Solidaridades insurgentes vs neoextractivismo. Las inundaciones en Rio Grande do Sul
La catástrofe es resultado directo del saqueo desenfrenado provocado por grandes empresas capitalistas y sus representantes en el comando del Estado, vinculados al latifundio corporativo, a la especulación inmobiliaria, al extractivismo y, por lo tanto, a la financierización y mercantilización de la vida (..) Los ejecutores de esta catástrofe, súbditos de Ubu Rey, tienen nombre, apellido y domicilio, y cargan con el color del sistema de muerte que alimenta los engranajes de la acumulación.
La Tribo de Atuadores Ói Nóis Aqui Traveiz, grupo de teatro popular nacido en 1978 en Porto Alegre, capital del estado de Río Grande do Sul, estrenó en 2024 la pieza Ubu Tropical, obra de teatro callejero inspirada en Ubu en la Colina (1901), de Alfred Jerry. La pieza representa las terribles andanzas de Papá Ubu, figura autoritaria que se autoproclama rey de Polonia dejando un rastro de matanza, corrupción y traición. En la escena 3 de la pieza, titulada “Mato todo el mundo y me voy”, el rey bufón manda para su gigantesca panza nobles, jueces y financistas del reino. Nada escapaba al hambre insaciable de Papá Ubu, que atropellaba al mundo buscando “engullir todo y todos”[1]. Al final, al llegar a Brasil, es sorprendido por la figura de Abaporu, “con los pies gigantes plantados en la tierra, caníbal y antropofágico, que es capaz de devorar la cultura, apropiarse de ella, reinventarla”. Abaporu impide que Papá Ubu continúe con su saña carnicera. En las calles de Porto Alegre, Papá Ubu, su tropa y sus súbditos transitaban aparentando estar cubiertos por lama, como si hubieran salido de una gran inundación, el día 21 de abril. Menos de una semana después, las inundaciones tomarían cuenta del estado y de la propia capital.
Entre fines de abril y comienzo de mayo, el estado de Rio Grande do Sul, en la región sur de Brasil, fue palco de la mayor catástrofe climática de su historia. Una inundación sin precedentes, después de fuertes lluvias nunca antes vivenciadas durante esta época del año, devastó 401 de los 497 municipios de la región, resultando en 1.400.000 personas afectadas. Los números no paran de crecer y, en este momento, las estimativas son de más de 240.000 personas desalojadas. Hay muchos refugiados climáticos en albergues improvisados, además de, lo mínimo, más de 100 muertos, centenas de heridos y desaparecidos y casi 700.000 personas sin agua. En octubre de 2023, un evento semejante arrasó diversos municipios del mismo estado. Esta vez, fueron 14.200.000.000.000 litros de agua solamente en la primera semana de mayo, equivalente a mitad del reservatorio de la represa de Itaiú, segunda mayor hidroeléctrica del mundo[2]. El Guaíba, que tiene su margen junto a la ciudad de Puerto Alegre y que se comporta a veces como río, a veces como lago, llegó al nivel histórico de 5,33 metros, altura que puede aumentar con la continuidad de las lluvias actualmente en curso.
La catástrofe es resultado directo del saqueo desenfrenado provocado por grandes empresas capitalistas y sus representantes en el comando del Estado, vinculados al latifundio corporativo, a la especulación inmobiliaria, al extractivismo y, por lo tanto, a la financierización y mercantilización de la vida. Rio Grande do Sul es un estado cuyos biomas pampa y atlántico están siendo destruidos por la minería, por los monocultivos de soja y eucalipto y por la pecuaria. Además, los sucesivos gobiernos estaduales y municipales de las ciudades afectadas, con aval de los gobiernos federales de turno, fueron responsables por el desmonte de la vegetación ciliar, acúmulo de sedimentos en los ríos, destrucción de áreas de preservación permanente, violación de los derechos de los pueblos indígenas, afrodescendientes y demás pueblos tradicionales, además de vender a las empresas privadas concesiones de gestión de agua, energía eléctrica y los loteamientos para las empresas inmobiliarias.
