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Françoise Vergès: “Derribar las estatuas es solo un elemento del vasto movimiento antirracista”

4 agosto, 2020

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elsaltodiario.com

Françoise Vergès: “Derribar las estatuas es solo un elemento del vasto movimiento antirracista”

Expresidenta del Comité pour la Mémoire et l’Histoire de l’Esclavagee, investigadora en estudios poscoloniales, Vèrges es una de las voces más destacadas de la teoría poscolonial. Conoce como pocas la relación entre la esclavitud, la colonialidad, el capitalismo, los monumentos y el racismo estructural.


Me cito por Skype con la politóloga y feminista decolonial, Françoise Vèrges (1952). Desde su casa de París, me confiesa que se siente atrapada, que extraña demasiado el Sur, al que no puede ir desde hace meses por las restricciones de movilidad por el covid-19. Meses atrás, en diciembre, nos encontramos en Barcelona cuando intervino en el marco de la exposición de la artista israelí Ariella AïshaAzoulay “Errata”, en la Fundación Tapies. Entonces, habló del museo de la patología colonial. Aquel día le propuse una conversación para después de las fiestas de Navidad en torno a la colonialidad, la restitución y reparaciones, pero pasó el tiempo y nos sobrevinieron otras realidades que interpelaban al pensamiento decolonial en todas sus rasantes. El asesinato de George Floyd, detonante de la oleada antirracista mundial y la iconoclastia frente a las figuras propulsoras del orden colonial y de la modernidad de Occidente, hicieron que nuestra conversación pendiente fuera ineludible. 

Vergès, como expresidenta del Comité pour la Mémoire et l’Histoire de l’Esclavagee investigadora en estudios poscoloniales, intercambios Sur-Sur, políticas de colonialidad e independencia y feminismo, conoce como pocas la relación entre la esclavitud, la colonialidad, el capitalismo, los monumentos y el racismo estructural. Es una de las voces más destacadas de la teoría poscolonial y, con su pedagogía sobre el pasado y el presente, nos arrastra hacia otras realidades y maneras de interpretar el mundo, cada día más necesarias. Textos (in)surgentes acaba de publicar en castellano su libro Negro Soy, negro me quedo. Aimé Césaire. Conversaciones con Françoise Vèrges

Estoy siguiendo los debates que surgen alrededor del derrumbe y vandalización de las estatuas en Estados Unidos y Europa. Son muy interesantes, pero advierto que no se acaba de comprender cómo el asesinato de George Floyd genera estas reacciones. ¿Por qué cuesta relacionarlo?

Bueno, para los blancos, ya sea en Francia, en España o en Estados Unidos, aunque estas estatuas representen a hombres que cometieron crímenes en la esclavitud o durante la conquista colonial y la colonización, para ellos no son solo estatuas, incluso para aquellos que las critican. Tienen una especie de vínculo con ellas, forman parte del paisaje, de su educación en la escuela, son miembros de la familia. Aunque sea un familiar malo, su tío malo, sigue siendo su tío. Así que hay un vínculo emocional del que no son conscientes, pero está ahí, están muy ligados a ellos emocionalmente. Son parte de lo que ellos llaman “nuestra historia”, buena y mala, como dicen. No quieren que nadie les diga nada, sobre todo si eres black and brown*. No tenemos derecho porque nos perciben como invitados en su historia, en sus ciudades. Nos dejan pasear por la ciudad, aunque ya sabes que no todos somos libres de hacerlo. Pero incluso cuando tenemos cierta libertad, nos están diciendo “la ciudad no es vuestra”. Así que hay que aceptar los nombres de las calles o la estatua en la plaza. De hecho, esto es importante porque habla del blanqueamiento de nuestra historia. E incluso los progresistas y la gente de izquierdas, gente que ha escrito en contra de la esclavitud y contra la colonización, dicen que no hay que derribar las estatuas. Y esto me ha hecho pensar que bajo esta idea de “estáis queriendo borrar la historia”, lo cual no es cierto, subyace esta especie de vínculo emocional tan fuerte.

