Contra las rutas del saqueo #20
Este es el Boletín Informativo de la Asamblea Contra las Rutas del Saqueo, espacio construido por diferentes asambleas territoriales y medios libres en pie de lucha en contra del avance del capitalismo extractivo en América Latina. Nuestra articulación surgió de la percepción de que se ha instalado en la región una nueva etapa del extractivismo, en la que la resistencia a la instalación de megaproyectos mineros, pesqueros, forestales, acuíferos y energéticos dejó de ser la única tarea de los pueblos.
Desde hace por lo menos 20 años, se ha llevado a cabo a lo largo de toda la región la construcción de un gran conjunto de obras de conectividad (carreteras, hidrovías, sistemas portuarios) que reorganizan los territorios en aras de facilitar el saqueo de nuestros bienes comunes para la empresa exportadora. Con el visto bueno de los gobiernos de turno y el financiamiento de la banca internacional, estas obras buscan disminuir los costos de operación de las transnacionales que operan en América Latina, aumentando sus lucros y garantizando que nuestro continente siga cumpliendo el mismo rol que viene ejerciendo desde la invasión colonial.
Las obras de infraestructura son un frente poco difundido y criticado de la lógica desarrollista, pero sin el cual la misma no se sostiene. Es en la circulación de flujos que el capital se realiza, y sin esta etapa, la extracción no cobraría ningún sentido.
A estas venas abiertas, les hemos llamado «Rutas del Saqueo¨.
Cada 15 días, traemos noticias de las comunidades organizadas en contra del sangrado de nuestros territorios. ¡Buena lectura!
Número 20 – 10 de noviembre de 2023
CHILE
Transición energética: una trampa del capitalismo energívoro
Colectivo El KintrAl
Desde el siglo XX la expansión depredadora de las dinámicas capitalistas genera una intensa y compleja crisis sistémica que pone en riesgo la reproducción de la vida misma en la Tierra. Una de las dimensiones de esta crisis es la climática, asociada al calentamiento global producido por el consumo voraz de hidrocarburos. Ya en el siglo XXI, tras décadas de negacionismo, el empresariado transnacional y los gobiernos del capitalismo central reconocen el cambio climático como un problema global e instalan la agenda de transición energética, cuyo eje es la descarbonización de la matriz energética mediante el reemplazo de combustibles fósiles por energías renovables.
Si bien reconocemos la urgencia de la transición, consideramos que el modelo realmente implementado de transición energética opera como una trampa más del capitalismo energívoro, pues no resuelve la crisis climática y además renueva las dinámicas globales de despojo y acumulación. Entendemos los discursos oficiales de la transición energética como una eco-retórica capitalista, orientada a desactivar las potenciales resistencias que conlleva la violenta expansión de las fronteras energéticas. En este sentido, el análisis crítico de las experiencias latinoamericanas nos lleva a plantear los siguientes argumentos:
Las políticas de transición energética, solo diversifican los mercados energéticos.
Como ya se ha señalado, la transición energética supone el reemplazo de los combustibles fósiles por energías renovables, pero esto no está ocurriendo. Sobre este punto, reconocemos dos fenómenos articulados: En primer lugar, la exploración de nuevas fuentes y tecnologías para la explotación de hidrocarburos, asociada a la escasez relativa de las fuentes convencionales, llegan con los polémicos proyectos petroleros offshore o costa afuera, por un lado, que instalan plataformas en el mar para fracturar el fondo marino (como ejemplo están la cuenca atlántica de Argentina, pero también el Presal en Brasil y el Golfo en México); y por otro, la expansión del fracking o fractura hidráulica que quiebra la roca a una profundidad de hasta 5000 metros para succionar gotitas de petróleo (como el caso de Argentina y Colombia). En ambos casos se trata de tecnologías extremadamente invasivas, que amenazan los equilibrios ecológicos, y cuya implementación reconfigura los territorios.
En segundo lugar, la imposición de una agenda de descarbonización que se limita solo al carbón, y que por lo tanto habilita la promoción de ‘hidrocarburos de transición’.