Eduardo Leite, gobernador de Rio Grande do Sul, ignoró sistemáticamente las llamadas de alerta de institutos e investigadores que apuntaban la inminencia de eventos climáticos extremos, como sequías e inundaciones, además de flexibilizar 480 puntos de la legislación ambiental junto con muchos diputados, mientras ampliaba la exportación de soja. Además de las ya citadas privatizaciones de agua y energía, los servicios de salud también fueron precarizados y privatizados, así como las áreas próximas al río Guaíba, con los ya precarios sistemas de contención de inundaciones. No hay un plan de emergencia claro. La propia categorización oficial del Guaíba como lago implica la flexibilización de leyes ambientales, que permitieron la devastación de sus márgenes y proximidades.
Los indígenas de Rio Grande do Sul, mayoritariamente del Pueblo Mbya Guarani, parcialidad del pueblo Guarani, el pueblo Kaigáng y el pueblo Xokleng, ya suman más de 8.000 familias afectadas y 80 comunidades en estado de emergencia. Algunas recuperaciones de territorios ancestrales en la región de Porto Alegre, como Pekuruty, tuvieron sus casas destruidas por la alcaldía en medio del proceso de evacuación. Miles de pequeños agricultores y familias sin tierra también perdieron sus familiares, sus casas, plantaciones, animales, equipamientos, galpones y cooperativas. El Movimiento Sin Tierra estima 420 familias afectadas por las inundaciones en sus asentamientos y ocupaciones en el estado. En el caso de los quilombolas (comunidades afrodescendientes), cuyas comunidades en Porto Alegre, capital del estado, suman más de 100, la situación no es diferente: enfrentan inundaciones, falta de agua y comida y la pérdida de espacios de reproducción de la vida.
El extractivismo en el núcleo de la catástrofe
Las narrativas hegemónicas, sea las mediáticas o de la esfera de la política institucional, buscan presentar un escenario de “conciliación nacional”, donde, para enfrentar la inundación, es necesaria la unión del país. Adulan militares, divulgan cuentas para transferencias bancarias de donaciones destinadas a entidades privadas asociadas al gobierno y fortalecen el panegírico del discurso desarrollista como salida: defienden la reconstrucción de las ciudades para la manutención del mismo modelo predatorio. Cambiar todo, para que todo permanezca igual -coherente con la actual configuración del Gobierno Federal. Asocian la catástrofe climática a causas naturales, escondiendo la raíz del problema. La narrativa “unificadora” escamotea los responsables por la devastación y el vínculo directo del modelo neocolonial de matriz exportadora que viola y mercantiliza las fuerzas vitales para las cadenas globales de acumulación capitalista.
El latifundio corporativo -maquillado con eufemismos como “agronegocio”- y el Estado se preocupan con las pérdidas de plantaciones de soja, que expulsaron indígenas y campesinos de sus territorios para permitir la expansión de la frontera agrícola. Rio Grande do Sul es el segundo mayor estado productor de soja de Brasil, con una expectativa de la cosecha 20.000.000 toneladas para 2024. Del bioma atlántico original de Rio Grande do Sul solo resta 7%. Al mismo tiempo, el centro-oeste brasileño sufre con una sequía también histórica, que impacta los monocultivos, pero no los lucros del seguro rural. Sin embargo, el contexto impacta principalmente los pequeños agricultores e indígenas, objeto de violencia en la región, cuya lucha por la tierra figura como la de más intensamente reprimida. Nacionalmente, la zafra de soja está estimada en 153.900.000 toneladas, números que se alínean con el abismo de la concentración de tierras en manos de pocos y en la presión ejercida por el latifundio contra la vida y la biodiversidad.
La flexibilización de las leyes brasileñas para el medio ambiente y para del derecho a la tierra para los pueblos indígenas y tradicionales corre a la par de la relación entre el extractivismo y los cambios climáticos antropogénicos. La legislación es relativizada para permitir que nuevas áreas sean integradas a las cadenas globales. La reciente aprobación de la Ley 14.701 de 2023, que viola la Constitución de 1988 en lo que respecta a los derechos indígenas es un ejemplo: con el debilitamiento de las demarcaciones de tierra indígena, las haciendas de monocultivo, la minería (legal o ilegal) pueden expandirse por los territorios sin travas. Estos hechos, sin embargo, ya venían ocurriendo en la tenue frontera entre lo legal y lo ilegal que caracteriza diferentes puntos de la cadena extractivista. La minería ilegal en la Amazonía se comporta del mismo modo, estimulada junto a la minería legal, por las demandas del mercado internacional por un lado y, por otro, tímidamente condenado en la esfera pública -y, cada vez más, confrontado por las iniciativas de autodefensa y recuperación indígena para el control territorial. Es relevante recordar los enormes recursos públicos destinados al Plan Zafra, cuyos financiamientos son destinados principalmente al agronegocio. Para 2023/2024, el gobierno anunció un monto de 364.220.000.000 de reales.
