¿Cómo seguimos luego del tsunami 8M?
Respiro aún de la fuerza que pudimos crear en Montevideo en particular, en Uruguay de norte a sur y en el Río de la Plata. Aquí sacudimos todo otra vez con la jornada de paro y movilización forjada desde múltiples esfuerzos y espacios, sostenida desde cientos de horas de deliberación y trabajo colectivo. Desde esas sensaciones y desde este territorio escribo, lanzo palabras inacabadas que no pretenden verdades cerradas sino compartir para provocar intercambios.
Las sensaciones viven aun en mi cuerpo, el remolino de sentimientos de alegría, angustia, rabia y dignidad todavía late y se mezcla con los hechos posteriores. El feminicidio de Mirtha, el niño baleado en Casavalle, el feminicidio político – territorial de Marielle en Brasil, el cuerpo quemado por los químicos del trabajador forestal. Respiro aún de la fuerza que pudimos crear en Montevideo en particular, en Uruguay de norte a sur y en el Río de la Plata. Aquí sacudimos todo otra vez con la jornada de paro y movilización forjada desde múltiples esfuerzos y espacios, sostenida desde cientos de horas de deliberación y trabajo colectivo. Desde esas sensaciones y desde este territorio escribo, lanzo palabras inacabadas que no pretenden verdades cerradas sino compartir para provocar intercambios. Abrir conversaciones en el esfuerzo por comprender qué esta pasando y reflexionar acerca de cómo podríamos seguir trabajando para que este tiempo de rebeldía y lucha no se cierre, sino que crezca y se profundice.
Construir feminismos populares con autonomía política
Debería decir, seguir construyendo feminismos populares porque este proceso es de larga data en nuestro país y en la región. Además de que esta inscripto hoy en Uruguay en un trabajo especifico de por lo menos cuatro años, desde el encuentro de feminismos del 2014. Un trabajo de re articulación y movilización de las mujeres, del movimiento en general y de la Coordinadora de Feminismos en particular. Esta última como plataforma para el resurgir de prácticas políticas que recuperaron la calle y construyeron una voz colectiva en el espacio público.
Debería decir mejor, multiplicar los feminismos populares ya existentes, que se saben entretejidos con los conflictos sociales y los distintos territorios para seguir creando diálogos y puentes. Crear nuevas y/o profundizar experiencias feministas que dan batalla a todas las expresiones de la dominación, explotación y despojo, de la amalgama patriarcal, capitalista, colonial racista y extractivista. Cultivar una posición discursiva y práctica, una mirada, que cuestiona la trama de dominación y explotación y sus mutuos reforzamientos y complicidades. Porque como dijeron las zapatistas si de lo que se trata es de vivir no queda otra que luchar contra todo aquello que siembra muerte.
Tomar la palabra y nombrarnos nosotras mismas
Es necesario decir aquello que pensamos, reapropiarnos del lenguaje y nombrarnos como queremos hacerlo aunque insistan en etiquetarnos de autónomas o radicales, reduciendo nuestra voz y nuestra experiencia a un conjunto de prejuicios. Desde Minervas nos nombramos como feministas populares, fue un proceso de reflexión que nos llevo hasta allí, es el nombre que elegimos para nombrar nuestras prácticas. Decirnos de otro modo, o no nombrarnos como muchas veces se hace con la Coordinadora de Feminismos, es para nosotras las mujeres borradas de la historia o nombradas por otros sin tomar en cuenta nuestra voz, una práctica atroz de violencia simbólica. Es como que yo te diga que me llamo Mariana y a vos se te antoje decirme Carlos.
Por otro lado, hablar a la ligera de nuestra reivindicación de autonomía es una irresponsabilidad mayúscula con la historia de nuestro movimiento. Es debilitar una apuesta imprescindible para cada una de nosotras como mujeres, para la decisión sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Y también imprescindible para nuestra lucha y para desarrollar un movimiento potente, movimiento que existe ante nuestros ojos, que puede hoy decir y hacer sin rendir cuentas al poder instituido. Esa libertad es uno de los ingredientes esenciales que permitió el crecimiento y multiplicación de las movilizaciones. Cuando decimos autonomía nos referimos por ejemplo a construir y reforzar los espacios – tiempos para sentirpensar los que hacemos desde nosotras mismas. Desde nuestras diferencias y nuestras comunes vivencias, pensamientos y prácticas, hiladas por y desde nuestras comunidades de mujeres de afinidad y trabajo común. Las políticas feministas se construyen desde estos espacios y no desde las direcciones de las organizaciones mixtas ni de los partidos. Ya vimos como muchos actúan ante nuestra lucha, bloqueandonos o “invitándonos” a una inclusión subordinada a sus proyectos. Aquellos compañeros que están dispuestos a dar la lucha aprendieron, o están aprendiendo, a reinventar su lugar dejándose sacudir por la ola.