En cambio, asignan esta emocionalidad a los movimientos antirracistas, como si fuera algo malo, pero ellos también se ponen emocionales…

Claro, es lo que te digo. Será un familiar malo, pero sigue siendo un miembro de la familia. Y nosotras no somos miembros plenos de esa familia. Es como si fuéramos invitados, huéspedes que solo estamos aquí de paso. Además, somos marginales.

Entonces, ¿cómo abordamos el concepto de identidad nacional? Porque estas personas, más que invitadas, son francesas, son españolas y pertenecen a este territorio. Es una situación insostenible.

Intentan sostenerla, pero no nos ven como miembros plenos de la nación, es decir, no somos individuos de pleno derecho. La narrativa nacional está construida a partir de mentiras, medias verdades, hechos que se han borrado, cosas que se han marginado. Para bien o para mal, es su historia. Es como si les estuviéramos quitando algo. Por eso, cuando decimos que queremos que se revise, también queremos demostrar que esta historia que estamos contando también forma parte de su historia, y no es malo. Todo ocurrió porque ellos fueron allá, nosotros no pedimos que vinieran, pero fueron. Y ahora estamos aquí, vivimos aquí, somos ciudadanos de este país, así que debemos tener el derecho de decir la nuestra. Y cuando te dicen que es su historia, hay que recordar que incluso esa historia ha sido revisada. En España, tenéis al rey, tuvisteis la conquista, tuvisteis la dictadura. Las cosas han cambiado. Quiero decir, en España no se ven por todas partes estatuas e imágenes de Franco. Para sí mismos, sí que aceptan la transformación. Este es el momento, en el siglo XXI, cuando decimos que ya basta, tenemos que cambiar estas dinámicas y de verdad.

¿Y tú qué crees que va a pasar?

Va a ser duro. Aún así, vemos que algunas cosas están cambiando en Estados Unidos. Los alcaldes, incluso en las grandes ciudades, están diciendo “de acuerdo, vamos a quitar este monumento o estatua”, incluso en Nueva York van a retirar hasta la estatua de Theodore Roosevelt, que fue presidente de Estados Unidos. Así que algo está cambiando. En Francia, es increíble, ya sean alcaldes, historiadores, algunos intelectuales y el Gobierno, la respuesta es “¡No, absolutamente no! ¡No se toca nada!”. Han llevado a juicio a la gente que lo ha hecho, han denunciado a los jóvenes de La Martinica que tumbaron la estatua de Victor Schoelchery han llevado a juicio a la persona que emborronó la estatua de Colbert. Así que va a haber represión y habrá censura. Incluso en nuestras comunidades hay quienes no quieren que se retiren las estatuas.

¿Por qué?

En La Martinica, la acción de derribar la estatua de Schoelcher fue duramente criticada por los intelectuales negros. Vemos cómo dentro de nuestra comunidad, el blanqueamiento de nuestras mentes y espíritus está ahí.  No podemos decir que no sea así. Por eso la batalla contra el blanqueamiento de la historia a manos de los blancos nacionales es doble,porque hay que librar otra contra el blanqueamiento dentro de nuestra propia comunidad.

A eso se refiere Franz Fanón, con “piel negra, máscaras blancas”.
Sí. Quieres formar parte. Pero también tiene que ver con la política de la respetabilidad que pesa entre quienes somos black and brown; sé respetable, habla bien, entonces quizás te escuchemos, pero no grites, no te comportes como una negra enfadada y quizás te escuchemos. También tiene que ver, y lo pienso en relación con el movimiento, que esta política de respetabilidad ha sido tan fuerte en nuestra comunidad que enfadarte, poner cara de rabia, decir que no, cuesta mucho, y es que no sabemos lo que nos puede pasar. Así que toda esta reivindicación, si lo pido con voz muy suavecita… Pero esto de ahora, es un estallido, ¡boom! Por ello creo que vivimos un punto de inflexión de verdad. La situación es diferente. En Francia es durísima, porque la historia del colonialismo es también la historia de la República. La relación es muy estrecha, porque los héroes de la República fueron los héroes de la colonización.

