Fuegos de Octubre
El próximo jueves 27 de agosto a las 18 horas de Ecuador se realizará la presentación virtual del libro «Estallido: la rebelión de octubre en Ecuador» editado por Kapari comunicación en asociación con editoriales independientes de América Latina, entre ellas Zur.
Vivimos tiempos convulsionados. Tiempos de plagas y crisis civilizatoria que, por su nivel de radicalidad e incertidumbre, nos obliga a desnaturalizarlo todo. La pandemia, si bien no dio origen a esta crisis extrema, develó sus causas más profundas y exacerbó hasta el paroxismo las desigualdades estructurales de un sistema-mundo que se evidencia cada vez más desquiciado e irracional. El fantasma del coronavirus irrumpió con tal nivel de fuerza e imprevisibilidad en América Latina, que pareció “poner en cuarentena” también cierto estado de ánimo asentado en el descontento y la beligerancia en las calles, cultivado en particular durante el convulsionado mes de octubre, que había logrado impugnar desde sus bases mismas al neoliberalismo, e incluso cuestionar el modo de vida impuesto por el capital, el patriarcado y la colonialidad del poder.
Es importante recordar que inmediatamente antes de este terrible cimbronazo global generado por la expansión planetaria del COVID19, una serie de insurrecciones y revueltas sacudieron al continente. Si bien tuvo diversos epicentros, es indudable que uno de sus focos de irradiación más potente fue Ecuador. El levantamiento popular ocurrido en territorio andino ofició como el paralelo cero de un proceso centrífugo que, con sus particularidades, irradió el descontento y la combatividad callejera hacia otras latitudes de la región. Menos de una semana después de culminada esta insurrección, Santiago de Chile era conmovida por una protesta inusitada, cuyos repertorios de acción, desacato y formas de beligerancia reenviaban a las vividas en Quito. Luego le sucederían las jornadas de desobediencia en Colombia, con una similar huelga política caracterizada por el desborde en las calles. En todos estos casos (a los que deberíamos sumar a la siempre precursora y ninguneada Haití), quienes entraron en escena para provocar estas sublevaciones no fueron tanto movimientos populares como pueblos en movimiento.
La historia reciente de Ecuador ha estado signada por sucesivos alzamientos y dinámicas de confrontación, cuyo primer hito puede situarse 30 años atrás, en el alzamiento indígena de 1990 conocido con el nombre de Inti Raymi. No obstante, a pesar de esta constelación de insurgencias -que tuvo alzas y reflujos, llegando a implicar la caída de gobiernos y una gran capacidad de veto por parte de los pueblos y nacionalidades andinas- los 11 días vividos en octubre de 2019 involucraron no sólo a la CONAIE -que por cierto cumplió un papel clave como articuladora a nivel (pluri)nacional y en el conjunto del país- sino también a sectores de la clase trabajadora y a todo un crisol de sujetos e identidades urbano-populares que excedieron con creces al movimiento indígena, y que confluyeron al calor de este estallido sin precedentes.
Las manifestaciones, repertorios de acción y embriones de poder territorial que se fraguaron en las calles, incluyeron a estudiantes, feministas, movimientos barriales, gremios, partidos de izquierda, campesinado pobre, desocupados/as, ambientalistas, empleados/as estatales, trabajadores/as precarizados/as y migrantes, jornaleros, maestros/as, pequeños comerciantes, pobladores y, por supuesto, indígenas pertenecientes a las estructuras de la CONAIE. Pero también se destacaron, sobre todo en los días más álgidos del conflicto, numerosos grupos y un sinfín de personas no vinculadas a plataforma alguna, que dieron considerable dinamismo y osadía a los momentos de mayor antagonismo, creatividad y experimentación colectiva.
¿Pero cómo se llegó a tamaña insubordinación? ¿Fue acaso una explosión de carácter puramente espontánea, o hubo antecedentes históricos y factores tanto objetivos como subjetivos que condicionaron la sana irrupción plebeya? ¿Qué generó que esta verdadera olla a presión salte por los aires justo en esos días y, durante casi dos semanas, se prefiguren horizontes de emancipación impensados? Frente a lecturas inmediatistas o que desatienden los procesos moleculares y las resistencias subterráneas que, cual viejo topo, lograron erosionar la hegemonía burguesa, quebrantar el miedo y la desesperanza, y propiciar las condiciones que abonaron a esta irrupción tan potente, el libro Estallido: la rebelión de octubre en Ecuador, escrito por Leonidas Iza, Andrés Tapia y Andrés Madrid, es un genuino producto de esa conjunción entre el caminar la palabra, el compromiso vital con las luchas y el hacer colectivo, enhebrado durante aquellos días y noches en los que lo extraordinario devino cotidiano.
Pensamiento autónomo, lectura situada y acción propositiva se entreveran en esta obra rigurosa y militante. Publicado por Kapari Comunicación en alianza con un conjunto de editoriales autogestivas latinoamericanas (Quimantú de Chile, El Colectivo de Argentina, La Fogata/Lanzas y Letras de Colombia, Zur de Uruguay y Bajo Tierra de México), este libro constituye un verdadero tapiz de voces e imágenes insurgentes, tejido en red y de forma colaborativa, a contrapelo del extractivismo académico y los progresismos domesticados, que fieles a su superficialidad epistémica y su daltonismo político suelen rascar donde no pica.