El caso emblemático es Chile, donde la política de descarbonización se focaliza en las termoeléctricas a carbón. Aunque inicialmente se anunció el cierre paulatino de estas centrales, la medida fue luego reemplazada por el anuncio de estrategias de reconversión al gas. Paradójicamente, se reemplaza un fósil por otro… Este año el estado chileno informó públicamente la adopción del gas como combustible de transición junto a la exploración de nuevas tecnologías para las termoeléctricas. Por una parte, este anuncio instala la demanda por gas, presionando así territorios que cuentan con el recurso; y por otra, sigue sin resolver la situación de las zonas sacrificadas por las termoeléctricas. El de Chile no es de ningún modo un caso aislado.
Es importante aclarar que más allá de los discursos oficiales, la agenda global de transición energética es una respuesta a la escasez relativa de hidrocarburos, específicamente al peack o pico petrolero que marca el declive en su fácil disponibilidad y rápida extracción, lo que conlleva un aumento de los costos y también nuevos conflictos por el acceso de las fuentes tradicionales. En este escenario no hay abandono voluntario de los hidrocarburos por motivos ecológicos, sino una reconversión adaptativa por parte del empresariado que así expande la frontera hidrocarburífera con la intención de resguardar la rentabilidad de sus negocios profundizando el desprecio ambiental.
A lo anterior se suma la promoción de energías renovables, principalmente no convencionales, que amplían y diversifican el mercado energético, pero es necesario enfatizar que el modelo impuesto de transición energética mercantiliza la energía, transformándola en un comodity transable en los mercados globales, donde la supuesta carbono neutralidad de las renovables conlleva un valor agregado que potencia su rentabilidad. Se activan así procesos de industrialización de gran escala, porque no se trata de energía eólica o solar orientada al autoabastecimiento familiar o comunitario, sino de mega-emprendimientos energéticos capaces de competir con las energías fósiles tradicionales. Es en este sentido que las plantas solares y eólicas diversifican la oferta de mercados energéticos donde la demanda va en constante aumento. No desplazan a los hidrocarburos, solo amplían la oferta energética cuando aquellos ya no son rentables.
Ni sustentables, ni renovables
A nivel global, la agenda de transición energética promueve la reconversión a las llamadas energías renovables. En un primer momento el foco estuvo en las hidroeléctricas, luego en los biocombustibles, en ambos casos los efectos territoriales han devastado territorios y comunidades. Esto se constata en las experiencias hidroeléctricas de Brasil, Chile y Bolivia; y en la producción de biocombustible en Argentina, Brasil y Paraguay. Ahora el foco está en las llamadas renovables no convencionales, principalmente plantas eólicas y fotovoltaicas, que son presentadas como energías limpias, sustentables y carbononeutrales. Sobre este punto, es necesario diferenciar entre las energías solar y eólica que sí son renovables y tienen sus propias dinámicas ecológicas, de los parques fotovoltaicos y eólicos que son artefactos captadores de esa energía. En tanto artefactos tecnológicos, estos no son renovables, pues su construcción y mantenimiento requiere cantidades enormes de minerales metálicos y no metálicos.
Efectivamente, la industrialización de fotovoltaicos y eólicos intensifica el extractivismo megaminero especialmente de cobre, considerado un mineral crítico para la transición, lo que ha activado un nuevo boom cuprífero en Chile, Perú y Argentina, y la entrada al negocio de Colombia y Ecuador. Pero también abre nuevos nichos de negocios asociados a otros minerales metálicos como el hierro y el cobalto, y no metálicos como el litio. En relación al cobalto, actualmente Chile explora los relaves mineros como potencial fuente de este mineral, con la intención de posicionarse como país exportador. En relación al litio, la alta demanda generada por la transición energética ha significado una sobreexplotación de los salares altoandinos del lado chileno, y activado el voraz interés transnacional por explotar los salares del lado argentino. A lo anterior debemos agregar la obsolescencia programada de estos captadores de energía y la incertidumbre sobre su destino cuando quedan en desuso. Si estos minerales no son renovables y su explotación no es sustentable, entonces los artefactos que con ellos se producen, tampoco lo son.
