Si puedo bailar quiero tu revolución. Producción de sentidos de la empresa social (II)
Hay un rinconcito en lo alto del Parque de San Giovanni que es un circuito casi mágico donde se recrea a diario la desinstitucionalización Triestina, cargada de una enorme belleza. Bailar ahí es estar en los 80, estar viviendo un poquito de esa historia que te cuentan en que las fiestas fueron fundamentales para la transformación cultural. Me recuerda a la conocida frase de Emma Goldman “si no puedo bailar no quiero tu revolución» y pienso que esta gente sabe que el baile es posibilidad de encuentro y goce, esos ingredientes tan necesarios para cualquier lucha.
Estoy en la ciudad más bella que he conocido, quizá por mi enamoramiento aún intacto. A pesar de que mi cuerpo se cansa y transpira más que de costumbre, un poco se queja y otro poco disfruta del nuevo aire y del nuevo ejercicio diario: las colinas.
Entre las colinas está el Parque de San Giovanni, donde era el manicomio en Trieste. Hoy en la parte mas alta del parque, entre calles y galerías con distintos tipos de rosas se ubican una serie de construcciones recicladas y re valorizadas. Entre ellos hay una construcción de dos pisos, que fue el pabellón M cuando era el manicomio. En la planta baja se encuentra el Centro de documentación “Oltre il giardino”, la Radio Fragola y el espacio de producción y comercialización de la cooperativa social: Sastreria Lister. En el piso de arriba se encuentran las sedes de tres cooperativas sociales: La Collina, Agrícola Monte San Pantaleone y Cooperativa Laboratori Uniti (CLU) junto con las oficinas del SAR (Servizio-Abilitazione-Residenze) de la Azienda Sanitaria. Enfrente está el edificio que nos dice en su fachada: La libertad es terapéutica, que es donde se encuentra la compañía teatral Accademia della Follia y en la esquina está el restaurante “Posto delle Fragole”. Radio, cooperativas, teatro, restaurante, digamos que un rinconcito del Parque lleno de espacios de encuentro y producción social, un circuito casi mágico donde, podemos decirlo con seguridad, se recrea a diario la desinstitucionalización cargada de una enorme belleza.
El restaurante, la radio, como el centro de documentación son llevados adelante por la Cooperativa Social La Collina. Una de las cooperativas sociales históricas, creada en 1988, de “matriz basagliana” como la mencionan varixs de ellxs ya que surge como cooperativa tipo B (genera puestos de trabajo para personas con distintas situaciones de fragilidad), aunque hace algunos años paso a ser mixta y también es tipo A (brinda servicios sociales y sanitarios).
Un día estábamos en el Centro de Documentación compaginando el libro “Lo scambio sociale” con Giovanni un trabajador de ahí, de fondo música clásica, que era la música que le gustaba, y aparece Pavel contándonos, desde antes que entrara a la habitación, de proyectos artísticos en los que anda. Como habla un poco en español nos entendemos bastante bien. Me pregunta que tengo para hacer de tarde, porque si quiero puedo ir al ensayo de la obra de teatro en la que él está y que se estrenará en unos días y mas tarde puedo participar del programa “Escuchame” en la Radio Fragola. Esa tarde no solo conocí esos espacios sino también nuevas personas, entre ellas a Guillermo, un artista que llegó ahí en los 80 y que no se pudo ir mas de ese rinconcito del mundo. Pavel es puente del arte del parque.
El ensayo de teatro y unas semanas después el estreno de la obra: “Noi Sappiamo i nomi. In viagio con Pier Paolo Pasolini”, me permitió conectar de otra forma los relatos triestinos de todo eso que sabemos de la violencia institucional del manicomio, los múltiples chalecos de fuerza que existen en la sociedad, el ejercicio de poder en forma de opresión, y cuánto de todo esto aún está presente en nuestro país y cuánto de todo esto es necesario recordar siempre. Y tomó fuerza ese enunciado Basgliano de la innegable destrucción de lo manicomial como única forma para poder crear otras maneras de acompañar el sufrimiento.
Ir a la Radio Fragola fue como entrar un ratito a Montevideo junto con mis amiguxs de Radio Vilardevoz, y ser parte de esas máquinas de decir, denunciar, imaginar, comunicar. Hablé de la luna y las estrellas, volando un poco por donde quise ya que me hablaban en italiano y no entendí nada. Pero quizá eso me permitió hacer algo de eso que nos cuesta tanto, dislocar un posible hilo conductor de lo que decimos y rizodecir cuando una palabra o lo que creíste que entendiste te disparan una idea y tenes el micrófono ahí, enfrente tuyo, esperándote para que le digas algo.
