Bolivia: Están haciendo caer árboles sin piedad
Más del 52% de la deforestación en el país fue ilegal durante el 2022. Bolivia es el país con mayor pérdida de bosque primario per cápita a nivel mundial. Su tasa de deforestación por persona es cuatro veces más alta que la de Brasil. La plataforma Global Forest Watch (GFW) muestra la dura realidad por la que están pasando los bosques del país y del mundo.
En Bolivia existen poblaciones indígenas que ya no duermen tranquilas. El fragor de las caídas de árboles interrumpe su tranquilidad. Los ruidos de motores de tractores y de motosierras son prácticamente sonidos normales, sobre todo en los bosques chiquitanos, en la Amazonia y el Chaco. Todo esto es producto de la atroz destrucción de bosques que sufre Bolivia, país que se mantiene en el triste podio mundial de las mayores deforestaciones del mundo. Es la tercera nación en el planeta con más pérdidas de bosque, por tercer año consecutivo. En 2022, en el país se logró alcanzar una cifra récord de deforestación: un 32% más a comparación del año anterior, lo que representa 385.567 hectáreas de bosque húmedo primario y 595.996 hectáreas de cobertura arbórea.
Las razones de esta depredación de bosques son varias, pero la principal causa de esta catástrofe ambiental se debe a la expansión agrícola. De las impactantes cifras, un 41% de áreas deforestadas están concentradas en cinco municipios del departamento de Santa Cruz: San Ignacio de Velasco, Charagua, Pailón, Concepción y San José de Chiquitos. Estas localidades no viven sus días en paz. Ahí, los bosques están muriendo a pasos de gigante, ante la mirada y conocimiento de las autoridades.
La plataforma Global Forest Watch (GFW), con el respaldo del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) y con datos forestales recopilados por la Universidad de Maryland, reveló que en la gestión 2022 se perdieron 4,1 millones de hectáreas de selva tropical en todo el mundo. Brasil lidera esa lista, le sigue la República Democrática del Congo y en tercer lugar está Bolivia, país que por tercer año consecutivo no suelta la misma posición.
Son datos alarmantes. Solo en 2022 se perdió en todo el mundo una extensión de bosque que equivalen al tamaño de Suiza. Y en esas danzas de cifras, Bolivia baila entre las más detestadas. Según GFW, unas 400.000 hectáreas se deforestaron en el país sudamericano, en la pasada gestión. Esa cifra es inédita y ese avance se da por la expansión agrícola.
La plataforma GFW organizó un espacio virtual para conocer más a fondo la situación por la que atraviesan los bosques bolivianos. En el evento también participó la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), que aportó con datos al debate sobre este tema, pero también lanzó estrategias para evitar que los árboles bolivianos vayan cayéndose como si fueran piezas de dominó.
Mauricio Tomichá, presidente de la Organización Territorial de Base (OTB) de Palmarito de la Frontera, Territorio Indígena Monte Verde, en el departamento de Santa Cruz, también participó del encuentro. El dirigente trasladó a los oyentes a las tierras cálidas de la Chiquitania boliviana, exponiendo el potencial de estas áreas, pero también mostrando las estrategias sostenibles para aprovechar los recursos naturales. Además, hizo un llamado para detener la deforestación.
Tomichá, hace un relato majestuoso de la comunidad Palmarito de la Frontera, un espacio verde donde la deforestación intenta ingresar sin piedad. El dirigente indígena relata que en su comunidad, los árboles están censados. Esta población chiquitana consiguió la certificación verde como garantía de que realiza un manejo sostenible de sus recursos maderables en una parte de sus 16.500 hectáreas de territorio.
Palmarito de la Frontera está protegida. Es una comunidad llena de vegetación donde los animales silvestres tienen —por ahora— una casa bien cuidada. Tomichá tiene miedo. Ese pavor es porque cerca a su comunidad están haciendo caer árboles sin piedad, sin lástima. El dirigente no quiere que eso sucede en su pueblo, no quiere que eso suceda en el verde que tiene Bolivia. No quiere mue Palmarito de la Frontera se convierta en una isla rodeada de campos deforestados.
Para conocer la situación de la deforestación en Bolivia, Mikaela Weisse, directora de GFW, dirigió un espacio virtual. La experta inició su disertación con una explicación: El estudio aclara que la pérdida de cobertura arbórea no es lo mismo que la deforestación. La cobertura arbórea puede referirse a árboles en plantaciones, así como a bosques naturales, y la deforestación es la eliminación de la cubierta arbórea debido a causas humanas o naturales, incluyendo incendios. Los bosques primarios tropicales son áreas de cobertura de bosque tropical maduro y natural que no han sido talados y regenerados en tiempos recientes.