Además, la escala de los proyectos fotovoltaicos y eólicos principalmente en Brasil y Chile, altera las dinámicas territoriales en múltiples sentidos: por una parte, altera los ciclos ecológicos al causar la muerte de aves y romper las cadenas bióticas; por otra, la extensión del área instalada conlleva desplazamientos de población, pues el territorio ya no está disponible para otras actividades productivas o bien afecta la salud física y mental de comunidades expuestas, por ejemplo, al permanente zumbido de los aerogeneradores. El avance de la transición energética genera así, enclaves energéticos donde territorios definidos por la razón capitalista como “espacios vacíos”, son refuncionalizados como meros productores de energía. Se trata de nuevas zonas de sacrificio, donde la vida ya no es posible.
Infraestructuras para el sakeo que reconfiguran territorios
Plantas fotovoltaicas y campos eólicos son infraestructuras de captación energética que intervienen violentamente los territorios. Pero estas infraestructuras se articulan a otras infraestructuras de conectividad a través de las cuales circula y se distribuye la energía. Para entender la complejidad de este fenómeno, se debe precisar que el modelo realmente implementado de transición energética se enfoca en la electrificación del sistema, omitiendo otras posibilidades. La electrificación del sistema requiere tecnologías de almacenamiento, pues la captación de eólicos y fotovoltaicas es inestable por su propia naturaleza, es ahí donde el litio cobra protagonismo. Requiere así líneas de trasmisión, estaciones y subestaciones eléctricas, cuya instalación también altera los ciclos ecológicos y dinámicas territoriales. Estas redes de infraestructura se construyen en base a minerales, principalmente cobre, lo que también potencia el avance de la mediana y gran minería, con todos los problemas que ello conlleva.
En el caso chileno, la intención estatal de transformar al país en una “potencia de energías renovables no convencionales”, ha estimulado la inversión transnacional como negocio, generando una oferta de energía que no coincide con las capacidades de transmisión del sistema. Es ahí donde el estado interviene planificando, financiando y luego licitando a privados la construcción de mega carreteras eléctricas, entre las que destacamos las carreteras Cardones-Polpaico, ya ejecutada, y Kimal-Lo Aguirre, actualmente en proceso de evaluación ambiental, cuya extensión abarca desde Antofagasta a la Región Metropolitana. Las torres de alta tensión que conforman estas mega carreteras transforman los paisajes locales y generan radiaciones electromagnéticas que ponen en riesgo la salud, humana y no humana. Paralelamente, abren un nuevo mercado para las transmisoras transnacionales que compiten por la licitación de las obras. Cabe señalar que, en el caso chileno, más allá de la competencia, las empresas generadoras y transmisoras han constituido gremios sumamente cohesionados desde los cuales potencian sus intereses privados. En Chile, las carreteras eléctricas operan como verdaderas rutas para el sakeo energético, en un sistema energético altamente concentrado y jerarquizado.
La transición energética actualiza las dinámicas de colonización y reproduce la desigualdad estructural
La agenda global de transición energética es una agenda capitalista que responde a las necesidades de las sociedades energívoras del norte global. Las sociedades energívoras son sociedades adictas a los combustibles fósiles y la electrificación. En estas sociedades todos los ámbitos de la cotidianidad son dependientes de la tecnología, la que paradójicamente depende de materiales extraídos en otros territorios, que estas mismas sociedades han colonizado y subordinado. Hay que subrayar que las sociedades energívoras son un tipo particular de sociedad, pues el consumo depredador de energía no es una práctica intrínseca al animal humano. De hecho, a nivel global, las sociedades energívoras coexisten con sociedades que padecen la pobreza energética y también con sociedades donde la energía no tiene el rol protagónico que el capitalismo le ha asignado.
Reconocer la desigualdad en el acceso a la energía, nos lleva a relativizar la escasez y crisis energética. Efectivamente, la agenda global de transición energética es una agenda diseñada para satisfacer las necesidades e intereses de las sociedades del capitalismo central, que al parecer no tienen intención de transformar sus hábitos de consumo adaptándolos al nuevo contexto de crisis climática. Para estas sociedades el desafío es mantener sus ritmos de consumo, por eso el modelo de transición energética realmente implementado se basa en la innovación tecnológica, que privilegia la ecoeficiencia. Un ejemplo claro es la electromovilidad, símbolo de la sustentabilidad capitalista, pues ahí la electrificación del sistema permitiría mantener la misma dinámica de transporte. Como vemos, para las sociedades energívoras el problema es técnico, no ético ni político.
