Uruguay

Comprando libertades. La politicidad de lo apolítico

27 abril, 2021

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Zur

Comprando libertades. La politicidad de lo apolítico

Desde la campaña electoral, pasando por la asunción de su mandato el 1 de marzo de 2020, el actual presidente del Uruguay Luis Lacalle Pou, ha mantenido un discurso, que, según él, se encuentra libre de política y en favor de la libertad. La «libertad responsable» esconde las ideas políticas del gobierno de Lacalle Pou. Como bien marca el profesor y politólogo estadounidense Corey Robin, no desagrada la libertad sino que se extienda, porque la extensión es la perdida de los propios beneficios


Durante la campaña electoral para las elecciones de 2019, se posicionó como un sujeto que si bien viene de cuna de presidentes (su padre Luis Lacalle Herrera, como su abuelo Luis Alberto de Herrera lo fueron) no es una “hombre de política”, sino que se posiciona como un gestor o líder que buscaba terminar la brecha social creada en 15 años de gobiernos frenteamplistas.

Este discurso no es nuevo en el Rio de la Plata, vale recordar la campaña en Argentina del 2015, donde Mauricio Macri se ubicó de igual forma ante el electorado, algo que contribuyo a la victoria de Juntos por el Cambio (sector creado a partir de la unión de partidos de derecha, por Macri), ante el candidato oficialista Daniel Scioli. Es de resaltar que ambos presidentes fueron asesorados por el consultor ecuatoriano Jaime Duran Barba.

Durante la pandemia del covid 19, especialmente durante el 2020, y lo que va del 2021, este discurso se acrecentó en Lacalle Pou, transformándose en una constante en sus apariciones públicas y en la de sus representantes en el gobierno, pero tomando una nueva connotación, ahora no solamente se debe de dejar de lado lo político para evitar la brecha social, sino que para salvarnos del peligro generado por la pandemia. Con ello, lo apolítico además de ser un principio de unión, adquiere un tinte heroico.

La televisación de spot publicitarios donde se ven médicos blancos y rubios, unidos a policías mujeres y supuestos trabajadores de overol afro, sonriendo a cámara con un mensaje final de “juntos podemos, vamos Uruguay”, suma a reforzar el discurso central sobre la unión y la heroicidad en tiempo de pandemia. A lo que hay que agregar la enorme cantidad de horas que dedicaron los informativos centrales de los tres canales privados -y de mayor audiencia en el país-, al traslado de los pasajeros del buque australiano Greg Mortimer. Algo que pasó de ser un simple movimiento de personas y resultados de hisopados, a un símbolo de la unión del pueblo uruguayo, resaltando los valores de solidaridad y vitrina para los ministros de gobierno quienes fueron personalmente en plena pandemia -y discusión presupuestal-, a ver el traslado con el apoyo de empresas privadas de transporte que aprovechan la ocasión para sus spot publicitarios con las escenas del día.

Regresando a la campaña contra el coronavirus, un aspecto a resaltar es el concepto de la libertad responsable. Este ha sido la bandera principal de su lucha contra la pandemia. La misma puede resumirse en que todos los seres humanos somos libres de elegir nuestras acciones y por lo tanto los contagios deben evitarse sin tocar esa libertad de acción. Con esto recae en cada uno de nosotros el compartir espacios y lugares, remarcando que los niveles de contagio son consecuencia de cómo cada uno utiliza esta libertad.

Es claro que con este concepto el gobierno resalta los logros contra la enfermedad, y deslinda su papel de culpable en caso de un descontrol de casos. Un ejemplo claro se observa en las sucesivas cadenas de medios de comunicación, el presidente Lacalle Pou ha resaltado los logros en conseguir las vacunas a la vez que hace énfasis en la no obligatoriedad, responsabilizado a la población uruguaya del aumento de casos, haciendo oídos sordos a las advertencias del GACH (consejo asesor de científicos especializados en el covid 19 a pedido del presidente) sobre las medidas adoptadas por el gobierno para detener el avance de los casos, tildándolas como insuficientes y peligrosas.

Pero esta idea no solo aporta a culpabilizar a la población y liberar de presiones al gobierno central, sino que suma a ello la idea de que “todos los habitantes de un territorio tienen las mismas oportunidades” como una máxima natural, que oculta la realidad social, la despolitiza.

Como varias veces han resaltado pensadores como Stuart Hall o Angela Davis, nuestro color de piel, sexo, genero, edad, posibilidades económicas, incluso el barrio donde nacemos o vivimos, van limitando nuestra libertad y capacidad de expresión, transformando nuestra realidad social y capacidad de acción. La libertad de acción depende de nuestras condicionantes sociales no de la naturaleza.

Así la libertad responsable se basa en una idea política, una forma de ver e interpretar a la sociedad y su realidad. Pensar que todos los seres humanos somos libres por naturaleza y en su accionar la sociedad de forma orgánica se irá acomodando para que todos seamos iguales es una idea sumamente política, ocultada tras la neblina de lo apolítico. Normaliza y oculta las diferencias sociales y los mecanismos de opresión dentro de la sociedad.

