Las deudas del Bienestar
Un listado ilustrado de algunas deudas de la agenda del Bienestar en Uruguay
Al ser invitada a exponer en una Mesa llamada Desafíos y tensiones de la agenda de Bienestar lo primero que me pregunté, fue qué decir sobre los Desafíos y tensiones de la agenda de Bienestar y el significado de algo llamado agenda de Bienestar. Su sentido no es unívoco. Lo primero a lo que me remitió fue a indicadores y promedios de crecimiento económico, de desigualdad y pobreza, de salud, vivienda, igualdad de género, trabajo decente, acceso a la justicia, al saneamiento, al agua potable y al cuidado del planeta y su diversidad. Sin embargo y aunque este tipo de diagnósticos son importantes, me gustaría poner en cuestión la idea de agenda del bienestar. Si una agenda es un objeto donde se apunta aquello que se ha de hacer, es decir metas en un plan organizado con códigos horarios y temporalidades definidas. Entonces, pienso que el bienestar no es precisamente una agenda. Es en todo caso, el resultado, el efecto de relaciones de fuerzas actuales, es decir, de potencias en acto. Un efecto de nuestras prácticas cotidianas y la capacidad singular y colectiva de construir o no nuevas maneras de estar juntas/juntos. En este sentido el bienestar es siempre una pregunta: ¿qué somos capaces de hacer aquí y ahora en orden a la emancipación ética y política, a la conquista de nuevas igualdades y a la protección de las ya conquistadas, hoy gravemente amenazadas?
Creo que el bienestar tiene que ver con el buen vivir en la interdependencia que somos y, con la capacidad colectiva de instaurar nuevas igualdades. Para ello se nos hace urgente una re-sensibilización afectiva, una ofensiva contra la pedagogía de la crueldad neoliberal y su naturalización impotente. Me decidí entonces por intentar realizar un listado (claro que incompleto) de algunos desafíos que tenemos en Uruguay. Esos que no se ven fácilmente en los indicadores, pero que las profesionales del trabajo social conocemos bien: personas que se ahogan en las abstracciones de los promedios y las medianas.
Según leí, Lucrecio en el libro II Sobre la naturaleza de las cosas escribió XXII siglos atrás: “Es dulce cuando sobre el vasto mar los vientos revuelven las olas, contemplar desde la tierra el penoso trabajo de otro; no porque ver a uno sufrir nos dé placer y contento, sino porque es dulce considerar de qué males te eximes”.
Me gustaría utilizar esta imagen como metáfora de un tipo de ciencias sociales que muchas veces terminamos produciendo -aún sin desearlo- un trabajo intelectual desde la orilla, en “tierra firme” que analiza la lejana vida social y política como un “barco en la tormenta”. Un investigador -espectador que contempla y describe el naufragio de los muchos.
Pero sé también, que somos muchas/os que intentamos un tipo de producción de conocimiento en la nave; es decir un demos universitario que concibe su existencia junto a los demás para afrontar en colectivo las tormentas y pensar las pasiones humanas –y sus configuraciones políticas–. Una praxis intelectual que conjuga su tarea en medio de la fragilidad –la tarea de reparar la nave común (la sociedad, la facultad, la democracia) durante la marcha, en la vida humana “que realmente existe”– en el vendaval de la historia, en la singularidad situada de lo que produce el tiempo. Unas ciencias sociales en el barco, no en la orilla.
Comienzo entonces con este humilde listado ilustrado de algunas deudas del bienestar:
1. En estos momentos, hay mujeres en distintos barrios que colocan los colchones de sus hijas e hijos debajo de las ventanas para evitar que las balas alcancen a sus crías. Esas mujeres, van a trabajar en casas de buenas familias, aterrorizadas por la vida de las suyas. Como muchas veces pasa, el ómnibus 405 hay días que no entra, y entonces, al amanecer, deben salir caminando del barrio hasta General Flores. Una entrevista a Elba Nuñez del colectivo «La vida vale» me hizo pensar en cómo hay formas y formas de duelar. Podemos seguir llorando la impotencia de la repetición pero, al unísono seguimos buscando, desesperadamente la alquimia de la transmutación.
2. El 5 de agosto de 2022 mataron a Micaela y Gabriel en un esquina del Marconi. Una iba al almacén, el otro a trabajar. Los mataron de un tiro en el pecho a cada uno. Esa noche, según contó luego la mamá de Micaela, luego de llorar y llorar junto a la familia toda, se preguntaron: ¿qué hacemos? La madre de Micaela, Patricia, dijo: Vamos a transformar todo este dolor en lucha. Así nació un movimiento que recuerda que la vida vale, que todas las vidas valen.