En cierta manera como aquí en España o en Portugal. En toda la historia europea. Pero volviendo a la pregunta que te planteaba al inicio, es interesante entender qué ocurre con el asesinato de George Floyd y este punto de inflexión, porque nadie lo habría imaginado hace cinco meses.

Esto viene preparándose sobre las espaldas de movimientos de larga trayectoria y proviene de esta idea de decolonizar el conocimiento, las instituciones, las narrativas… Y no se trata solo de los libros de historia o de los museos, también hay que hacerlo en el lugar donde vivimos. En Nueva York, hubo un movimiento que empezó reivindicando que había que decolonizar el museo y pasó del espacio del museo a sus alrededores, porque si no lo haces y paseas por calles colindantes que todavía llevan el nombre de un esclavista, ¿de qué habrá servido? Hay que entenderlo como un ecosistema.

Yo nací en Maputo y estudié en Lisboa, Madrid y Barcelona. En todos esos lugares se aprende que Colón “descubrió” las Américas… Por lo tanto, ¿sirve de algo decolonizar el espacio público sin tocar los libros de historia?

Forma parte de un todo. Incluso derribar las estatuas es solo un elemento del vasto movimiento antirracista. Porque sabemos que derribar las estatuas no parará la violencia policial, no parará la industria racista o el asesinato de chicos negros solo porque son negros, o la explotación, pero forma parte de todo eso. Así que tenemos que entender que no basta con derribar una estatua sin más. Tenemos que pensar en cómo queremos que sea el espacio público. Yo no quiero que digamos “venga, vamos a retirar a este tipo malo y lo vamos a reemplazar por otro tipo pero que sea de los nuestros, Touissant-Louverture o Aimé Césaire, por ejemplo”. También tenemos que pensar si no deberíamos dejar de erigir en todas partes monumentos a hombres. Se propone que no sean blancos y que sean negros pero, no, esa no es la cuestión. ¿Podríamos pensar en alguna otra manera de celebrar y conmemorar otra historia en el espacio público? No hace falta imitar esta costumbre occidental de tanto monumento, como se hizo en los países africanos independientes, en ninguno te encontrarás con estatuas de hombres blancos, pero sí con esos enormes monumentos a hombres negros. Raramente verás estatuas de mujeres, y cuando hay mujeres, son gente con poder, pocas veces mujeres campesinas o limpiadoras. Así que, volviendo a tu pregunta, tendremos que hacerlo de otro modo porque forma parte de la decolonización de nuestras mentes y de nuestro espacio, de los lugares donde estudiamos, enseñamos y vivimos.

La aportación de la teoría feminista a la transformación del espacio público vendría a decir que no es una cuestión de poder sino de replantear el espacio. Pero nadie está hablando ahora de feminismo en estos debates.

Exactamente. Y también tengo miedo, porque en Francia cuando empezó este debate de las estatuas, dije “oye, vayamos con cuidado, no se trata de reemplazar al gran hombre blanco por la gran mujer blanca”. De hecho, estaba segura de que, si esa hubiera sido la reivindicación no habría habido tanta controversia; esta surge por la representación de las personas black and brown en el espacio público. Hay que pensar que no se trata de reemplazar al hombre blanco malo por el hombre negro bueno, sino de aportar una teoría feminista de la estética en el espacio público. Si no queremos esta monumentalidad, ni grandes hombres subidos a un pedestal, ¿cómo sería ponerlo todo al nivel de la gente en la calle, de manera que no fuéramos aplastados por estos enormes artefactos que nos rodean? En París queríamos derribar una estatua. Y yo proponía no reemplazarla por otra estatua, sinoplantar árboles donde las mujeres pudieran sentarsea la sombra cuando estuvieran cansadas. Una artista trazaría un determinado itinerario de la memoria entre los árboles, y los niños y las niñas podrían seguirle la pista. Pero no en términos de las formas de representación que ha inventado Occidente, ya sabes, texto, imagen y escuela.

