América Latina

Intentarlo con belleza

19 diciembre, 2019

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Intentarlo con belleza


Entrevista a Susy Shock


El próximo sábado 21 de diciembre a las 21 horas en La Casita (General Aguilar 1252, esquina Enriqueta Compte y Rique) será el cierre del ciclo de Talleres “¿Existe una poesía disidente? Escritura y resistencia” que brindó Susy Shock en Montevideo desde el mes de setiembre. En el evento habrá lectura de poesía, la actuación de Susy Shock y Caro Bonillo y música a cargo de DJ Lilith. Antes de su llegada, Susy Shock conversó con Zur.

– Susy, a propósito del nombre del taller, ¿existe una poesía disidente?

– El nombre del taller sigue siendo una pregunta. ¿Existe una poesía disidente o sólo somos personas disidentes escribiendo poesía? Esto es ni más ni menos que un intento que empieza y que no necesariamente dé respuesta ahora. Pero implica una acción que también las disidencias tenemos que hacer en nombre de la belleza, de lo urgente, de las cosas que como generaciones sentimos que tenemos que transformar y rediscutir. Ese me parece que es el camino, o en todo caso la tensión en la que se instala el arte: “está todo bien, pero vamos a intentarlo con belleza”. Entonces, en el medio de la vorágine, de los cambios y de los tiempos que transcurrimos, esto intenta ser, por ahora, sólo una pregunta.

– ¿Cómo fue tu encuentro con la escritura?

– A la escritura me la trajo la literatura toda y el teatro. Empecé a los catorce años haciendo y estudiando teatro. Sobre todo en una parte específica del teatro que es el teatro independiente, autogestivo, militante, que sentía fervorosamente que hacer una obra de teatro implicaba la posibilidad de cambiar el mundo. Yo fui adolescente dentro de todos esos sentidos, maravillosos sentidos, en los que me formé. Y esa formación incluía no solamente poner el cuerpo para hacer personajes sino aprender de escritura, aprender leyendo mucho. Ahí me acerqué a la literatura. Sobre todo a la poesía. Con Tuñón, con Gelman. Y también a la poesía posible que trae la dramaturgia, en este caso el teatro rioplantense, como es Discépolo, el Grotesco. ¿Cómo encontrar poesía dentro de la miseria del fracaso de la inmigración?, por ejemplo. Eso es posible, el teatro lo ha logrado.

– Has realizado talleres de escritura en Montevideo y en otras ciudades de América Latina, ¿qué puedes contarnos de esa experiencia?

– Son experiencias que han sido con mucha gente muy fervorosa y amorosa. Porque hemos buscado trabajar con la tribu. A mí me gusta pensarnos como tribu cuando hay dos o tres conceptos fundamentales en los que estamos de acuerdo. Y después de ahí ya tenemos distintas miradas, distintas biografías, distintos recorridos. Pero esos tres o cuatro ejes fundamentales que nos sostienen como disidencias de todo lo establecido, de una heteronorma; pelearnos contra el patriarcado, contra todos los capitalismos y los colonialismos y los racismos de afuera y de adentro, para intentar ser mejores personas; ahí yo me encuentro en una tribu, con esa gente. Y las experiencias han sido desde ahí. Empezó en Colombia, en un taller que fue exclusivamente para personas trans travestis. Acá en Montevideo también. En Rosario intentamos mezclarnos trans, travestis y no binaries con otras disidencias. Y eso es lo que intentamos continuar este añito acá con las Minervas en una experiencia en que para mí fue muy rotunda la necesidad de encontrarnos también en las diferencias que esa diversidad tiene. Porque no es hegemónica. Porque no nos parecemos. Porque no tenemos las mismas miradas de todo. Y eso es lo rico, pero en esa secuencia de amorosidad que planteo al comienzo, que tiene que ver con que eso me enriquezca y no que sea un obstáculo. Me parece que es una zona de búsqueda todavía. Que las pequeñas pepitas de oro que se van generando de cada cual que participa tienen que ver en principio con la posibilidad de un espacio amoroso de paz para jugar. No siempre tenemos las disidencias la posibilidad de jugar. Siempre estamos batallando, hacia afuera y hacia adentro. Y nos cuesta tener esos espacios de juego, de creación. Así que ya eso da por super increíble todo el recorrido.

