Brasil: Para entender las elecciones 2018
La nota que compartimos a continuación fue publicada varios días antes de la elección del pasado domingo. No obstante, es de utilidad para comprender algunas de las facetas de lo que emergió como sorpresa y desaliento luego que Bolsonaro arañara la victoria en primera vuelta.
En la superficie, la elección presidencial brasileña parece compleja. A pesar del golpe y la prisión, el PT despunta como favorito a diez días del pleito, enfrentando un temible hijo de la dictadura, Bolsonaro. ¿Qué está en disputa en esta elección? ¿Quién es el candidato del capital? ¿Cuál es la estrategia de la burguesía? ¿Y la respuesta de la izquierda? A continuación, enfrentaré estas cuestiones.
1.
Para la burguesía brasileña, la economía no está en disputa en las elecciones: quien venza enfrentará los problemas del neoliberalismo, con más neoliberalismo. Sea por la vía utópica de un «neoliberalismo inclusivo» predicado por el PT, sea por el ultraneoliberalismo de los tucanos o de Bolsonaro.
Lo que la burguesía disputa es la forma política de gestión de la crisis brasileña. Cuál será la cara del arreglo institucional, jurídico y cultural que sustituirá a la Nueva República1, definitivamente condenada.
En el plano inmediato, hay dos vías planteadas.
Según sus propias palabras, Lula ofrece credibilidad y estabilidad. La credibilidad de la que habla no es con los de arriba -duramente afectada-, sino con los de abajo: lo que Lula diga, la sociedad aceptará. En otras palabras, el lulismo ofrece su capacidad de convencimiento y neutralización popular, como vía del orden. Si Dilma Rousseff fue la sombra de Lula, Fernando Haddad se proyecta como el avatar de esta política2.
En el polo opuesto complementario, está Bolsonaro. ¿Cómo entenderlo? Bolsonaro es la respuesta aterradora de una sociedad asustada. Quien está sin trabajo tiene miedo del hambre, y quien trabaja tiene miedo del desempleo. Todos tienen miedo de la violencia, y también tienen miedo de la policía.
En un contexto de desprestigio de las formas colectivas de lucha, Bolsonaro promete el orden a través de la agresividad. Como Trump en Estados Unidos , Erdogan en Turquía, Modi en India, el uribismo en Colombia o el fascismo en Italia -todos actualmente en el poder-. Por tanto, Bolsonaro no está solo: es una tendencia, no una aberración.
En síntesis, se tratan de vías distintas para gestionar la colosal crisis brasileña: el PT ofrece el orden en la conversación, mientras Bolsonaro propone el orden en la «porrada».
2.
En la imposibilidad de Alckmin, Meirelles o Amoedo3, ¿cuál de estas vías es preferible para el capital? Si vence Haddad, será un problema gobernar. El dilema del poder será cómo entornar la serpiente del antipetismo. ¿Cómo convencer a aquellos que se embarcaron en la carrera del impeachment y de la prisión de Lula de aceptar que todo eso desemboque en Haddad?
De vencer Bolsonaro, será un problema para los gobernados. Su base entre los poderosos es frágil, su rechazo popular es alto y su naturaleza imprevisible. La pregunta es: ¿quién disciplinará al disciplinador?
Haddad, como Bolsonaro, son respuestas provisorias y necesariamente inestables de una burguesía que se reorganiza.
3.
Más allá de lo inmediato, el sentido de la movilización burguesa es en la dirección de Bolsonaro. Porque el fin de la Nueva República también compromete a los tucanos. Eso explica el Partido Nuevo, tan «nuevo» en la política en tanto demócrata o DEM4. Expresa una burguesía intuyendo que nuevos tiempos exigen nuevas respuestas: es el Bolsonaro que todavía no salió del armario.
Porque lo que la derecha está incubando es un bolsonarismo sin Bolsonaro.
En Francia, la fascista Marine Le Pen se queja de aquellos que se unieron para derrotarla en la segunda vuelta. Porque después de todo, dice una Le Pen inconforme; eligieron a alguien que implementa sus políticas, pero sin hacer alarde.
Debajo del polvo de las próximas elecciones, la burguesía brasileña forja su Macron. El cruzamiento de Bolsonaro y Amoedo puede ser João Dória5.
4.
Entre la caída del lulismo, que se configuró en la rebelión de junio de 2013, y un bolsonarismo confiable, que está en el horno, la burguesía brasileña se reordena. Esto se expresa en la dispersión de candidatos. Como en 1989, cuando comenzaba la Nueva República, la burguesía busca un camino, pero ahora para enterrarla6.
A mediano plazo, especula cual mejor esparadrapo para detener el sangrado desatado por el golpe. Racionalmente, parece Ciro Gomez7: el antipetismo se sentiría contemplado y el «ele não» respiraría aliviado.
Pero las cobras sueltas por el golpismo desafían la razón. Cualquier gobierno que venga será necesariamente inestable, como fue el de Collor8.
En este contexto, los tucanos hacen su autocrítica: mejor habría sido dejar a Dilma desangrarse, que conspirar el golpe y pactar con Temer. Fueron con mucha sed al bote, y ahora están condenados a la paciencia9.
La burguesía y los tucanos calculan quién es más útil para quemar y quién para ser quemado, en la expectativa de fundar sobre esta tierra arrasada el nuevo orden y su semejanza.
