Uruguay

Fortalezas inaccesibles, el sueño de las elites

22 mayo, 2022

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Fortalezas inaccesibles, el sueño de las elites

Las elites están diseñando el mundo que desean, en el que se sienten seguras, plenas y confiadas; pero lo hacen sin decirlo, recorriendo caminos que sólo podemos adivinar siguiendo el rastro de sus construcciones, esas que no permiten mentir porque son, de hecho, retazos de un mundo que se va expandiendo lejos de la interferencia de los sectores populares.


La isla del proyecto MVD 360 encarna todo un programa de vida. Una isla de 36 hectáreas con puerto propio para 300 barcos, a medio kilómetro de la costa de Punta Gorda, que albergará 36 edificios rodeados de áreas verdes, es el sueño elitista que el Poder Ejecutivo aprobó el 9 de mayo mediante decreto firmado por el presidente y el Ministerio de Transporte y Obras Públicas.

Los edificios, porque se trata de una ciudad vertical, suman alrededor de 5.500 apartamentos con un promedio de casi 130 metros cuadrados cada unidad. Sobre esa base, se puede calcular que la isla contará con 10 a 15 mil habitantes. La construcción comenzará hacia fines de 2023, durará cuatro años y, según la publicidad difundida estos días, durante la construcción trabajarían unas 4.000 personas.

La compañía que diseñó el proyecto está localizada en Miami, siendo la empresa encargada de la construcción Jirkel SA, que según Búsqueda es una sociedad anónima con sólo un año de existencia. La inversión superará los 2.300 millones de dólares en un lapso de quince años.

Me parece evidente que se trata de un tipo de emprendimiento acorde a los tiempos políticos y sociales que estamos viviendo, una propuesta muy en sintonía con la ciudad privada que se proyecta en Colonia, pero a la vez superadora de las decenas de barrios privados ya existentes en Montevideo, Canelones y Maldonado.

La imagen que trasmite el proyecto es la de un espacio segmentado de la ciudad, rigurosamente separado de la vida cotidiana de los montevideanos, que no tendrán acceso salvo como empleadas domésticas, jardineros y guardias de seguridad. El hecho de que se construya una urbanización sobre una isla artificial potencia su carácter segregado, que es la concreción de un deseo, la materialización de una imagen del mundo que ese sector social desea habitar.

Sobre estos sueños y estas realidades emergentes se me ocurren tres consideraciones.

La primera es la tabula rasa, la vieja propuesta de la burguesía de re-iniciar el mundo –su mundo- desde cero, provocando una tajo radical con el pasado. Se trata del mito moderno que analiza David Harvey en “París, capital de la modernidad”. Fue el proyecto que Haussmann intentó practicar en la capital francesa, con proyectos de gran escala (como los boulevares) que engullían lo viejo hasta hacerlo desaparecer en la digestión de lo moderno.

Al contrario de lo que pregonaba Marx, que lo nuevo existe en germen en lo viejo y que la revolución se dedica a hacerlo nacer, esta modernidad derroca las tradiciones a través de la violencia, si fuera necesario. El resultado puede ser tremendo: “La pérdida de la tradición arranca el ancla de la esperanza de nuestro entendimiento y nos deja sin rumbo y sin fuerzas”, escribe Harvey.

La segunda cuestión viene de la mano del “capitalismo del colapso”, como la esboza el español Gil-Manuel Hernández en un reciente artículo en El Salto (https://bit.ly/3a3XExJ). El sociólogo valenciano asegura que las elites del mundo llegaron a comprender que el colapso del sistema es inevitable. “Pero las élites capitalistas no están dispuestas a perder su condición de minoría privilegiada dotada de un poder global”.

Por lo tanto, se disponen a “gestionar, administrar y guiar el proceso del colapso desde sus planteamientos hegemónicos para reorientar el capitalismo terminal, mediante una transición autoritariamente controlada, hacia una suerte de neofeudalismo corporativo de corte tecnocrático, de alcance global, posiblemente ecofascista y potencialmente exterminista, que salvaguarde el imperativo extractivo por desposesión que es la razón de ser esencial de tales élites”.

Para conseguirlo, uno de los objetivos es la construcción de fortalezas inaccesibles, “desde las que se ejerce despóticamente el poder y se administran las migajas para los demás, cuyos derechos van a resultar graduados en función de las prestaciones que puedan ofrecer a las élites”. A estos espacios los denomina “glóbulos”, como parte de un proceso de “globulización” que sería la forma como pretenden administrar la crisis de la globalización.

En tercer lugar, regresando a la rambla de Montevideo debemos preguntarnos: ¿Qué aporta MVD 360 a la convivencia de los montevideanos, cuando uno de los graves problemas que enfrentamos como sociedad es la ruptura del tejido social? La respuesta es evidente. Será la primera vez en la que una parte de la costa quede separada y sin acceso del resto de la población.

No se registra la menor intención de zurcir el tejido societal, menos aún de reflexionar sobre las razones por las cuales llegamos a la actual crisis de convivencia. La suma de represión y políticas sociales es el tope hasta donde llega el imaginario del sistema político. Mientras siguen autorizando barrios y ciudades privadas, quizá porque saben –tanto la derecha como la izquierda- que dentro tendrán un lugar seguro cuando todo colapse.