Desde la génesis de nuestra ancestra Francesca Gargallo
El día que Francesca murió sonó la alerta sísmica. El epicentro del sismo ocurrió en una isla veracruzana. Acorde ubicación para una siciliana, divagué. Y las secuelas de la tristeza alcanzaron a Helena, su hija, y a tantos corazones con los que se había tocado. Hoy me asiste la memoria, amalgama con afectos y preguntas, para ensayar unas líneas sobre el aliento compartido.
Quienes salen de este mundo entran en el espacio de las genealogías. Ahora Fran es mi ancestra, cuando hace apenas un mes era mi amiga. Pienso que estas líneas existen porque ella ahora nos interesa. Los motivos pueden o no coincidir, pero el interés nos está vinculando. Bastante dijo e hizo ella sobre el papel o en la calle, con consecuencia, con la oreja parada, con apasionadas intervenciones, con carburantes contradicciones y desparpajadas expresiones, con humor para señalar los absurdos de las opresiones. Todos ellos gestos agradecibles para no reducir su figura y su herencia a una rígida óptica.
Poco después del 2010, el mundo se le abría de nuevo y celebraba volver escribir a escribir literatura, pero sin dejar jamás el ensayo. Unos años después, dejó la academia al concluir el último de sus tres libros de feminismo (Ideas feministas latinoamericanas,2004, ampliada en 2006, Antología del pensamiento feminista nuestroamericano, trabajo colectivo, 2009, y su investigación Feminismos desde el Abya Yala, 2010). Así llegó la época en que se decantaron su trilogía Al paso de los días, La costra de la tierra, Plan de mujeres, una crónica de la comunidad bicicletera, un nuevo libro de cuentos, otro sobre estética, textos con las y los bordadores por la paz y contra los feminicidios, y de sus antiguos poemas brotó Se prepara la lluvia a la tarde, y para los más recientes Si puedo participo. El más fresco, de fines de febrero de este año, una antología de su obra que tradujeron y publicaron sus compas de Italia y que ilustró Helena.
Por el año 2010, le propuse y convine con Fran publicar en línea la Antología de pensamiento feminista. Así, primero nació el portal de ideasfem en WordPress y, poco después, lanzamos su sitio con sus ensayos y obra literaria. Paralelamente nos fuimos encontrando en manifestaciones, acordábamos con más amigas salir a eventos, museos o ver pelis, echábamos porras a las poetas en sus presentaciones de libros, tradujimos a Flora Tristán y a Éléonore Blanc, viajamos a la Montaña de Guerrero y los caracoles de Chiapas, la acompañé en su viaje al Coatepec del Mezquital para encontrarse con Coatlicue y Malinalxóchitl, que figuran en su última novela aún inédita.
Figura convocante, una cita con Fran significaba muchas veces reunirse con más amistades. Sus redes podían tener identidades varias, pero se cruzaban con otras y, con frecuencia, para hacerse más grandes cuando los proyectos demandaban manos con diferentes habilidades. Por ahí, una podía tener una probadita para ver como sería un mundo con otros mundos, zurciendo el tejido social que nos tocaba de cerca.
Y aunque en nuestra amistad lo bailado fue lo que fue, me queda una deuda con ella. Una tal que adquirí por insistencia de ella y no por alguna falta mía. Para liberarme, debo expresar lo que ella quería que dijera: ella, Francesca, era una escritora, una narradora, de las que toman la narración tejida en el diálogo presencial. Su literatura y sus ensayos (sobre feminismos, historia, política, ecología, filosofía, ética, estética, derechos humanos, violencias…) fueron dichas con los resortes de la experiencia del reconocimiento, la escucha y la discusión. Entendía esto como la razón narrativa de su vocación libertaria.
Narradora pues con tablas en el espacio público se admiraba y aprendía de las comunidades que reivindicaban la convivencia, el tiempo contra el del trabajo explotador, el diálogo, las artes y las risas. Combatió con muchas otras y otres las violencias del patriarcado, el racismo, el capitalismo, la colonización. Se ganó, para mi recuerdo y el de muchas, el reconocimiento de sus fuertas compañeras, desde abajo, de tener su nombre en la Glorieta de las Mujeres que luchan.