El violador no está solo
El año inició en Uruguay con varias denuncias de violaciones en departamentos de la costa (Rocha y Colonia). La cobertura mediática de los hechos refuerza los privilegios masculinos y la absoluta desvalorización de las víctimas. Al tiempo que resuenan hechos atroces en Argentina y España, esta reflexión parte de los hechos ocurridos en diciembre en Bolivia, donde donde cinco varones violaron a una joven de 18 años.
Lo primero que hay que decir es que es urgente romper la complicidad masculina en la violación, es necesario que cada hombre se sienta responsable de explicitar su posición personal ante la violación como acto de refundación de su propia masculinidad.
Lo primero que hay que decir es que es una forma de violación colectiva simbólica pasiva culpabilizar, burlarse de la víctima o relativizar el hecho. De hecho la violación en grupo contra una víctima es muy frecuente porque son actos colectivos que refuerzan la complicidad masculina en la violación. ¿Cómo es posible que entre cuatro jóvenes no haya habido uno que no estuviera de acuerdo con lo que estaban haciendo y se hubiera dedicado a impedir el hecho?
Lo primero que hay que decir es que la complicidad colectiva con la violación no se reduce al grupo de los que actuaron, sino que se prolonga en todos y todas aquellas que justifican el hecho culpabilizando a la víctima y a la madre.
Lo primero que hay que decir es que el violador no es una excepción, hay policías violadores, empresarios violadores, dirigentes sindicales violadores, universitarios violadores, profesores violadores, violadores jóvenes o viejos, violadores pobres o con muchísimo dinero. Si pudiéramos poner en una fila 100 violadores que no tuvieran entre ellos ninguna característica en común, aquello que sí tienen en común es su necesidad de demostrar a través de la violación su “omnipotencia” sobre las mujeres.
Lo primero que hay que decir es que es falso y absurdo afirmar que la prostitución es una forma de contención de la violación, porque la violación no es un acto sexual. La violación no tiene que ver tampoco con un acto erótico de deseo, tiene que ver con un acto de poder relacionado con el concepto de masculinidad como poder sobre las mujeres. No es que los hombres tienen que aprender a no violar a las mujeres, sino que los hombres necesitan urgentemente construir su masculinidad sobre bases diferentes a las de la fuerza, la violencia, el poder y la posesión del otro.
Lo primero que hay que decir es que todo violador sabe que la víctima no ha consentido el acto, porque en esa violación de la voluntad de la otra reside el valor y la gratificación psíquica de su acto.
Lo primero que hay que decir de todo violador, cualquiera sea la clase social a la que pertenezca, el oficio, la edad o el color de piel, es que él se considera inocente.
No pide disculpas, no pide perdón, no se arrepiente, no se siente culpable en lo más mínimo. Cuando un hecho de violación sale a la luz lo que el violador siente es molestia por no haber logrado esconder su acto con suficiente destreza y se concentra en sus errores logísticos, pero en ningún caso en el delito cometido. De hecho, considera que la violación cometida no es un delito, es muy posible que tampoco él llame violación a la violación, sino que la nombre emocionado con otro tipo de términos que hagan alusión a la sensación de poder que la violación le otorga. El violador considera la violación un triunfo equivalente al de meter un gol y considera que una violación no es un acto grave. Para el violador, la violación no es un acto excepcional, sino frecuente y circunstancial.
La violación de una mujer en el contexto de “la fiesta”, el baile, la discoteca es un acto de poder que no soporta la libertad de la otra, que no soporta la toma del espacio de la fiesta por parte de la otra cuando la presencia de ésta no está legitimada en ese espacio a partir de la compañía masculina que el violador reconoce como posesión legítima. ¿Como es posible que sea tan peligroso para una mujer, cualquiera sea la edad que tenga, la toma del espacio de la fiesta sin la compañía de un hombre porque haya un taxista, un borracho, un grupo de conocidos o un desconocido que no soporte su libertad y tenga que castigar esa libertad con la violación?
Lo primero que hay que decir es que el violador no está solo, está acompañado de su grupito de amigos, de la Policía que no recaba las pruebas, de los médicos forenses que no hacen los análisis, del fiscal, de sus madres y sus familias que los protegen y de una estructura social que avala la violación y aplaude el castigo de una mujer que se haya atrevido a tomar el espacio de la fiesta como suyo.
María Galindo es integrante de Mujeres Creando.
Fuente: Pagina Siete.