Terán Mantovani: “Venezuela ha vivido uno de los colapsos societales más profundos de la historia reciente”
Terán Mantovani es investigador de la Universidad Central de Venezuela y activista ecologista.
Miembro y fundador del Observatorio de Ecología Política de Venezuela, el sociólogo Emiliano Terán Mantovani se ocupa de la defensa de los territorios frente al avance del extractivismo y de las economías criminales que lo acompañan, oponiendo a ello las prácticas comunales y los derechos de la naturaleza.
Este profesor de la Universidad Central de Venezuela señala en esta entrevista, la primera de una serie de cinco conversaciones sobre la realidad política y social de este país caribeño, la continuidad y profundización de los males (entre los que se encuentran la dependencia externa y el rentismo) que aquejan a Venezuela desde antes del proceso bolivariano y “la corporativización de la sociedad en torno a un Estado con un poder muy vertical”.
Activista ecologista, Terán Mantovani también nos habla del colapso de los servicios públicos, la acentuación de la vulnerabilidad de la economía venezolana y de la “decepción” y la falta de certezas con relación al futuro que provocó la migración en masa.
Conocedor de las dinámicas históricas del extractivismo en Venezuela, Terán Mantovani hace un mapa de la expansión de la extracción petrolera a otras commodities, con la explotación del Arco Minero del Orinoco, que afecta a las comunidades de la región. Preguntado sobre las posibilidades de la superación del atolladero en que el país se encuentra, Terán Mantovani nos revela un amplio repertorio de luchas populares, territoriales, mucho más allá de lo que trasciende fuera del país, que es la dinámica electoral. Para el entrevistado, los resultados de las últimas elecciones son efecto de un estado de ánimo popular que quiere cambios democráticos para incidir en el destino de los territorios.
Las condiciones de vida del pueblo venezolano vienen deteriorándose año tras año. Eso ha llevado a un número creciente de trabajadores emprender el camino de la migración. En el exterior, vemos venezolanos, muchos de ellos con formación calificada, aceptar empleos mal pagados y situaciones legales inciertas y arriesgadas. ¿Qué ha llevado a tantos venezolanos y venezolanas a abandonar el país?
Hay una mezcla de factores. No se puede olvidar que Venezuela ha vivido uno de los colapsos societales más profundos de nuestra historia contemporánea, sin que haya habido una guerra en nuestro territorio. Y me estoy refiriendo a la historia mundial, hay datos comparados por países que han vivido crisis similares que muestran esta realidad.
Se puede debatir sobre los factores históricos nacionales que nos llevaron a esto, que son irrefutables, pero eso no exime de responsabilidades a los gobiernos bolivarianos, incluyendo a Chávez, que profundizaron los viejos males del modelo venezolano, basados en una sociedad y un conjunto de instituciones extremadamente dependientes del petróleo. Ya veníamos de una crisis desde los años 80, y se profundizaron esos males precisamente en el momento de esplendor del proceso bolivariano, cuando más popularidad y mayor hegemonía tenía, más alto estaba el precio del barril de petróleo, y mejores condiciones regionales tenían con el auge del ciclo progresista. Todo esto implicó acentuar la vulnerabilidad internacional del país, y del propio tejido social, no sólo afectado por la crisis económica sino por la corporativización de la sociedad en torno a un Estado con un poder muy vertical como el chavista.
Con Maduro se fue desarrollando el desplome societal, y se incrementó la conflictividad política con la oposición y con el flanco internacional. El régimen decidió, antes que atender a la sociedad venezolana ante la debacle, gobernar por la fuerza y mantener el control del poder del Estado a toda costa. Ahí tuvimos un cambio de régimen desde adentro, pulverizando el nacionalismo energético, el rentismo con enfoque popular y el marco de derechos promovido dentro del gobierno de Chávez, para mutar hacia un autoritarismo neoliberal. Hacia uno de los procesos de reestructuración neoliberal más agresivos y uno de los regímenes más represores de la región.
¿Qué factores específicos determinaron que se haya generado una de las más grandes migraciones de nuestro tiempo global actual? Pues como decía, son varios esos factores y vale la pena mencionarlos en detalle. Primero, el país vivió un empobrecimiento muy drástico y acelerado en pocos años, con anaqueles vacíos y millones de venezolanos perdiendo peso. Esto fue un shock para la sociedad.