“Es el tercer año consecutivo que Bolivia supera a Indonesia. Indonesia históricamente tenía muchas más pérdidas y tenía este tercer lugar, pero ahora Bolivia está en el tercer lugar. Bolivia recibe mucho menos atención referente a otros países. En la pérdida de bosque per cápita, Bolivia es el que más tiene esa pérdida”, destacó Weisse.
Y así de alarmante es la situación. Bolivia es el país con mayor pérdida de bosque primario per cápita a nivel mundial, y eso, a pesar de que tiene menos de una cuarta parte de la pérdida de bosque primario de Brasil, su tasa de deforestación per cápita es cuatro veces más alta que la del país vecino.
Bolivia perdió 385.567 hectáreas de bosque húmedo primario en 2022, siendo el año con la mayor pérdida registrada en el país, mientras que de cobertura arbórea perdió 595,996 hectáreas en la misma gestión. Estos datos son alarmantes. Weisse detalló que los biomas más afectados en Bolivia son la Chiquitania, el Chaco y la Amazonía. De estas zonas, la primera es la más azotada por la deforestación.
“El 70% de la pérdida de bosque está en el departamento de Santa Cruz. Son datos que tenemos de las imágenes satelitales de dónde está ocurriendo la pérdida. Estamos limitados en encontrar las causas de la deforestación, pero hay formas que podemos ver como la (cosecha) de la soya y los incendios. (…) El 23% de la pérdida de bosque provocada por la (cosecha) de soya en Bolivia fue causada por la expansión de colonias menonitas”, detalló Weisse.
En Bolivia, en los últimos años, la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT) emitió miles de infracciones por faltas ambientales y forestales; de hecho, el último sexenio 6.463 procesos administrativos fueron iniciados a nivel nacional, de los que 62% (4.003) corresponden a infracciones por desmontes y quemas ilegales.
Pese a la enorme cantidad de procesos, la multa boliviana por deforestar no es efectiva, ya que es la más baja a nivel sudamericano y —peor aún— las infracciones históricas desde 1996 en adelante fueron condonadas. A eso hay que sumar que Bolivia no es parte de los países que se adhirieron en 2021 a la Declaración de Líderes de Glasgow. Este acuerdo, firmado por 130 países en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021, tiene el objetivo de frenar y revertir la deforestación con miras al 2030. Brasil tampoco es parte de este instrumento.
Es un sufrimiento lento. El bosque boliviano, sobre todo en el oriente del país, llora y son pocos los que intentan salvarlo. Año que pasa, Bolivia aparece en la lista negra de la deforestación. En Sudamérica está junto a Brasil como los países con mayores índices de deforestación. Y las causas son difíciles de definirlas, pero existe una que es la principal: el avance de la frontera agrícola. En ese afán de derrumbar los árboles se incluye a la ganadería, la colonización asentada en tierras y el mayor ingreso de menonitas.
Desde el cielo, el bosque Chiquitano tiene líneas geométricas a la perfección. Son las tomas satelitales que muestran un verde de los árboles menos plasmado a comparación de ese café que es la tierra donde trabajarán las personas que deforestaron esos campos. Cada año que pasa, las imágenes muestran más tonos cafés y menos verdes. Así van cayéndose los árboles. El verde está desapareciendo de la faz de Bolivia.
El verde, está en peligro de extinción.
Natalia Calderón es la directora de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN). Con conocimiento de causa, explicó que son varios factores los que están detrás de las causas de la deforestación, como también factores subyacentes que ayudan a la pérdida de bosques. Calderón pone en la mesa dos causas grandes que son las principales para que la deforestación avance cada año: la expansión del sector agropecuario y el aumento de las colonias menonitas de Bolivia.
“La expansión agropecuaria es la principal causa de la deforestación, pero hay que tener cuidado a la hora de señalar al actor, automáticamente se señala al sector agroempresarial, sí tienen un rol, medianas y grandes propiedades, y entre ellas no es tan fácil distinguir la soya, la ganadería, la industria u otro tipo de cultivos. Hay que hacer un esfuerzo y estamos en ese esfuerzo de tener mayor precisión. Más o menos, un tercio de la deforestación y del cambio de cobertura tiene que ver con estas medianas y grandes propiedades donde es difícil distinguir también a las empresas agropecuarias que son creadas también con capitales extranjeros, no son solo bolivianos, hay mucha inversión brasileña, de Paraguay, de Uruguay que está entrando en el país”, remarcó Calderón.
