Tiempos de crisis, tiempos de metamorfosis
Prefiro ser essa metamorfose ambulante
Eu prefiro ser essa metamorfose ambulante
Do que ter aquela velha opinião formada sobre tudo
Do que ter aquela velha opinião formada sobre tudo
(…)
Eu quero viver nessa metamorfose ambulante
Raúl Seixas
La espontaneidad, la ironía y el humor nos permiten una cierta distancia con nuestras identidades fijas. Nos salvan de la seriedad y la solemnidad. Y, en esa sintonía, en esa carcajada compartida, avizoramos algo de lo que somos en común. Luego de esa risa, nos queda la incógnita de lo que podríamos juntos.
María Sibylla Merian nació en 1647, una época muy resonante con la nuestra en muchos aspectos. Apenas 15 años antes, en 1632, nacía Spinoza.
María Sibylla Merian, Spinoza, como tantos otros ayer y hoy, nos invitan a renunciar al a priori de la identidad. Solo es posible crecer si declinamos la identidad. Se trata de distinguir y, por tanto animarnos a habitar, una metamorfosis ambulante. Reconociendo nuestros barros sin vergüenzas, esos somos, también. Reconocernos en lo que estamos siendo, y sin embargo no sostener con rigidez eso como un ser de aquí para siempre.
No queremos tampoco la idealización new age, de que somos todo lo mismo y que habría una hermandad original a la que volver. No. Nos parece que no es negando las desigualdades que podremos avanzar. Y ellas se combaten en pequeños actos, muy pequeños gestos a veces, pero nuestros gestos (el más singularmente nuestro quizá), un abrir un segundo oído a la situación, un ver más allá de lo que la identidad fija (de género, de clase, de raza) nos impele. Un más allá de nuestro código postal, diría Deleuze.
Para Deleuze, decirse de izquierda y describir el código postal (mujer, del sur, militante, académica) no es ser de izquierda. Ser de izquierda exige partir de adscribir a un horizonte común y, al unísono, percibirnos en él, vernos en ese mismo horizonte. Precisamente ahí estaría la diferencia entre las luchas por interés y las luchas del deseo.
(…) Ello no significa que no haya diferencias entre los gobiernos. Pero, en el mejor de los casos, lo que podemos esperar es un gobierno favorable a determinadas exigencias o reivindicaciones de la izquierda. Pero no existe un gobierno de izquierda, porque la izquierda no es una cuestión de gobierno (…) ser de izquierda es lo contrario. Es percibir (…) Es un fenómeno de percepción en el que se percibe primero el horizonte.
Ser de izquierda no es cuestión de gobierno sino de percepción, de anticipar aquí y ahora las mutaciones que deseamos y realizarlas en nuestras prácticas cotidianas (las prácticas concretas, son lo único que puede ser de izquierda por otra parte).
¿Cómo habrá sido ser mujer en el siglo XVII? ¿Cómo fue para María? ¿Cómo cada una de nosotras es, eso que supuestamente es?
Excéntrica, precursora, feminista, naturalista, exploradora, ilustradora, científica y pintora. Su clasificación de las mariposas nocturnas y diurnas parece que es válida hasta el día de hoy. Sus dibujos de plantas (recogiendo los nombres autóctonos de los nativos) y animales son considerados obras de arte y coleccionados en todo el mundo.
De a ratos nos pasa que sentimos la imposibilidad de adscribir a esta desensibilización generalizada del mundo actual. Padecemos la imposibilidad de escribir en la lengua dominante, entonces como María hace cuatro siglos atrás, dirigimos nuestro pequeño don, al devenir incierto que ansiamos inventar.
Después del fin se llama un podcast donde interviene Amador Fernández Savater. Uno de sus episodios (los recomiendo ampliamente a todos), se llama “La época del espíritu de seriedad”. Comienza así:
“Para darle otra vuelta de tuerca al mundo y pensar desde sus apocalipsis fallidos. Porque la catástrofe por venir paraliza y resistir es también, reconectar lo que fue reanudando la vida”.
¿Podemos ser metamorfosis ambulantes? ¿Podemos aceptar el desafío de ser cambio y mutación permanente? ¿Desmontar nuestras identidades en espacios respirables?
Hablando de metamorfosis, María Sibylla Merian fue iniciadora de la entomología moderna y gracias a sus detalladas observaciones y descripciones, con ilustraciones propias, develó (para Europa), el secreto de la metamorfosis de las mariposas. Hasta ese momento se aseguraba que se generaban espontáneamente (la Iglesia las había designado como “bestias del Diablo”). Ella observó e ilustró el misterio y la capacidad de pasar de oruga a mariposa.
María sintió curiosidad y se hizo cargo, se dejó llevar por su pasión y brindó su don al mundo para tejer lo que deseaba. Como oruga o mariposa se casó y tuvo dos hijas, se separó, vivió en un Castillo y una secta durante cinco años, vino con 52 años a América del Sur con una de sus hijas, con sus ideas emancipadoras y sus criticas a las condiciones de vida de los esclavos.
Cada vez que asimos nuestra vida y nos permitimos transitar por la metamorfosis que la vida nos impone, a veces muy dolorosamente, podemos volver a empezar, podemos dotar de un margen de imprevisibilidad al como nos vivimos a nosotros mismos, nuestro cotidiano, nuestras rutinas. Quién sabe si en ese devenir no logramos las metamorfosis ambulantes que tanto deseamos, la propia y la colectiva.