El hecho de que 20% del área original del bioma amazónico fue desmontada para la ampliación de monocultivos, cría de ganado y minería también tiene vínculo estrecho con las inundaciones en Rio Grande do Sul y con la sequía en el centro oeste del país, dada la forma en que los ciclos de lluvia son determinados por la capacidad de la selva de regular el clima. La disminución de los biomas, como en el caso de Rio Grande do Sul, provoca el aumento de la erosión del suelo y la reducción de su capacidad de almacenamiento de agua[3]. Al mismo tiempo en que los grandes empresarios del latifundio, en consonancia con las diferentes esferas del gobierno y del Estado, se dan las manos para ofrecer de forma espectacularizada una salida paliativa para las inundaciones, los pueblos se organizan de forma atuónoma para salvar vecinos, comunidades, periferias y vidas, mientras fortalecen la recuperación de la tierra y de los territorios, y establecen nuevas lealtades en la memoria.
La solidaridad que viene de abajo: sólo el pueblo salva al pueblo
En medio del escenario de caos, innumerables iniciativas populares de solidaridad, acción directa y apoyo mutuo toman cuenta de la ciudad frente a la inoperancia y la desidia de los gobiernos, involucrando movimientos sociales, movimientos de base comunitaria, organizaciones anarquistas, pueblos indígenas y tradicionales, terreros de religiones afrodescendentes, sindicatos, entre otros. No pretendemos agotar las referencias en el corto espacio de este texto, que son múltiples. Entretanto, presentaremos brevemente algunas de esas experiencias a partir de tres categorías principales: pueblos indígenas, movimientos sociales y quilombolas.
La recuperación indígena multiétnica GAh Ré, localizada en el Morro Santana, en Porto Alegre, es un territorio ancestral Xokleng y Kaingáng, que fue impulsada por diferentes pueblos y movimientos. Actualmente está habitada por 42 familias. En diciembre de 2022, sufrieron un intento de desalojo, ya que querían destinar el área, donde hay un manantial, para la construcción de 11 edificios por medio de financiamiento de ex banqueros. La comunidad salió victoriosa. El Morro Santana también abriga áreas de los biomas pampa y atlántico, y la naciente desemboca en el arroyo Dilúvio. Que cruza algunas regiones de la ciudad. Después de 2 años de resistencia, en medio de la inundación que tomó cuenta de Porto Alegre, el área de recuperación se tornó un centro de distribución de agua para las comunidades de los barrios periféricos, que padecían con el desabastecimiento provocado por la catástrofe climática. Mientras tanto, las calles y suburbios de Porto Alegre vieron crecer filas inmensas de personas con bidones en torno a los grifos dispersos en diferentes zonas urbanas, dada la falta de agua en las casas y mercados.
El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), a su vez, inició prontamente una campaña nacional de solidaridad y puso a disposición sus militantes y asentados para, primeramente, garantizar la seguridad de los sin tierra en los lugares afectados (asentamientos y ocupaciones); y, seguidamente, instalar cocinas solidarias y centros de acopio y distribución de alimentos, agua, ropas, medicamentos y productos de higiene. Fueron decenas de miles de porciones distribuidas por el movimiento en los suburbios afectados por la inundación y en los abrigos para refugiados. Asentados de la región de Viamão que no fueron afectados también se dedicaron a producir alimentos para otros asentamientos, como en el caso de Dourado do Sul, tomado por la inundación: miles de porciones diarias fueron preparadas.