Segundo, hubo un proceso inflacionario que llegó a hiperinflación, obviamente la más alta del mundo. El Banco Central habló de 130.000% de inflación en 2018, mientras el FMI hablaba de 1.000.000%. Más allá de la exactitud o inexactitud de las cifras, imaginen lo que fue para un venezolano vivir el desquiciamiento de los precios a este nivel. El dinero en la cuenta bancaria alcanzaba para tres papas, dos cebollas y una zanahoria. Se depreciaba varias veces cada día. Creo que podríamos escribir un libro sobre la experiencia social de vivir con hiperinflación, que es bastante irreal. Aquí tenemos un segundo shock.
Tercero, el colapso de los servicios públicos, elementos fundamentales para sostener nuestra vida cotidiana. Ya veníamos de la agudización de la crisis eléctrica, cuando en 2019 Venezuela vivió un apagón total del país por varios días. El impacto fue tremendo, pueden imaginar la vida cuando todo se apaga y no hay fuente eléctrica para nada. Sin duda, el venezolano lo vivió como un shock, ahí tenemos un tercero. Lamentablemente la crisis eléctrica ha continuado en el país, con sus vaivenes, y no es el único servicio público en declive. Tenemos numerosos sectores de la sociedad que apenas reciben agua, algunos con varios meses sin recibirla. Otros sin gas, y por eso se dio un auge de deforestaciones para la obtención de leña para cocinar. Hubo período de la crisis en la que el transporte público prácticamente desapareció, y veíamos camiones de carga o 350 sirviendo de transporte, algo que recordaba también un poco el período especial cubano. Buena parte del día a día del venezolano se dedicaba a la obtención de estos elementos para la reproducción de la vida. Nuestra cotidianidad estaba extraordinariamente precarizada.
Agrego otros elementos: la falta de empleo y oportunidades, ya que la economía formal era prácticamente un desierto. ¿Dónde generas ingresos para vivir? Es una pregunta de difícil respuesta. También la represión social y política ha incidido mucho, ya que, a medida que se iba degradando el sistema social, el régimen político se hacía más y más predatorio. Se fue incrementando la persecución política, las detenciones arbitrarias, el autoritarismo. Operativos policiales en los barrios más pobres fueron dejando fallecidos, y se fue asfixiando más y más las posibilidades de disidencia política y social. En este sentido, el exilio o la migración era una opción de resguardo.
Permíteme incluir unos elementos más que explican la migración, que tienen que ver con los imaginarios sociales, las desilusiones políticas y la falta de sensación de futuro. Creo que al venezolano también se le ha desplomado el marco de sentido y posibilidades que se había construido desde el imaginario de una Venezuela rica, gracias al petróleo. Ese desplome ha dejado un vacío que creo que no se ha podido llenar, para abordar la reproducción de la vida desde otros códigos, desde otro modelo o sistema social. A mi parecer, estos son los efectos de la cultura petrolera, muy estudiados para el caso venezolano. A esto hay que agregarle las decepciones políticas que ha dejado el chavismo, que había generado gran ilusión previa. La sensación de desilusión ha sido muy grande. Recuérdese que el chavismo inundó el país de promesas emancipatorias y discursos grandilocuentes, y llegó a generar simpatía en casi el 70% de la población. La debacle fue para algunos como una especie de duelo que duró mucho en sobrepasarse.
Pero también hay que mencionar las grandes decepciones que dejó la oposición, que fueron muchas además. Estas decepciones se basaron en la falta de conexión real con la gente, sus personalismos vacíos, su incapacidad de comprender la realidad política y cultural del país, y para generar una unidad que pudiera enfrentar al gobierno. Mucha desilusión, en general, de una clase política que no ha estado a la altura de las necesidades para abordar la profunda crisis venezolana. Eso también ha pasado factura en la gente.
El establecimiento del régimen de Maduro, junto con la conflictividad planteada por la oposición, y las diferentes formas de intervención foránea, sea la estadounidense, la china, la rusa, la de los gobiernos uribistas, de la Unión Europea, han llegado a ser tan destructivas que han mellado considerablemente en las nociones y expectativas de futuro nacional. El Gobierno de Maduro ha sido un régimen de terror, de tristeza y desesperación que han vaciado las perspectivas de futuro. Por eso la gente salió a votar masivamente contra el régimen, prácticamente el 70% de la población.
