Guardianas del agua en Catamarca luchan a diario contra el poder del litio
Desde cortes de ruta hasta consultas públicas: un grupo de mujeres de la comunidades indígenas Atacameños del Altiplano y Antiofaco del Altiplano se organizó para luchar contra el extractivismo.
Puerta del sol, pueblo del salar: eso significa Antofagasta de la Sierra, una localidad situada en la Puna argentina a 3323 metros sobre el nivel del mar. Aquí rara vez llueve y habitan poco más de 700 habitantes. La cercanía del pueblo con el Salar del Hombre Muerto hace que hoy sea la puerta de entrada para las mineras transnacionales que buscan realizar la extracción de un mineral considerado clave en la transición energética: el litio.
Allí, un grupo de mujeres organizadas en las comunidades indígenas Atacameños del Altiplano y de Antiofaco del Altiplano advierte sobre los daños en el territorio por las empresas y el gobierno catamarqueño. Patricia Reynoso, Elizabeth Mamani y Santos Claudia Vásquez conversaron con Agencia Presentes sobre la resistencia cotidiana al avance del extractivismo que amenaza el agua, los animales, la tierra y la cultura ancestral. Que atenta contra la vida.
“Los espejos de agua que tenemos en Antofagasta y en el Salar son la lucha diaria”, dice Patricia Reynoso, docente que vive en la villa y es parte de la comunidad. Hace 20 años, cuando empezó a dar clases en escuelas rurales de la zona, se hacían visitas guiadas con estudiantes al Salar del Hombre Muerto. En ese territorio emplazado entre volcanes y lomas, opera el proyecto más antiguo de extracción de litio en el país a cargo de la empresa Livent (ex FMC-Minera del Altiplano).
Había pozos y transitaban vehículos pero nadie sabía qué estaban haciendo y qué se estaba tramando en los salares. Allí había también un proyecto que estaba desde 1997 (mismo año en que se inauguró en Catamarca el megaemprendimiento Bajo La Alumbrera, el primer proyecto de minería a cielo abierto metalífera en el país) y buscaba expandirse: Fénix. Había comunidades indígenas que no habían sido consultadas y no se les había pedido permiso para ingresar a su territorio.
Patricia sintió la necesidad de hacer preguntas que incomodaban a quienes en ese entonces estaban a cargo del proyecto minero: ¿cómo extraen el litio?¿qué pasa con el agua? ¿de dónde la sacan?
Falsos discursos verdes
Según investigaciones de los autores Fernado Ruiz Peyré y Felix M. Dorn, el litio es parte de un “discurso verde” energético relacionado a la lucha contra el cambio climático y la reducción de emisión de CO2 a la atmósfera. Su localización concentrada en la zona del Salar del Hombre Muerto atrajo la atención de inversores de varias empresas transnacionales vinculadas a la tecnología así como empresas automotrices por el creciente interés en la producción de autos eléctricos con baterías de litio.
En los últimos 15 años, la provincia de Catamarca aparece en el mapa minero global. Este territorio forma parte de lo que se denomina “el triángulo del litio”, región que comprende Chile, Bolivia y Argentina y que posee más del 50 por ciento de las reservas mundiales del mineral.
A lo largo de casi tres décadas de operación, las respuestas a las preguntas de Patricia están a la vista: el trayecto de 11 kilómetros del río Trapiche y su vega, del cual la minera extrajo agua dulce tanto a nivel superficial como subterráneo y que ella conoció en su esplendor verde, quedó completamente seco.
En 2018, Livent presentó un Informe de Impacto Ambiental (IIA) para la expansión del Proyecto “Fénix”. El objetivo: la provisión de aguas subterráneas, ahora de la subcuenca del río Los Patos. Esta expansión no podría realizarse sin el uso de más agua. Este fue uno de los detonantes que llevaron a Patricia y a muches de sus vecines a comenzar a agitar el avispero. Se volvió urgente empezar a encontrarse para recorrer el territorio y profundizar las preguntas incómodas. Entre otras acciones, comenzaron a manifestarse en la plaza del pueblo y pegar carteles con las consignas: ¿litio, para quién? ¿a costa de qué? La resistencia estaba en marcha y tomaba la ruta: un punto de inflexión antes y después en la defensa del agua y de la vida y de los derechos de los pueblos.