3. Al ingresar la pasta base al Uruguay en la crisis del 2002, los gurises empezaron a sustituir el pegamento (cemento de contacto) por pasta. Se recrudeció la violencia letal. Para algunos, en algunos barrios, fue empezar a convivir con balaceras, y poco a poco, las infancias aprendieron a identificar las pistolas 9mm y hoy, hacen cuerpo a tierra en los CAIFs del barrio. En 1999 me tocó conocer un refugio nocturno para niños, la mayoría eran menores de 12 años y vivían en calle. A veces olvidamos la crudeza de esos años. Tendemos a idealizar el pasado ¿Qué será de esas infancias, hoy adultas, de todos esos gurises y sus historias de tempranos desamores y pobreza extrema? La democracia ha sido a medias y es incompleta. Tenemos un estado de excepción permanente para una parte de la población. Los actuales radicalmente otros, peligrosos de la ciudad y la ciudadanía. Pero por más que intentemos mantener la pobreza encerrada en cárceles, manicomios, hogares o barrios rojos, es imposible que no desborde e interpele.
4. Uruguay posee el récord de prisionización en América Latina y el 10mo a nivel mundial. También tuvimos el mayor nivel de presos políticos de las dictaduras de América Latina. Parece que insistimos en capturar y encerrar en el infierno, al día de hoy, a casi 15 mil personas. Hace pocos días murieron 6 personas privadas de libertad en el Comcar, bajo custodia del estado. Además de corta, esta visión es extremadamente cara. ¿Qué podemos esperar de once personas conviviendo en una celda diseñada para tres, sin agua potable, sin vidrios en las ventanas, sin water, sin acceso a comida y trancados todo el día, pudiendo apenas salir una hora al patio?. Un hombre preso de 67 años quiere aprender a leer y escribir. Como no puede hacer la carta de puño y letra otro recluso se la ha hecho todas las veces. Aunque realizó la solicitud varias veces en la cárcel nunca salió sorteado. Saldrá en libertad siendo analfabeto. Solamente en 2023 salieron de prisión 6000 personas. Apenas existen 60 cupos en la posada transitoria para liberados. El resto se rescata donde y cómo puede.
5. Las cifras de personas con experiencias de situación de calle crece año a año. También las políticas de criminalización de la pobreza y de limpieza urbana. El espacio público, ese espacio democrático de encuentro, ya no es un lugar para todos.
Estoy cansado, me duele la espalda, tengo frío en los pies. Se endurece la lengua del frio. La hipotermia primero empieza en la lengua. ¿Quién paga la muerte? ¿El Estado paga las muertes? Necesitamos agarrar el timón del barco, para cambiar la muerte por vida. La semana pasada fue triste, hubieron muertes de personas durmiendo en la calle por hipotermia, pero no es el clima, es la intemperie sí. Pero la intemperie social. (Nitep, 2023)
Este año inauguramos un curso sobre situación de calle en la Facultad de Ciencias Sociales. En una de las clases, alguien preguntó: ¿cuántos años se necesitan para sanar las cicatrices que deja la calle, el INAU, o la cárcel? Nos quedamos pensando. En el curso han participado expertos y personas que atravesaron la situación de calle nucleadas en el colectivo «Ni todo está perdido». Según cifras oficiales, el año pasado, 11.256 personas distintas pasaron por los refugios y dispositivos de atención de calle del MIDES. Hay personas pernoctando en refugios transitorios desde hace años.
6. Según la Coordinadora Nacional de Asentamientos, en 2022 existían más de 200.000 personas en 650 asentamientos. Miles de familias viviendo en condiciones extremas, inadecuadas, inseguras, hacinadas, sin acceso a servicios básicos, con tenencia insegura, con contaminación de todo tipo y problemas de salud evitables. Asentamientos informales, ocupaciones ilegales, estructuras de vivienda no convencionales, zonas segregadas. Las mismas de donde viene la mayoría de las niñas y niños baleadas y sus madres. Los barrios de donde vienen muchas de nuestras alumnas, muchas de las que limpian acá en Facultad y en nuestras casas.