Maduro ha despojado de futuro el horizonte nacional, y, con el conjunto de factores que describo, es completamente comprensible ver tantos venezolanos saliendo por las fronteras y en muchos de los países de la región y otros continentes, buscando oportunidades. Creo que la gente quiere oportunidades en su propio país, pero no las consigue.
El proceso iniciado en Venezuela bajo la dirección de Hugo Chávez prometía superar la dependencia de la exportación de petróleo con todas las llagas históricas resultantes de tal dependencia. Para eso, se proponía, entre otras medidas, la reforma agraria, que sería base de la soberanía alimentaria. Sin embargo, un cuarto de siglo más, la dependencia de la exportación de petróleo y también de otros minerales parece haberse intensificado. Y se siguen importando productos de primera necesidad. ¿Cómo explica esos hechos?
Solo en los primeros años, incluso en los primeros meses del Gobierno de Chávez, prevaleció un discurso petrolero no expansionista y austero. Chávez entendía bien eso que se llamó “la cuestión petrolera”, y las corrientes de pensamiento que previamente habían problematizado los delirios de grandeza de la Venezuela petrolera y los límites de las economías rentistas. Pero lamentablemente duró poco esa austeridad. Vimos pues un cambio de la orientación económica del proceso hacia el expansionismo petrolero, de la mano de la emergencia de la “construcción del Socialismo del Siglo XXI”. Para Chávez la idea del crecimiento del poder venía de la mano del crecimiento de la producción petrolera. El socialismo era un formato ultradesarrollista con nacionalizaciones, y para ello el Petro-Estado debía maximizarse a partir de la expansión de los niveles de extracción, hasta llevarlos a la estrambótica cifra de seis millones de barriles diarios. De nuevo, la Venezuela saudita que habíamos visto con Carlos Andrés Pérez en los 70. Y, también, esa maximización se basaría en la expansión de la captación de renta para financiar ese desarrollismo y la aceptación popular motorizada con la distribución rentista. A esto lo llamaron la “Venezuela Potencia Energética Mundial”.
Esa fue la narrativa predominante y desde hace mucho tiempo, no otra. Cuando Chávez hablaba de vez en cuando de salir de la dependencia del modelo rentista petrolero en realidad planteaba un discurso demagógico. La fórmula era petróleo y poder como eje de producción política, y lo demás fue elemento accesorio. La expropiación y entrega de tierras no logró trascender su dependencia de la renta petrolera y la corporativización. Con Chávez se propuso el más grande proyecto minero, el Arco Minero del Orinoco, en la Amazonía, como complemento a la propuesta de expansión extractivista. Así que se presentó la paradoja de un Chávez hablando de la consecución de la “independencia” de Venezuela en una fórmula estrechamente ligada a la intensificación de la dependencia petrolera. Cuando Chávez llegó al poder la dependencia de las exportaciones de petróleo era de 74%; al morir la dejaba en 96%. Difícilmente esto iba a terminar bien.
Con Maduro lo que ha ocurrido es que se ha dislocado la estructura de la economía nacional, pero su enfoque de reestructuración apunta hacia más extractivismo, relanzamiento de la industria petrolera con grandes facilidades para las corporaciones transnacionales, como lo vemos tanto con la Chevron de los EE UU, como de las empresas chinas en la Faja Petrolífera del Orinoco. Mucha minería de oro en la Amazonía, que es fundamentalmente ilegal o irregular, turismo de élites, entrega de tierras a inversores privados, y otros negocios ilícitos. Una economía para pocos.
Pero lo de Chávez y Maduro es la repetición de la fórmula que vemos tanto en izquierdas como en derechas: promover la expansión del extractivismo de hidrocarburos con viejas narrativas acríticas sobre desarrollo; y anclar la idea de soberanía e independencia a la extracción masiva de recursos naturales para venderlos al mercado mundial. Es decir, “soberanía” basada en el propio expolio, neocolonialismo, reprimarización, dependencia, rentismo, devastación de nuestros ecosistemas y saqueo de nuestros recursos. Muy problemática noción de soberanía.