El Salar del Hombre Muerto se encuentra a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar y es el gran jacal, casa y morada para una enorme biodiversidad de seres que llevan miles de años aprendieron a vivir en la altura, con poca agua y mucho sol. El salar es también el lugar donde se han encontrado los seres más antiguos de la historia del planeta tierra: los estromatolitos, vitales en la producción de oxígeno para el planeta en sus orígenes.
“El litio es callar a esas aves. Litio es un bien que para otros les redunda en ganancia, a nosotras en muerte. Nos sacan el agua para obtener el litio y nos queda la muerte. El litio hoy por hoy es soborno, avasallamiento a los que estamos defendiendo el agua, el litio hoy es lucha”, dice Patricia.
El agua en el altiplano es escasa. Es el motor de la lucha que hoy en día llevan adelante las comunidades del altiplano: todos los seres mantienen sus vidas en los pliegues de esos “chorritos” que viborean en la aridez. Pájaros, peces, vicuñas, sapos, suris, pumas, llamas, flamencos, guaris, todos dependen del agua: “Nos vienen persiguiendo, amedrentando, nos vienen castigando por querer defender la tierra, el agua más que nada, porque es lo que ellos necesitan y el agua para nosotros es la vida”, dice Patricia.
Parada sobre la ruta, recuerda aquel octubre de 2018 cuando alguien colocaba una piedra de gran tamaño en medio del camino y muchxs vecinos decidían comenzar una acción que tendrían gran repercusión a nivel nacional: un corte selectivo al paso de camiones mineros.
Era de noche, hacía frío y el fuego al lado del camino no alcanzaba a calentar los cuerpos. Patricia se acercó a explicarle al conductor del vehículo minero que él podía pasar, pero su camión no. Que querían ser escuchadas. Que respetaran la lucha por un derecho básico: tener un ambiente sano y saber qué estaban haciendo las empresas en el Salar.
La comunidad Atacameños del Altiplano empezó a demandar información pública y reclamar el derecho a la consulta libre, previa e informada que estipula el Convenio 169 de la OIT. Además, denunció que existía una obra contaba con seis pozos de bombeo de agua, los que permitirían proveer 650.000 litros de agua por hora, transportando el caudal a través de un acueducto de 32 km hasta la planta de la empresa Livent. A pesar de haber diversas irregularidades en el Informe de Impacto Ambiental, el proyecto fue aprobado por la Dirección de Hidrología y Evaluación de Recursos Hídricos de la provincia de Catamarca.
En el corte de ruta de octubre del 2018, muchas personas se acercaron con víveres, leña, con agua a manifestar el apoyo a quienes sostenían la manifestación: “Nos apoyaban pero no podían firmar nuestras demandas. Si bien estaban con nosotros acá, ellos no podían manifestarse porque les quitaban el trabajo, los dejaban cesantes, les quitaban las becas que les había dado el gobierno”, cuenta Patricia.
También se acercó en aquel momento el intendente de la villa: Julio Taritolay. En una reunión, se puso un chaleco con la frase “Y apoyo a mi gente. El río Los Patos no se toca”. Por aquellas épocas pre electorales, también sacó un decreto a favor de las asambleas que levantaban fuerte la bandera por la defensa del agua. El intendente ganó, se sacó el chaleco y comenzó las reuniones y acuerdos con las mineras Porco, Galaxy y Livent. Como si estuviera siguiendo al pie de la letra el manual de los malos gobiernos.
En febrero de 2019, al tener silencio de parte del gobierno, miembros de la comunidad volvieron a manifestarse demandando información pública, pidiendo una consulta y que se respete la voluntad del pueblo. Luego de ese corte, empezaron las persecuciones y la compra de voluntades, afirma Patricia, quien lo vivió en carne propia: “La policía tenía los horarios en que yo iba a la escuela, a ver si estaba ahí o dónde me encontraba. A la gente que no estuvo acá, pero pensaba distinto, empezaron a comprar, a ofrecerles trabajo, la minera empezó a ver quiénes eran los que no tenían trabajo y les empezaron a pedir curriculum”.
