América Latina

Crónicas del Sur….desde el Norte

25 mayo, 2024

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Crónicas del Sur….desde el Norte

Cuando un viaje sale así, de golpe, ese que la vida te puso ahí en una especie de causalidad divina, mi primer desafío es superar las trabas mentales y dejarme llevar por esa energía. Luego de superar esa parte, viene toda la otra, organizar la operativa para que la ausencia tenga la menor recarga posible para los que acá se quedan.

En ese momento de mil logísticas, la agencia que me vendió el pasaje insistió -muy amablemente- que mi mejor destino era volar a Valencia, derrotando mi idea inicial de hacerlo rumbo a Madrid. En realidad fue mi colega Irene, quien me esperaba para trabajar en la Universidad de su ciudad, Teruel, quien me recomendó que fuera por Madrid y eso era lo que yo quería. Pero bueno, cedí ante la lógica del vendedor de vuelos y tomé el destino a Valencia. De hecho tenía lógica ir a Valencia, ya que Teruel está a 150km, mitad de distancia que desde Madrid y la diferencia del precio del pasaje era insignificante.

Cuando fui a embarcar en Montevideo con destino a Madrid, me desayuno la noticia: el vuelo está atrasado, saldrá con 2 horas de demora. Lo que supuso no poder llegar a tiempo a la conexión y tener que tomar el siguiente vuelo a Valencia, que salía 7 horas más tarde que mi aterrizaje en Barajas.

Estando en Barajas-Madrid, en un domingo donde el aeropuerto parecía tranquilo, cuando presto atención a la pista me dí cuenta que despegaba un avión cada dos minutos aproximadamente. Esa intensidad me hizo mirar la pantalla de destinos y dado que estaba en la terminal de vuelos domésticos, todos eran hacia el resto de España o zonas cercanas. De hecho, mi vuelo cuando despegó demoró 40 minutos. Se cargó de energía, despegó, tomó altura y bajó. Otra cosa que llamó mi atención al observar la pista, fue que se colaban con bastante frecuencia despegues de aviones pequeños, posiblemente de personas particulares que vaya a saber a dónde se dirigían, lo seguro es que irían pocas personas dentro.

Luego de una semana en Teruel trabajando fui a Barcelona a un seminario de ecología política que organizó el “Observatori del Deute en la Globalització”. Para llegar a Barcelona use una aplicación para compartir auto hasta Zaragoza. Los paseos en auto por esa geografía son realmente hermosos, además las infraestructuras viales permiten un viaje cómodo, ágil y con reducidos riesgos de accidente. Por otro lado, el parque automotor es muy moderno lo que hace que los autos sean muy confortables. De hecho España como todo país del norte global y de la Unión Europea en particular, está en los primeros lugares en el ranking de autos per cápita; con 6 autos cada 10 personas según las estadísticas del año 2018 del Banco Mundial.

De Zaragoza tomé un tren de alta velocidad a la capital catalana. Muy cómodo, puntual y se trasladó a 290km, por lo que en 1 hora y 10 minutos estaba en el destino que se encuentra a 310km. Me sorprendió mucho la oferta de trenes, es posible encontrar un tren para hacer ese trayecto con variada oferta horaria. Al comprar el pasaje online enviaron el boleto a mi mail. Por curiosidad me detuve a leer sus letras chiquitas y entre ellas encontré una información que me llamó la atención: un tren emite 14 gramos de CO2 por km recorrido por pasaje, un auto 104 gramos de CO2 por km y un avión 285 CO2 por km recorrido en un pasaje de categoría turista. Es decir, un tren emite 20 veces menos que un avión y con el diario del lunes se puede decir que es más cómodo, difícilmente tenga demoras y suele llegar a la zona céntrica de la ciudad. Además, no hay que estar con mucha anticipación, de hecho puedes llegar casi a la hora de la partida porque el acceso es muy rápido, todas cosas que no ocurren con los aviones.

Entonces, ¿por qué la gente prefiere usar los aviones en viajes cortos?. Esbozar una respuesta debe ser difícil, se superponen muchas causas, pero algo obvio es ver los precios de los vuelos. Para esto hice una búsqueda de un vuelo Madrid-Barcelona, donde encontré vuelos por 30 euros para viajar dentro de dos días y el tren más barato es de 35 euros considerando la misma anticipación.

Zaragoza es una ciudad de 1 millón de habitantes aproximadamente y eso se hace notar al llegar. Su infraestructura vial disimula un volúmen importante de autos entrando a gran velocidad a las zonas céntricas en día laboral a las 9am. Ya en la terminal de trenes de Zaragoza era otro el modo, todo parecía tranquilidad y armonía. En la terminal de trenes parece día feriado, como se ve en la foto. Como tuve que ir al baño me llamó la atención que por un euro -lo que me salió usarlo- se puede entrar a un mundo verde fantástico: cartelería que apunta a que los usuarios tomemos conciencia sobre el uso del agua y el papel y con una gran tecnología que raciona el agua, el jabón, el secado de manos y el papel, también había un rico olor a flores de azahares y hasta un ruido de ambiente a pájaros que me hacía acordar al amanecer en un bosque nativo de Uruguay.

Estación de trenes de Zaragoza viernes 10 de mayo del 2024 a las 9am.

