Algo no se adapta: ¿el modelo o la realidad?
La conexión entre lo que ocurre con el uso de nuestro territorio despoblado y la vida en la ciudad parece ser a través del agua. En los últimos tiempos esta conexión se ha vuelto más evidente.
Allá por el 2013, al abrir las canillas en la zona metropolitana una oliente, mal gustosa y colora agua se escurría por el grifo amenazando la salud de una población urbana dormida ante el uso intensivo de nuestro suelos. También por esas épocas, un evento similar alarmó el potentado turismo de Maldonado al final del verano, debido a las floraciones de cianobacterias fuera de control en la laguna del Sauce. Al poco tiempo, una agua verde fluorescente invadió nuestras costas salinas en plena temporada estival, invadiendo las playas desde Colonia hasta Rocha sin discriminación de clase social. En fin, es cuestión de traer a la memoria sin mucho esfuerzo e identificar que muchos eventos de esta naturaleza han ocurrido en un corto tiempo. Esto parece tener alarmada a la población urbana. Y sin duda, el sabor salino es la gota (salada) que desbordó el vaso, poniendo en la palestra estos temas en nuestra ciudad más poblada.
En este pequeño artículo, quiero detenerme en un aspecto específico de este inmenso problema. La vicepresidenta de OSE, Dra. Susana Montaner, declaró refiriéndose al problema del consumo de agua elevada en sodio: “Hay mucha gente que puede dejar de comprar una Coca Cola y comprarse un agua”. Esta simple idea, suena grotesca en el contexto de actualidad, pero evidencia un concepto que suele estar en las discusiones de la calidad del agua potable mucho más de lo que creemos. No me refiero a la idea moralina de Montaner con su lista taxativa de qué deben consumir las personas, sino a la idea de que las personas estamos dispuestas a asumir un “sobrecosto” o “gastos defensivos” ante la percepción de la calidad del agua. De esto se desprende que estaríamos dispuestas a gastar más dinero para mejorar la calidad del agua de OSE. Por ejemplo, un reciente artículo titulado «Disposición a pagar por calidad de agua: estimaciones a través de gastos defensivos», de Miguel Carriquiry, Maximiliano Machado y Matías Piaggio (2020), investigadores del Instituto de Economía de la Udelar, muestran estimaciones sobre el gasto en el que incurren los hogares para cubrir lo que consideran una mala calidad del agua de OSE en la ciudad de Montevideo. Este estudio muestra que, en promedio, los hogares gastan 18 dólares al mes en lo que llaman “gasto defensivo”, es decir, la compra de agua embotellada, filtros, hervir el agua u otras formas. A pesar que no es lo central de ese estudio y están a un abismo de los dichos de Montaner, se deja entrever la idea de lo que en economía se llama el “precio sombra”: lo que las personas están dispuestas a invertir, en este caso, para mejorar el sistema de agua potable en Montevideo. De hecho afirman: “Por lo tanto, obtener una medida de la WTP -gastos defensivos- es clave para la elaboración de políticas costo efectivas con el objetivo de mejorar el bienestar de los consumidores” (2020:4). Esta misma idea, se repite a lo largo de los estudios de factibilidad del proyecto Neptuno, ahora sí de manera explícita y un tanto exagerada para justificar el mismo. Dado que la población está dispuesta a pagar por el agua embotellada bastante dinero, estará dispuesta a pagar una sobretasa en sus tarifas por el proyecto Neptuno.
“El déficit cuantitativo evitado por la implementación del Proyecto, a su vez representa una ganancia social para las familias que no sufrirán la interrupción del suministro. A efectos del presente análisis, para la valoración económica del agua se consideró que el 2% del consumo se destina para beber, mientras que el restante 98% se asocia a otros usos. Se tomaron el precio de mercado del bidón de agua embotellada ($ 15.000 el m3) y el costo variable de la tarifa para el tramo de consumo superior a 50 m3/mes respectivamente ($ 149,77 el m3). Esto arroja un valor medio de $ 447 el m3 que se aplicó al volumen proyectado asociado al déficit cuantitativo en la situación sin Proyecto. Se entiende que, en un escenario de corte en el suministro de agua potable, cuanto mayor sea el lapso de dicha interrupción más será lo que las familias estén dispuestas a pagar para no sufrir el desabastecimiento durante dicho lapso, por lo que la disposición a pagar será superior.” VOLUMEN N°3 (Revisión 01:112)
La idea que nos sugiere el estudio es que el proyecto Neptuno nos va a generar una ganancia social, ya que ante la escasez, las personas tendríamos que comprar agua embotellada a $15.000 el m3 pero si se compra esa agua al precio más caro posible de la tarifa vigente la misma cuesta $447 el m3, por tanto, el proyecto Neptuno nos hace “un bien” y “es viable socialmente” si sale al menos $1 más barato que $15.000 el m3.