Pensemos por ejemplo que no todos los trabajadores han podido reconvertirse al teletrabajo, según datos del INE (Instituto Nacional de Estadística) solo el 7,5% de los trabajadores activos ha realizado teletrabajo, dejando a amplios sectores del rubro servicio sin haberlo realizado. Estos trabajadores, que a su vez son quienes perciben los salarios más bajos, se han mantenidos trabajando de la misma forma desde el comienzo de la pandemia prestando sus cuerpos a la suerte de la enfermedad.

Con la idea apolítica de su discurso, Lacalle Pou, no solo oculta las diferencias sociales, sino que divide a la sociedad en dos polos opuestos: los que buscan el bien social y los que buscan el mal social. Esta división se basa en el compartir o no el discurso político del gobierno central.

Los movimientos sociales, de denuncia, o contrarios a las políticas del gobierno tengan o no que ver con la pandemia, son calificados como opositores, sujetos que no quieren trabajar, no quieren que esta situación termine, que buscan el mal del país y el regreso del Frente Amplio al poder y por lo tanto debe ser denunciados y detenidos.

Tomemos tres ejemplos para observar esto.

Como se menciona arriba los científicos del GACH son sumamente críticos con la campaña que el gobierno realiza en relación al covid 19, pero no solo ellos lo critican. Desde varios sectores y facultades del Uruguay se critica fuertemente el manejo de la económica, las políticas sociales y las medidas sanitarias, algo que desde el diario El País, uno de los principales medios oficialistas, llevó a catalogar a los científicos como “simpatizante de izquierda” resaltando que “aquí gobiernan los políticos” y apoyando el recorte presupuestario que realiza el gobierno sobre la universidad pública.

Durante el 2020, los movimientos sociales vieron su accionar en la calle limitado debido a la pandemia, esto provocó que movilizaciones como la “marcha del silencio”, que recuerda a los detenidos y desaparecidos de la última dictadura cívico militar del país, no se realice. Pero si se realizo la marcha de la diversidad, convocada por los movimientos LGTBIQ+ del país y apoyada por mucha de la población nacional. Esta marcha tenía como principal reivindicación el mantener la agenda de derechos lograda en los últimos años, en especial, ante un gobierno que se ha declarado provida. La misma fue ampliamente rechazada y tildada como “irresponsable” por el presidente, pronosticando un posible aumento de casos, algo que ninguna cifra estadística reflejó.

Por ultimo tenemos el caso de la olla popular “Palermo” (las ollas populares son centros de alimentación generados por la población, clubes barriales o sectores políticos partidarios, quienes de forma autogestionada brindan comida a quienes no pueden tenerla, se convirtieron en un punto muy importante para mantener a la población más empobrecida durante la crisis del 2000 y se están transformando en algo similar desde 2020) quien en una entrevista televisiva donde se denunciaba el nulo apoyo del gobierno, apareció con una remera contraria a la ley de urgente consideración, un conjunto de leyes impulsadas por el gobierno central que para muchos sectores sociales es vista como regresiva, y que favorece ampliamente a los sectores industriales y capitalistas del país. Esta acción generó que varios militantes conservadores y del partido nacional amenazaran a quienes organizan la olla, calificándolos de izquierdistas, focas (termino despectivo sobre los votantes del Frente Amplio) y centro para mantener vagos. Todo esto ante el silencio del gobierno central.

En estos ejemplos se puede apreciar como la acusación de político recae sobre lugares de oposición al gobierno, siempre llevando al terreno de lo político partidario, desarticulando el reclamo de fondo en un argumento basado en que detrás de todo se encuentra la izquierda. Si se es político se es del Frente Amplio, resumiendo la politicidad a aspectos simplistas y poco profundos. No observando que lo político nos atraviesa, se vuelve carne en nuestras acciones y va más allá de determinantes de izquierda y derecha.

Como las corrientes feministas han marcado, lo político reside en nuestra forma de ver y pensar el mundo, no en quienes votamos o quienes no votamos. Está día a día en nuestras casas, nos acompaña en cada viaje en ómnibus y en cada decisión que tomamos de manera consciente o inconsciente. Resumir lo político a lo partidario, también esconde relaciones y lugares repletos de política. No es menor que quienes se oponen al gobierno sean calificados de politizados y quienes lo apoyan como sectores objetivos.

El discurso del gobierno de Lacalle Pou, deja a su palabra como la verdad objetiva, basada en el bien social, el trabajo, el progreso y la moral nacional, y al resto de los planteos como el mal, los vagos que no quieren trabajar, la izquierda, el retraso y la oscuridad.

La libertad responsable esconde las ideas políticas del gobierno de Lacalle Pou. Como bien marca el profesor y politólogo estadounidense Corey Robin, no desagrada la libertad sino que se extienda, porque la extensión es la perdida de los propios beneficios, no todos somos libres y deben existir sacrificios en pos de mantener la libertad de unos sobre los otros.

Pensar en lo político como un elemento que no nos deja de acompañar, nos posiciona ante la eliminación de lo objetivo. Se vuelve un Pepe Grillo que nos dice al oído que siempre somos un mundo subjetivo de resultados y consecuencias donde cada decisión va a beneficiar a unos e ir en oposición a otros. Ver quiénes son los que toman las decisiones y porque las toman, ver que no somos tan libres como pensamos. Lo político pensado por fuera de lo partidario nos permite ver con que ojos miramos y con que ojos nos miran.