Llegar a Barcelona es como estar en una especie de sobredosis de humanidad del Norte. Hay pocos lugares donde realmente me he sentido una hormiga, Barcelona es uno. El impacto de llegar a la terminal Sants potencia mi sentido pueblerino de un país despoblado del Sur de América. Miles de personas haciendo turismo, yendo para muchos lados con sus teléfonos como mapa, gente apurada posiblemente yendo a trabajar y una dimensión que deslumbra. Con los precios de una ciudad que no descansa de turismo, pude alquilar un cuarto en la periferia de Barcelona y necesitaba recorrer una gran distancia para llegar, cabe aclarar que a esos lugares no llegan los turistas, sino los migrantes del sur. Entre el metro, los buses, la capacidad vial y las bicisendas hace que ese mundo se parezca al de las hormigas, todo es ágil y hasta parece armónico y organizado.

La exageración turística se contrasta fácilmente en las estadísticas. Según el “Observatori del turisme a Barcelona” en el 2023 recibieron 26 millones de personas, en una ciudad que viven 1,6 millones de personas. Suponiendo que ese turismo se distribuya homogéneamente en el tiempo, 2,2 millones de personas están allí por mes, más que su propia población. Tal vez esto explica la siguiente foto, donde se aprecia una torre Romana del siglo I y un cielo de rayas generadas por los aviones que no descansan de tirar humo al cielo.

Vista del cielo y de una torre romana en barcelona el domingo 12 de mayo del 2024

El regreso a Teruel a seguir trabajando fue igual. Para ir de Zaragoza a Teruel también podía tomar un tren, pero dada la espera me fue más conveniente un viaje en auto. En este viaje los tripulantes éramos todos del sur global, el dueño del auto -ya no tan confortable- era Julius un Nigeriano oriundo de Lagos, quien me explicó que él era de la Nigeria Cristiana. El otro tripulante era Jordi, un Venezolano de la ciudad de Machiques. Intercambiando el sentido de estar en España, ambos contaron que vinieron como inmigrantes, Julius llegó primero a Italia y luego se mudó a España donde lleva 2 años. Jordi hacía un año vivía en Valencia, y estaba a punto de conseguir sus papeles que tramitaba en Zaragoza. En la conversación comenzaron los cuentos de cómo es tu país, surgiendo anécdotas con tintes nostálgicos: de andar lejos, hasta que llegó la pregunta ¿por qué te fuiste?. Las respuestas fueron increíblemente iguales, Julius contó muchas tensiones y carencias de su país pero lo que más le complicaba era el hecho de no tener energía eléctrica todos los días, que a veces pasaban hasta 4 días sin tener luz, a lo que Jordi aseguró que a él le pasaba igual, a ambos les cortaban el suministro por «escasez». Es increíble la excusa de falta de suministro en dos países tan ricos en hidrocarburos. Tanto Nigeria como Venezuela cuentan con grandes yacimientos y son el principal rubro de exportación de ambos países. 

Si tomamos como un indicador de contaminación las emisiones de CO2, a pesar del consenso que existe a escala mundial sobre la necesidad de emitir menos, los datos muestran que el mundo está cada vez más lejos de las metas de descarbonización. De hecho estos acuerdos se refuerzan y se reafirman años tras años desde la primer cumbre en Estocolmo en 1972, las cumbres de la tierra desde Río 1992 en adelante, los protocolos de Kioto, el acuerdo de París y las Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático -COP- que lleva 28 encuentros. Estos encuentros suelen ser muy costosos desde el punto de vista de las emisiones de CO2, ya que requiere que muchos aviones -muchos privados- se desplacen por todo el mundo para que las delegaciones de gobiernos de muchos países asistan.

Es evidente que el combustible usado para que el norte tenga ese tránsito aéreo tiene variados subsidios, esto hace dar señales de precios equivocados desde el punto de vista energético y de contaminación. Estos subsidios son estimados en varios trabajos(1) y por lo general toman en cuenta transferencias monetarias o gastos tributarios -exoneraciones fiscales-, pero no suelen incorporar como las personas como Julius o Jordi financian esta combustión con sus cuerpos ya sea por hacer dietas de energía o por el hecho de tener que emigrar en busca de una vida con más recursos en el norte. Tampoco considera cómo las personas más pobres del sur global se encuentran desprotegidas por las consecuencias del cambio climático.

En las cumbres de la COP suele existir un exagerado optimismo en los avances tecnológicos, y es así que aparecen nuevas ideas para enverdecer sobre todo los países ricos del norte. La apuesta a los autos eléctricos o al hidrógeno verde como una salida fantástica que permitirá seguir consumiendo sin emitir CO2 son ejemplos de actualidad. Pero es evidente y comprobado que ese “enverdecimiento” tiene impactos directos en los países del sur. Tal vez, solo con disminuir un poco los vuelos cortos de Europa y prohibir los vuelos de élites del mundo, las familias de Julius y Jordi tenga energía eléctrica todos los días y a su vez, sea una señal más sensata y directa para avanzar hacia la promesa añeja de la descarbonización. 

Vuelvo a la espera en otro aeropuerto, ahora en Valencia rezando que salga el vuelo demorado para poder agarrar la conexión a Montevideo. Cierro la compu, me pongo los auriculares y busco la canción que insistió en mi cabeza en varios momentos de este viaje: 

 

“…Mi ventana asoma,

a un patio devastado

donde suelo ver

a nuestros enemigos,

descargar en las ruinas,

su fiebre de puñales

Crónica del Sur, fin de siglo…”

 


Nota:

  1. Aquí puede verse una nota de prensa y acceder a estudios de Greenpeace