Pero para que esas sociedades resuelvan tecnológicamente sus problemas de abastecimiento, requieren materiales. Es ahí donde sociedades que han sido colonizadas y subordinadas al orden capitalista, sustentan con sus bienes naturales y fuerza de trabajo la transición energética de las sociedades del norte global. Siguiendo con el ejemplo de la electromovilidad, son nuestros territorios los que proveen los minerales y la energía que la hacen posible, pero también son nuestros territorios los que padecen los pasivos ambientales que su explotación genera. Por eso no se puede asumir la transición energética como una propuesta de la humanidad para la humanidad. La transición energética es una propuesta situada en las sociedades del capitalismo central, que materializa un complejo proceso de colonialismo energético.
Para finalizar, es importante reiterar que los discursos oficiales sobre la transición energética operan como discursos legitimadores de nuevas formas de colonización que acentúan las desigualdades entre sociedades y al interior de estas. En ese sentido son eco-retóricas capitalistas que, por un lado, privatizan las ganancias de los nuevos negocios energéticos, y por otro, socializan las responsabilidades y culpas por la catástrofe climática. En América Latina el problema no es la escasez de energía, sino el acceso a ella y la autonomía para definir sus usos. Se trata de un problema de justicia y distribución. Esto no niega la urgencia de una transición, pero esta no puede limitarse a la descarbonización ni sustentarse en la innovación tecnológica, lo que se requiere es una transición civilizatoria, que reordene los vínculos humanos y con la Tierra.
BRASIL
La transición energética en Brasil y la resistencia de comunidades tradicionales pesqueras
Monalisa Lustosa Nascimento (Geografia-Unesp y ONG Ecomaretorio)
La transición energética a partir de la producción de energías renovables como la energía eólica y solar ha sido impulsada por una corrida global por la descarbonización de las matrices energéticas en un acuerdo mundial para mitigar el cambio climático. Este acuerdo ha sido llamado “desarrollo sustentable” y está amparado en la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En Brasil, la agenda de la transición energética ha causado innumerables conflictos y conflictualidades con empresas de energía eólica que se territorializan en regiones del litoral marítimo, en las sierras y en el semiárido del Nordeste, ocupando, muchas veces, territorios donde viven, hace siglos, pueblos y comunidades tradicionales pesqueras, marisqueras, caiçaras, quilombolas, pueblos originarios y campesinos. Esta contradicción permanente con el modo de producción capitalista y predatorio de las energías renovables se hace ver en el cotidiano, a partir de los embates y resistencias de los pueblos directamente afectados por el así llamado “desarrollo sustentable”.
En el litoral oeste del estado de Ceará, en el Nordeste de Brasil, comunidades tradicionales de pescadores artesanales resisten a la desterritorialización y cuestionan el modelo de transición energética guiado por el capitalismo, a través de empresas extranjeras, Estado y, muchas veces, acaparadores ilegales de tierras. La Comunidad Tradicional de Barra das Moitas, en el municipio de Amontada (localizado en el litoral oeste de Ceará), tiene una larga lucha por la preservación del medio ambiente y del modo de vida de la comunidad tradicional de pescadores. Conocidos por su bravura, consiguieron impedir la entrada de un complejo de extracción de energía eólica de la CPFL Renováveis, de la compañía china State Grid. Sin embargo, el parque fue construido en los límites del territorio de la comunidad, que siente los impactos ambientales y las amenazas veladas entre gigantes torres eólicas.
En entrevista, los pescadores amenazados por los parques eólicos hablan de un desarrollo que dice salvar el planeta del cambio climático, pero que, en verdad, destruye dunas y lagos interdunares, y cercan los espacios impidiendo el pasaje, los barcos, la agricultura y la cría de animales. Es una total privatización de los territorios tradicionales.
“El desarrollo de ellos es sólo un engaño para nosotros, es sólo una promesa vana. Cuando ellos llegan es como si tú fueses a ganar un pedacito de cielo, pero no tiene nada que ver con esa realidad. O sea, es sólo para que ellos se enriquezcan y nosotros permanezcamos pobres… es un proyecto de muerte para nosotros, de fracaso…”, dice Jairo, pescador artesanal, agricultor y trabajador del turismo comunitario de Barra das Moitas.
