Uruguay

Señores, tienen el agua en la puerta

5 marzo, 2022

Señores, tienen el agua en la puerta

Instantáneas en la puerta del PIT-CNT el día que se ratificó el paro mixto del 8m,  25/2/22


Una reunión a puertas cerradas. Autos que paran y camionetas con chofer, descienden hombres que se deslizan a través de la puerta opaca.

Llegan los canales de televisión y las radios, provoca que algunos hombres salgan momentáneamente a la vereda. Hacen una pequeña fila para hablar, cuchichean entre ellos y se reparten las notas con la  prensa.

Desde la calle no vemos hacia dentro, solamente cuando alguien empuja la puerta aparece un hombre que pide cédula para permitir el ingreso exclusivo a delegados, ejecuta con violencia y soberbia la idea rancia que acota la vida política a la práctica de representación.

A la vuelta de la manzana del edificio de reuniones, se van juntando mujeres. Vienen caminando en grupitos de dos o tres. Algunas traen puestas camisetas de sus sindicatos, otras vienen respetando la sugerencia previa que pedía cualquier color de ropa que no fuera rosado. Hay bienvenida y aplausos para recibir a las que van llegando. Hay risas, fantasean imaginando situaciones disparatadas e insólitas, logran pensar y divertirse. Se habla sobre ir hasta el edificio, algunas creen que hay que entrar, otras que no, se ponen en palabras los sentidos que tiene para cada una haber llegado hasta ahí. Se despliegan los vínculos de confianza, el reflejarse en la otra y haber habitado el mismo malestar que provoca la negación, el ninguneo de las instituciones sindicales sobre nosotres.

En el transcurrir de este febrero han destinado muchas horas al encuentro y a la charla sostenida sobre las infinitas formas que se ensayan para capturarlas. Saben que pueden querer cosas distintas pero que están hilvanadas en una trama de rebelión que puede sostenerlas para conjurar el lugar de víctimas. La complicidad saluda cada idea loca que alguna lanza y todas sirven para ahuyentar durante este rato que se saben juntas, la vivencia de precariedad que suelen  respirar dentro de sus trabajos.

Cuando se ponen en marcha se asoman bengalas violetas de un bolso. Todas se ríen al imaginar el humo cubriendo la sala de la reunión viciada de pactos patriarcales. A todas les queda claro que están intentando neutralizarles el movimiento, colonizarles las ganas, inhibirles la posibilidad  de vivenciar que si paramos nosotres se para el mundo.

Se rescatan unos cartones y se pintan consignas con furias y preguntas. Tienen las letras chuecas de quien escribe apurada sobre las baldosas de la vereda.

Las mujeres ya están frente a la puerta opaca. Se arriman ruidosas y se juntan con otras que se creían solas y esperaban noticias de una compañera que adentro defendía el paro solo de mujeres. Cantan y reclaman que las vengan a ver, insisten en su autonomía y denuncian las opresiones a las que las somete el patriarcado. Ensayan nuevas consignas, convierten la espera en una vigilia festiva que desnuda y exorciza la agresión constante que se vive en la mayoría de los espacios sindicales sobre las mujeres y disidencias. Se sacan fotos sosteniendo los cartones con sus deseos, se trenzan los brazos para poder entrar todas en el cuadro y hay carcajadas cuando se habla de la posteridad. La prensa las registra así, apretadas y con algunos puños en alto.

Durante horas,  dos espacios lindantes fueron  poblados por distintas y distantes formas de hacer y entender la política. La intemperie, la austeridad de los carteles, la entrega del tiempo personal, la alegría de la calle, contrastaron con el derroche obsceno de choferes y camionetas, fueros sindicales, sistemas de seguridad, acuerdos y cálculos de tono belicista para vencer. La escena en su conjunto funciona como alegoría para mostrar la política de la previsibilidad y el aburrimiento de los que detentan el poder cuando son interrumpidos en su bostezo por la política del deseo.

Cuando después de algunas horas se ratifica el paro mixto para el  8m,  queda  al descubierto el tiempo detenido y parásito en el que viven los burócratas. Miopes al crecimiento de los feminismos, sordos frente al rugido, incrédulos cuando contemplan fuera de su control la  toma del espacio público, necios para comprender que lo impugnado es todo el orden político y social donde han radicado sus jerarquías. Su arraigo a los privilegios les impide ver que tienen el agua en la puerta.