Conversaciones rizomáticas y notas desde la extranjería
Las cooperativas sociales son parte del proceso de transformación de Trieste, quizá hasta el enlace para todo. Ante mi pregunta, a la Cooperativa social Noncello, de si consideraban que estaban haciendo una práctica anticapitalista, me responden: ni anticapitalista, ni antimanicomial, estamos para la economía social. Con estas palabras se sintetizan algo de sus ideas: la necesidad de aportar a procesos de autonomía en relación a las instituciones estatales, proyectos propios como cooperativa, proyectos políticos emancipadores, que permitan en definitiva construir otra economía y por ende otro mundo.
Estoy en Trieste y viajo 670 km, junto a siete integrantes de la cooperativa social Noncello, para llegar a Belgrado, capital de Serbia. Es 10 de octubre, día internacional de la salud mental y en Uruguay hoy, como desde hace 11 años, se realiza la Marcha por Salud mental, Desmanicomialización y Vida digna. Es la segunda vez que no participo en todos estos años y nuevamente me genera una sensación de incomodidad inmensa. No estaré ocupando las calles con los gritos: “alerta, alerta que camina el antimanicomio por América Latina”, no estaré feriando, haciendo intervenciones callejeras, marchando y proclamando, todo eso que para quienes somos militantes antimanicomiales es tan necesario. Quizá por eso escribo, para con estas palabras acompañar de alguna forma nuestra lucha desde la distancia.
A la cooperativa social Noncello podría decir que la conocí en el 2008 con la película Si puo fare (Manfredonia, 2008), que es inspirada en su historia. Es una película que hemos pasado varias veces en el Espacio Cultural Bibliobarrio porque muestra sensiblemente el nacimiento de las cooperativas sociales en Italia, y que se tornaron una herramienta fundamental del proceso de desinstitucionalización. La dimensión del trabajo, junto con las de vivienda y sociabilidad son el corazón de las herramientas de los centros de salud mental, los cuales se desarrollan de diversas formas y se despliegan a partir de las cooperativas sociales.
En el 2020, de la mano de la compañera argentina Celeste Romero, nos llegó a Bibliobarrio el libro: “Puedes lograrlo todavía” (Merisi, 2018) que cuenta la actualidad y realidad de la cooperativa Noncello. Este año hicimos una presentación virtual con Stefano Mantovani el presidente de la cooperativa, y ahora viajo en su auto, junto con Cristina Campanerut la responsable del espacio intermedio (con las personas que trabajan a partir de la bolsa de trabajo) y Arianna De Judicibus que es la responsable del área de personal.
Es un viaje largo y ellxs aprovechan para conversar sobretodo un poco, mientras yo no dejo de preguntarme sobre la locura de ese viaje: voy a Serbia con siete italianxs que no hablan español y yo que no hablo ni italiano, ni ingles, ni mucho menos serbio. Me conecto y me desconecto de las conversaciones, me rio de vez en cuando y digo alguna cosa cuando creo que entiendo algo de lo que dicen, saco fotos del paisaje alucinante de Eslovenia y Croacia y escribo unos apuntes que quizá use para estas notas.
En un momento hago mi mayor esfuerzo para entenderles. Comienzan una conversación sobre su rol como cooperativa con las personas usuarias de los servicios de salud mental y el rol del Departamento de Salud Mental (DSM). Los límites, las confusiones de roles, lo que cada actor espera de cada quien y su opinión al respecto. Casi no digo nada, a pesar de que me surgen un millón de preguntas, pero ellxs estan muy compenetradxs intercambiando, y siento que los voy a entorpecer y cortar. Mientras, yo no dejo de hacer conexiones con las conversaciones que tuvimos días antes cuando fui a Pordenone a conocer una de las sedes de la cooperativa, con la segunda charla que tuvimos con Giancarlo, con mi experiencia en el tema y las múltiples conversaciones que hemos tenido en Bibliobarrio y en la Universidad al respecto, que, a pesar de las distancias existentes, suenan sumamente cercanas.