A pesar de que una parte relevante de la producción del movimiento ha sido afectada, la autonomía garantizada por la producción de alimentos saludables, sin agrotóxicos ni transgénicos, fue crucial para abastecer a la población desabrigada. Las cocinas solidarias también fueron construidas por otros movimientos sociales, como el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST), el Movimiento de los Pequeños Agricultores (MPA) y el Movimiento por los Afectados por Represas (MAB -según la sigla en portugués), que alertaba para el hecho de que no hay represa segura -el día 2 de mayo, hubo una ruptura de la represa 14 de Julho, entre los municipios de Cotiporã y Bento Gonçalves, durante las lluvias, demostrando que estas estructuras no están adaptadas para resistir a eventos extremos y tampoco deben servir de base para un modelo energético no extractivista.
El pueblo quilombola de Rio Grande do Sul, em especial del Gran Porto Alegre, se movilizó para la defensa de sus comunidades, vidas y territorios, así como para la composición de una red de solidaridad fundamental en las periferias urbanas. Porto Alegre es la ciudad con mayor número de quilombos urbanos en el país, totalizando 11 territorios. En la ciudad se formó el Frente Quilombola de Rio Grande do Sul, que actúa hace más de una década para fortalecer los pueblos negros, quilombolas e indígenas, al lado de todo el pueblo pobre de Porto Alegre. Los obstáculos para la regularización de los territorios quilombolas por la burocracia estatal y los intereses privados de la especulación inmobiliaria influencian directamente en el contexto enfrentado por estos territorios durante la inundación.
En el mapa arriba, es posible ver: 1) Quilombo dos Machados, en riesgo inminente de inundación y desabastecimiento; 2) Quilombo Kédi, afectado por el desabastecimiento; 3) Quilombo Silva, afectado por desabastecimiento; 4) Quilombo Mocambo, comunidad afectada por la inundación y desabrigada de su territorio; 5) Quilombo Fidélix, idem; 6) Quilombo do Areal, idem; 7) Quilombo Lemos, idem; 8) Quilombo Flores, desabastecimiento; 9) Quilombo Santa Luzia, desabastecimiento; 10) Quilombo dos Alpes, desabastecimiento; 11) Quilombo de Ouro, desabastecimiento. Excepto aquellos afectados por la inundación, los quilombos se mantienen como puntos de actuación de una amplia red de apoyo, con cocinas solidarias para apoyo a la comunidad circundante.
El Quilombo dos Machados fue uno de los quilombos que se auto organizó para el apoyo mutuo y para la acción directa frente a la continuidad del acto necropolítico de matar y dejar morir, característico de un Estado supremacista blanco, que deja las comunidades libradas a su propia suerte durante la catástrofe. La comunidad, situada en el Barrio Sarandí -uno de los más afectados por la inundación en la capital-, ya fue amenazada de desalojo en 2020, en medio de la pandemia de COVID-19. La acción fue llevada adelante por la Real Empreendimentos, empresa del sector inmobiliario. La historia del Quilombo remite a las décadas de ’60 y ’70, cuando la llegada de la familia Machado a Porto Alegre. Sólo en 2012 el área fue recuperada por los quilombolas.
En entrevista, Jamaica, líder del Quilombo y del Frente Quilombola, afirmó que las pérdidas son ancestrales[4]. La comunidad vecina se llama Vila Respeito, y el contexto de ambas áreas ya era precario, por la segregación socioespacial. La sede del quilombo no fue afectada, y se transformó en punto de referencia en el territorio. Pasaron a organizar colectivamente una cocina comunitaria, recibir donaciones de agua potable, ropas, medicamentos, frazadas y productos de higiene. Todas las donaciones y producciones locales son compartidas con el propio Quilombo y con los habitantes de Vila Respeito. Articularon la evacuación de los más viejos y de los niños frente a la inminencia de la inundación, y montaron una fuerza-tarea comunitaria para analizar el grado y la velocidad de la subida de las aguas. En este interín, evitaban el pánico generalizado y accionaron redes de cuidado y atención psicosocial.
Retomar territorios para aplazar el fin del mundo[5]
Las recuperaciones territoriales que se expanden por Brasil, principalmente por medio de la auto organización e pueblos indígenas y tradicionales, también consisten en retomadas de los modos de vida de estos pueblos. Y no hay espacio, en estos modos de ser, para el extractivismo. Davi Kopenawa, chamán Yanomami que escribió A queda do céu (“La caída del cielo”), interpelaba al mundo de los blancos, afirmando que no hay futuro posible para quien planta sus pensamientos en las mercaderías. Chamanes y líderes espirituales de diferentes pueblos indígenas narran que, desde la llegada de los blancos, la inminencia de grandes catástrofes se tornó un fantasma que se avecina a cada avance de los saqueos capitalistas y sus zonas de sacrificio humano y socioambiental.
