¿Cuál es el “aporte indígena” a la sociedad uruguaya?
Si nos proponemos imaginar un mundo donde infinitas culturas humanas co-existen, entonces podríamos visualizar un mundo mucho más colorido, donde en vez de turismo habría aventura. Cada territorio tendría su lengua y sus formas de relacionarse, cada agenciamiento territorializado tendría sus hábitos y desarrollaría sus tecnologías, sus viviendas particulares y sus formas de co-habitar en forma de grandes urbes aldeas o viviendas aisladas interconectadas en grandes redes. Cada cultura desarrollaría su propia música, arte y habilidades únicas.
Ese mundo colorido representa la historia de la humanidad, una humanidad viva, antes de la globalización del sistema que capta los diverso, lo persigue y lo elimina, para ocupar el espacio y re-territorializar su totalitarismo, siendo el ejemplo más gráfico la quema de montes enteros para implantación de monocultivos de transgénicos o animales.
La sociedad Europea puede entenderse como una sociedad que enfermó por siglos de guerras y fanatismos religiosos, por años de miedo y escasez. Una sociedad traumada, que generó una cultura análoga a una enfermedad autoinmune, que momentos previos al expansionismo europeo comenzó un proceso de usurpación de tierras enfrentando, asesinando y sometiendo a sus propias poblaciones para consolidar su máquina desarrollista.
Si ponemos como punto de partida de la modernidad al expansionismo europeo, entonces podríamos diagnosticar a la modernidad como el proceso de metástasis cancerosa. El colonizador, niega la cultura con la que se encuentra y encaprichado, quiere que en la pampa oriental caminen vacas y ovejas en vez de berás o aguarás, que se cultive trigo y soja en vez de maíz, maní y quinua, que se tome vino en vez de chicha y que la gente deje de mascar coca y tomar mate. Quiere que crezcan pinos y eucaliptus, y la sustitución de cientos de lenguas originarias para reemplazarlas por las 3 lenguas que hablan ellos: Español, Inglés y Portugués. Comenzó un proceso de devastación de la biodiversidad local, exterminando la diversidad racial, biológica y ecosistémica.
Incluso aquello que era de interés del colonizador pasó a entenderse desde su mirada como recurso. El desarrollo y los avances tecnológicos que colocan a la sociedad moderna como avanzada se logra mediante un proceso de saqueo de la naturaleza, la cosificación del trabajo humano mediante la esclavitud, el feudalismo, la orligarquía y la proletarización, hacia la más reciente sustitución del “humano cosifcado” por la cosa en sí misma: la máquinaria pesada y la inteligencia artificial.
Es un desarrollo que pasó de ser necrófilo a indiferente de la muerte que reproduce. El empresario recibe la plata, y los cuerpos dependientes de la reproducción del capital, sistematizan la masacre.
La institucionalización de la muerte y su gestión necropolítica nos hacen entender que más que desarrollo se trata de metástasis, que reemplaza lo vivo por lo muerto, somete a la humanidad y a la naturaleza a un estatus de recurso, y elimina lo diverso para reproducir la célula cancerosa en los territorios.
En toda latinoamérica y más específicamente en la banda oriental, diversas culturas en pleno apogeo vieron sus procesos culturales interrumpidos por la abrupta llegada del invasor.
Y cuando se debate la importancia sobre “el aporte indígena” a la sociedad uruguaya, se utiliza el concepto “aporte” para referirse a dos dimensiones:
- El aporte genético: En el caso particular de Uruguay, el Estado Nación fue construyendo de forma progresiva un discurso de “País sin indios” basado en el mito de “los últimos charrúas”. Utilizando a la educación pública como herramienta instituyente, hizo masivo este discurso, reproduciendo acciones de violencia simbólica contra descendientes indígenas en Uruguay, como lo hizo la educación pública en el resto del continente durante el proceso de disciplinamiento de las sociedades Latinoamericanas. Gracias a los recientes estudios genéticos de la Facultad de Humanidades (Udelar) y a los resultados del Censo Nacional 2011, se demuestra por un lado que “el aporte genético indígena” es un proposición cada vez más verdadera.
