Ya no nos callamos más
Comienza el fin del juicio que marcará una era, la del «ya no nos callamos más». Esta semana se dará a conocer la sentencia en la megacausa que investiga al ex músico Cristian Aldana por los delitos de abuso sexual y corrupción de siete menores. Tras un año de audiencias y la declaración de 100 testigos este 2 de julio es el turno del alegato del fiscal.
Comienza el fin del juicio que marcará una era de acompañamientos y convicciones políticas. De una época en que las pibas se organizaron para desarmar la mierda de esta humanidad y comenzar a reconstruirnos, a repararnos en mundos mejores. En la que empezamos a estallar en mil pedazos la figura del ídolo y denunciar los abusos de poder tras la impunidad de un silencio que no es nuestro idioma, porque fue funcional al machismo. De una era en que les protagonistas del estallido “ni una menos” nos enseñaron a hablar de las violencias y de los violentos. Porque “ya no nos callamos más”.
Cristian Aldana –líder de la banda El Otro Yo– está acusado judicialmente de haber violentado sexualmente a siete mujeres cuando eran menores de edad, entre 1999 y 2010. El proceso, que lleva más de un año y por el que pasaron más de cien testigos -entre ellos cuatro mujeres que sin presentar cargos relataron las mismas agresiones que las denunciantes-, está por llegar a su fin después de reiteradas dilaciones por parte del ex músico y de sus abogados defensores. En las últimas audiencias, realizadas el jueves y viernes pasado en los Tribunales de la ciudad de Buenos Aires, las querellas pidieron 40 y 20 años de prisión y comenzó el alegato del fiscal Guillermo Pérez La Fuente, que no llegó a pedir pena después de varias horas de una exposición que continuará mañana, martes 2 de julio.
El fiscal, asesorado por la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM), mencionó al patriarcado como sostenedor del silencio en su alegato y mencionó el constante cuestionamiento a las víctimas en historias de abusos y/ o violencia sexual. Habló sobre la inexistencia del consentimiento cuando las relaciones son entre un adulto y una o un menor de edad y que si una niñez fue abusada y/ o golpeada durante su desarrollo, lo más probable es que se encuentre en una “situación de entrampe”, remarcando que la persona adulta es responsable de la situación, siempre.
El proceso judicial comenzó en mayo del año pasado y de acuerdo al requerimiento de elevación a juicio realizado por la titular de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N° 38, Betina Vota, el imputado aprovechó la inmadurez sexual de las víctimas y la adoración que tenían por él para cometer los abusos. Los delitos que se le imputan al ex músico -quien se encuentra detenido desde el 21 de diciembre de 2016 en el marco de la investigación que se inició por una denuncia formulada por la UFEM, a cargo de Mariela Labozzeta- son: “abuso sexual con acceso carnal gravemente ultrajante en concurso ideal con corrupción de menores reiterado en siete oportunidades”.
Durante las audiencias declararon, además de las siete denunciantes de las agresiones de Aldana; las psicólogas y las médicas del Cuerpo Médico Forense y algunas jóvenes que, si bien no instaron la acción penal, le relataron a los jueces, integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional Nº 25, Gustavo Goerner, Ana Dieta de Herrero y Rodolfo Bustos Lambert situaciones similares. Aldana está detenido por la cantidad y complejidad de los hechos que están siendo juzgados en el marco del debate. La primera megacausa contra un macho abusador y violento.
Ni relación de pareja ni orgías, abuso de poder
El pasado 27 de junio la abogada de Ariell Carolina Luján, Gabriela Conder, realizó su alegato y pidió 20 años de pena para el ex músico. Conder es la letrada penalista que liberó a Yanina González -acusada de mala madre tras un femicidio vinculado- y que tiene por delante el juicio por la absolución de Eva Analís de Jesús, Higui, -perseguida tras defenderse de un ataque lesbo- odiante-.
“Luján y Aldana no eran pareja, era una relación de poder”, afirmó Conder, evidenciando la trama detrás de los abusos sistemáticos. “Aldana habla de la libertad de los cuerpos”, agregó citando las palabras del acusado, “no habla de los cuerpos de las niñas, solo de su cuerpo, porque las niñas estaban en completa situación de sumisión ante su ídolo”. “Dijo que la relación con Luján era una relación de amor, y no, no era una relación de amor, era una persona de más de 30 años con una nena de 14 años” e interpeló, “tenemos que dejar de hablar de orgías, nada de lo que se expresó acá responde a lo que significa una orgía, eran violaciones, si llamamos de esa forma a estos abusos a niñas estamos en un grave error”.
