Holloway reta al presente desde la esperanza
Entre la escritura y una conversación radial y de cara a una actualidad desoladora, el pensamiento rebelde de John Holloway enfrenta a la hegemonía capitalista con viejas y nuevas fórmulas que abrevan en lo comunal-asambleario y la experiencia zapatista a la vez que sigue denostando la lógica estatal y cuestiona el recorte identitario en su reciente libro “Esperanza en tiempos de desesperanza”.
La esperanza suele ser un término que no cuenta con buena fama. Será por alguna connotación religiosa, por remitir a eslóganes de campaña electoral o por contener el término “espera” en su grafía. Y, además, puede despertar reparos al ser tantas veces utilizada como paréntesis o como inacción.
Sin embargo, el veterano militante por el cambio social John Holloway decidió reponer la expresión y dotarla de una potencia política rabiosa en su reciente y voluminoso libro “Esperanza en tiempos de desesperanza” que, según él mismo advierte, viene a cerrar una trilogía que comenzó con “Cambiar el mundo sin tomar el poder”(2002) y fue seguido por “Agrietar el capitalismo” (2011).
Si aquel manifiesto lanzado ocho años después de la irrupción pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional fue una manera de explicar más allá del entorno de la selva Lacandona la experiencia del zapatismo, el material de 2011 recorrió otras maneras de resquebrajar el sistema imperante desde pequeños espacios que debieran enlazarse, el flamante ejemplar reúne el acervo intelectual y práctico de aquellos trabajos con una atrapante combinación de experiencias y vigores que funcionan como antídoto al abatimiento por el rumbo planetario.
“Este libro está dedicado a quienes, como yo, son lo suficientemente estúpidos como para pensar que aún podemos detener el tren de la muerte y que aún podemos crear un mundo fundado en el reconocimiento mutuo de la dignidad humana.
¡Hagamos descarrilar el tren! Son expresiones de un sistema social fundado en el imperio del dinero, en el que la posesión de dinero o su carencia pueden determinar tu vida o tu muerte. No podemos aceptar esto. No puede ser cierto. El mundo no tiene por qué ser así. Este es un mundo equivocado, un mundo deshonesto. De esta forma, nuestra rabia nos introduce en la gramática de la esperanza”, puede leerse en las primeras páginas de esta nueva provocación.
A lo largo de casi 400 páginas en las que se reparten sus 44 capítulos donde retoma sus críticas al Estado, al dinero y a las identidades, el autor postula cosas como: “Nuestra lucha se da no porque creamos que vamos a ganar, sino porque no podemos aceptar lo que existe. Gritar contra un sistema que nos deshumaniza no necesita justificación: es simplemente una expresión de lo que entendemos como nuestra humanidad. Nuestro anticapitalismo se funda en los horrores del sistema capitalista, no en la confianza de que podamos crear otra cosa. Nuestras luchas no son un medio para un fin, son una muestra de dignidad, de rechazo, que surge desde lo más profundo de nuestro ser. Queremos triunfar, incluso si sabemos que el significado de ganar solo puede quedar claro en el proceso mismo de lograrlo. La esperanza se funda en la dignidad, aunque es más exigente. La esperanza es la dignidad que empuja más allá de sí misma”.
Entre los afluentes a los que echa mano para el debate, Holloway cuestiona su propia formación marxista y al materalismo histórico y escribe: “La historicidad abre la posibilidad de pensar más allá de la organización social existente. La tradición del materialismo histórico ofrece una visión de certidumbre, una trayectoria histórica que culminará en el comunismo. El materialismo histórico sugiere que la historia está de nuestro lado, mientras que la idea de una historicidad abierta lo niega”. Desde esa posición cita a Walter Benjamin (“Marx dice que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Pero tal vez se trata de algo por completo diferente. Tal vez las revoluciones son el manotazo hacia el freno de emergencia que da el género humano que viaja en ese tren”) y considera que esa percepción “es de una importancia enorme porque invierte toda la cuestión de la revolución. Esta inversión es fundamental para el argumento de este libro”.
