Terrícolas contra humanos / ¿Por qué no podemos parar?
Compartimos algunas reflexiones del pensador español Amador Fernández-Savater a partir de la lectura de ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines, en el que Déborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro nos invitan a comprender la grave crisis ambiental y civilizatoria a la que nos ha conducido la Modernidad occidental y a plantearnos otros horizontes para el vínculo entre la naturaleza y la cultura, entre lo humano y lo no humano, proponiéndonos aprender de los mundos por venir de los pueblos amerindios y su cosmopolítica, de la subsistencia del futuro que allí se cifra.
APUNTES #1. TERRÍCOLAS CONTRA HUMANOS
¿Cómo nos estamos contando el fin del mundo? ¿Otro fin de mundo es posible? ¿Qué imaginarios, qué mitologías podrían ser emancipadoras hoy?
Es el tema del libro de Déborah Danowski y Eduardo Vivieros de Castro, ¿Hay mundo por venir? en el que se repasan imaginarios del fin en la literatura y el cine, el documental y el ensayo.
Imaginarios de gente-sin-mundo, como Matrix, Mad Max, La carretera, etc. Imaginarios de mundo-sin-gente, como el documental La Tierra permanece. Imaginarios donde la catástrofe es un acontecimiento, como la película Melancolía de Lars von Trier. Imaginarios donde es un proceso, lento e imperceptible, como El caballo de Turín.
Este último es políticamente el más interesante para los autores: ahí donde la catástrofe está detrás de nosotros y tiene una historia, donde “la ausencia de futuro ya empezó” (G. Anders).
De los capítulos que más me han interesado es ese en el que, de la mano de Stengers y Latour, se plantea la batalla final entre los terrícolas y los humanos. Los terrícolas son todos los pueblos y colectivos (humanos y no humanos) pegados a la tierra. Los humanos por el contrario se plantean como una especie excepcional, un corte milagroso en el trayectoria monótona de la materia, destinada a su conquista y apropiación extractiva.
Los terrícolas son el pueblo que falta, el pueblo por venir. Se trata de aprender a prestar atención a la intrusión de Gaia de que habla Stengers (el coronavirus es un ejemplo perfecto de ella). Dejar de pensar en términos clásicos de universalidad: un solo mundo, un solo Estado, un Parlamento global, etc. Hacerse otra imagen del mundo, como “multiverso atravesado por múltiples ontologías no-humanas”. Abrir espacio a los otros: ejercitarse en las artes de la diplomacia entre formas de vida heterogéneas.
Los humanos tienen sus tecnologías, sus medios de comunicación, sus psicofármacos, sus prótesis. ¿Y la resistencia terrícola? Necesita encontrar sus propias armas y darse su propio imaginario que no es el del combate final, el Armaggedon cosmopolítico, sino más bien el de la guerra popular prolongada pero ya no sólo entre humanos, sino “junto a la infinidad de agencias, inteligibles y otras, diseminadas por el cosmos”.
APUNTES #2. ¿POR QUÉ NO PODEMOS PARAR? LA RESPUESTA MARXISTA
Dice la médica Sophie Mainguy: “Hay otro organismo vivo en pleno flujo migratorio y debemos detenernos para que nuestras corrientes respectivas no choquen demasiado”.
Podríamos entonces detenernos, hacer de esa detención un gigantesco ritual social, de descanso, de sanación, de fiesta o de meditación. Pero no, no podemos detenernos. ¿Por qué?
¿Acaso hay falta de riqueza, de valores de uso? Bueno, en ese caso podrían seguir funcionando solo los servicios esenciales (y ver cómo se reparte ese trabajo). No, el pánico es palpable, hay que retomar la producción lo antes posible. Y eso en el mejor de los casos, porque allí donde el cálculo economía-vida está completamente del lado de la primera ni siquiera se ha parado nada.
En varios de sus libros, el maestro Carlos Fernández Liria nos explica la respuesta marxista a este misterio: no hay ninguna falta de riqueza porque esta sociedad no produce principalmente riqueza, sino beneficio capitalista o plusvalor cuyo vehículo son esas cosas que circulan en el mercado. Un tomate no es un tomate, primero es beneficio privado transformado en dinero.
Parar, para descansar o porque el flujo migratorio de un virus nos invita a ello, sería una catástrofe mayúscula: ese beneficio no podría transformarse en dinero bajo la forma de mercancías. Nuestra economía se vendría abajo y nosotros con ella.
Que nuestra sociedad no produce riqueza, sino beneficio lo prueban hechos como que:
-la sobreproducción no sea ocasión para una gran fiesta social de derroche, sino un desastre que se solventa destruyendo los stocks almacenados o tirando kilos de tomates al mar.
-ningún invento técnico desde hace dos siglos ha supuesto un segundo más de tiempo libre, sino siempre una intensificación de la producción.
-una guerra es una ocasión ideal para convertir ciertas cosas (armas) en dinero: un mercado.
-el desempleo es la solución a la que recurren las empresas para no arruinarse del todo.
Etc.
Los problemas para nosotros (terrícolas) son soluciones para la economía (una guerra, el desempleo, la obsolescencia programada, etc.). La lógica del capital es rigurosamente extra-terrestre.
Es malísimo que haya riqueza para todos o de sobra, porque entonces no hay mercados para que los productos se conviertan en dinero y las empresas sucumben a la competencia.
Hay que producir. Producir para qué. Producir para producir (beneficio). La lógica de cuidado de la vida expuesta por la médica choca con la lógica extra-terrestre del beneficio.
Solo una sociedad no regulada por las leyes del capital podría parar (porque ya se ha producido bastante), repartir la riqueza, hacer un uso social de un invento técnico, rechazar las guerras, hacer bien las cosas, convertir el desempleo en descanso o ritualizar el viaje de un virus como un momento de detención radical.