En esos espacios conocí un poquito de cerca a quienes han estado mas institucionalizados (algunxs son lxs últimos que han salido de San Giovanni, de hecho hace poco tiempo). Quizá la Radio y la Accademia están ahí para mostrarnos que en Trieste los efectos de la violencia manicomial no solo se ven en relatos y libros, sino con las miradas y los cuerpos de quienes la han sufrido por tanto años y aún la tienen en sus pieles. La Radio y la Accademia me generaron esa cierta incomodidad, caos, entrevero que genera la locura y ese cambio de respiración que provoca. Sensación de incertidumbre junto a una de inmensidad. Esa atmósfera de potencia que respiramos cuando es posible que ocurra lo impensado. Y sin entender nada o muy poco de lo que me decían, creo que esa tarde entendí todo. Cuánto de esto deberíamos aprender para una otra convivencia.
Al Posto delle Fragole vamos a almorzar, a tomar un café por la mañana o un aperitivo por la tarde, o para alguna reunión. Siempre hay gente. Te atienden distintos integrantes de la cooperativa ya sean socixs o personas que estén como pasantes a partir de la bolsa de trabajo. Ahí se cocina todo, el típico lugar de encuentro, debate, proyección. Se venden libros de la colección 180 (que con distintos autores/as va tematizando el proceso de desinstitucionalización y las críticas a la institución psiquiátrica) y también juegos diseñados por Luca, un socio de la cooperativa.
También ahí se bailó en una de las noches más bellas de mi estadía. Bailar ahí parecía estar en los 70/80, estar viviendo un poquito de esa historia que te cuentan y que las fiestas fueron fundamentales para todo. Me recuerda a la conocida frase de Emma Golman: “si no puedo bailar no quiero tu revolución”. Pienso que esta gente sabe que el baile es una posibilidad de encuentro y goce tan necesario para cualquier lucha. La celebración arrancó temprano en el Posto delle Fragole con el festejo de cumpleaños de Franco, que si bien cumpió 80 años en julio, los festejó el primer día del Congreso de Empresa social (octubre) sabiendo que este festejo abriría la puerta para esa noche de baile, conversas y cantos en varios tiempos e idiomas. Supongo que sabiendo también que sin esto quizá no podamos hablar de empresa social y mucho menos de más de 50 años de desinstitucionalización. Fue bello ver que quienes estábamos teníamos tan diversas procedencias, incluso algunes se sumaron porque vieron que la cosa se ponía buena pero no era gente ni del congreso ni estaba por el festejo de Franco sino que estaba en otras actividades en el Parque. Bailar permite eso, mezclarse sin distinciones de nada.
Si bien a algunxs ya había conocido semanas antes, por ejemplo, Giogio, un trabajador del Posto delle Fragole que siempre anda muy serio y ladrando un poco, esa noche bailaba detrás de la barra, sonreía y ponía la música que le gustaba. Así iban tomando la computadora para ir poniendo distintos ritmos de música, en un momento Carla, una compañera Argentina, tomó la compu y arrancó con los cuartetos, el baile estalló y de ahí no paramos. Eran las 23 horas y el Posto delle Fragole cerraba pero de la mano de Pantxo continuamos en el Centro de documentación. Entrar ahí fue extraño porque un-poco-de-cosa-te-daba, tantos documentos históricos y nosotrexs ahí, la mayoría con varias copitas arriba y con ganas de bailar donde fuera. Pero todo siguió mágicamente, se respiraba alegría y un poco creo que nos encantaba, sentir eso como una transgresión que a todes nos hacía viajar tantísimos años atrás y creernos que también éramos/fuimos/somos parte de esa historia.
Algunas personas que han vivido ahí nos decían que el Parque San Giovanni, en algún momento, fue el lugar de salida de noche en la ciudad, que se llenaba y que no había una fiesta, que había muchas, “había acá una, arriba otra, otra en el otro pabellón y así”, un poco con nostalgia nos dice: ahora hacía mucho que no pasaba. Conversábamos de querer irnos ahí como sucedió hace 50 años, para seguir con esa revolución que tiene baile, que tiene goce, que tiene magia.
El circuito: Centro documentación / Posto delle Fragole / Accademia della Follía / Radio Fragola no es de paso, es de hábitat. No es de tránsito, es de vida. Es un circuito que se va actualizando y (re)componiendo con quienes viven ahí por un tiempo, algo tan necesario para que una revolución molecular continúe a lo largo del tiempo. Por este circuito se compone la vida, de todas las personas que hemos estado oliendo esas rosas.