En el pueblo quedó miedo, dice Patricia. A ella aún intentan callarla, pero incluso con amenazas y después de haberla sumariado en una de las escuelas donde trabaja, no pueden. Mientras se saca el pelo que el viento arrastra hasta su rostro y camina por la ruta, en el lugar en donde fue el primer corte selectivo al paso de camiones y vehículos mineros, hace silencio y escucha otra vez el paso de los camiones, que provocan el vuelo de unos pájaros.
Las consultas públicas y la vida cotidiana
“Porque todos vamos a ser afectados. Estamos viendo el daño ambiental, por esa razón nos hemos sumado a eso. Preguntarles, ¿qué beneficio nos dejó la minería? Si ustedes me pueden responder a mí en cualquier lugar del mundo que no haya destruido el pueblo, matado la biodiversidad” dice Elizabeth Mamani
En octubre de 2021 se cumplieron tres años de aquel primer corte realizado por la comunidad Atacameños del Altiplano. En esos días Elizabeth Mamani se levantaba temprano, preparaba el desayuno y acompañaba a su hija a la escuela.
Su mirada de ojos muy oscuros y profundos carga mucho de una vida nómade y rebuscada donde aprendió a hacer de todo: hoy se dedica con sus manos chiquitas a cocinar platos con carne de llama y papines andinos que son la delicia de turistas. Además compra y vende cosas, teje, hace visitas guiadas, atiende una librería y ayuda a su compañero Alfredo a hacer panes y a cuidar de la hostería junto a una de sus hijas. Allí, están parando varios trabajadores mineros de la empresa Galaxy, que llegaron al pueblo de Antofagasta para la primera charla técnica y participativa, parte del proceso de Consulta Pública que está realizando el gobierno de Catamarca. El objetivo: aprobar el IIA el 19 de noviembre de 2021.
Unos días antes, Elizabeth se acercó al Puesto de Control Minero en la entrada del pueblo, donde se encuentran los 9000 folios de librorato que forman parte del IIA, junto al Resumen Ejecutivo que nombra alguna de las cuestiones del Informe.
Para inscribirse en las charlas y en la audiencia, se puede hacer de dos maneras: acercándose allí o mediante un código QR que se encuentra en algunos negocios del pueblo. Parece una burla al pueblo: la conexión es mala, el sistema no funciona, las copias con la información de la Audiencia quedan perdidas en las paredes de los almacenes del pueblo y es imposible descargar los informes de internet.
El IIA está plagado de información técnica: miles de páginas que habla del proyecto “Sal de vida”, a cargo de la empresa Galaxy Lithium, que busca instalarse en la zona durante los próximos 40 años.
El objetivo: explotar salmueras de litio para obtener 10 mil toneladas por año de carbonato de litio a partir del 2023. La planta piloto que se encuentra ubicada en el salar, ya está funcionando: el proyecto será 50 veces más grande en escala. La escala cambia, el área a ocupar se multiplica.
En su informe de Impacto Ambiental, hablan de una producción de 24 horas, 365 días cuando la planta de proceso se ponga en marcha. Superficie total afectada de 9 pozos productivos durante los dos primeros años y de 2 pozos de agua dulce. El área a ocupar: 2 mil hectáreas. El método de producción: mediante evaporación de la salmuera en piletas. La inversión estimada: 150 millones de dólares.
“Estamos viendo el daño ambiental, por esa razón nos hemos sumado a eso. Preguntarles: ¿qué beneficio nos dejó la minería? Si ustedes me pueden responder a mí en cualquier lugar del mundo que no haya destruido el pueblo, matado la biodiversidad” dijo Elizabeth Mamani.
En Antofagasta están presentes representantes de alto rango de la empresa Galaxy, así como personal del Ministerio de Agua, Energía y Ambiente, el Ministerio de Turismo y Cutura y de Minería. Los meses anteriores existieron los “Viernes con la empresa Galaxy”, reuniones semanales supuestamente abiertas a la participación del pueblo.