Ahora, la Comunidad Tradicional de Barra das Moitas lucha para transformar el territorio en una reserva extractivista. Esta victoria de la comunidad cearense contrasta con la emergencia de violencias, expoliaciones y acaparamiento de territorios pesqueros tradicionales en el resto del país. Sobre todo a partir de las inversiones extranjeras que actúan por medio de fondos de inversión, subsidiarias brasileñas y otros mecanismos para enmascarar el real origen del capital, que casi siempre es europeo, estadounidense o chino. Empresas como Enel Green Power, Iberdrola, AES Corporation, State Grid, entre otras muchas, están masivamente territorializadas en el Nordeste brasileño. Esta dinámica que dificulta entender “de dónde viene el dinero” acaba creando una sensación de que hay “enemigos ocultos”, pues muchas veces las comunidades no saben quiénes son los reales dueños de los parques eólicos, ni contra quiénes hay que resistir.
Este sentimiento de impotencia acompaña sentimientos de miedo y de amenaza en comunidades tradicionales que están en la extrema pobreza, en el analfabetismo y abandono del Estado, con poca infraestructura para resistir las embestidas del capital transnacional del “desarrollo sustentable”. La transición energética va creando, por fin, zonas de sacrificio, cuyos sacrificados son los pueblos que ya poseen un modo de vida naturalmente sustentable.
E la Comunidad Tradicional Morro dos Patos, también localizada en el litoral oeste de Ceará, la resistencia de la comunidad de pescadores y marisqueras está manteniendo los pueblos completamente cercados por el Parque Eólico Pedra Cheirosa, también de la CPFL Renováveis. De punta a punta, la comunidad se ve cercada por gigantes torres eólicas a menos de 300 metros de sus casas. Esa sensación se intensifica durante la noche, cuando piscan las luces rojas del parque eólico, como una señal de alerta para los pescadores y pescadoras de Morro dos Patos:
Más allá del estado de amenaza y miedo, de la invisibilización y zonas de sacrifico que ha creado el llamado “desarrollo sustentable”, precisamos prestar atención en las alternativas creadas en todos los rincones de América Latina. En muchos lugares, el buen vivir cuestiona el “desarrollo sustentable” como modelo capaz de contener el caos climático y pasa a estudiar y construir modelos alternativos de producción energética autosuficientes, autónomos, descentralizados y comunitarios. Precisamos conocer cuáles caminos es posible crear para que la autonomía energética de nuestros pueblos tradicionales y originarios de las aguas, los bosques y los campos sea una realidad de esperanza, además de resistente.
ARGENTINA
Desgarros del cuerpo-territorio por la producción de bioetanol en Barrio San Antonio, Córdoba, Argentina (2012-2022) Colectivo de epidemiología comunitaria: Ma. Virginia Sánchez Domínguez, Virginia Toledo López, Erika Saccucci, Silvia Cruz, Natalia Tello, Julián Arriaga, Lautaro Palacios y María Constanza Sánchez
Hace ya 11 años, al Sur de la ciudad de Córdoba, más específicamente en Barrio San Antonio y alrededores, la vecindad pide respuestas al estado y a la justicia. Una fábrica fermentadora de bioetanol de la empresa Porta Hnos. fermenta el maíz transgénico para producir biocombustibles de manera totalmente ilegal, sin evaluación de impacto ambiental ni licencia social.
En este tiempo numerosos profesionales y grupos de trabajo de diferentes ámbitos y diversas disciplinas hemos trabajado en la zona con el objetivo de esclarecer estos impactos- nunca evaluados ni por la empresa ni por el estado ni justicia -responsables de la calidad ambiental. Es así, que conformamos un Colectivo de Epidemiología Comunitaria y redactamos un informe de los daños socioterritoriales por la permanencia de esta fábrica en Córdoba Capital.
Se trata de un grupo interdisciplinario autoconvocado, conformado en el contexto de la judicialización del caso y ante la demanda de la Asamblea Vecinxs Unidxs en Defensa de un Ambiente Sano (VUDAS)-Fuera Porta. A través del informe socioterritorial se buscó sistematizar, reconstruir y analizar las diversas dimensiones de los daños que vivencia la población desde que fue instalada la fábrica de destilación de bioetanol. El material se organiza considerando dos dimensiones, territorial y corporal, separadas sólo en modo analítico.