Aquí en Barcelona, el Ayuntamiento está contemplando poner una placa con una explicación crítica sobre Colón, pero sin tocar su monumento. ¿Cómo lo valoras?

Es una solución con la que pueden convivir, pero no cambia el marco de la narrativa. Es solo un párrafo, es como si dijeran “de acuerdo, queréis un cambio, pondremos un párrafo”. ¡No! Queremos cambiar el marco de la narrativa, la forma en que se cuenta la historia. En segundo lugar, muy poca gente se va a leer estas placas, ¿verdad? Y, por último, ¿cómo se van a decir las cosas? ¿Cómo eliges el texto? ¿Dirás que su viaje trajo la muerte a casi el 90% de la población de las Américas? ¿que trajo la esclavitud…? Incluso si incorporas ese texto, ¿nos daría a entender que ese pasado todavía está presente en nosotras? ¿O sería contar una historia pasada? En plan “vaya, qué pena lo que pasó, dios mío,” pero sin conexión alguna con la sociedad actual. El mundo de Cristóbal Colón sigue vivo todavía, y es lo que queremos deconstruir y derribar. Por supuesto que no es el mismo mundo en el que vivía Colón, pero es lo que hemos heredado. Colón, como muchos otros, contribuyeron a la separación del mundo entre las vidas que importan y las vidas que no importan. Y las vidas que no importan son las vidas de las personas black and brown, y eso es un hecho. ¿Cómo explicamos que mientras siga allí ese hombre, en su gran estatua, siempre habrá una asimetría entre lo que genera y el texto que lo acompaña? El dilema es que tendría que haber una simetría, y eso significaría que, de conservar la estatua, habría que acompañarla de una pila de cadáveres, para que la gente, al pasar, se detuviera y dijera: “¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí?” Con un pequeño texto, nadie dirá “¿Qué pasa aquí?” No cambiará la narrativa.

Es urgente cambiar la narrativa.

Sí, esto que dicen es una solución con la que pueden convivir. Es una situación como de supermercado. Dicen: “Quieres alimentos de Oriente Medio, entonces pondremos productos de África, de Oriente Medio, etc., en el supermercado”. Pero esto no cambia el marco económico consumista del supermercado.

Hablamos a menudo de los males del capitalismo, pero vivimos en este sistema y es tan complicado cambiarlo. Tengo la sensación de que todo es tan grande que no tenemos bastante gente para hacer un cambio real. Pero al mismo tiempo, como dices, estamos en un punto de inflexión, tú misma llevas años trabajando sobre la decolonización, y ahora es diferente, somos muchos más que antes. Y, no obstante, pienso que es tan difícil cambiar las cosas. ¿Cómo lo sientes tú?

Pienso que va a ser difícil. Nada es fácil. La capacidad del capitalismo de apropiarse de todo, incluso cuando transforma una crítica en camisetas con mensajes tipo “Yo soy una feminista decolonial” o “Black LivesMatter” me hace pensar que va a ser muy difícil.  Ya hemos visto recientemente cómo las empresas lo blanquean todo… Twitter o Amazon, que es una compañía terrible. Una cosa es cierta, tenemos un enemigo formidable. No son estúpidos, son gente que piensa, y se plantean qué van a hacer con todo esto que está ocurriendo. Así que estoy de acuerdo contigo, no debemos subestimar al enemigo, pero tampoco debemos sobrevalorar su fuerza. No somos mucha gente, es verdad; pero al mismo tiempo somos muchos. Fíjate en lo indignados que están y el pánico que les ha cogido. Por ejemplo, hace unos días estábamos ante una estatua, en París, no éramos más de diez personas, pero había más periodistas que nosotros y luego más policías que todos juntos. Prueba de que les ha cogido un pánico total. Así que no debemos subestimar el hecho de que tienen muchas herramientas y tienen muchas armas, pero al mismo tiempo la estructura es muy frágil.