Cuando latifundistas y policías asesinan a Vitor Fernandes Guarani e Kaiowá en la masacre de la recuperación de Guapo’y, el 24 de junio de 2022; cuando latifundistas asesinan indígenas como Nega Pataxó, muerta el 21 de enero, después del ataque brutal de las milicias ruralistas del Movimento Invasão Zero contra la recuperación de tierra Pataxó en el estado de Bahia; cuando matan y carbonizan a José Roberto da Rocha, líder del MST del estado de Paraíba, por luchar por tierra; cuando matan a la Mãe Bernardete, quilombola asesinada en Bahía por luchar por su territorio contra la especulación inmobiliaria; son todas formas de acelerar la catástrofe. Son intentos de hacer prevalecer los modos de vida y producción capitalistas sobre las ancestralidades y territorios libres. Es la marcha de Papá Ubu, bañado en el río de detritos del mineral de Mariana y Brumadinho[6], sumergido en la inundación que arrastra y engulle todo y a todos en Rio Grande do Sul. Los ejecutores de esta catástrofe, súbditos de Ubu Rey, tienen nombre, apellido y domicilio, y cargan con el color del sistema de muerte que alimenta los engranajes de la acumulación.
Las cuestiones que atraviesan la catástrofe en curso ilustran la importancia de las retomadas y ocupaciones de tierra como actos de recuperación de la vida y su potencia reproductiva. De recuperación de las propias fuerzas vitales -término que aquí usamos en oposición a la lógica del “recurso natural”-, cuyas luchas territoriales buscan desmercantilizar. Estos procesos de resistencia hacen eco no sólo con la palabra de los chamanes, sino también con las prácticas que apuntan los zapatistas como tesituras posibles en la actual coyuntura: el común y la no propiedad[7]. El desabastecimiento de agua, luz y alimentación es una invitación a la rebelión en defensa de lo común, que pasa por la consolidación de nuevos lazos comunitarios forjados en la solidaridad popular. La autonomía territorial, la recuperación y la defensa de los biomas, de la tierra, de las aguas y los bosques será la última bandera, y los pueblos muestran el camino.
Notas:
[1] El autor de este artículo vivenció la pieza en las calles de Porto Alegre. Algunas informaciones de este párrafo, que describen la pieza, fueron retiradas del folleto distribuido por el grupo de teatro, y producido por la Tribo de Atuadores. En especial, los trechos entre comillas, son trechos del folleto.
[2] Fuente: https://g1.globo.com/meio-ambiente/noticia/2024/05/10/guaiba-recebeu-quase-metade-do-volume-de-agua-de-itaipu-em-uma-semana-de-chuvas-aponta-instituto-da-ufrgs.ghtml
[3] Fuente: https://www.brasildefato.com.br/2024/05/12/o-que-o-desmatamento-da-amazonia-tem-a-ver-com-as-cheias-no-rio-grande-do-sul
[4] Fuente: https://www.terra.com.br/visao-do-corre/pega-a-visao/quilombo-na-periferia-de-porto-alegre-sofre-perda-ancestral,d4b83b79bf6a8ba0e6fe3e1e633a7129kmlhz5kr.html
[5] Ailton Krenak, filósofo indígena del pueblo Krenak, escribió el libro Ideias para adiar o fim do mundo (“Ideas para aplazar el fin del mundo”) (2019).
[6] Mariana y Brumadinho son municipios del estado de Minas Gerais afectados por la ruptura de represas de detritos de la minería, en los años 2015 y 2019, con 19 y 270 muertes inmediatas respectivamente. Ambos provocaron un desastre socioambiental de largo alcance, por la contaminación de cursos de agua y napas subterráneas.
[7] Fuente: https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2023/12/20/vigesima-y-ultima-parte-el-comun-y-la-no-propiedad/
Traducción de Silvia Adoue. Agradecemos a Siliva la sugerencia de publicar esta nota.