Otra promesa, que también atrajo la atención entusiasta de los pueblos del continente, fue la de superar las formas tradicionales del ejercicio del poder por las vías representativas y pasar al ejercicio de la democracia directa por medio de las comunas. En la práctica, sin embargo, las decisiones políticas continuaron buscando la legitimación de las elecciones. La propia dirección chavista montó el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), a partir de varias organizaciones que lo apoyaban, para participar de elecciones. La constitución llegó a plasmar en su letra una “nueva geometría del poder” y la última consigna de Chávez fue “¡Comuna o nada!”. Esa “nueva geometría” no salió del papel, las comunas no tienen autonomía y la democracia representativa es ejercida (o no) para refrendar lo que el gobierno central decide. Es decir, se consolidaron prácticas centralizadas y autoritarias. ¿Cómo explica esa deriva de la política venezolana?
Desde que el proceso bolivariano se montó en la ola expansionista de la Venezuela Potencia Energética Mundial se planteó esta contradicción: consolidar un poderoso Petro-Estado, presente en todo y determinador de todo; y al mismo tiempo conformar numerosas comunas como expresión del poder popular en los territorios. Este fue el planteamiento, pero me parece que pocos dentro del chavismo identificaron la contradicción estructural que había en esto, o por lo menos no fue denunciada.
Si entendemos las comunas como una forma de construcción de poder desde abajo y orientado a la sustentación autónoma de la vida desde los territorios, esto iba a estar reñido con el proyecto de poder desde arriba, y con el modelo extractivista, aunque todos los actores del chavismo anunciaran sus alianzas con la propuesta. Desde arriba, desde la programática gubernamental, y desde abajo, desde los comuneros, se reivindicaba la idea del llamado “Estado comunal”. El problema, o entre varios de los problemas, es que este es era un juego de poder de suma cero. La transferencia de poder debía ser de arriba hacia abajo hasta el punto de reducir a cero la dependencia política y económica con el Estado; hasta incluso prescindir de las figuras de poder tradicionales, como las alcaldías y las gobernaciones y todo fuese gestionado por las comunas. Eso era lo que se planteaba teóricamente en las discusiones y en los discursos. Pero, en realidad el Estado no tenía en su proyecto real el propósito de ceder poder. Muy al contrario, lo que quería era concentrar más poder, pero al mismo tiempo crear mecanismos de control hacia abajo y correas de transmisión de mando desde arriba que fuesen más eficientes.
Del seno del Petro-Estado chavista se desarrollaron extraordinarios procesos de concentración de capital y riqueza. No es casual que antes que comunas fortalecidas y extendidas en todo el país, lo que surgió fue una nueva burguesía chavista, que algunos llamaron “boliburguesía”. Del seno del proyecto bolivariano surgió el PSUV que propuso desde sus inicios la fórmula de partido único, es decir, que toda fuerza política se fusionara en ese partido. También se impuso la centralidad de lo electoral, de que el gobierno mantenga el poder a toda costa, y también las lógicas de lealtad al líder, así que las comunas terminaron poniendo sus fuerzas en actividades electoralistas, en marchas del gobierno, en tareas burocráticas o poniendo el pecho en la defensa del gobierno, que en nada tenían que ver con los procesos de empoderamiento popular territorial.
Y, no menos importante, la lógica de la renta petrolera seguía siendo un determinante de arriba hacia abajo, y las comunas fueron establecidas también atadas a la dependencia del Estado rentista. Todos estos factores asfixiaban las posibilidades de autonomía, que debía ser el horizonte comunal. El “Estado comunal” era un planteamiento inviable, a mi juicio casi un oxímoron. Es en este sentido que era un juego suma cero, y la disputa ha debido ser también a lo interno para la construcción de autonomía comunal, desde abajo. Una disputa inevitable con el Estado, una disputa que era política, económica, territorial, y también cultural. Disputa que servía a la vez para detener las fuerzas regresivas dentro del proceso bolivariano, que eran en realidad anti-comunales. Pero esa disputa nunca se dio, las comunas no insurgieron sobre su propio proyecto, a menos que mencionáramos casos muy puntuales. No hubo una disputa por ese proyecto político. Prevaleció a mi juicio la lealtad. El Estado comunal, como concepto, era la cruda expresión de la conciliación de dos fuerzas irreconciliables.