Seguir construyendo un nosotras con otras
Las protagonistas de los feminismos somos las mujeres en lucha, mujeres, lesbianas y trans. Digo en lucha, en dialogo con otras muchas compañeras con las que entendimos que no basta ser mujer para hacer política feminista. Nombro a las distintas formas de vivir lo femenino porque ya aprendimos que no es un nosotras homogéneo sino radicalmente heterogéneo. Entonces, ¿cómo producimos prácticas y lenguaje común desde nuestras diferencias? Una pista fértil que ya hemos experimentado es cuando logramos que cada quien diga e insista con su mirada desde cada una de sus experiencias y juntas decimos y hacemos lo que construimos como común. La Coordinadora de Feminismos también lo ha ensayado y es el espacio de articulación y enunciación que elegimos, como la integramos la queremos cuidar y no promovemos otras articulaciones que puedan sustituir y debilitar el espacio que hemos dicho queríamos fortalecer.
Tender puentes con otras mujeres que hoy no están participando del movimiento es también una tarea imprescindible. Pero no repitamos lo que nos quieren hacer creer respecto al discurso de que todas en el feminismo somos de “clase media”. No es cierto que el feminismo de hoy no tiene “contacto con lo popular”, ya existe un trabajo muy extendido en organizaciones, barrios, cooperativas, que por supuesto hay que seguir desarrollando. El feminismo recreado desde el sur está constituido por una trama popular que se hace cargo de su dimensión de clase. Por supuesto que hay mujeres con vidas mas precarias que algunas de nosotras, pero asumir que nuestra vida también esta plagada de precariedad e incertidumbres nos abre un terreno común de experiencias para dialogar y un territorio de realidades contra las que luchar. Si algunas de nuestras diferencias tienen que ver con los procesos de formación política, y en algunos casos con nuestros estudios universitarios, no abonemos la culpa estéril, hagámonos cargo de esas herramientas y dispongámonos a socializarlas con otras. Cada quien poniendo a jugar sus saberes y dispuestas a aprender lo que no sabemos, ¡nadie nace feminista!
Aprender de la experiencia y abrir nuevas preguntas
Es urgente seguir escribiendo sobre nuestra experiencia, sobre lo que hemos hecho y sobre las preguntas que nos hicimos y ahora sabemos responder. Nos auto organizamos desde el estar juntas, compartir nuestras vivencias, dolores, violencias sufridas, nos formamos, trabajamos juntas para actividades, marchas, etcétera. Buceamos en el pasado buscando otras mujeres en lucha, sus historias y los aprendizajes que podíamos extraer. Hicimos mucha autoconciencia, es decir hablamos y nos dimos apoyo, fuimos y somos espejos unas de las otras. Ensayamos mil maneras de trabajar nuestras diferencias políticas, generacionales, de experiencias, educativas, de realidad concreta y horas en la semana liberadas para participar. ¡Todo ha sido de un riquísimo aprendizaje!
Comenzamos denunciando el feminicidio, seguimos iluminando todas las prácticas de violencia que lo alimentan. Señalamos el trabajo fuera y dentro de la casa, la doble jornada, y por eso hicimos y reinventamos el paro. Pero ¿qué preguntas quedaron abiertas este 8 de marzo y aun no pudimos responder?
Lanzo algunas para seguir conversando, ¿qué hacemos respecto a la relación entre las organizaciones populares y las prácticas feministas? Y no me refiero a las altas estructuras, si no a las compañeras que están en sindicatos y otras organizaciones dando batalla para abrir espacios. Ya sabemos que no bastan las comisiones de género cuando estas son marginalizadas y se las encorseta. Pero no invisibilizemos el potente trabajo de las cooperativistas denunciando y acompañando a mujeres en situación de violencia, de las maestras y estudiantes que gritaban en la marcha que no iban a permitir que la escuela sea machista, de las sindicalistas que abrieron camino para parar 24 horas. Entonces, ¿qué espacios deberíamos construir para propiciar más encuentros potentes entre mujeres, entre las que estamos en espacios feministas y las que siendo feministas, o se han sentido interpeladas, participan en otras luchas? ¿Cómo acompañamos otras luchas? ¿Cómo aprendemos de esas otras luchas? ¿Cómo las teñimos de feminismo entre todas?
