientras se ríe a carcajadas.

Mirta fue un poco mi maestra y un poco mi madre. Y una referencia aún por seguir construyendo. Una belleza de mujer a la que tuve el honor de disfrutar en diversos aquelarres.

Nos queda a nosotras sus compinches recrearla, honrarla y mandarle saludos de payaso en esquinas insospechadas.

Salú Mirta!