El extractivismo expoliador se ha intensificado y zonas de extracción, como el Arco Minero del Orinoco, han sido militarizadas. ¿Cómo esto viene afectando el medio ambiente, los pueblos de los territorios de extracción? ¿Se ha intensificado el autoritarismo y el deterioro del tejido social junto con la actividad extractiva?
Si mencionaba que con Maduro se desarrolló un cambio de régimen desde adentro del propio proceso, esto a su vez configuró una nueva fase del extractivismo, mucho más predatoria. Atrás se quedó ese modelo de extractivismo centralizado y que construía hegemonía y gobernanza a través de la distribución estratégica de la renta, y pasamos a un modelo donde la renta quedaba pulverizada o muy disminuida; prevalece la apropiación directa de recursos naturales por parte de los sectores más poderosos y grupos de poder locales, un formato que podríamos denominar neo-patrimonial; se multiplican polos de extracción para alimentar esos grupos de poder; se violan normativas de todo tipo, pues el nuevo modelo se basa en derribar toda barrera a la apropiación de riqueza y acumulación de capital; y se imponen economías ilícitas y entramados de corrupción. Como vemos es un esquema extractivista más bien caótico, y como no gobierna por hegemonía, lo hace fundamentalmente a través de la violencia.
Aquí entonces me interesa resaltar esto que podríamos llamar una triada: extractivismo predatorio/autoritarismo/desregulación ambiental. Aunque prefiero llamar las cosas por su nombre así que llamémoslos extractivismo predatorio/dictadura/desregulación ambiental. Son elementos centrales que componen al régimen actual en Venezuela y uno permite explicar los otros, lo que va unido al cuarto componente, que es el abaratamiento de la fuerza de trabajo. Básicamente, la crisis y el sostenimiento del régimen en el poder la pagan no sólo los trabajadores y la población en general, sino también la naturaleza, que es objeto de recolonización y expolio para saldar las deudas externas contraídas por el régimen, sostener a la élite gobernante y financiar la maquinaria de represión. Y el expolio es desinhibido, desregulado, militarizado, abierto.
Los impactos socioambientales son numerosos y profundos, algo de lo que se está hablando muy poco cuando se mira y debate sobre Venezuela. Desde mi perspectiva, a este marco hay que llamarlo crisis ambiental nacional, como una dimensión más de la crisis venezolana. Los cuerpos de agua del país están siendo muy afectados por los derrames petroleros que son permanentes y suceden con total impunidad. Muchos campesinos más al sur, y pescadores en las costas del Caribe, están siendo muy afectados en su actividad de subsistencia por esta contaminación, socavando aun más la frágil seguridad alimentaria venezolana. En la Amazonía es el mercurio el que se está desperdigando por toda la cuenca del Orinoco y el Cuyuní, producto de la expansión extraordinaria de la minería ilegal. De la mano de todo esto está el avance de la deforestación, que está afectando selvas y bosques, penetrando nuevas fronteras de extracción producto también del avance hacia nuevas fronteras agrícolas desordenadas e ilícitas, o la extracción de madera, por mencionar ejemplos. El manejo de desechos es terrible en todo el país y produce impactos a la salud en los habitantes, aunque también se ha generado un nicho de enriquecimiento ilícito con el contrabando de chatarra. Las comunidades más pobres son las más afectadas por toda esta degradación ecológica, pues la intoxicación por contaminación se contrapone a los sistemas de salud pública colapsados; u obliga a las familias a hacer grandes esfuerzos por conseguir agua limpia y potable. Las comunidades indígenas están sufriendo con más intensidad estos impactos del extractivismo, porque al menos en la Amazonía, se establecen a través de grupos armados irregulares que amenazan seriamente su seguridad.
Desde su perspectiva, ¿cómo la población de este territorio que hoy llamamos Venezuela pueden salir de este atolladero?