Los ánimos en el pueblo se han enrarecido en los últimos días: los días previos a la primera charla técnica comenzó a circular una información que puso en estado de alerta a sus habitantes y que derivaría en muchas preguntas a los técnicos y representantes del gobierno: la mortandad de peces precisamente donde la empresa Galaxy está construyendo un puente para el paso de los vehículos mineros que transitan por el salar, mediante la contratista Huasi Construcciones en el río Aguas Calientes, en la juntura con el Río de los Patos.
Allí, Román Guitián, cacique de la Comunidad Atacameños del Altiplano que habita ancestralmente el territorio, constató la presencia de graves daños socioambientales. En la denuncia que presentó la comunidad ante autoridades policiales, dan cuenta de la muerte de truchas, vegetación que fue removida de la vega y movimientos de tierra del cauce del río, alteración del paisaje andino y ruidos de maquinarias que afectan la biodiversidad que allí se desarrolla. El primer vecino que toma la palabra, pregunta por los peces muertos. Le dicen que no es el momento oportuno. La pregunta se repite un par de veces más hasta que deciden abordarlo y la bióloga contratada por el gobierno decide responder: los peces están felices.
Un volcán en silencio
Doña Santos Claudia Vásquez tiene 72 años y es parte de la comunidad indígena Antiofaco del Altiplano, que está en Antofagasta de la Sierra y también exige que se respete la Consulta previa, libre e informada a las comunidades originarias de la zona. De pequeña, participaba de la cosecha de la sal en el Salar del Hombre Muerto junto a su papá. Una vida sacrificada, nos dice: además de la sal, juntaba rica rica y colpa, yuyos de altura que luego llevaba por los valles del territorio andino e intercambiaba por otra mercadería.
Ahora no se puede traer ni un pan de sal para nuestros animales, afirma doña Santos. Y continúa diciendo: “Nadie ha dado conformidad para que hagan lo que están haciendo ¿quién los ha autorizado para que ellos se metan? El gobierno, ¿quién es él? Porque le han dado autorización para que se sienten en un sillón, ¿van a hacer lo que quieran? ¿Por qué no respetan?”.
El 19 de noviembre de 2021, decidió participar de la Audiencia Pública llevada adelante por Galaxy y el gobierno de Catamarca, y levantar su voz. Pero prácticamente no la dejaron hablar: la comunidad se vio envuelta en una iniciativas participativas que buscó dirimir, y borrar los conflictos y la voz de aquellas que se oponen a los proyectos.
Cooptación de referentes, promesas de programas de Responsabilidad Social Empresarial y de empleo, censura. Desde la organización Pueblos Catamarqueños en Resistencia y Autodeterminación (Pucará), quien acompaña el proceso de resistencia que lleva adelante la comunidad Atacameños del Altiplano, denunciaron que la Audiencia no se realizó en la villa de Antofagasta, cabecera departamental, donde habita la mayor parte de la población antofagasteña, sino en la Ciénaga Redonda, a 4 horas de viaje. Allí, el transporte fue asegurado para los funcionarios y técnicos, “además de vecinas y vecinos de distintos parajes cuyas voluntades fueron compradas previamente”. El día antes de la Audiencia, efectuaron la contratación de 20 personas (con contratos por tres meses).
Mecanismos viciados, control territorial y un despliegue de estrategias para lograr la licencia social de las comunidades que habitan en la cercanía de los proyectos, allí donde los volúmenes de litio que se demandan hoy para abastecer el mercado mundial y para alimentar la máquina capitalista en su transformación energética, nos direccionan a un futuro que por su ritmo voraz y forma depredadora parece ser insostenible.
Patricia, Elizabeth y Santos Claudia, al igual que el resto de las personas que integran las comunidades, saben que en las venas subterráneas que atraviesan el territorio de manera silenciosa está la fuerza de su lucha. Pese a las amenazas e intimidaciones, su presencia se vuelve inconmensurable en la Puna andina.
Publicado originalmente en agenciapresentes.org