En varios espacios las mujeres se han organizado aun más y abrieron una batalla para dejar de ser las ausentes en las voces y en las propuestas, así como para que las organizaciones que integran se hagan cargo de lo que reproducen a su interna. También esas mismas organizaciones y otras, de todo tipo y color, corrieron rápidamente a nombrarse antipatriarcales, a pintar muros y poner carteles, a proclamar igualdad, ¿qué igualdad es esa? Si refiere a una invitación del tipo quédense en nuestros proyectos que ahora somos antipatriarcales, integresen a nuestros marcos generales y en el inciso x del punto n del estatuto agregamos mujeres, no gracias. Antes de proclamar cualquier consigna o definición abramos un proceso interno de revisión de nuestras prácticas, será doloroso y confuso pero nadie transforma nada sin el esfuerzo de transformarse así mismx singular y colectivamente.
Otra pregunta que se abrió mas claramente este año que el anterior, es acerca de los limites de la igualdad, ¿nuestro horizonte es el de la igualdad? Ya sabemos por ejemplo que queda más cómodo hablar de violencia de género que de violencia machista o patriarcal porque desdibuja un poco y suena mas ligth. ¿Pasa algo parecido con los discursos de la igualdad? ¿Por qué ahora varias instituciones, partidos y organizaciones de todos los pelos corrieron a reflotar la consigna de Rosa Luxemburgo? Federici lanza su proyectil y plantea que la igualdad congela el feminismo. Nos congela si se trata de pedir ser iguales a los varones porque ellos siguen siendo el modelo valorado a seguir, sí se trata de pedir ser explotadas en los mismos términos, sí se trata de ser incluidas en marcos legales y jurídicos negando nuestros cuerpos. ¿Y si vamos mas allá del horizonte de la igualdad? No para fragmentarnos en mil pedazos. Es maravillosa por ejemplo la metáfora de Audre Lorde acerca de construir la casa de las diferencias: “Cada una de nosotras tenía sus propias necesidades y sus objetivos y alianzas muy diversas. La supervivencia nos advertía a algunas de nosotras que no nos podíamos permitir definirnos a nosotras mismas fácilmente, ni tampoco encerrarnos en una definición estrecha (…) Ha hecho falta un cierto tiempo para darnos cuenta de que nuestro lugar era precisamente la casa de la diferencia, más que la seguridad de una diferencia en particular”. Podríamos decir construir relaciones que sostengan un espacio tiempo común donde nuestras diferencias convivan sin jerarquizarse, manteniendo abierta la tensión entre diferencias y común. Después de todo es lo que logramos vivenciar y crear en muchos de nuestros espacios feministas. Porque luego de toda el agua que pasó por debajo del puente ya sabemos que las diferencias no son el problema, las diferencias son la vida misma, el problema es cuando estas se utilizan para sedimentar relaciones de dominación.
Por último, ¿qué hacemos con las exigencias al gobierno y a las políticas estatales? Adelanto que es inútil a mi entender un política estado céntrica, que pone todos sus deseos y horizontes en la “igualdad de derechos y oportunidades”. Ya sabemos, por ejemplo, que leyes sin presupuesto son sólo letras en un papel y que leyes punitivas con presupuesto es como darse un tiro en el pie. ¿Es fértil entonces un política anti estatal? Sí como horizonte, en el sentido de sembrar la posibilidad de una sociedad capaz de gobernarse a sí misma. Pero no es fértil una política que niega el estado como si no existiera hoy, porque por más que cerremos los ojos ahí esta, porque existe nos guste o no, y existe con todos sus laberintos y sus maquinas de domesticar luchas. ¿Deberíamos exigir al estado alguna de nuestras reivindicaciones mas allá de las clásicas demandas de la agenda de género? No para salir corriendo a demandar una agenda pre hecha como torta para microondas. Sino para abrir procesos de intercambio amplios que nos permita mapear qué nos urge, qué necesitamos, qué podríamos hacer por nosotras mismas profundizando la trama política y vital entre mujeres y qué precisamos exigir. Sé que no es sencillo, sé que debemos reflexionar colectivamente para vislumbrar los efectos que esas exigencias pueden tener sobre la potente lucha que hemos abierto, pero el dilema sigue ahí y habrá que ser creativas con estas y todo el resto de preguntas que surjan.
Insisto en conversar, dar vueltas juntas, construir una política de la escucha atenta, lanzar preguntas y creer en nuestra potencia desplegada y en nuestras palabras. Como escribió Clarice Lispector en La pasión según G.H: “Si me confirmara y me considerara verdadera, estaría perdida porque no sabría dónde encajar mi nuevo modo de ser, si avanzara en las visiones fragmentarias, el mundo entero debería transformarse para tener lugar en él”. Entonces, ¡qué se transforme pues! porque vamos a seguir avanzando.