Otra cosa es que tenemos que ponernos a fondo con la construcción de plataformas colectivas, entre otras coas para explicar a la gente blanca explotada que si trabajamos para conseguir la transformación, al final les beneficiará también a ellos. No es cosa nuestra. Como dicen en Estados Unidos, cuando las vidas negras importen realmente, entonces importarán todas las vidas. Cuando decolonizamos el espacio público y ellos tienen miedo, al final les beneficiará a ellos y ese trabajo es muy difícil. Pero tienen que entender las consecuencias para las personas blancas que no tienen representaciones, porque ahora solo la tienen los grandes hombres blancos del poder, así que ya va siendo hora de que se lo planteen.

Es un ataque al sistema, al patriarcado, al racismo, a todo.

Lo estamos atacando todo a la vez. Esto surge de todas partes, de las feministas queer, de las feministas de color… Fíjate en las enormes manifestaciones en países de América Latina, las de los pueblos indígenas, las de Black Lives Matter… La cuestión es que el poder está convencido de que puede aplastar a los movimientos con su crueldad, encarcelando a la gente, y con la represión y la censura. Y. a veces, también comprándonos. El poder hace las dos cosas, te golpea en la cabeza y te da un poco de dinero. Pero al mismo tiempo es consciente de que no puede sofocar el deseo de liberación, el deseo de libertad. Siempre tenemos la impresión de que algo se está moviendo, pero luego… Recuerdo por ejemplo en los años 80, qué pesadilla, después de Reagan, luego Bush padre y Bush hijo, fue terrible, también por cómo estaban las cosas aquí en Europa y en Francia. Sientes que no puedes más y entonces, ¡boom!, de repente tenemos un movimiento extraordinario.

Volviendo a lo que decíamos antes, la cuestión es que también necesitamos una educación que narre esta lucha, saber que la gente lo ha hecho antes y lo sigue haciendo, no estamos reinventando la rueda una y otra vez. Es un camino muy largo y podemos aprender de muchas cosas anteriores. Los Black Panther en los años 60 ya hablaban de decolonizar el espacio público.

Cuando hablabas antes de los museos… decolonizarlo no implica necesariamente hablar de decolonizar el espacio público, lo cierto es que el museo es el lugar donde empiezan muchos de estos debates. Es el lugar donde tenemos cierta libertad para hablar y recrear nuestras mentes.

Estoy de acuerdo. Para mí, que soy una persona que va mucho a museos, me interesan los museos pequeños, grandes, del tipo que sean, porque quiero ver cómo muestran las cosas, cómo las presentan, porque forman parte de la narrativa nacional. Aunque no vayamos al museo, está en nuestras mentes. Por eso considero que es muy importante decolonizar el museo, repensarlo. Pero volvemos a la misma situación, no bastará con añadir nuevos textos junto a los objetos porque eso no va a cambiar la narrativa. Hace falta repensar todo el marco. Decolonizar el museo es importante, porque nos empuja a atrevernos a imaginar, ir más allá de lo que está ahí.