7. Hace unos meses, una niña de apenas 16 años murió en el parto de su cría. Una niña encomendada al Estado para ser protegida de la violencia y la explotación sexual. Una niña que debió de morir hastiada por la difusión del daño que parece inagotable cuando nacés en la miseria. La misma miseria y asco de las infancias abusadas por senadores, jueces, hombres de bien, quizá incluso algunos de ellos dictan clases y van a misa los domingos. “El sistema expropia nuestros cuerpos, los enajena y reproduce en el consumo, pero es en los bordes de nuestro mundo, donde esta expropiación se radicaliza y se hace mortal”. La expulsión de la vida que merece ser vivida es efecto de un sistema que produce miseria y explotadores depredadores. Extractivistas de cuerpos y territorios desavalorizados. Formas diferentes de una misma racionalidad. El presidente del INAU muestra la naturalización con que desde el poder se miden algunas vidas, cuerpos y vidas que no importan, que ni siquiera merecen un expediente en el Estado. Ellos saben que se trata de violación. Le llaman «salidas no acordadas», trastornos de conducta, inestabilidad afectiva, patología dual u otros nombres pero saben que estas palabras no logran ocultar la ejecución programada de una población sobrante para este mundo mercantil. Cuerpos intercambiables que valen menos que la bala que los mata. En lo que va del 2024 hubieron 21 homicidios a mujeres, 21.459 denuncias de violencia doméstica, 1.606 de delitos sexuales y 13 feminicidios. «Dónde están nuestras gurisas» investiga y acompaña causas de adolescentes y adultas desaparecidas hoy, en Uruguay, en democracia. Un fenómeno más que regional que se está tratando de colocar en la agenda pública y cuesta porque tiene relación con la extrema desigualdad, con el narcotráfico, la corrupción pública, el abuso sexual y la trata.
8. La avanzada neoliberal precariza las vidas, sobre todo la de las mujeres e infancias pobres. El colapso parece ser simultáneamente psíquico, social y ambiental. Padecimos meses sin agua potable en un país que posee increíbles reservas que se formaron hace 4.600 millones de años. Quienes pudimos pagar, tuvimos que comprar agua embotellada durante meses en el país que hace poco cumplió 20 años de haber consagrado el derecho al agua en la constitución. Cambio climático, inundaciones, agrotóxicos y microplásticos en nuestros cuerpos. Padecemos un modelo de desarrollo que profundiza el extractivismo y su correlativo colonialismo material e intelectual.
9. Pero también pienso en las cientos de experiencias y prácticas, aquí y ahora, que intentan construir condiciones materiales y afectivas de existencia estirando los límites de lo posible y lo pasible de ser pensado y realizado porque hacer es pensamiento en acto, decía Reclus. Muchas de estas organizaciones son acompañadas, en el marco de proyectos integrales por docentes y estudiantes que realizan sus prácticas pre-profesionales mientras se intenta la ampliación y efectivización de múltiples derechos. Acompañando uno de estos procesos leí el cartel de una mujer que vive hace 18 años en refugios, su cartel decía: «Proclamamos nuestra existencia legítima en un mundo».
Somos muchas/os quienes llevamos adelante proyectos con más de 120 instituciones y organizaciones colectivas. Muchas en todas partes y en muchos temas distintos. Sabemos en nuestra experiencia vital que es el apoyo mutuo a escala humana lo que nos hizo subsistir como especie desde hace miles de años. Quizá si pudiéramos ver más allá del tiempo cronológico, desplazarnos un milímetro y pensar sin más que finalmente la causa común que nos convoca cómo especie es vivir vidas que merezcan ser vividas transformando la precarización y el malestar en potencia de transformación social.
10. Cada quien en su pedacito de mundo, puede decidir transformar o no el dolor en lucha, en creación, en arte, en ternura, en redes de redes y tramas de vida. El mundo humano siempre ha sido esquivo a conformarse con lo existente. Somos mucho menos impotentes de lo que creemos, pero hay que hacer un trabajo y responder por el pedacito de mundo, de democracia, de facultad, de saber, de afectos, plantas, mascotas y crías que estamos produciendo y legando. Por lo pronto, somos capaces de ensanchar el mundo y en el mismo proceso a nosotras/os mismos, porque no hay transformación macro si no hay producción de una humanidad otra. La disputa hoy, es antropológica.
La vida no se adapta, crea, decía Nietzsche. Y entre adaptarnos o crear, elegimos crear y creer.
Crear espacios de destitución de la desigualdad creciente, de desnaturalización de los nuevos “enemigos internos”, de sentidos y desarrollos que no impliquen ampliar las dependencias ni mercantilizar lo común, que piensen medidas alternativas a la privación de libertad, a los dispositivos crueles de atención a la extrema pobreza, que paren y reviertan la avanzada neoliberal que precariza las vidas de infancias y mujeres, de adolescentes y cuerpos feminizados en nuestros territorios.
No habrá salida a la intemperie social, afectiva, vital, sino logramos construir interdependencias confiables. Interdependencias hospitalarias de la diversidad y la vida, autonomías comunitarias donde podamos dar y recibir lo que somos y tenemos como dones. La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad pública tiene mucho para aportar, pero para ello, debemos subirnos al barco y abandonar, aunque sea de a ratos, tierra firme.