¿Atrapada sin salida? Argentina dependiente en crisis transicional
Argentina atraviesa una crisis económica de larga data. Casi una década de estancamiento y recesión han puesto en alerta a los sectores dominantes. Los partidos del orden no encuentran salidas, pues no comprenden la naturaleza profunda de la crisis actual. Los sectores populares enfrentamos los límites del desarrollo dependiente y una bifurcación histórica.
La economía argentina se encuentra atrapada en una profunda crisis. Crisis transicional hemos dicho en otro lado. Una crisis que parece poner en juego la forma de ser del capitalismo argentino, su lugar en el mundo, su papel en la división internacional del trabajo.
La segunda mitad de la primera década de los 2000 mostró la fragilidad del capitalismo dependiente en Argentina. La crisis de 2008-2009 prendió las alarmas sobre un proyecto hegemónico que, apenas parecía consolidarse, comenzaba a enfrentar barreras, primero, y, luego, límites difíciles de superar. En los diez años que sucedieron a esa primera crisis en la nueva fase neodesarrollista, la acumulación de capital se hizo inestable al tiempo que pasaba del estancamiento a la depresión. ¿Pero qué le pasa a la economía argentina? ¿Cuál es el fundamento específico de su crisis transicional?
I
A través de la era neoliberal, el capitalismo dependiente argentino configuró una nueva forma de reproducción ampliada. Sobre una base industrial dependiente pero relativamente extendida bajo control trasnacional, se consolidó un nuevo patrón de acumulación de tipo extractivista. La primera década del siglo XXI vio la expansión del complejo agroindustrial de la soja transgénica, el avance de la megaminería a cielo abierto, la colonización de la producción del hábitat y la vida cotidiana por la financiarización, y más recientemente la expansión de la explotación hidrocarburífera por la vía de la fractura hidráulica. Este proceso es dominado y atravesado por la irrupción del capital trasnacional. Además, la nueva etapa incluía una nueva configuración de políticas que mantuvieran la superexplotación del trabajo de las mujeres en la reproducción social y el cuidado. Las políticas de transferencias de ingresos condicionadas (del Plan Jefes y Jefas a la Asignación Universal por Hije) vieron articular un mercado de trabajo hiperprecarizado con la necesidad de sostener la reproducción social a escala familiar y comunitaria en el marco de un Estado de bienestar que desarticulaba las políticas universales de inclusión social.
II
Esta nueva configuración de la estructura de producción de valor y reproducción social en Argentina consolidaba una nueva base extractivista sobre la histórica estructura industrial dependiente. La industrialización -llamada por sustitución de importaciones- entre 1940 y 1960 había podido consolidarse sobre la base de un patrón de superexplotación de la fuerza de trabajo remunerado (mayormente masculinizado) y no remunerado (mayormente feminizado). En efecto, en torno a la expansión de la base industrial local, un capital crecientemente trasnacionalizado pudo subsistir a partir de un desarrollo urbano “desigual y combinado”: en torno a asentamientos informales, pésimos sistemas de transporte de pasajeros para las clases populares y condiciones de empleo de creciente precariedad. Ese desarrollo industrial pudo consolidarse en un marco internacional dominado por la irrupción de las multinacionales norteamericanas en un mundo capitalista en plena reintegración comercial, financiera y productiva luego de la segunda guerra.
III
En la etapa actual, a posteriori de la reestructuración neoliberal, la transnacionalización capitalista y la irrupción de China e India en el mercado mundial colocan a países de industrialización dependiente -como Argentina- ante una disyuntiva. Argentina enfrenta este nuevo mundo con su economía articulada por una base industrial trasnacionalizada y crecientemente articulada al nuevo vector extractivista.
Por un lado, el ciclo capitalista local es traccionado por la presión creciente que genera la formación de renta extraordinaria asociada a la extracción de riquezas naturales y formas de financiarización de la producción de la vida. Esta situación exacerba las tensiones históricas de la contradicción entre el capital agrario (extractivista) y el capital industrial. La ampliación contemporánea de las bases de apropiación de plusvalía bajo la forma de renta extraordinaria se convierte en una presión permanente sobre el conjunto del capital productivo en el resto de las ramas, en especial en las industrias manufactureras. Estas últimas se ven imposibilitadas de competir por el financiamiento frente a los elevados niveles de rentabilidad extraordinaria de las ramas extractivistas y acentúan la presión para la superexplotación laboral (en las fábricas y en las casas).
IV
En paralelo, por otro lado, el conjunto del aparato industrial enfrenta la irrupción de las manufacturas del eje China-India. El capital en esos territorios avanza con su producción realizada en condiciones de trabajo ultra precarizadas, escalas productivas inconmensurables y crecientes esfuerzos para el desarrollo de nuevas tecnologías para la extracción de plusvalía. Esa irrupción golpea de lleno a una economía como la Argentina donde el ciclo del capital manufacturero se encuentra plenamente integrado a la economía global. En una posición intermedia entre las economías poco industrializadas de la región y el hegemón subimperialista regional (Brasil), el capital en la Argentina enfrenta esa batalla en desventaja. El pueblo trabajador argentino conserva -a pesar de todo- una base de derechos conquistados en sus luchas, derechos que el capital busca diluir para pegar un salto de competitividad. La resistencia popular frente a esa ofensiva es la contracara de la incapacidad industrializadora del proyecto neodesarrollista y la aceleración de la desindustrialización en la etapa reciente de profundización del ajuste bajo el macrismo.
V
La crisis transicional se presenta como expresión del último límite del capital dependiente en Argentina. No parece haber alternativas. Los sectores dominantes pretenden acelerar el ajuste y la explotación laboral y de las riquezas naturales. Para ello, buscan avanzar sobre los derechos laborales (reforma laboral y previsional) y destruir los remanentes del precario estado de bienestar. El salto adelante en términos tecnológicos y productivos es para ellos inviable y no deseable. El ajuste acelerado no es causa sino consecuencia de la crisis transicional, del anacronismo histórico del proyecto del capital en Argentina.
Para el pueblo la opción es clara: revolución o barbarie capitalista, como decía Rosa. La salida desarrollista (el oxímoron del “crecimiento con inclusión” del kirchnerismo) ya fue olvidada, y esos sectores buscarán una transición políticamente ordenada para conducir el ajuste estructural en marcha. El pueblo organizado tiene como única opción resistir y proyectar una salida revolucionaria, que ponga la reproducción ampliada de la vida en el centro. Estamos ante una bifurcación histórica. Como siempre, sólo el pueblo podrá salvar al pueblo.
*Economista. Profesor de la Universidad Nacional de La Plata. Investigador del CIG-IdIHCS/CONICET-UNLP. Integrante de la Sociedad de Economía Crítica.