- El aporte a la identidad nacional: La participación de los charrúas en las dinámicas sociales del territorio uruguayo, sin duda tiene un antes y después de “la matanza de Salsipuedes” y el intento de genocidio perpetrado por el Estado contra la Nación Charrúa y demás poblaciones indígenas que habitaban el territorio.
Previo a la campaña de genocidio indígena en la banda oriental, la población indígena participa de las luchas de independencia, y una vez creado el Uruguay el aporte indígena pasa a entenderse como fragmentos culturales que asimila la población criolla, como por ejemplo el consumo de Yerba mate.
Los aportes de la cultura indígena entendidos de esta manera tan distorsionada se reducen a, por un lado, una estadística (genética o por autoidentificación en el caso del censo) y por otro lado, un listado de “costumbres” que habríamos heredado de la cultura charrúa que habría terminado con la muerte de “los últimos 4 indígenas”.
De esta forma, las discusiones en torno a la importancia de la recuperación de la cultura charrúa y originaria se enuncian desde esa lógica moderna de “valor de uso-valor de cambio”.
Se busca en lo precolombino “la belleza estética” que se puede exportar a las culturas occidentalizadas o un nicho de mercado para industrias turísticas o artísticas emergentes. O por ejemplo se busca el potencial comercial de las plantas medicinales nativas para las empresas farmacéuticas o de los árboles nativos para las industrias madereras o foresto-celulósicas. Se busca el potencial genético de las especies animales y vegetales en la creciente y novedosa industria genética. Y es de interés la cultura indígena para ciertas ciencias humanas, para elaborar estratégias que le permitan al poder “re-significar” las culturas locales para que sean instrumentalizadas al proyecto global patriarcalizado, porque es desmedidamente productivista.
Se vuelve retorcido tener que plantearnos un debate sobre el “aporte indígena” al Uruguay entre las poblaciones indígenas y el Estado uruguayo, teniendo en cuenta que si invertimos la racionalidad moderna, el “aporte europeo” a la Macro-Etnia Charrúa y otras poblaciones originarias, son la enfermedad, la esclavitud, el genocidio, etnocidio, ecocidio y cosificación, para la perpetuación, glorificación y el monocultivo de una misma macro-cultura. Y frente a este paradigma resulta muy difícil medir el valor de las culturas precolombinas. Por lo que debemos buscar una forma de valorizar nuestras identidades originarias fuera del marco racional patriarcal.
Recuperar la cultura indígena no solo significa recuperar una serie de costumbres, sino también practicar activamente una de-construcción en capas, hacia un entendimiento de la evolución del ethos europeo para la identificación de etapas traumáticas y cicatrices anteriores que llevaron a esas culturas a desarrollarse como una patología autoinmune que ya acabó con sus mecanismos de defensa endógenos, y poder entonces romper con ciertas lógicas instituidas socialmente en etapas durante los anteriores siglos.
En este proceso el único marco de referencia es la cultura local, precolombina, que no comparte el ethos europeo, solo la cualidad de un homo-sapiens-sapiens sano.
En el caso de Uruguay las culturas originarias fueron gravemente dañadas, y en el caso de la cultura charrúa, casi destruida. Por lo que es aún más importante la recuperación de las raíces que nos aporten alternativas culturales que nos permitan agenciar-nos de una manera natural.
Y natural quiere decir: poniendo a la vida como centro, recuperando la importancia del componente matriarcal asociado a la re-producción de la misma. Pero también significa desarrollar comunitariamente una forma de agenciarse única y particular, que nos posicionan como diferente en el contexto de una modernidad totalizante y únicos porque somos seres vivos y sociedades vivas que en permanente cambio son capaces de crear espiritualidades que permiten a su vez la institucionalización de un fractal de prácticas alternativas para un modo de vida diferente.
De esta forma, sin negar el pluralismo que define a la modernidad uruguaya, el reconocimiento de la diversidad cultural dentro del territorio permite habilitar un diálogo entre diferentes formas de medir la importancia subjetiva de las dimensiones de la vida, hacia la re-construcción de las cosmovisiones habilitando que el territorio pampeano que se encuentra al oriente del río Uruguay, entre el Wallmapu, la Abya Yala y otras Latinoaméricas criollas, se desarrolle socialmente en diversidad de formas, alrededor de las venas que lo recorren y hacen condición posible a la reproducción de la vida.