En cuanto al daño territorial, el barrio San Antonio está marcado en su historia por el quiebre que significó el emplazamiento de la fábrica. Originariamente la empresa producía alcohol y derivados, hasta que en el año 2012, se alertó la vecindad a partir de una explosión. Se trata de un momento de inflexión marcado por un «antes», que se caracteriza con expresiones como «super tranquilo», «lindo», «muy verde», «el paraíso», con «muchos árboles, muchas aves», y un presente de «calvario» «terrible», «intranquilo» y a generar «miedo». Porta irrumpe en el barrio y transforma los espacios, lo que especialmente supone la pérdida de lugares de esparcimiento, verdes y comunitarios; al tiempo que altera los modos de vivir, las dinámicas de socialización y los sentidos sobre el ser y estar en el barrio. Así, dificulta las estrategias de reproducción de la vida y los vínculos comunitarios, avanzando la urbanización y la agroindustrialización.
A partir de 2012, la empresa comenzó a ser percibida como una amenaza para los espacios de vida, especialmente en tres formas diferentes: en el riesgo de una nueva explosión y/o accidente; en los efectos negativos para la salud derivado de los olores que percibían y las enfermedades que se manifestaban junto con la dinámica de expansión de la empresa y en la consecuente posible intensificación de los problemas ya existentes.
Por otra parte, el proceso de construcción social del riesgo encaminó la generación de información científica y técnica respecto de la situación sanitaria de la población y de salud ambiental en general, lo que también involucró el surgimiento de controversias sociotécnicas en diferentes etapas del conflicto.
El barrio cuenta con una trayectoria de participación y cohesión social. La persistencia del conflicto con la empresa y su expansión propició nuevos desafíos, conflictos y tensiones. «Vivir con miedo» generó nuevos hábitos. La territorialización de la empresa implicó la emergencia de la disyuntiva por la ruptura del proyecto de vida, a partir del éxodo del barrio (vecinxs que se fueron de San Antonio) y por el agravamiento del daño a la salud (o la cuestión de la sobrevivencia). En ese proceso se construyen nuevas identidades de lucha que refieren a un común y van configurando una identidad colectiva, que nutre y renueva los imaginarios.
De los discursos analizados se desprende la oposición entre la idea del “antes”, donde existe la posibilidad de “abrir las ventanas”; respecto el ideario “después”, caracterizado por la configuración de un territorio de sacrificio: donde aquello que resulta básico para garantizar la vida se encuentra en proceso de vaciamiento, de saqueo. La modificación abrupta del espacio físico y la amenaza directa a la vida por la creciente presencia de enfermedades, se ve subordinada a las posibilidades de una empresa de generar ganancias. Se construye una narrativa propia de la justicia ambiental, donde para VUDAS, el tema se presentó como una cuestión de defender sus derechos humanos. Esta narrativa se contrapone a un escenario de injusticia mediado por una compleja red de complicidades que incluyen una gran diversidad de jueces, empresarios, políticos y funcionarios.
«A nosotras nos matan en pequeñas dosis respirando tolueno, formaldehído… eso es lo que hay en el barrio: gran cantidad de químicos respiramos las 24 horas»
En la dimensión del daño al cuerpo, se analizaron los relevamientos de profesionales de diversas áreas vinculadas a la salud y el ambiente, que buscan detectar enfermedades recurrentes y fuentes de contaminación en la zona, así como, los discursos de la comunidad al respecto de la propia percepción sobre el daño a su salud. (Para profundizar ver en Ciclo de Conferencias «Porta: un modelo en conflicto. San Antonio una zona de sacrificio» análisis de auditorías presentadas por la empresa). Se destacan dos llevados a cabo de manera comunitaria con REDUAS (Red Universitaria de Ambiente y Salud) en el año 2013 y 2016 (Disponible en reduas.com.ar).