Entre las cosas que conversan insisten que en la cooperativa todxs son trabajadores y que si bien pueden tener algunas consideraciones no se puede generar un espacio como si fuera de trabajo, tiene que ser real, un trabajo real. Repiten esto del trabajo real. Me pregunto como conectan el trabajo con la acogida y la vida, porque esta bueno partir de esta idea y sostenerla pero también es cierto que existen condiciones distintas, “diferencias desigualadas” al decir de Ana Maria Fernández (2007).
Pienso en el equipo de la cooperativa con el que viajo durante tres días, que conocí dias antes y hay algo de cierta sensibilidad, una especie de sensibilidad crítica, quizá esto permite una accoglienza cotidiana sin generar un vínculo caritativo ni tampoco duro y autoritario que permita singularizar los vínculos y así transformarse unxs a lxs otrxs.
Vuelvo a la conversación en el auto y Stefano agrega que la cooperativa es conexión con los servicios sociosanitarios, con los recursos de apoyo que hay en el territorio, pero que no le corresponde hacer determinados acompañamientos. Cristina plantea que hay confusión en los roles, que a veces el departamento de salud mental les plantea que hagan cosas por fuera del horario de trabajo de la cooperativa, como acompañar a las personas a algún lado. Ella deja en claro que entiende que esto no les corresponde a ellxs y que es tarea del DSM y que esas confusiones muchas veces generan vacios, profundización del sufrimiento, dificultades que repercuten en el trabajo y en el proceso de incorporación de la persona a la cooperativa.
Recuerdo la conversación que tuvimos dias antes con Giancarlo, en el Parco di San Giovanni, en una oficina de la Cooperativa Social Agrícola (de la cual fue presidente por varios años). Nos habló de la necesaria articulación y equilibrio de tres patas: la persona (con sus necesidades y deseos; las dos primeras preguntas siempre son: qué necesitas y qué queres hacer), el departamento de salud mental (con un proyecto terapéutico que incluye las otras dimensiones: vivienda y sociabilidad) y la cooperativa social (con un proyecto de formación y de trabajo). Ese triángulo de relaciones permite, cuando funciona bien, generar otro tipo de relaciones entre la asistencia y el mercado. Transformar un imposible en posible. E insiste, como en otras charlas, que es tarea de todos los días y que todxs tienen ciertas responsabilidades para que la articulación funcione.
Quizá aquí valga una aclaración. El sistema de cooperación social es mas complejo de lo que suponía y en el transcurso de los años se fueron agregando herramientas. Por mencionar algunas: 1. Ley de Cooperativa sociales, 2. Bolsa de trabajo (ahora renombrada como pasantía inclusiva, que puede ir de un mes a dos años, con distintas remuneraciones según la carga horaria. Todo financiado por Azienda sanitaria), 3. tutorxs para acompañar el proceso de formación (horas de técnixs vinculados al oficio), 4. licitaciones públicas a las que se presentan las cooperativas.
La economía social como posibilitador de lo moviente en la desinstitucionalización
Las cooperativas sociales son parte del proceso de transformación de Trieste quizá enlace para todo, pero como dicen en varias reuniones y distintas personas: con la peligrosidad de la privatización.
Giancarlo nos recuerda que la primera cooperativa social nace en Trieste en 1972, dentro del manicomio donde se plantea que el trabajo de limpieza del propio hospital lo hagan lxs pacientes y reciban un salario por esta tarea, rompiendo con unas de las dimensiones importantes de la lógica manicomial que es la ergoterapia. Mas tarde se aprueba la Ley de cooperativas sociales, en 1991, donde se preveen cooperativas tipo A y tipo B. La primera brinda servicios sociales y sanitarios y la segunda genera puestos de trabajo para personas con desventaja (como dicen en Italia). Se trata de una alianza público-privada. Luego surgen las otras herramientas mencionadas anteriormente que son significativas para que las cooperativas puedan sostener el proceso de incorporación de las personas.