5.
¿Y la izquierda en todo esto?
Paradojalmente, revela más dificultad en captar el cambio. Para la derecha está claro desde junio: el tiempo del neoliberalismo inclusivo terminó. Se transitó de la conciliación a la lucha de clases. Es ese el telón de fondo de la agonía lulista.
Que el propio Lula no se de cuenta de su anacronismo, era de esperar. Que el PSOL sea tragado por este autoengaño, es una trágica miopía10. En lugar de diferenciarse del PT tanteando lo nuevo por la izquierda, la candidatura Boulos va en la dirección de la simbiosis, en condiciones cada vez más rebajadas11.
El lulismo es una política que navega en las aguas del orden. En este momento, lo único que puede resucitarla como alternativa burguesa es el ascenso de las masas. Lo paradójico es que eso sólo sucederá si estas rompen las amarras con el lulismo, como en junio. Pero cuando eso ocurra se preguntarán: ¿vale la pena todo este esfuerzo para terminar con Lula en la presidencia?12
Si la serpiente del antipetismo es difícil de manejar, las fuerzas más allá del petismo lo serán mucho más. Por eso no interesa, ni siquiera a Lula, el pueblo en la calle.
Ambicionando un puente entre el petismo y la izquierda, la candidatura Boulos es constreñida por la agenda del primero. En el proceso, corre el riesgo de corroborar el secuestro de la izquierda en la lámpara mágica del lulismo. Más allá de sus contradicciones internas, esta política perdió su carga histórica: por eso no se repetirá sino como farsa.
El lulismo no es el antídoto al fascismo, pero es un estupefaciente que dificulta la comprensión de lo que pasa. Sólo mediante la lucha eludiremos a la barbarie, no con morfina.
6.
Independientemente del resultado, el ganador de esta elección ya es Bolsonaro. Porque fue quien guió el debate. El eje de la discusión se desplazó hacia la derecha, aislando aún más el debate estructural. Por otro lado, la izquierda ya perdió estas elecciones, porque ni siquiera entró en el juego.
Para volver a la primera división de la política, precisará actualizar el diagnóstico y la estrategia. Mientras, observaremos una acumulación de derrotas, sin siquiera disputar los rumbos de la historia.
Notas:
1. La Nueva República es como se conoce el período que sucedió a la dictadura y que tiene como marco de referencia la Constitución de 1988.
2. Ex alcalde de São Paulo, la mayor ciudad del país, Fernando Haddad es el candidato del PT desde que la candidatura de Lula fue inhabilitada.
3. Geraldo Alckmin es el candidato del PSDB (popularmente denominados “tucanos”), partido que polarizó las últimas cinco elecciones presidenciales brasileñas con el PT. Henrique Meirelles es el candidato del MDB, el partido de Michel Temer. Fue diputado por el PSDB, presidente del Banco Central bajo el gobierno de Lula (2003-2010) y ministro de Hacienda de Temer (2016-2018). João Amoedo es empresario, uno de los fundadores del Partido Novo, del que ya hablaré más adelante.
4. DEM, o democratas, es el nombre adoptado por el antiguo PFL, que aglutina a los herederos de la dictadura.
5. Comunicador televisivo y empresario, João Dória se inició en la política en 2016, siendo elegido alcalde de São Paulo en unas elecciones en las que derrotó a tres ex alcaldes del PT en la primera vuelta. Dória es candidato al gobierno del estado de São Paulo por el PSDB (tucanos).
6. En las elecciones de 1989 se presentaron 22 candidatos, cinco de los cuales eran considerados competitivos. Fernando Collor venció a Lula por por un estrecho margen de votos en la segunda vuelta.
7. Candidato del PDT, Ciro Gomes estuvo afiliado al PDS, al PMDB, al PSDB y al PPS, entre otros. Fue ministro en el gobierno de Itamar Franco y también en el gobierno de Lula. Gomes y el PT intentaron llegar a una alianza, sin embargo, acabó por distanciarse de esas siglas, que criticó durante su campaña.
8. Primer presidente electo por el voto popular tras la dictadura, Fernando Collor fue depuesto en un proceso de impeachment en 1992.
9. Esta autocrítica la hizo Tasso Jereissati, dirigente nacional del partido, en una entrevista realizada recientemente.
10. Partido Socialismo y Libertad, fundado en 2004 por parlamentarios expulsados del PT, críticos con la orientación que estaba tomando el gobierno federal. Es el partido a la izquierda del PT de mayor relevancia desde entonces.
11. De origen burgués, Guilherme Boulos es el principal líder del MTST (Movimiento de los Trabajadores Sin Techo), movimento popular de gran importancia en el país. Boulos se afilió al partido a última hora y el proceso interno que culminó con su elección como candidato a la presidencia fue bastante criticado.
12. En el original en portugués el autor hace un juego de palabras con el slogan Lula-lá, que usó Lula en antiguas campañas presidenciales.
*Profesor de la Universidad Federal de San Pablo (UNIFESP) y autor del libro Além do PT. A crise da esquerda brasileira em perspectiva latino-americana (Más allá del PT. La crisis de la izquierda brasilera en perspectiva latinoamericana).
Traducción de Mercedes Etcheverry para Zur Pueblo de Voces