Aguas cautivas: hidropoder israelí en Palestina y Chile
La violencia del despojo cotidiano, del desgaste y del hambre, asociado a la falta de agua, suele ser una dimensión invisibilizada de las guerras de exterminio. Un lamentable ejemplo de estas dinámicas es la expansión colonizadora de Israel. La expansión del hidropoder israelí, es un asunto político que debe abrirse al debate. Por una parte, no podemos ser cómplices del genocidio palestino, es importante visibilizar la lenta agonía del despojo hídrico en esas tierras, y por otra, es urgente reconocer el silencioso, pero violento avance del hidropoder israelí en nuestras propias tierras.

Los procesos de invasión y ocupación territorial no se sostienen solamente en la violencia militar. Ocupar un territorio supone colonizarlo, reconfigurando sus dinámicas a través de la imposición de infraestructuras que reordenan el espacio y modelos de gestión que, al controlar los medios que permiten la reproducción de la vida, controlan subjetividades y relaciones sociales. En estos procesos, capturar las aguas es estratégico. Quien controla las rutas del agua, controla el territorio. El poder militar, entonces, se articula y consolida con el hidropoder, entendido como la capacidad para controlar el acceso, los usos y significados del agua. La violencia del despojo cotidiano, del desgaste y del hambre, asociado a la falta de agua, suele ser una dimensión invisibilizada de las guerras de exterminio. Un lamentable ejemplo de estas dinámicas es la expansión colonizadora de Israel.
Desde el inicio de la ocupación de las tierras palestinas, el Estado de Israel potenció el desarrollo de tecnologías y modelos de gestión hídrica que le permiten hoy en día controlar las aguas y, de esa forma, controlar la producción de alimentos y, por ende, la nutrición y salud del pueblo palestino, mientras fortalece al empresariado israelí con la explotación capitalista de los territorios. En el proceso Israel se transformó en una potencia hídrica global, que exporta al mundo la tecnología ‘milagrosa’ que hace florecer el desierto. Pero el ‘milagro israelí’ se sostiene en el despojo de las aguas palestinas.

Más allá del terror que podemos ver en las actuales imágenes del genocidio palestino, en esas tierras son décadas y décadas de violencias cotidianas, asociadas al despliegue terrorista del hidropoder israelí. Antes de la última ofensiva israelí, las cifras indicaban que el 85% de la población palestina no tenía acceso al agua, según los estándares de la OMS, mientras las aguas distribuidas a la población israelí en los territorios ocupados de Gaza, Jerusalén y Cisjordania provenían de fuentes palestinas. En los últimos años, al intensificarse la ofensiva militar, el corte de agua a las zonas de resistencia palestina, ha sido denunciado como parte de sus tácticas genocidas. Mekorot, la empresa estatal de agua israelí, cumple un rol clave en este verdadero apartheid hídrico. De hecho, Mekorot opera 3.000 instalaciones hídricas, infraestructuras que sostienen materialmente las dinámicas de colonización del Estado de Israel.
Históricamente, sin ese control de las aguas, la ocupación israelí de territorio palestino no habría sido posible. Pero más allá del operar genocida sobre Palestina, el hidropoder israelí, silenciosamente, se ha expandido por el mundo, anclando también en nuestras tierras latinoamericanas. En el caso de las tierras bajo control del Estado chileno, el hidropoder israelí tiene un rol protagónico en el violento avance de las fronteras extractivistas que caracteriza estos tiempos post-pandémicos. De hecho, el ‘milagro israelí’ se nos hace presente en la importación de tecnologías/infraestructuras hídricas y modelos de gestión/gobernanza de las aguas. En esta línea, destacamos:
a) La desalación de agua marina: En Chile, la implementación de la agenda global de transición energética, intensifica el extractivismo megaminero y con ello la demanda hídrica, en tiempos de extrema sequía. En este escenario, emerge con fuerza el negocio de las desaladoras, que abren nuevos focos de conflicto por sus efectos devastadores en los territorios costeros. Se trata de un nuevo, pero poderoso mercado, con fuerte presencia israelí. A modo de ejemplo, podemos dar el caso de IDE Technologies, empresa israelí que desde 1965 se ha posicionado como líder mundial en desalación y reúso de aguas. De hecho, la empresa construyó la planta de Ashkelon, una de las más grandes del mundo, y que cumple un rol estratégico en el abastecimiento hídrico israelí. En Chile, IDE Technologies se adjudicó la construcción de la planta desalinizadora del Aconcagua, para Aguas Pacífico, con puesta en marcha el 2025. Esta polémica obra, ubicada en Pichuncaví ha activado fuertes movilizaciones de rechazo por su asociación al proyecto Los Bronces (Anglo American) y sus impactos en la pesca artesanal. Movilizaciones que incluyen la toma de los terrenos por parte de los pescadores de Quintero-Pichuncaví. Asimismo, IDE Technologies también construye la planta Quebrada Blanca F2, para la Minera Teck, con puesta en marcha el 2023. Esta obra se ubica en Punta Patache y su destino es la explotación de cobre Quebrada Blanca, la que ha sido denunciada por incumplir su RCA.

