Crónicas del Antropoceno Criollo: dos grullas con un mismo papel
Las pasadas elecciones nacionales de Uruguay dejaron muchas novedades. El cierre del “ciclo progresista” fue una de ellas, el estreno de representación parlamentaria para dos partidos fue otra. Múltiples factores explican esta última novedad. Este texto resalta la incidencia de una factor en particular: vivir en una época en la que los humanos constituyen una fuerza geológica en la Tierra.
Dos partidos muy distintos, Cabildo Abierto (CA) y el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI). En común podrían tener: estrenar bancada en el mismo período (CA con tres senadores y once diputados, y PERI con un diputado) y su simpatía (Cabildo a través de la integración explícita, y PERI a través de apoyos puntuales y de acuerdos electorales) por la coalición de gobierno. Pero después, existe un mar de diferencias que separan al partido encabezado por un ex Comandante en jefe del Ejército Nacional, vinculado al sector arrocero, miembro de la elite carrasqueña; del partido encabezado por un Ingeniero Agrónomo, ex militante frenteamplista, radioaficionado.
Acerca del primero, Guido Manini Ríos, tenemos certidumbre de su pedigree de derecha histórica. Fruto de las alusiones directas que él hace, así como de las inferencias que podemos hacer, resultado de su discurso, su relación con la corporación militar, y la base social de su partido. Pero, adelanto, eso no lo hace menos novedoso.
Sobre el segundo, Cesar Vega, tenemos menos certidumbres. No adscribe a una zona ideológica tan conocida en la historia de la política uruguaya como el primero; por lo que decir que el partido que encabeza es una novedad, no es necesariamente novedoso.
¡Bienvendix al Antropoceno!
En el último año del siglo XX, con un timing sorprendente, Paul Crutzen –químico atmosférico ganador de un premio Nobel– propuso una nueva Era geológica: el Antropoceno. Una época signada por la capacidad de la humanidad de modificar la Tierra, una época en la que nos transformamos en una fuerza geológica. Pero… ¿cuál es el alcance de esas modificaciones?
La quema de combustibles fósiles calienta el planeta, especialmente los océanos (los grandes cuerpos de agua liberan muy despacio el calor, así que el asunto va para largo). El efecto de ese calentamiento lo percibimos en múltiples circunstancias, los científicos nos brindan datos certeros y desalentadores sobre el derretimiento de los polos, y en nuestra vida diaria experimentamos fenómenos climáticos extremos.
Pese a esa presencia en la vida cotidiana, los efectos del calentamiento global suelen presentarse como datos físicos: cierta cantidad de agua pasó de estar en estado sólido, formando un gran bloque de hielo, a estar en estado líquido; cierta racha de viento alcanzó velocidades nunca antes registradas, o nunca antes con tanta asiduidad; cierto curso de agua aumenta rápidamente, engullendo barrios enteros; cierta porción de la tierra registra temperaturas tan altas que imposibilita la vida allí.
Este rotundo cambio de época, es inesperado. La Geología no estaba en el radar. Típicamente la Historia marcaba las épocas. Si ese cambio es real, atañe a toda la humanidad y significa, literalmente, que el suelo que pisamos es diferente que el que pisaron generaciones anteriores ¿Qué efectos tiene eso en nuestra vida? ¿Y en la política?
Pinchando el globo
Bruno Latour en su libro Dónde aterrizar, plantea la constatación de una nueva situación histórica, a partir de tres síntomas contemporáneos: la explosión de la inequidad, la globalización entendida como la desregulación masiva de la economía en concordancia con el dogma neoliberal y el surgimiento de un sector (poderoso) de la sociedad negacionista del cambio climático. Las clases dominantes llegaron a una peligrosa conclusión: los límites materiales que impone la Tierra señalan que “no hay lugar para todos”.
El proyecto hegemónico denominado globalización, se inició en los años 80 del siglo XX. La idea de base, so pena de ignorar los límites materiales del planeta en el que vivimos, planteaba un horizonte común. Un punto de llegada en el cual toda la humanidad accediera a los bienes y servicios que gozaban los habitantes de los países desarrollados.
En ese escenario, los países de tercer mundo tenían un lugar hacia el que ir, y los países desarrollados un proyecto que desplegar. Esa locomotora de desarrollo (en este momento sería mejor pensar en una nave espacial de gestión privada al estilo de Elon Musk), se estrelló contra los límites físicos que impone nuestro planeta.
Volviendo a Dónde aterrizar, la pérdida de proyecto hegemónico de las clases dominantes junto con el impacto directo del cambio climático en la vida de las personas, repercute en las formas de hacer política. Haciendo emerger nuevas propuestas, que de cierta forma solucionen la incertidumbre de vivir en un mundo en vías de colapso, y sin carta de navegación.
