Huellas 8M
Compartimos las Huellas 8M, rebelión y trama feminista contra la precarización y el control de la vida, de las compas de rebelArtas.
¿Qué huellas quedaron en nuestras cuerpas luego del 8M? ¿Qué pasó ese día? Estuvimos en huelga y volvimos para compartir huellas del 8M y posibles respuestas a estas preguntas.
«El 8M tuvo más espacio en mi mente que en mi día. La maternidad es a veces amoldarse a los planes que acompasan el ritmo circadiano como casi un ritual. Este 8M no fue como esperaba. Mi intención de marcha devino en un oportuno encuentro de mujeres en la plaza del barrio. Allá fuimos con mi hija… Contentas las dos, yo sabiéndome dividida entre el estar y no estar, caminando entre caras más o menos conocidas, entre paños violetas, haciendo el pasaje de rutina por cada uno de los juegos de la plaza, maravillándome con la admiración de mi hija que los mira siempre como si fuera la primera vez, y cargando con mi cansancio de lunes. Todo eso atravesado por la hermosura de compartirlo con ella.
Algo de comunión había en ese encuentro de mujeres, todas sabemos por qué estamos acá y queremos hacerlo juntas.
Poco de eso se traduce en sensaciones. Creo que para eso tendría que haber estado toda yo, con el cuerpo por completo puesto en ese momento y lugar. Me faltó vivenciar la euforia de la marcha, eso que se potencia ahí y te queda latiendo en el cuerpo.
Al final, de vuelta el pensamiento…Lo conquistado, lo que falta… La crianza, los miedos, la carga, el sistema.»
Este año fue diferente para mí porque no marché ni estuve en la calle. Me quedó una sensación como de falta por no haber podido ir. Como en guitarra negra: «yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy».
Si bien estuve cerca de otra manera mi cuerpo extrañó esa intensidad específica del estar ahí siendo afectada por un montón de cuerpas que estamos del mismo lado de la mecha.
Estuve de otra forma y el post 8M fue igual: de otra forma. Algo lindo fue que también estos días me descubrí tratando de adivinar escenas que no vi y sensaciones que no sentí, como tratando de traer al cuerpo eso que no experimenté pero que de alguna forma conozco.»
Este año me propuse contactar con lo que percibía como el desconocimiento de distintas versiones del feminismo. Mi primer contacto con el feminismo fue en 1989. Teinta y dos años después mucha agua corrió, pero no solo debajo del puente, también por arriba.
Vi mujeres empoderadas desde el pie. No solo apropiadas de un discurso, generadoras del mismo. Y me fui a mi casa a leer sobre las corrientes del feminismo. Porque no entendía todo de lo que hablaron, solo en un par de actividades bastante breves, me di cuenta que yo necesitaba actualización.
Marchando este año me sentí un poco más integrada a manifestaciones que había visto otros años, pero que me resultaban distantes y ajenas. También sentí que me faltaba algo, no tuve la sensación de fortísima vibra de otros años. Compenetración absoluta en la marcha, como acto revolucionario.
La cuerpa: cansancio, piernas doloridas, tobillos hinchados, varices cargadas. La sangre que se queda abajo y le cuesta subir.
Potencia. En la marcha siento una energía que está afuera de mí y está adentro. Recorre todo mi cuerpo y puedo sentirla en les otres. Me gusta observar a les otres y sentirles empoderades, con tremenda fuerza. Dejarnos llevar por esa ola de energía y esos cantos que vibran en la garganta y estremecen.Luego de la marcha me siento satisfecha, en completa plenitud por haberla vivido una vez más. Me gusta sentir los pies y las piernas cansadas. Espero el encuentro con mis amigues, con les que marché y con les otres que no vi pero sé que están cerquita. Encontrarnos para abrazarnos, hablar de cómo lo vivimos, de las sensaciones que tuvimos, de lo rápido que pasó. Encontrarnos para bailar y celebrar con algún beberaje de por medio.Al día siguiente no solo me siguen doliendo las piernas y los pies, el cansancio físico aumenta por más que haya dormido y el cuerpo se encuentra todo dolorido como si hubiera estado bailando o haciendo ejercicio por horas. Aún así me siento manija y repaso cada momento de la marcha una y otra vez. Reparo en momentos que había pasado por alto, leo y escucho otras voces. Y me vuelve a entrar la manija. Y en ese estado quedo por días, con fuerza, polenteada; pensando en hacer más cosas colectivamente.