b) La tecnificación del riego y drenaje. En Chile el extractivismo agroindustrial se sostiene en un modelo de eficiencia hídrica, con fuerte presencia israelí. Hace décadas que Chile es un mercado privilegiado para las empresas israelíes, promovidas, desde los años noventa, en las famosas ‘Misiones tecnológicas’ organizadas por el Ministerio de Agricultura, a través de INDAP. En relación al riego, la tecnología va desde el ya tradicional riego por goteo, hasta el riego digitalizado de empresas como Manna Irrigation, Netafim y Rivulis. Empresas que son apoyadas por la Misión Económica y Comercial de Israel en Chile, asociada a los acuerdos de cooperación bilateral, que se dan a nivel nacional y entre la embajada de Israel y los gobiernos regionales y municipales. Hay que señalar que el modelo de eficiencia hídrica que se nos impone mediante los kits tecnológicos, define el agua como insumo productivo, que se valora según su rentabilidad. Modelo que acentúa, por una parte, la devastación de los ecosistemas y, por otro, las desigualdades estructurales del campo.

c) La importación de consultorías de gestión hídrica. Siguiendo la tendencia de países como Argentina, Uruguay y México, Chile también se ha vinculado al mercado de consultorías de Mekorot. Consultorías a través de las cuales la estatal israelí exporta su modelo de gestión hídrica, que se concreta en los polémicos Planes Maestros, que consideran la evaluación hídrica de los territorios y el diseño de un plan de gestión de aguas, siguiendo lógicas de privatización y mercantilización. En tierras bajo control del Estado chileno, un caso polémico es el Convenio de Mekorot con la Corporación Desarrolla BioBio, que recibe recursos del GORE, este convenio se firma tras la ‘misión’ del gobierno regional, en las tierras bajo control israelí. La presencia de Mekorot en la Región de BioBio, tierras de Wallmapu, activó la alerta sobre la importación del modelo israelí, que vendría a potenciar las dinámicas de depredación hídrica, ya instaladas por las políticas neoliberales.

La tecnología, en este caso la tecnología hídrica, no es neutral. La tecnología es un artefacto político que materializa una forma de pensar y ordenar las dinámicas territoriales, además las tecnologías hídricas operan articuladas a modelos de gestión y regímenes de verdad con los cuales controlan los vínculos sociales. Por eso la captura de las aguas es un pilar fundamental del cautiverio extractivista que acecha nuestros territorios. La expansión del hidropoder israelí, es un asunto político que debe abrirse al debate. Por una parte, no podemos ser cómplices del genocidio palestino, es importante visibilizar la lenta agonía del despojo hídrico en esas tierras, y por otra, es urgente reconocer el silencioso, pero violento avance del hidropoder israelí en nuestras propias tierras.

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