– Este año presentaste junto a la Bandada de Colibríes el disco «Traviarca». Has explicado en otras entrevistas que el nombre es un homenaje a Lohana Berkins y «también a todas las sin nombre». ¿Podrías contarnos un poco más?

– El título se lo da una canción que es claramente un homenaje a Lohana, “Traviarca”. Así se llama el disco y esa canción que arrancó siendo un pedido de la propia Lohana. Me la encontré en la marcha del orgullo y me dijo “haceme una canción”. Yo le dije: “Lohana…te hice un montón de poesía, te dediqué libros…”. “Pero no, yo quiero que me hagas una canción”, me dijo. Y eso que pareció un ingenuo y simple pedido de Lohana, de los tantos que nos hacía cotidianamente a cada cual – ella sabía qué pedirnos-, eso tan sencillito, terminó siendo muy rotundo, muy contundente, muy emocional. Porque dos meses después Lohana no estaba. Pudo ser un presagio quizás ¿no?, que da cuenta de todo lo que nos ha dejado alguien tan gigante como Lohana, con todo su traviarcado a cuestas. Y también la posibilidad de con esa canción a alguien que tiene nombre porque tiene historia y porque ha hecho historia, también a tantas otras que cotidianamente engrosan una lista horrible de travesticidios, de transfemicidios, que no siempre se tienen en cuenta porque no tienen tanta publicidad y que me parece que es el ejercicio intenso que tenemos que ponernos a practicar desde el lugar donde estemos, desde los rincones en que estemos, desde las prácticas que tengamos, para recordarlas, para nombrarlas, porque en cada rincón hay una, con su nombre, su historia, su abrazo pendiente. 

– En el disco se escuchan diversos ritmos de América Latina y hay una canción referida a Montevideo. 

– Hay una historia de abrazo gigante con esta ciudad. Hay una historia de amor con esta ciudad, que es recíproca. Yo me siento absolutamente amada por Montevideo y yo amo a Montevideo. La amo antes de que me conociera cantando y leyendo. Porque yo la venía a recorrer. Era mi destino de escapada de vacaciones. O de días fugaces con amores, porque es una ciudad que siempre me cobijó para eso. Uruguay todo, pero Montevideo tiene algo especial. Yo soy muy urbana, y a la vez necesito el río ahí, y eso lo tiene, esa tranquilidad, esa mirada crítica que siento en Montevideo. Así que El Guruyú es la escollera Sarandí, son recorridos que una ha tenido antes de encontrar una canción que se refería a eso. Así que cuando encontré la canción, obviamente no quedó más que sumarla al repertorio y en este caso grabarla en el disco.

– Reivindicas el abrazo.

– Porque quiero hacer todo lo contrario a lo que significa el desabrazo. Como gesto amoroso real, tangible, pero también como gesto político. Hacemos política sin entender que el abrazo es parte de una construcción que tiene que fortalecer un montón de cosas que están lastimadas. Hay que construir una política del abrazo para sanar, porque venimos absolutamente lastimadas. Venimos desgastadas de un montón de cuestiones en las que nos ha dejado aquí ese patriarcado, estos colonialismos a los que me refería antes, este capitalismo tan feroz que nos ataca cotidianamente. Entonces nosotras como tribu tenemos el desafío de poner en práctica el abrazo. Con nuestros códigos, nuestras lógicas. Esos pequeños nidos, que finalmente son las victorias que nos quedan en medio de los grandes fracasos de esta humanidad que está condenada al colapso. Así que yo creo que más que un gestito poético es un hecho político rotundo. Sostener el abrazo como un gesto político rotundo.