Estamos por tanto en presencia de una auténtica sistematización de las prácticas y apuestas vertebradoras de este levantamiento, apasionada y minuciosa reconstrucción de los acontecimientos desde su interior, sin omitir aciertos ni errores, con inmensos aprendizajes brindados por esa enorme escuela a cielo abierto que fue el estallido. Cartografía elaborada por una intelectualidad orgánica forjada en las entrañas mismas de los abigarrados territorios en resistencia del Ecuador profundo, que laten siempre abajo y a la izquierda, en medio del acelerado trajinar insurgente de pueblos henchidos de rabia, pero que jamás pierden la esperanza; copartícipes de una insubordinación de masas sin precedentes en las últimas décadas, que tuvo quizás su punto más álgido en la llamada Comuna de Quito.
Pero este libro no solamente nos convida desde sus principales protagonistas un análisis crítico y pormenorizado de los 11 días que estremecieron al mundo, sino que, fiel al espíritu mariateguista, asume con el Amauta que “las imágenes engendran conceptos, lo mismo que los conceptos inspiran imágenes”, por lo que a lo largo de sus páginas se intercalan impactantes fotografías de estas multitudinarias jornadas, que nos trasladan en filigrana a esos instantes de peligro donde los cuerpos plebeyos configuraron una narrativa visual indisciplinada y ejercitaron formas estético-políticas “muy otras” de habitar la ciudad y conquistarla por asalto, a través de barricadas y primeras líneas, centros de acopio y parlamentos populares, mingas y guardias comunitarias, asambleas y bloqueo de carreteras, cacerolazos y brigadas médicas.
Si de acuerdo al marxista peruano “el mejor método para explicar y traducir nuestro tiempo es, tal vez, un poco periodístico y un poco cinematográfico”, Estallido: la rebelión de octubre en Ecuador articula desde un prisma senti-pesante el montaje de imágenes (captadas por alrededor de 25 activistas y comunicadores/as alternativos/as, cuyo rol fue clave en la ruptura del cerco mediático en una coyuntura signada por la represión estatal más encarnizada) con la crónica veloz que, al calor de los sucesos evocados, fusiona sesuda inteligencia, análisis de situación, memoria histórica, relevo generacional y audaz imaginación política.
La pandemia acaso haya brindado un trágico y momentáneo respiro a esta ardua disputa desplegada en octubre, demasiado parecido a la paz de los cementerios. Guayaquil, otrora refugio transitorio del gobierno y retaguardia histórica de la oligarquía, mostró su rostro más perverso e hizo de la necropolítica una modalidad de disciplinamiento, explotación, despojo y precariedad extrema del pueblo trabajador. Pero aún tras una criminalización brutal de los principales voceros y referentes de lucha los días posteriores al levantamiento, en un contexto como el actual sumido en la vulnerabilidad más aguda, la rebelión no es algo dejado atrás o puramente del pasado, sino un horizonte candente al que aspirar en medio de esta crisis de contornos planetarios. Crisis que jamás debe leerse como preludio de una certera victoria, pero tampoco en clave derrotista. Más bien cabe pensarla en tanto escuela de conocimiento e instante anómalo en la vida social, del que este libro es expresión. Hacia allí se dirigen todos los esfuerzos insumisos, tanto teóricos como prácticos, que se palpitan por estos días en el aire: de regreso a octubre.
Aquellas intensas jornadas de simultáneo desgarramiento y universalidad, verdadera “fiesta de la plebe” al decir del marxista boliviano René Zavaleta, abrieron una hendija privilegiada que amplió el horizonte de visibilidad de las clases subalternas, haciendo posible un ejercicio de (auto)conocimiento colectivo de gran parte de lo que, anteriormente, se encontraba vedado o se asumía como natural. Lejos de ser mera composición de conceptos, este conocer constituye un acto vital y organizativo, que requiere “poner en cuarentena” no solamente las categorías y nociones propias del pensamiento hegemónico colonial-moderno, sino también las formas anquilosadas de la praxis política liberal-burguesa.
Como es sabido, en la cosmovisión andina el Pachakuti involucra una doble significación: remite a un cambio de época de carácter integral, un giro, revuelta o trastocamiento espacio-temporal que puede implicar tanto catástrofe como renovación y discontinuidad; colapso o bien una inversión radical del orden existente. El libro Estallido: la rebelión de octubre en Ecuador nos habla acerca de esta doble posibilidad en ciernes. Por un lado, la amenaza certera del advenimiento de un mundo distópico, de contrarrevolución preventiva, estado de excepción permanente, proliferación de enfermedades, fascismo societal, degradación ecológica y extractivismo recargado; por el otro, la conciencia anticipatoria cifrada en la insurgencia popular, el autogobierno y el buen vivir. Frente a esta disyuntiva, no cabe sino apelar una vez más a la desmesura, para avivar la llama de la rebeldía y ayudar a parir aquello que no termina de (re)nacer. Porque a pesar del llanto por los caídos, los fuegos de octubre todavía resplandecen en nuestras pupilas.