Argentina: La guerra civil
Una de las modalidades de la cultura represora, quizá la más naturalizada y banalizada, sea el uso de las palabras para anestesiar y apelmazar ideas y sentimientos.
El buen decir, la elegancia en el discurso, el uso permanente de palabras buenas, las artimañas del embaucador entendidas como picardías o avivadas, forman parte del folklore nacional, popular y no tan popular. La lista es realmente indefinida, aunque entiendo que no infinita. Ejemplos al paso: “Murió en un enfrentamiento”, cuando en realidad fue asesinado a sangre fría y perversa. O lo asesinaron en un calabozo o comisaría, y se informa de un “suicidio”. Decimos represión, incluso represión institucional, incluso represión estatal, cuando en realidad es un plan de exterminio sistemático. Decimos democracia, cuando apenas mantenemos algunos rituales constitucionales, como el voto bi anual de legisladores y el cuatri anual de presidente. Que por suerte no coinciden con el Mundial de Fútbol.
Hablamos de terratenientes, estancieros, banqueros, comisionistas, a los descendientes de los exterminadores, ladrones, asesinos, de poblaciones enteras. Campañas del Desierto, y no solamente la del General Roca, a los que fueron salvajes matanzas de niñas, niños, adultos, ancianos. Servicio Militar Obligatorio a una escuela de entrenamiento cruel y brutal, para que “se hagan hombres”, aunque se hagan hombre de la peor calaña. Catequesis a un ensuciado de cerebro donde se adoctrina a no pensar, a no preguntar, a no cuestionar y a darle al absurdo y al delirio el estatuto de verdad fundante. O Ministro de Salud a un delegado de la industria farmacéutica. País emergente a una colonia saqueada. Himno Nacional Argentino a la versión castrada que el enemigo derrotado en la primera independencia podía tolerar.
No sé si los libres del mundo responden, pero seguro que se burlan de ese fracaso patriótico. Y en esa modalidad de anestesiar, encubrir, disfrazar, la cultura represora encuentra una cueva confortable, muy confortable, donde esconderse. Trincheras 5 estrella, paraísos fiscales, privilegios de la nobleza y la aristocracia. Hablamos de cómo financiamos la política, sin aclarar que en realidad la política ha degradado a prácticas financieras. O sea: negocios de alto standing en trincheras oficiales. Piedra libre para Laura Alonso que se esconde en la Oficina PRO Corrupción.
Si los truchos solo fueran los aportantes, al menos sería material para un sainete o grotesco, o algún monólogo de Pepe Arias o Tato Bores. Lo trucho, es decir, lo falso, los gatos por liebre, es política de Estado. No digo solamente de Gobierno. El Estado, a veces se nota más, a veces se nota menos, tiene como premisa que lo trucho sea considerado como de oro puro.
Sin ir más cerca: el Estado debe sostener que los intereses de los capitalistas y de los obreros, empleados, trabajadores varios, son diferentes pero no son incompatibles. O sea: puede haber pequeños, medianos y grandes acuerdos nacionales donde lo laboral y el capital se den la mano. O los pies. O ambos. Pero que todos estamos en ese inmenso barco que se llama Argentitanic.
Pues bien: los mitos burgueses son el paradigma de lo trucho. Es trucho pensar un capitalismo serio con derechos humanos. Porque el capitalismo, cuanto más serio peor, tiene como fundamento arrasar con los derechos humanos. O sea: el robo sistemático que el mayor analizador del capitalismo denominó plusvalía.
Lo interesante es que todos y todas y todes lo sabemos. Pero como lo trucho también nos habita, seguimos funcionando con las pautas y cánones que el modo occidental y cristiano nos impone. Los vándalos que se hacen llamar PROVIDA, son un ejemplo actual. No aclarar de qué vida están hablando, aunque entiendo que defienden formas muy primitivas de vida, incluso apenas embrionarias. Pluricelulares. Las vidas plenas, autónomas, alegres, inteligentes, nutridas, espontáneas, de esas vidas nada les importa. Los que en la actualidad sostienen la vida son los comedores populares, todas las redes y entramados solidarios, los medios gráficos y radiales alternativos a la mega industria de la comunicación y de las fusiones monopólicas.
