¿Quiénes dibujan nuestra sonrisa?
¿Vale reírse de todo? Pues no, pero está en nosotros ver de que nos reímos y que cosas aplaudimos. El humor es elemento que puede ser muy violento o muy sutil, pero el límite lo marcan quienes lo producen y quienes lo consumen, no la censura.
Terry Gillan dice que hacer humor en parte es incomodar. Es imposible tratar de hacer un chiste con temas que pueden generar polémica sin que ocurran problemas.
El personaje de Edison Campiglia creado por el murguista y humorista Rafael Cotelo (Agarrate Catalina, Asaltantes con Patente), es uno de esos personajes. Responde a una forma de hacer murga, a una forma pensar y a una forma del Uruguay que creemos del pasado pero que aun sigue presente. Es un personaje que lleva años en los medios de comunicación, ampliamente homofóbico, clasista, intolerante y hasta repugnante. Así como lo son Martin Rechimuzzi, Peter Griffin (Padre de Familia), Cartman (Southpark) o Darwin Desbocatti (No toquen nada).
Tanto en la antigua Grecia como el medioevo, algunas personas que iban al teatro pensaban que quien interpretaba a un villano lo era y por lo tanto debía ser castigado, esto hacía que muchas obras terminaran en peleas generalizadas. Pensar que un personaje es quien lo interpreta es casi tan tonto como pensar que Leslie Nielsen es un detective o que Bruno Ganz es nazi.
Estos personajes hacen humor desde la frontera del mal, jugando con una parte de nuestro ser que existe y queremos no tener, pero funcionan como un aviso de lo que aun persiste. Sus declaraciones son ampliamente políticas, porque sabemos que hay personas así en la vida real, las cuales están en lugares de poder que muchas veces los hacen intocables. El humor así se construye en una forma de contrapoder que puede mostrar discursos estigmatizantes y desde ellos construir resistencia. Reírnos nos permite visualizar los temas desde la cercanía y poder pensarlo como parte de nosotros, personalizándolo y discutiéndolo.
Otro elemento que debemos tomar al momento de hablar de humor es lo contextual. El contexto hace invariablemente al humor. No se puede pensar cuplés como Los Charrúas y el mate de Agarrate Catalina en 2010, o Vamos a la plaza de Metele que son Pasteles en 2020, sin el contexto específico de un espectáculo determinado. Ambos cuplés fueron tomados de forma literal y ampliamente criticados por determinados sectores de la sociedad.
Esto muestra una tercera característica del humor y es su no-literalidad. Cuando tomamos de forma literal a un humorista o un chiste corremos el riesgo de caer en simplismos, de los cuales el humor busca escapar. Si hay algo que no es simple es el humor.
Una vez planteado esto, el fin de semana del 6 y 7 de junio se presentó ante la justicia una denuncia penal sobre Rafael Cotelo y todos los comunicadores que forman el programa de radio La mesa de los galanes (Del Sol FM). La denuncia fue presentada por el ex diputado del Partido Nacional, Fernando Araújo, dos comerciantes de la zona, Roberto Araújo y Holger Vildozola, y el abogado Mariano Camacho.
La denuncia es radicada en base a una sección del programa La mesa de los galanes donde el personaje Edison Campliglia presento una canción llamada ‘el cuplé de Rivera’ donde se plantea que el departamento fronterizo con Brasil debe ser ‘regalado’ al país norteño ya que tiene muchos casos de Covid 19.
La denuncia es radicada en base a una estrofa del mismo cuplé que dice: “Para bagayos ya tenemos el Chuy/ y además que nos queda mucho más cerca/ tenemos todo lo que podemos soñar/ changos y travas, marca trucha la merca/ no tiene termas ni las playas de Brasil/ tiene pastores y garchan entre hermanos/ no saben leer y hablan raro/ mas que uruguayos se parecen africanos”.
En el caso de Rivera, así como ocurrió con Los charrúas en 2010, se quita el contexto en el cual está inserto el texto como el personaje y su construcción. El nacionalismo, el discurso homófobo y racista es el atacado por este personaje, donde la ironía es el recurso humorístico principal.
Vale la pena ver que quienes realizaron la denuncia no fueron los habitantes de Rivera sino un ex diputado, dos comerciantes y un abogado. No son los que ‘no tienen voz’ sino los grupos de poder de la zona. Grupos conservadores que buscan una moralidad determinada la cual debe ser impuesta a toda costa, ya sea por las buenas o las malas.
El humor debe ser antimoral, así como debe ser anti sistema. El humor es una forma de lucha y desde donde se debe atacar las injusticias incluso desde la ironía. Cuando se debe salir a explicar un chiste, una metáfora, una ironía o un personaje, se le despoja al humor de su potencialidad, se lo normaliza, volviéndolo algo aburrido y parte del lugar común.
Mientras denunciamos a algunos humoristas, otros que lo hacen sin personajes ni ironías se mantienen segregando, discriminando y atacando sin en la total impunidad.
La censura genera (aparte de la obvia violencia) un sistema moral. Marca que es lo moralmente aceptado y que no. Cuando se denuncia al humor, se marca una moralidad determinada que debe imponerse.
Ahora bien, ¿vale reírse de todo? Pues no, pero está en nosotros ver de que nos reímos y que cosas aplaudimos. El humor es elemento que puede ser muy violento o muy sutil, pero el límite lo marcan quienes lo producen y quienes lo consumen, no la censura.
En un contexto donde los grupos de poder buscan retomar sus posiciones en la estructura de poder, el humor debe liberarse para criticar, pensar, transformarse y reinventarse. Si lo encorsetamos en principios morales el humor cae en lugares comunes de los cuales se vuelve inocuo y vacío. El humor debe liberarse y quedar en manos de quienes lo hacen y en quienes lo reciben debe residir su aprobación o rechazo.