La directora de la FAN detalló que en 2022 la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT) autorizó 215.676 hectáreas para desmontes en todo el país. Esa cifra es un 15% más respecto a la gestión 2021. El 56% de los desmontes fueron autorizados en predios privados, el 35% en comunidades campesinas y el 9% en comunidades indígenas. Pero el dato que alarma más es el siguiente: por lo menos el 52% de la deforestación que arrasó bosques en 2022 es ilegal. Esa estadística fue confirmada por la misma ABT en la rendición de cuentas de esta gestión.
Y en el plan de la deforestación ingresan las colonias menonitas, que en su mayoría cultivan soya y, por eso, deforestan los bosques, sobre todo en la Chiquitania y en el Chaco. Los menonitas están en Bolivia desde 1954. Desde entonces, sus principales asentamientos se han consolidado y esparcido en toda la zona de expansión cruceña; es decir, en la región boliviana que concentra más de dos tercios de las tierras cultivadas y donde predomina el modelo agroindustrial a gran escala orientado a la producción para la exportación.
Hoy, habitan en Bolivia alrededor de 150.000 menonitas en al menos 120 colonias, según un trabajo de William Kehler, un menonita que radica en el país desde hace 30 años. De acuerdo con un estudio realizado por la investigadora Alle Rechte en 2019, hasta ese año las colonias llegaban a 106.
Después de los bolivianos y de los brasileños, los menonitas de Santa Cruz son quienes más superficie de soya cultivan en el país. Alrededor del 16% de la soya que se siembra en Bolivia corresponde al trabajo de estas colonias. Según Gonzalo Colque, de la Fundación Tierra, en algunas colonias menonitas hay sobrepoblación de habitantes, por lo que deciden expandirse: compran tierras y de inmediato instalan cosechadoras, tractores y sembradoras, todo un proceso mecanizado desde la preparación del terreno hasta la cosecha. Eso es lo que está pasando en gran parte de la Chiquitania.
En estas zonas, la vegetación es reemplazada por extensiones de soya, sorgo, maíz y girasol, que son los principales cultivos de los menonitas. Y a esta actividad agrícola hay que sumarle la ganadera que se enfoca en la producción de leche y sus derivados. Es por todos estos factores que solo en cinco municipios del departamento de Santa Cruz se concentra el 41% de los bosques deforestados. Se trata de San Ignacio de Velasco, Charagua, Pailón, Concepción y San José de Chiquitos. En todas estas poblaciones existe las manos, las máquinas y la depredación de los menonitas, entre otros actores.
Eufronio Toro, experto en temas agrarios que fue parte del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca), explicó que el crecimiento poblacional de las colonias menonitas y su capital acumulado, que es producto de la actividad agropecuaria, hace de este sector un potencial riesgo para la concentración de tierras a través de la compra a privados, la expansión de la frontera agrícola hacia las Tierras Comunitarias de Origen (TCO) y el cambio del uso de suelos.
Mientras que Colque añadió que se han visto casos en los que algunos menonitas se han hecho pasar por campesinos, con el fin de obtener títulos de tierras para luego explotarlas. Ya sucedió esa situación con la colonia Valle Verde y antes con la colonia Fresnillo, que también acudió al Tribunal Agroambiental para intentar beneficiarse con un fallo a su favor.
“En cinco municipios del departamento de Santa Cruz se acumula el 41% de la deforestación, solamente mirando el 2022. Está San Ignacio de Velasco en primer lugar, Charagua en segundo lugar, (luego están) Pailón, Concepción y San José de Chiquitos. Estos cinco municipios concentran casi la mitad de la deforestación del país”, destacó Calderón.
El caso más preocupante es el de San Ignacio de Velasco. Solo el 70% de su extensión se mantiene con su cobertura forestal original. En esta población se perdió un 30% de su bosque, producto de varios factores, entre ellos, los incendios, la expansión ganadera, el asentamiento de nuevas comunidades, la especulación de tierras y la ampliación de colonias menonitas. Todos estos factores obligan a que los campos de San Ignacio de Velasco sean devastados.