Conder alegó que en el caso de Ariell, al ser tantos los años de violencia ejercida sobre su cuerpo y subjetividad, y por una multiplicidad de hechos que incluyen su edad, situación de vulnerabilidad y considerando que “están totalmente probadas las violaciones, los abusos sexuales y las violencias por los daños en su salud”, se pide la pena máxima de 20 años sin ningún atenuante ya que entiende que “Aldana era consciente de lo que hacía y sabía las consecuencias que podía haber”.
“El escrache es la palabra y la acción, por eso es tan poderoso”
Ser contemporánea de Ariell Carolina Luján es un desafío sin precedentes para las que relatamos, contextualizamos y seguimos las historias de liberación que nos propone una época de revolución feminista en lo personal y lo político. Pasa con ella lo que con todas las pibas que se animaron a romper el silencio y denunciar los actos delictivos de sus agresores. Se siente admiración y acompañamiento. Se vislumbra un nuevo mundo donde los machos violentos que se valieron del abuso de poder y la impunidad que les provee estar al lado de los privilegiados, ya no nos violentan más.
Debatiendo con quienes estudian el movimiento que protagoniza, Ariell realizó un alegato necesario, no para quienes integran el poder judicial sino para los (trans)feminismos. Lo hizo en el Centro Cultural de la Cooperación, durante la jornada “Transfeminismos antipunitivistas” que se realizó la semana pasada. “Soy ex víctima y estoy judicializada y judicializando a un violador y pedófilo”, afirmó. La activista y referente política, se mostró preocupada por generar una empatía que sobrepase la falsa sororidad o el eslogan del “yo te creo hermana”, y atenta a los debates coyunturales, pero consciente de protagonizar un momento histórico, se preguntó desde qué punto estamos partiendo para historizarnos y teorizar sobre los escraches y la revolución del “ya no nos callamos más”.
La activista llamó a “romper el binomio víctima- victimario”, sobre todo desde el lenguaje que genera sentido y cristaliza -o bien invisibiliza- identidades. “Tenemos la certeza de que la absoluta erradicación del abuso es posible”, dijo ante un auditorio lleno, “y en esta posibilidad lo primordial ha sido renombrarnos, nombrar al mundo que nos rodea y ya no callarnos más”. Ariell volvió a defender el escrache como herramienta política, sobre todo ante la revictimización que ejerce el poder judicial sobre quienes denuncian para liberar a otras: “quiero desmitifcar al escrache como algo no virtuoso, como un hecho que surge del caos y la desorganización ante el machismo operante”, “el escrache se vuelve una herramienta de autodefensa creativa”, “es organización para la erradicación de los dispositivos que hacen al abuso”. Y afirmó categórica, “punitivista es la violación, los binarismos, la heterosexualidad obligatoria, el silencio”. Y agregó: “no (escrachamos) mujeres, identidades disidentes, menores de edad. El escrache es al macho y al mundo macho” y justificó la teoría y praxis de por qué el escrache no es castigo previo: “no somos dueñas de las riendas de opresión, somos oprimidas”. “El escrache genera prevención, alerta, grupalidad separatista necesaria para repensarnos por fuera de la masculinidad hegemónica. Genera sostén emocional, feminismo”.
Ariell no es sobreviviente ni heroína y habla siempre en colectivo. Porque se siente acompañada en el proceso judicial que lleva más de un año y en el proceso personal que lleva más de quince. “Nuestro objetivo es la erradicación total de la cultura de la violación”, afirmó en la lectura de las palabras que relatan el mundo que quiere, el que queremos. “Escrache al macho es autodefensa y denuncia a la cultura de la violación y la pedofilia”, dijo, “es una herramienta que nos lleva a tomar las calles para denunciar a los antiderechos”, “el escrache es la palabra y la acción, por eso es tan poderoso” y emocionó: “Nuestros mundos son tan legítimos como esta realidad de mierda”, “sabemos que la historia la hacemos nosotres y en ese ejercicio de libertad nos encontramos, porque el silencio ya no es una opción”.
*Publicado en marcha.org.ar