En el final de un largo y potente recorrido que fecha en noviembre del año pasado en Cholula (por San Pedro Cholula, municipio que forma parte del ejido metropolitano de Puebla, estado mexicano donde reside desde 1993), Holloway concluye en el posfacio: “Este libro está loco. Se niega a aceptar la cerrazón del pensamiento y de la acción. El capitalismo está en una condición de fragilidad extrema, con toda la violencia y represión y conflicto abierto que esto conlleva. La fragilidad no es externa a nosotros: nosotros somos esa fragilidad. Nuestros rechazos y resistencias y rebeldías están empujando el capital más allá de sus límites, nuestras riquezas hacen rebalsar sus cisternas. La esperanza es el rompimiento de la cerrazón en pensamiento y en acción. La dominación que parece tan omnipotente es, de hecho, una lucha desesperada por dominar. Y de nuestro lado una lucha desesperada no solamente por sobrevivir sino por vivir.¿Un final feliz? Tiene que ser. Si no, puede ser que no haya nadie para narrar el cuento. Ni para leer el libro”.
De las páginas al éter
Camino a los 78 años, Holloway quien nació en Dublin, es politólogo y abogado, dialogó por videollamada desde México con el programa “Después de la Deriva” que se transmite desde Buenos Aires a través de Revuelto Radio. Dentro del espacio denominado “Después de Milei” que se conforma a partir de entrevistas que procuran bosquejar un mañana superador más allá de las coyunturas partidarias y electorales, el pensador y autor de otros libros entre los que pueden citarse “Marxismo, Estado y Capital”, “Keynesianismo una peligrosa ilusión”, “Contra y más allá del Capital”, “Acerca de la Revolución”, “¡Comunicemos!”, “Contra el dinero”, “La Tormenta. Deuda, crisis revolución y esperanza (una respuesta al desafío zapatista)”, “Una lectura Antiidentitaria de El Capital” y “¡Que bailen los corazones!”, hizo un repaso por las motivaciones plasmadas en su obra más actual.
“Para mí es muy importante pensar en el capitalismo no solamente como un mundo de injusticia y de horrores, que lo es, sino también como una dinámica de destrucción o, supongo, de creación y destrucción. Siempre ha sido un sistema de creación y destrucción, pero lo que estamos viendo en los últimos años y cada vez más, es que la destrucción está creciendo y es cada vez más terrorífica. Entonces la cuestión es cómo romper esa dinámica de destrucción ytodos estamos pensando en términos de después de Milei, después de Trump, después de Orban, después del auge de la nueva derecha en todo el mundo, porque no es simplemente un momento desagradable, un momento horrible en la política y luego va a estar bien porque esta dinámica de destrucción nos está llevando cada vez más cerca del abismo, de la extinción posible. Entonces no es que después de Milei va a haber un regreso a la normalidad porque la normalidad misma es una normalidad capitalista terrible que nos está matando y por eso tenemos que pensar más allá de la normalidad que extrañamos, que añoramos, sino que más allá de la normalidad hay que crear otro mundo ahora. Sí, es una locura por supuesto, pero una locura muy necesaria”, dijo en un perfecto español que no pierde su acento extranjero.
En un sentido similar apuntó: “Yo creo que el grito tiene que ser el punto de partida para decir que no aceptamos las políticas actuales de Milei ni aceptamos la destrucción del mundo que está haciendo Milei pero también los Kirchner y no, no aceptamos eso. Y aunque nosotros muchas veces no reconocemos nuestro propio grito, nuestro propio punto de partida de decir no, no queremos eso y para ellos precisamos dos cosas: Primero que no es a través del Estado, porque el Estado es una forma de organización que va sofocando nuestro grito y eso quedó claro en Argentina donde después de 2001, 2002, se dio un proceso de absorber el descontento dentro de las estructuras estatales de una manera que finalmente debilitó y lo segundo es ver cómo vamos creando formas de hacer las cosas que no caben dentro de la lógica del capital donde la motivación no es la ganancia, donde la motivación realmente es hacer algo que tiene sentido para nosotros. Y hacerlo desde otras formas de organización donde ahí sí tenemos toda una tradición de otras formas de organización que van a pareciendo y reapareciendo siempre cuando hay un levantamiento, que es la tradición comunal, consejistaasambleísta”.