También se recuperan estudios de genotoxicidad donde se encontraronsustancias que nos indican exposición a compuestos tóxicos como Acetona, Formaldehído, Tolueno y Xileno en el ambiente. La única fuente de alguno de ellos es exclusivamente responsabilidad de las emisiones de la empresa Porta hnos., produciendo las 24 horas del día, los 365 días del año. El 95 % de lxs niñxs tuvieron un número de células con micronúcleos mayor al valor considerado “sano”. Estos resultados reafirman que la presencia de estas sustancias en el ambiente enferman, debilitan y provocan daños genéticos a largo plazo. La recomendación médica fue interrumpir la exposición a estas sustancias genotóxicas, es decir, erradicar la fábrica o irse del barrio.
Este proceso nos permitió reafirmar la fortaleza de una perspectiva relacional de la construcción del conocimiento y la convicción de la necesidad de una ciencia comunitaria que genere herramientas para visibilizar conocimientos silenciados por la academia hegemónica, y que permitan su circulación. Destacamos la construcción de redes e identidades colectivas que tienen la importancia de generar, frente al daño, espacios de sanación, escucha y cuidado. Este análisis nos lleva a exigir justicia ambiental frente al impacto negativo de los agrocombustibles en los territorios.
La transición energética realmente existente y la que queremos
Felipe Gutiérrez Ríos, de Observatorio Petrolero Sur
En el debate político se repite la idea de la transición energética, lo que suma nuevos sentidos y complejidades a un concepto en disputa. Recuperamos esta charla de Felipe Gutiérrez Ríos, del Observatorio Petrolero Sur, quien desarrolla algunos elementos para caracterizar la transición energética del capitalismo actual, y algunas vías para disputar un modelo energético distinto.
El tema de la transición energética está de moda y a veces se pierde el sentido de qué quiere decir. En ese aspecto, es relevante que pensemos dónde está hoy el modelo energético y hacia dónde lo queremos llevar, hacia dónde queremos que sea esa transición. Hoy el sistema energético es la base de la sociedad capitalista, es el motor que permite el modelo de acumulación. Entonces pensar su transición requiere pensar también una superación del capitalismo en tanto modelo económico y social.
Para pensar eso podemos acudir a la historia. ¿Cómo fueron las transiciones energéticas previas del capitalismo industrial? Antes de la revolución industrial, el capitalismo fue de base agraria, en donde energéticamente se sostenía a través de los vientos y el agua, además de la explotación de personas y animales. La invención de la máquina a vapor modificó la industria de los países centrales y a mediados del siglo XIX comenzaron una transición hacia un mayor consumo de carbón.
Al respecto, el trabajo del sueco Andreas Malm, “Capital Fósil”, describe cómo se dio esa transición en las décadas de 1830-1840. Ahí describe que esa transición no se dio por una cuestión técnica o geológica, sino por la necesidad que tuvo el capitalismo inglés de controlar la fuente energética y almacenarla. Al mismo tiempo eso sirvió para disciplinar al movimiento obrero de la época. Durante el siglo XX con la invención de la máquina de combustión interna pasó algo parecido con la explotación petrolera, que permitió debilitar a los movimientos obreros en las minas de carbón. En Chile pudo verse ese proceso de manera muy clara en las minas de carbón del golfo de Arauco, que es el territorio en el que nació el proletariado en tanto clase en ese país.
Siguiendo con el ejemplo chileno, en las primeras décadas del siglo XX, la región estaba transitando de ser semi colonia inglesa a semi colonia de Estados Unidos, lo que implicó una reconversión tecnológica: de la máquina a vapor a la máquina de combustión interna. Energéticamente, esto significó un traspaso del carbón al petróleo. Sin embargo, la crisis capitalista de 1929-1930 provocó una restricción a la importación de petróleo y fue un regreso al modelo carbonífero. El petróleo demoró finalmente cincuenta años en pasar a ser la principal fuente energética en Chile. Pero no fue por una cuestión geológica esa transición, sino que se debió a la política y su resultado económico.
En Argentina podemos describir algo parecido. Pasaron cuatro décadas desde la construcción de los primeros gasoductos, hasta el momento en que el gas se transformó en la principal fuente energética. Entonces ahí cabe preguntarse, ¿estamos viviendo hoy una transición energética? Se suelen dar como ejemplo de transición energética en el Cono Sur a Uruguay y Chile. Hoy Uruguay consume cuatro veces más petróleo que energía eólica. En Chile el petróleo es 13 más importante que la eólica, y la leña sigue siendo un cuarto de su matriz energética.