Para nosotras, hoy, es muy importante el pensamiento utópico, hagámoslo incluso desde el pensamiento blanco, si hace falta, pero vayamos allá. Si no lo hacemos, vamos a quedar siempre atrapadas en el pensamiento occidental. ¿Cómo vamos a contar la historia? Esa es la gran pregunta. Porque en la mayoría de los países del Sur Global hacen museos como en Europa, el mismo modelo, misma arquitectura y manera de mostrar y presentar las cosas, aunque los textos varíen un poco. Por ejemplo, estuve en el Museo de la Civilización Negra, en Dakar. Un edificio monumental, pero un enorme espacio vacío. ¿Por qué? ¿Por qué siempre esta misma estructura? ¡No! ¿Por qué no hacemos una arquitectura como se hacía antes en África o en Asia? La manera de presentar los objetos es igual que en Occidente. No hay imaginación. Lo único que lo diferencia es la civilización negra en lugar de la civilización occidental. Pero el marco, la estructura, la arquitectura, todo es igual.

¿Y cuál es el papel de las mujeres en todo el movimiento de decolonizar el museo?

En el museo, veo muchas artistas, mujeres blackandbrown, que están haciendo un gran trabajo para trasladar una mirada feminista y una mirada queer, pero la mayoría no está en una posición de poder, dirigiendo los museos. Aunque algunas empiezan a encabezar Bienales de arte, todavía son muy pocas. Estamos en un mundo dominado por hombres y también dominado por personas formadas en Occidente. La seducción, la atracción de Occidente es muy fuerte; es dinero, título, estatus. 

Poder.

Sí, poder. También eso forma parte de la decolonización. Durante cuatro años seguidos hice unos talleres para crear performances con artistas jóvenes black and brown, y uno de los principios era trabajar con el mínimo presupuesto posible. Solo compramos comida y bebida, e intentamos empezar con lo que había, y así fuimos empujando la imaginación. Por ejemplo, necesitábamos una tela blanca, ¿alguien tiene una en casa? ¿No? Pues no la compremos. ¿Cómo podemos reemplazarlo? No estábamos ahí esperando a que llegara el dinero, no esperábamos a que una gran institución nos diera algo. Intentábamos empezar con lo que teníamos y no con lo que deberíamos tener y que debería facilitarnos la institución. Si la institución nos da algo siempre vendrá acompañado de condiciones. No seremos libres. Así que, seamos pobres pero libres. Quiero decir, pobres relativamente, claro, porque estamos en Europa, o sea que no somos pobres como puedan serlo en la República Democrática del Congo.

Y, por último, ¿qué les recomiendas a la gente que está en la lucha, a los colectivos antirracistas, que tienen que lidiar cada día con supremacistas blancos, a la gente que está poniendo sus vidas en esta transformación?

Organización colectiva. Es demasiado difícil hacerlo sola. Cada día te asaltan tantas microagresiones. Cuando estaba trabajando en La Reunión hace unos años, conversaba mucho con mujeres de barrios muy pobres, eran mujeres negras que me hablaban no tanto del dinero, que por supuesto era importante, sino de la manera en que las trataban, ahí donde fueran. Si iban, por ejemplo, al Ayuntamiento a hacer un trámite para la Seguridad Social, las obligaban a esperar horas, les hablaban mal, las trataban sin respeto. Eso no me pasaría nunca a mí, porque yo me atrevo a levantar la voz y a exigir explicaciones. Ellas no se atreven porque si lo hacen, las castigarán de mil maneras. No hablan bien el francés, hablan criollo. Es muy importante que integremos este ostracismo cuando planteamos la pregunta de qué tenemos que hacer.