Salvando la distancia, los dichos de la vicepresidenta de OSE son una reproducción burda de esta lógica de racionalidad economicista expresada en este tipo de estudios. A su vez, Montaner también opinó que la mejor solución a estos eventos de salinidad es el proyecto Neptuno donde habrá una fuente infinita de agua. Estas simplicidades son desbordadas por la realidad por muchas razones, el proyecto Neptuno no es una fuente infinita y no soluciona los problemas de salinidad, de hecho la sequía y la salinidad en Arazatí son eventos relacionados, pero para aportar un poco al debate me quiero detener en el punto del costo del agua embotellada y las tarifas 1.
La forma de ver el consumo de agua embotellada, la compra de filtros y el pago de agua de OSE por parte de los hogares es a través de la Encuesta Nacional de Gastos e Ingresos de los Hogares del Instituto Nacional de Estadística, cuya última edición fue en el año 2016 -a no ser que se haga una encuesta específica como el artículo Carriquiry y colaboradores (2020)-. A partir de esta y tal como muestra el cuadro al final de este artículo, los hogares no se comportan igual según su nivel de ingresos a la hora de cubrirse ante la percepción de la mala calidad del agua. De hecho, dentro de los hogares más pobres sólo 1 de cada 4 compraba agua embotellada o tiene filtro en el 2016, mientras que dentro de los más ricos lo hacían 2 de cada 3.
¿Esto es porque los hogares más pobres no perciben ese riesgo? Es una pregunta difícil de responder mirando sólo esta encuesta, pero sea cual sea la respuesta, claramente cubrirse del riesgo tiene un sesgo social. De hecho, si miramos el esfuerzo que implica pagar toda el agua, la embotellada y la de OSE, para los hogares del primer decil de ingresos implica cerca del 3,5% de los ingresos -sin contar el saneamiento-, mientras que para los hogares más ricos este gasto significa el 1% de sus ingresos.
Si los problemas de escasez y contaminación del agua tienen que ver con la intensidad del uso del suelo, claramente estamos pagando esos costos las mismas personas que somos víctimas de estos efectos. Lo pagamos con agua salada en la canilla, con playas contaminadas, con eventos catastróficos y también lo pagamos económicamente y de manera desigual. Tal vez Montero pueda dejar de comprar coca cola y comprar más agua embotellada, pero eso no le sucede a la mayoría de las personas. También alarma que la vicepresidenta de OSE aconseje que los problemas del agua pueden solucionarse comprando agua embotellada o con el proyecto Neptuno; esto no solo no soluciona el problema de la sal, sino que además hará mucho más cara e injustas estas tarifas , siendo el consumo de agua esencial para la vida.
Gasto de los hogares en la compra de agua -embotellada y de OSE- según su nivel de ingreso per cápita.
Qué es y cómo leer la tabla:
Esta tabla es una elaboración propia con base en los microdatos de la ENGIH 2016. En la columna 1 se encuentra la población separada en grupos de 10% clasificadas por sus ingresos. Es decir, en el 1 está el 10% más pobre, en el 2 los que están entre el 10 y el 20% más pobre y así sucesivamente. La columna 2 muestra cuántos hogares hacen algún tipo de gasto en agua embotellada o filtros -este último es el gasto anual mensualizado. En la columna 3 está cuánto pesa el gasto mensual en agua embotellada y filtro en el ingreso mensual del hogar. En la columna 4 se puede ver el gasto promedio en dólares, a valores 2016-, que los hogares hacen según el decil de ingresos. Y finalmente en la columna 5 puede verse el peso que tiene el gasto mensual en agua embotellada, filtros y el pago de agua de OSE -sin saneamiento- en el ingreso mensual de los hogares.
1. Se puede ampliar aquí https://brecha.com.uy/una-fuente-infinita/ o en el podcast de economía por asalto: https://open.spotify.com/episode/5cSLiIM0TkuFR3LDj2MsLu.