Creo que se habla muy poco de lo que ha venido ocurriendo en Venezuela desde el campo popular, un proceso de lucha que ha venido surfeando las recurrentes olas de la crisis económica, la represión del régimen y los diferentes episodios de la crisis política nacional. Ha habido diferentes momentos de protesta popular, protestas del sector de trabajadores por salarios dignos y la recuperación de los derechos laborales; protestas por servicios públicos; movilizaciones en defensa de los derechos humanos; iniciativas sociales y comunitarias de tipo ambiental interesantes, de conservación, de defensa del agua y su acceso; continuación de procesos de autodemarcación y de guardias indígenas en la Amazonía. Todos estos procesos han tenido altibajos y grandes dificultades para articularse y vencer los altos niveles de dispersión y fragmentación que dominan, y disputar con más fuerza ante el régimen político. Allí hay un gran desafío, para sortear estos obstáculos y fragilidades. Pero el preámbulo de las elecciones presidenciales hizo evidente que el hartazgo generalizado de la sociedad venezolana, que es masivo, se había traducido en un deseo de cambio y de recuperación de la democracia que, ante tanta fragmentación, ha visto la posibilidad de ese cambio a través de la vía electoral. Por eso las elecciones generaron tanto entusiasmo y expectativas.
No creo que sea correcto interpretar esto que ha ocurrido en el campo popular únicamente desde la idea del ‘ciudadano votante’. Esto ha trascendido el evento electoral, y tampoco puede ser leído en clave de polarización política, o sólo de los propios candidatos participantes. Hay un deseo de cambio, una pulsión de libertad, un ansia colectiva de recuperación del país, de un horizonte de futuro que va más allá de un candidato u otro de oposición. Y eso debe ser resaltado. Se trata, a mi juicio, de un nuevo sentido político en el país, una nueva conciencia social, que ciertamente carece de un esquema de articulación amplia, desde abajo, orgánica, y que por eso es aprovechada fundamentalmente por los partidos de oposición. Pero insisto, trasciende lo meramente electoral y partidista. Haciendo apenas un ejercicio mental, podemos ver lo que representó el estallido social en el Chile del 2019, o el Caracazo en 1989, una fuerza popular masiva que iba mucho más allá de la organización de partidos o los lineamientos de un grupo político, que más bien expresó la ebullición de un prolongado descontento colectivo contenido, y cambió la historia de estos países. Hay cosas que se han movido en la sociedad venezolana sin poder decir ahora qué forma tomarán y qué pasará en el futuro del campo popular.
Pero al menos planteo dos cuestiones generales sobre posibilidades de cambio en Venezuela. Una, que el establecimiento de una dictadura tan violenta en Venezuela, sobre todo después del fraude electoral, ha abierto con mucha fuerza la necesidad de construir un gran frente nacional de lucha, uno muy amplio, que puede contribuir a que esta fuerza social pueda tener un espacio plural de expresión, de convergencia y convierta esto en agenda de lucha y objetivos que puedan ser logrados. Cuando se derrocó la dictadura de Pérez Jiménez en Venezuela en 1958, un frente nacional como este tuvo un rol crucial. El Gobierno de Maduro controla el sector militar, básicamente gobierna por la fuerza, y eso es así precisamente porque carece de legitimidad y apoyo popular. Esta es una debilidad muy grande. Pero el proceso o no de una articulación amplia para poder salir del régimen podrá ser determinante, aunque creo que será una lucha no de corto plazo.
Una segunda cuestión tiene que ver con la continuación de los procesos sociales que se han venido generando en lo local, en lo pequeño. Procesos que se ampliaron precisamente por la falta de Estado, de lo público, y obligaron a la gente a fortalecer aspectos organizativos y de gestión para enfrentar los embates de la crisis. Hay un tejido que fue creciendo de organizaciones de derechos humanos; los sectores feministas también crecieron en el país en los últimos años, así como los grupos ambientales. La articulación de sectores sindicales se amplió, agarró mucha fuerza de calle y de presencia en los estados del país, y es algo muy positivo. Y ya mencionaba la experiencia de varias comunidades indígenas. Quienes se quedan en Venezuela buscan desarrollar estos procesos, pero, nuevamente, me parece crucial que se fortalezcan los canales de cooperación entre organizaciones, sectores y comunidades, pues es desde ahí que pueden enfrentar a la dictadura y crecer. Tarea nada fácil cuando el régimen se ha vuelto aún más represivo, pero esto es parte de la creatividad, imaginación y ansias de libertad que impulsen un urgente cambio político.
El material es parte de una serie de cinco entrevistas a activistas e investigadores sobre la realidad política y social de Venezuela con una perspectiva crítica desde la izquierda y los movimientos de base. Publicado originalmente en elsaltodiario.com