Paramos a almorzar en Croacia y mientras buscábamos en el traductor como preguntar todo y convertimos la moneda, me doy cuenta de que ahí eramos un grupo de extranjerxs. Eso me permitió por momentos compartir esas sensaciones de extranjeria que a veces tiene mucho de soledad. Quizá ese compartir es lo que movió otras cosas y así poder conectar nuevas.
Al otro dia fuimos a la jornada de Salud Mental, conocimos uno de los Centros diurnos de ahí ubicado en una zona mas periférica. El Centro se llama San Giovanni por el proceso triestino. Al entrar encontrás en el salón grande un cuadro con el mapa del hospital y otro con la conocida consigna (brasilera): «de cerca nadie es normal”. Pienso como Trieste está en todas partes.
A la noche antes de salir a cenar se realiza una reunión en el hall del hotel para conversar sobre las apreciaciones del dia y aportes para pensar el proyecto de cooperación internacional. Pero también había otra preocupación que era como transmitir al resto de lxs cooperativistas, una vez que retornasen, la importancia de la cooperación internacional, el motivo político del viaje para la cooperativa. En ese momento me sentí dentro de una dinámica cooperativa, reunión de opiniones, sensaciones, propuestas. Se genera un espacio y tiempo compartido para pensar juntxs. Hablan de cómo no generar prácticas coloniales, transmitir experiencia pero para que luego se hagan cosas según las características, recursos y posibilidades locales. Davide Ciccutin insiste en lo moviente, en que tiene que haber movimiento siempre, que eso es muchas veces el problema del proceso de desinstitucionalización. Que en definitiva una cooperativa social siempre tendría que ser en movimiento y este es el aporte de las cooperativas al proceso de desinstitucionalización. Stefano agrega que en estos años lo difícil ha sido la desinstitucionalización y no quedarse solo en la desmanicomialización, o sea como no generar nuevas instituciones, que en definitiva implica reproducir de otra forma lo manicomial.
Ante mi pregunta de si consideraban que estaban haciendo una práctica anticapitalista, me responden: ni anticapitalista, ni antimanicomial, estamos para la economía social. Con estas palabras se sintetizan algo de sus ideas: la necesidad de aportar a procesos de autonomía en relación a las instituciones estatales, proyectos propios como cooperativa, proyectos políticos emancipadores, que permitan en definitiva construir otra economía y por ende otro mundo. Luego mas tarde, en una conversación de preparación del congreso de empresa social (que sucederá del 20 al 22 de octubre) agrega la importancia de involucrar a quienes ingresan en la cooperativa a partir del departamento de salud mental (con las bolsas de trabajo), al proceso democrático de la cooperativa. Que en ese proceso de participación, toma de decisiones, y no solo el cumplimiento con las tarea “productiva”, se producen “verdaderos” procesos de emancipación, que es condición para efectivamente ser parte de un proyecto político que va mas allá que los puestos de trabajo.
Me queda la pregunta sobre cómo ha interpelado la integración de personas con distintas situaciones de fragilidad a la cooperativa, como también estos procesos mueven la cooperativa. O sea, lo moviente como condición de transformación social.
Y como diría Stefano, hay un montón de cooperativas sociales pero lo que debería preocuparnos y ocuparnos es de producir economía social. En ese sentido podríamos pensar que cuando hablamos de otra economía no se trata de una alianza público-privada se trata de una alianza para la producción de lo común.
Referencias
– Fernández, Ana María (2009) Las diferencias desigualadas: multiplicidad, invenciones políticas y transdisciplina. Nómadas. N° 30. Universidad Nacional de Colombia.
– Manfredonia, Giulio (Director) (2008). Si pùo fare. Película
– Merisi, Ferruccio (2018). Puedes lograrlo todavía. Historias de cooperación (extra) ordinarias. Buenos Aires: Negro y negro