Marlene Quintanilla, investigadora de la FAN, explicó que Bolivia, en los últimos 40 años sufrió una pérdida de más de ocho millones de bosque, lo que equivale a un 12,5% de bosques destruidos. Y si se pone el dato del otro lado de la moneda, también es extremadamente preocupante: Bolivia pasó de tener 63 millones de hectáreas de bosque en 1985 a 55 millones de hectáreas en 2022.
La afectación de los ecosistemas en los últimos 40 años no se restringe a los bosques. Los glaciares también han tenido un deterioro devastador. Según el análisis de la FAN, los nevados han retrocedido en un 56 % y en paralelo, entre los años 2016 y 2020, el promedio de pérdida de bosque era de 260.000 hectáreas anuales. Sin embargo, para el 2021, está cifra subió a 364.000 hectáreas y, en el 2022, la deforestación alcanzó las 429.000 hectáreas, casi el doble de lo ocurrido dos años atrás.
“Es la primera vez que tenemos una colección histórica de mapas que muestran qué ha pasado cada año en ese periodo de tiempo, para que a partir de estos datos podamos comprender qué hechos han incidido en impulsar o reducir la deforestación”, destacó Quintanilla.
Quintanilla también añadió que, detrás de estas cifras, se presenta un fenómeno de reconfiguración demográfica en el país. La experta explicó que cada vez hay más migración de las regiones andinas de Bolivia hacia las zonas bajas, que es donde está la mayor extensión de bosques y esto, obviamente, demanda más tierras para los nuevos ocupantes que tienen otra mirada de desarrollo.
La investigadora mencionó también que existe una mala interpretación de la legislación del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), con relación al valor y uso del bosque, pues para acreditar el derecho a la tierra se debe demostrar que se está realizando actividades agrícolas y esto conlleva la tala de los bosques. A ello se suma —dijo— las invasiones y los conflictos por la tierra que están aumentando y acelerando la deforestación.
“Para que la gente pueda acreditar su derecho propietario, uno de los requisitos es establecer un cultivo para demostrar su función económica y social, y hasta 2015 esta función económico-social estaba limitada hasta cinco hectáreas por propiedad y, a partir de 2015, en la Cumbre Sembrando por Bolivia, se amplía a 20 hectáreas. Nosotros vemos que éste es un factor que se demuestran en los datos de deforestación, hay una aceleración de deforestación considerable desde 2015 y tiene que ver mucho con estas normativas del Gobierno que quiere impulsar más producción para garantizar soberanía alimentaria, pero lamentablemente, de estos predios, la mitad, o menos, están con cultivos que realmente producen, muchas de estas tierras están abandonadas”, lamentó Quintanilla.
Gonzalo Colque también tiene la misma mirada en cuanto a plazos. El investigador explicó que la deforestación ha escalado mucho desde el año 2016 y que a partir de ese año se vivieron cifras alarmantes. “Ha sido un salto abrupto en cifras anuales, en relación con el periodo anterior. Hasta el año 2015, en promedio, la deforestación en Bolivia estaba en unas 200 mil hectáreas al año. Incluso, un poco más antes, el promedio era de 170 mil hectáreas al año. Pero en 2016 la cifra casi se duplicó. Luego, hasta 2021, el promedio anual ha sido de 300 mil hectáreas”, afirmó el experto.
Colque añadió que el 86% de la deforestación en Bolivia se encuentra en el departamento de Santa Cruz. “Es parte del modelo de la agricultura mecanizada. Esa tendencia se mantiene con alguna pequeña disminución. Si vemos los últimos cinco años, Santa Cruz representa el 83 por ciento del total nacional, o sea bajó un tres por ciento”.
La pérdida acelerada de bosques primarios tropicales plantea graves consecuencias para la lucha contra el cambio climático, la protección de la biodiversidad y el sustento de millones de personas, sobre todo pueblos indígenas en todo el mundo. Además, los bosques protegen la seguridad hídrica del país: almacenan agua, regulan el ciclo hídrico y mitigan inundaciones y sequías. Varias entidades piden a los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad en su conjunto tomen medidas concretas para revertir esta alarmante tendencia.
Ese bosque boliviano está en riesgo si es que no se toman medidas urgentes. Hay angustia en las comunidades indígenas y campesinas por la atroz destrucción de los árboles y así la eliminación de la selva va avanzando de manera silenciosa. Sin la conservación del bosque y su biodiversidad, el desarrollo sostenible no será posible. Del bosque depende nuestra seguridad alimentaria, seguridad hídrica, salud y resiliencia climática. Todavía se puede cambiar este modelo de destrucción.
Agradecemos a Revista Nómadas por permitirnos replicar este texto.