Pero al dar cuenta de la situación global y del tinte de los gobiernos actuales, Holloway atribuyó el presente a los efectos de la crisis financiera de 2007-2008 “porque a partir de ahí se generaron políticas de contención y austeridad por todos lados y creció también un resentimiento contra los ricos, porque los ricos, los banqueros ante la crisis, se volvían cada vez más ricos. Ha habido un crecimiento de resentimiento en contra del sistema, pero es un resentimiento que no busca, supongo, los caminos de 2001 2002 en Argentina porque el efecto de los gobiernos de los Kirchner fue cerrar esos caminos y canalizar todo hacia el Estado cuando el Estado no podía dar respuestas ni en Argentina ni en ningún lugar y el resentimiento siguió creciendo y se expresa en las formas terribles deodio para con los migrantes, los extranjeros, las mujeres. En definitiva yo veo una situación donde el capitalismo ya no está cumpliendo con las expectativas básicas que la gente tenía, digamos, hace 30 o 40 años, de que nuestros hijos tendrían una vida más cómoda que nosotros y eso ya no existe casi ningún lugar y esa desilusión se convierte en un resentimiento que identifica a los malos, en lugar de pensar que el problema no son los malos, sino la forma de organización social que es el capitalismo”.
Durante la conversación, el intelectual y militante subrayó que “un argumento central de este libro es que necesitamos pensar en términos de una política anti-identitaria porque el capitalismo nos identifica, nos contiene, nos encierra. El capitalismo es un sistema de contención que nos va imponiendo barreras y límites a lo que podemos hacer y a lo que podemos pensar porque la nueva derecha es como una explosión de identidad, de imponer definiciones, de imponer etiquetas en una explosión de identidades que nos definesegún ciertos criterios. Pero en nuestro caso estamos tratando de crear un mundo donde todos podemos convivir en armonía y esa política o esa idea de ir más allá, de desbordar, implica formas de organización anti-estatales necesariamente. Es decir, formas de organización que no empiezan por la definición estatal o nacional de un nosotros sino desbordando cualquier etiqueta, cualquier definición”.
Tan propositivo como a la hora de pensar-escribir estas ideas, insistió de Puebla a Buenos Aires: “La otra cosa que quiero decir es que me parece un error pensar en nosotros como pobrecitos, sino todo lo contrario. Nosotros somos los ricos, tenemos una riqueza enorme por lo que hacemos, por lo que somos capaces de hacer. El problema con el capitalismo es que es un sistema que frustra, que contiene nuestra riqueza, que subordina nuestra riqueza al dinero. Entonces el problema es superar el capitalismo y cómo emancipar esta riqueza de posibilidades, de capacidades, de lo que somos capaces de hacer”.
Sin menguar entusiasmo ni vitalidad, aceptó que “ya sabemos que no hay receta y la única respuesta honesta es ‘no sabemos’”, pero, pese a ello, redobló la apuesta: “En estos momentos la esperanza está difícil y es más necesaria que nunca cuando vemos lo que está pasando y la primera cosa que se nos ocurre son las ruinas del sistema. Entonces hablar de las ruinas es fácil pero como dice Sergio Tischler (sociólogo e historiador guatemalteco) un amigo y colega, lo que es mucho más difícil y más importante, teórica y políticamente, es encontrar la flor o las flores que están creciendo dentro de las ruinas y eso es lo que me interesa”.