El planeta-globo en que se basa el proyecto de globalización, es una entidad que nos contiene a todos y posee recursos naturales infinitos, de esa forma el progreso no enfrenta barreras exteriores, más allá de su propia capacidad de organizarse de forma más eficiente. El planeta-planeta o “real”, por el contrario, no es un globo infinito. Es una corteza terrestre discreta que impone sus propios límites. Algo mucho más pequeño y frágil.
En este –nuevo– escenario, cualquier proyecto de sociedad, por más que se base en ideales universales abstractos de libertad o igualdad (características típicas del esquema izquierda-derecha), tiene lugar en un entorno finito.
Como en el Origami, el repliegue del entorno vital genera nuevas formas: ese es el contexto de surgimiento de Cabildo y PERI. Utilizan como combustible, para catapultar sus plataformas, una vuelta a lo local. En el instante en que la globalización decae como proyecto hegemónico, el polo local se muestra como una opción muy redituable para hacer política.
Las semejanzas no están en la agenda (aunque tienen similitudes), lo que comparten es su motor, o el combustible ¿fósil? con el que funciona ese motor. Lo novedoso de los nuevos partidos es que agregan a la coordenada izquierda-derecha, sobre la que se estructuran los partidos tradicionales en Uruguay, la coordenada global-local.
En las lecturas típicas de la derecha, y en eso ambos partidos parecen estar de acuerdo, lo global es un Leviatán que impone sus intereses a las soberanías locales. Por ejemplo en el caso de Cabildo, la defensa a ultranza de un espacio de decisión soberano responde menos a un ideal de soberanía, que a querer frenar cualquier proceso que vaya en contra de la sociedad hiperjerárquica, tradicionalista y desigual con que sueñan por las noches.
Esas mismas noches sueñan –o pesadillean– con el lobby de Soros, o con los fallos del derecho internacional sobre crímenes de lesa humanidad. Un movimiento coherente cuando se quiere desestimar el acumulado de organización y lucha en una sociedad, y explicar cualquier amenaza al orden preexistente por la “injerencia extranjera”.
Dime a dónde quieres regresar, y te diré quién eres
La gran diferencia entonces, sería en el lugar al que quieren regresar, o en lo que significa “local” para cada partido. El PERI, hace un llamamiento por una vuelta a lo local, centrado en su dimensión ancestral, criolla y auténtica.
De esa forma, la tecnología, y especialmente los smartphones son unas máquinas que modifican nuestra anatomía –en una entrevista radial Vega alerta sobre las modificaciones biológicas en la visión de los niños resultado de la exposición a pantallas– en sus audiciones dominicales alerta sobre los celulares “que se pegan a nuestro cuerpo”; en ese llamamiento a volver a la tierra y de denuncia de nuestra supuesta deshumanización (o traición a un cuerpo humano originario) se deja entrever una noción capacitista. Una concepción basada la existencia de humanos como unidades cerradas ¿Somos menos humanos si dependemos de artefactos tecnológicos para sostener la vida? ¿Somos menos humanos si recurrimos a terapias psicológicas, pastillas, prótesis?¿Somos menos auténticos?
Irónicamente, como señala Emmanuel Levinas, la construcción de una Naturaleza como exterioridad fecunda que debemos poseer con respeto, teniendo una relación auténtica (o sea, sin tantas mediaciones tecnológicas) para extraer de ella los frutos de nuestra subsistencia; es un construcción simbólica originada en sociedades agrícolas y sedentarias: nada más alejado de los “hombres auténticos” de los “hombres originales”.
Cabildo a su vez propone otra idea de “local” a la que debemos regresar cuando el edificio global se empieza a desmoronar. No es necesario ahondar en lo profundamente reaccionario y conservador de ese retorno, pero sí, señalar lo imaginario de ese lugar. Nunca existió un Uruguay sin conflictos distributivos, con una sociedad estructurada en familias nucleares, y una moral católica guiando todos nuestros actos –aunque por una década y monedas ese fue el proyecto del Estado.
Múltiples factores explican el surgimiento de ambos partidos, no fue la intención mencionarlos todos, ni referir al factor señalado como único. Este texto es una crónica de la llegada de un invitado inesperado. Cuando nuestra comprensión del mundo se cerraba en categorías bastante estables, un sustancia pegajosa hace acto de presencia.
Una sustancia que se pega a nuestro cuerpo como los celulares para Vega, o mancha la pureza de nuestras costumbres orientales con los fallos de la justicia internacional perturbando el sueño de los cabildantes. Un invitado tan inesperado como real e incómodo. Tal vez, el surgimiento y éxito electoral de estos partidos sea, en última instancia, la confirmación de que la “democracia ejemplar de América Latina” tiene lugar en un planeta, y ese planeta está cambiando. Las primeras andanzas de algo que podríamos empezar a llamar, con perdón del atrevimiento, Antropoceno Criollo.