Una de las cosas que deberíamos hacer es crear un colectivo para que se pueda hablar de este tipo de cosas y darnos cuenta de que no soy yo, no eres tú individualmente, es el racismo estructural. Así, con otros y otras, podré encontrar mi fuerza y no tomarme estas cosas siempre personalmente, estresarme, deprimirme, angustiarme. Tenemos que hacerlo colectivamente. Y tenemos que educarnos, coeducarnos. Tenemos que ser fuertes, muy fuertes, en términos de lo que sabemos. Tenemos que conocer nuestra historia y conocerla bien. No dejar que nadie nos diga cuál es nuestra historia, y para que eso sea así debemos educarnos nosotras mismas. Todos los movimientos sociales o los movimientos políticos de liberación insisten en la importancia de decolonizar la educación, de que no estaremos a salvo con el conocimiento blanco. Hay mucho trabajo por delante que tiene que ver con el aprendizaje para fortalecer nuestras mentes. Y eso nos dará fuerza en nuestros cuerpos. Todas estas agresiones actúan sobre nuestros cuerpos. Al no ser muy fuertes, enfermamos mucho, cogemos todo tipo de enfermedades, ya lo sabes. En la comunidad black and brown hay mucha hipertensión, diabetes, otros trastornos, y esto es el impacto del racismo sobre nuestros cuerpos.

Es muy importante que nos pongamos fuertes y esa fortaleza tiene que ver con entender por qué hay tanta más enfermedad entre nosotros. Y junto con eso, conocer bien nuestra historia. Y con eso podemos imaginar qué tipo de acción colectiva queremos y necesitamos. También es primordial saber que no tenemos que seguir necesariamente las formas de organización y expresión de los blancos. Nuestra teoría se puede construir a través de poesía, el teatro, el cine, la performance… No hay que escribir nuestra teoría como la escriben los blancos. No hace falta emularlos ni estamos obligados a conocer al dedillo a Hegel o a Heidegger o a quien sea para citarlos cada dos por tres en todas partes mientras hablamos y hablamos, siempre con cara de palo. ¡No! Quiero decir que, por supuesto que podemos hacerlo, pero también tenemos que tener fe en lo que decimos nosotras y en cómo lo decimos. Black Lives Matter es una expresión muy sencilla, pero está llena de fuerza. Y no está conectada con una cosa, una persona, una situación. No reivindica la liberación de un preso, o la justicia para George Floyd. Reivindica que las vidas negras importan, y eso significa que tenemos por delante un horizonte muy amplio, que incluye a gente de Beirut, o de España, de Estados Unidos, de India. ¿Y de dónde salió? De tres mujeres negras queer. Tenemos que confiar en lo que viene.

Conocimiento, confianza y…

Y curiosidad, diría yo. Hablando con estudiantes, cuando me preguntan qué deben decir, yo les pregunto “¿tenéis curiosidad?” Nada de lo que yo les pueda decir es natural, la palabra no es natural. La palabra la han construido seres humanos sociales, y eso significa que podemos cambiarla. Siempre les digo, cuando entro en un aula, que éste no es un espacio natural. Hay que decirlo de entrada, que es una institución de jerarquías de sexo, género, clase, raza. La manera en que está montada la sala, la disposición del aula. Así que siempre hay que plantearse cómo transformamos las cosas. Y eso implica que, antes de entrar en materia, vamos a cambiar el espacio y vamos a tener en cuenta las relaciones de poder que se establecen en ese espacio. Aunque yo sea la profesora, hablaré y me sentaré entre ellas, como una más.

Black and brown: Su traducción literal es “negras y morenas”, pero hemos optado por no traducir el término ya que incorpora una complejidad de perfiles que no se contempla en lengua castellana por el momento. Françoise Vergès, cuando utiliza el término, hace referencia al contexto Estados Unidos – Francia. Aquí en España, “black” hace referencia a muchas compañeras negras, afrodescendientes, a la diáspora africana… y “brown” serían las compañeras mestizas, gitanas, moras, sudakas, pakistanís, indias, chinas… En definitiva, black and brown vendría a englobar a las personas que no son blancas.

 
SOBRE ESTA ENTREVISTA
Entrevista: Tania Adam (Maputo, 1979) es periodista y productora cultural así como fundadora y editora deRadio Africa Magazine.
Transcripción y traducción: Kira Bermúdez (Minnesota, 1959) es mediadora intercultural y pedagoga social, traductora y escritora ocasional.
 
Publicado en elsaltodiario.com