Entonces, si revisamos comparativamente el ingreso de fuentes renovables, es evidente que crecieron mucho en los últimos años. Sin embargo, estamos en una fase muy temprana de la transición hacia renovables. O quizás el sistema energético del capitalismo está en una transición permanente, porque lo que hace es adherir a nuevas fuentes, no su reemplazo. Aún hoy el carbón es fundamental para el sistema energético mundial. También otras fuentes como la leña, la biomasa, el agua, el viento, esos son constantes.
En ese sentido, la crisis climática marca la necesidad de una ruptura de esta forma de transición energética. Es necesario no sólo adherir nuevas fuentes, sino también reducir y limitar el consumo de gas, petróleo y carbón. Por supuesto esto solo hace relación a las fuentes, pero el modelo energético abarca muchas más cuestiones. Dos de las tareas más relevantes en ese sentido es discutir quienes consumen, es decir, de qué manera el modelo energético del capitalismo reproduce las desigualdades de esa forma de reparto de la sociedad. La otra es discutir la forma de gestión de la energía, que hoy está completamente dominada por privados en el sector de renovables en América Latina.
El modelo que tenemos y el que queremos
En la base del capitalismo está la separación entre las personas y sus medios de producción. Ahí ocurre una primera ruptura en la relación con la energía que necesitamos para vivir y nuestros procesos productivos. Si queremos pensar una energía distinta, debemos reconectar esa relación. Conectarnos como productores, con los medios de producción y con la energía. Es una forma de retomar la relación entre la naturaleza humana y no humana, que lejos de ser una perspectiva hippie, encierra una mirada de construcción de una forma económica no capitalista.
Si lo pensamos en términos termodinámicos, por ejemplo, es relevante que nos entendamos no como productores sino como transformadores de energía. Entonces somos parte de un circuito mucho más complejo donde la energía circula. Entender a la humanidad como parte de ese flujo es una nueva manera de pensar la energía.
El agua que trae un río es un bien común y el consumo es un derecho humano. En medio lo que ocurre es que esa energía es transformada en capital. Nos ocupa ahí, entonces, disputar que podamos hacer ese traspaso del bien común a un derecho humano por fuera del circuito del capital.
Aunque muchas luchas están centradas en los modos de producción de energía, no debemos olvidar que este es un modelo pensado para su consumo. Y que por mucho que los impactos que están más problematizados son los que ocurren en las zonas de extracción y generación de energía, son igual de relevantes las desigualdades y formas de su consumo.
Al respecto, tenemos en el continente toda una historia de lucha por el derecho a la energía que es importante que podamos recuperar y no invisibilizar. Dentro de ellas es importante que la cuestión del derecho a la energía se haga parte también de las luchas por la vivienda, de modo que se pueda construir una base social que problematice la cuestión energética.
Finalmente propongo cuatro conclusiones, que pueden ampliarse en muchos elementos más, para pensar el modelo energético que existe y el que queremos que exista. En primer lugar, recalcar la idea que las transiciones energéticas son procesos políticos. La crisis climática tiene que ver con el capital y no con los osos polares. Entonces los procesos de transición energética sucederán o no de acuerdo a las disputas políticas que demos, y a cómo se configure, qué forma tomen la lucha de clases en el futuro.
Segundo, que estamos en una fase muy temprana de la transición energética. Ni siquiera los países capitalistas más avanzados de América Latina han desarrollado mucho al respecto. Tercero, que necesitamos un modelo en que la energía que nos permita retomar esta relación humana y no humana, necesitamos un modelo energético que se piense como un bien común para satisfacer las necesidades energéticas para poder vivir bien.
Por último, es necesario cambiar el eje del debate, descentrarlo de las fuentes de generación de energía y discutir sobre el consumo, porque desde distintas organizaciones ya existen reflexiones y prácticas sobre qué energía queremos, sobre todo sabiendo que existe una base social en luchas vinculadas a la vivienda y el territorio que marcan ejemplos de construcción de alternativas y resistencias.
* Felipe Gutierrez Ríos es investigador del Observatorio Petrolero Sur y militante de Marabunta. El presente artículo se basa en su presentación en la charla “Transición energívora y las rutas del saqueo”.
Página de las Asambleas contra las Rutas del Saqueo
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