El Fondo Monetario es un Frente Exterminador. Atila era un querubín travieso al lado de estos asesinos de guante blanco y manos ensangrentadas. Siguen abriendo las venas de la América latina. Y si ese Frente Exterminador no alcanza, ya está instalada la soldadesca norteamericana, porque ni para masacrar los argentinos son confiables. Ahora mal: creo que incluso la doctrina de la anestesia semántica invade a quienes la denunciamos. En este caso, a mí.
En la cooperativa ATICO, pasamos un documental sobre una matanza comparable con las peores matanzas realizadas. “Así ocurrió hace no muchos años. Porque pedían a los que los explotaban mejor trato y más pan, se masacró a hombres, mujeres y niños por igual. Varias orejas de esos mártires fueron exhibidas en la Cámara de Diputados de la Nación. Policías cobardes e inconscientes, con armas largas, impune y criminalmente balearon las tolderías y despanzurraron a las madres embarazadas y degollaron a los niños. Todavía se pasean por nuestra ciudad algunos de esos asesinos de indios hambrientos e indefensos”. Esto se publicó el 6 de enero de 1937 en el diario El Territorio de Resistencia, Chaco. Se refería a una matanza de aborígenes que había sucedido 13 años antes, en la mañana del sábado 19 de julio de 1924, en cercanías de una población denominada Fortín Napalpí. El episodio, la peor matanza de indios perpetrada en Argentina durante el siglo pasado, se conoce hoy como “La masacre de Napalpí”.
El 18 de Julio de 1936, el ejército español con varios líderes entre ellos el que sería el Generalísimo (sic) se subleva contra la II República. El 1 de abril de 1939 la República es derrotada. No por errores propios, que los hubo, sino por el pacto nazi fascista y la indiferencia de las democracias que no veían mal un sosegate al comunismo. Dolores Urruti, la Pasionaria, Fanny Edelman, nuestra Pasionaria, fueron mujeres que lucharon, pusieron alma y cuerpo, y lo dejaron, para enfrentar a los falangistas, nacionalistas, fascistas. La España de Franco, el Generalísimo, duró 40 años y sigue. La Guerra Civil también es permanente, aunque esa permanencia tome diferentes formas.
Creo que en nuestra costumbre de anestesiar los significados, llamamos golpe de estado, dictablanda, terrorismo de Estado, dictadura militar, civil, clerical, empresarial. Gobierno de los CEOS. Ajuste. Tarifazo. Trabajadores despedidos. Tarifazos. Legalización del aborto. Lucha por la legitimidad de las disidencias sexuales. Más tarifazos. Represión a los pueblos originarios. Desaparecidos en democracia. El crimen del hambre. Del frío. Del calor. De la desesperación. El llanto de un hombre y el llanto de una mujer. Llanto de tristeza, de impotencia, de desesperación. Sin vergüenza de haber sido pero con el dolor de ya no ser. Marchas contra las diferentes formas de asesinar, denominadas en forma anestésica como reforma laboral o previsional.
En la Guerra Civil Española el fundante represor de la cultura pasó a la superficie. Los lobos dejaron su piel de cordero y se mostraron como profesionales de las masacres, del odio, de la tortura, del exterminio. Pienso que hay una Guerra Civil Argentina que no puedo decir cuándo comenzó, pero lo que es peor tampoco puedo decir cuándo terminará. Y si tendremos nuestro propio Generalísimo. En los combativos 70, el deseo de una Patria Socialista, sostenidas por las luchas contra diferentes variantes del fascismo, fue derrotada por la Patria Peronista y luego por el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, que perfeccionó y sistematizó la masacre. Subiendo la apuesta de la Revolución (sic) Argentina que encabezara Juan Carlos Onganía.
Hoy los pañuelos celestes son el santo y seña de los grupos y organizaciones PRO Muerte de mujeres embarazadas sin deseo. Hubo muchos otros y los seguirá habiendo. Nosotros usamos pañuelos verdes, porque verde es la tierra que germina. Sin anestesia digamos que somos combatientes en una prolongada guerra civil, con algunas treguas llamadas democracias constitucionales. Pero apenas son una tregua, cada vez más cortas. La actual apenas duró 6 meses. Si los proletarios del mundo nunca se unieron, al menos que los combatientes contra la cultura represora, que son mis verdaderos amigos, nunca más se separen.