La magia de una herencia
A pocos días de que se cumplan 40 años de una de las manifestaciones más relevantes del movimiento de mujeres postdictadura, conversé con Nancy Urrutia Lungo, sobre sus trayectoria como fotorreportera mientras vimos juntas algunas de las fotografías que componen su libro “Pionera. Fotografías 1983-1994” recientemente editado por la cooperativa AdHocFotos.
Apretó el obturador con la seguridad que le da la cámara y aguantó las lágrimas para que no se nublara la vista. El resultado es una fotografía icónica, que muches hemos visto o que recordamos como imagen de las resistencias a la dictadura cívico- militar. Una mirada infantil fija y firme, en el hueco que se arma entre dos militares. Hay alguien con anillos que protege con un gesto breve, el de mantener la mano apoyada en su pecho. Vio la fotografía al día siguiente, al revelarla.
–Fue la única toma
–¡Y salió esa foto! -exclamo.
–¡Esa foto! –asiente Nancy y agrega – Viste que ahora sacamos con un celular, con una cámara y disparamos el obturador y hacemos una ráfaga, pero antes sacábamos de a una. No siempre se repetía. Era raro. No pasaba eso. No veíamos la foto hasta no tener el revelado.

Nancy sabe hacer foco. En sus fotos los detalles se vuelven figura. Y además ha sabido hacer foco registrando escenas de un movimiento de mujeres, relevante y potente en la post dictadura, al que muchos no enfocaron ni entonces ni muchos años después.
Algunas fotografías son parte de una complicidad y amistad que lleva décadas con Diana Mines, fotógrafa de larga trayectoria y referencia. En la movilización del 8 de marzo de 1985 ambas registraron la actividad en formato diapositiva. Elvira Lutz guardó cuidadosamente algunas de ellas y me las compartió hace unos años para que las digitalizara. Según ella eran de Diana Mines. Según Diana podrían ser también de Nancy. Hace poco le preguntaron nuevamente a Nancy por esas fotografías.
– ¿Esta foto es tuya? Yo les contaba lo mismo que a vos, que las sacamos juntas y me preguntaron ¿Entonces ponemos Diana Mines y Nancy Urrutia? Y yo dije no, el nombre de Diana
– Pero podría ser disruptivo firmar ambas, ¿no? –le digo. Nancy se ríe
–¡Es que las dos dudábamos! Además no importa, ya había fotos mías y no me gusta acaparar. No es la idea. Chin Chin
El brindis con el jugo de naranja llega en el momento justo. O más bien no llega, Nancy lo produce, como un gesto de reconocer su trabajo, celebrándolo, sabiendo que no necesita desconocer a otra para afirmarse. Tal vez por eso me dice que no vale la pena recordar que una vez un señor de El País le dijo que ahí no tomaban mujeres fotógrafas, porque eso no la detuvo.Ya pasaron más de 40 años desde que inició su carrera como fotorreportera, con su primer cobertura paga en el Acto del Obelisco de 1983.
Yo nací cuando Nancy ya estaba tomando las fotos que, muchos años después, miré reiteradas veces intentando comprender las luchas de otras. Mientras yo organizaba nuevas marchas, ella se preguntaba si era feminista. Ahora ambas somos feministas y lo sabemos y lo decimos. Hace unos años habíamos conversado brevemente respecto a sus fotografías mientras yo editaba el libro “De la orfandad al linaje. Luchas feministas en el Uruguay post dictadura” en el que compartí mi investigación doctoral. Ahora yo estaba expectante de conversar con ella, de repasar sus fotos y ese tiempo histórico juntas. Estaba nerviosa, hablé mucho y evidencié mi torpeza en algunos momentos. No encontraba la foto que quería mostrarle para conversar o confundí algunas. Las fotos de la sobrecubierta, impresa en frente y dorso, no se repiten en el interior del libro. Me muestra pacientemente una cara y luego gira para explicarme que no es una sola fotografía, sino varias porque ninguna fotografía podría ser exactamente de este tamaño. Nancy no me corrige, más bien me muestra, me señala con serenidad y firmeza cada detalle de su trabajo. Pero antes me había dicho que algunas veces, cuando publican sus fotos sin autorización, sin acreditación y sin pago, se enoja mucho.
El trabajo del libro inició como una invitación de Javier Calvelo antes de la pandemia y se fue concretando lentamente. Nancy tuvo un estudio de fotografía durante 30 años y en sus archivos hay rollos catalogados como bodas o cumpleaños que tienen adentro pequeños tesoros de las movilizaciones sociales. Recuerda que en tiempos de cámaras analógicas se empezaba un rollo de 36 en un evento y podía usar las últimas 4 o 5 fotos para una marcha, o viceversa. Había que ingeniárselas para subir a un estrado y para cuidar los recursos. No era fácil sistematizar el archivo mientras las fotos se iban acumulando, pero cada rollo fue guardado.
Nancy misma fue guardiana de su archivo. Me va explicando con las manos como es el procedimiento y relata todas las cajitas forradas de cartón con cada rollo guardado como le habían enseñado, o como había aprendido sola. Nancy ha sido una fotógrafa formada en el oficio y desde la pasión. Una vez que el celuloide se acostumbra lo arrollas y vuelve, así que hay que abrir cada caracol de la memoria con cuidado para revisarlo. Mientras iba eligiendo las fotos Javier se encargó además de cambiar las viejas cajas de cartón por las de polipropileno, que según me cuenta con alegría Nancy son mejores porque no tienen ácaros, ni polvo y quedan bien tapadas. Lo que no resuelven es todo el espacio que hay que disponer para cuidar de esos tesoros.
–¡Mi casa no sabes lo que es! Yo vivo en un apartamento chico, me siento agobiada a veces, me han pedido negativos de trabajos de años anteriores, no he podido terminar de acomodar. Volver todo a su lugar lleva tiempo.
La jubilación parecía el fin de una carrera o un mal presagio, según ella misma me cuenta, pero ahora está en medio de una aventura que incluye ser ella quien está siendo fotografiada o filmada. Hay otras muestras, además de las presentaciones del libro que habrá en Montevideo y en varias ciudades del país durante marzo. Estamos más acostumbradas a esas historias de una mujer que cuidó y difundió los manuscritos o archivos que componen la obra de un hombre.
–Hiciste que un señor trabaje para vos, para sistematizar tu archivo- le digo entre risas.
–Con Javier hace años que nos conocemos. Le tengo mucha confianza. Habíamos hablado de un proyecto de Adhoc, pero no lo veía muy cercano. Después empezamos a hablar de nuevo. No sabía si era adecuado. No era ver con mis ojos, era otra persona que mirara y revisara. Él se iba llevando cajas. ¡Son muchísimas!
La selección la propuso él y en la etapa final Nancy vió las fotos elegidas y estuvo de acuerdo. Javier Calvelo Luisi, es docente y fotoperiodista, con mirada atenta fue investigando y descubriendo la segunda ola feminista en los archivos de Nancy y ella fue recordando fotos que no tenía tan presentes. Recordó también cuántos derechos y reclamos vienen de esa época y hay que tratar de no perderlos.
– Me di cuenta de algunas al mirar los negativos, porque no las volví a ver. A las que estaban publicadas sí, pero muchas otras no y me iba asombrando gratamente de ver que yo había sacado esa foto. Se me llenaban los ojos de lágrimas. Una conmoción interna, bien, no fue que me entristeció, sino que me alegró de ir viendo ese trabajo que yo fui haciendo en esos años. Asombrarme de cuánta cosa había vivido y compartido.
Fue en este nuevo escenario de luchas feministas que se dió cuenta de cuán involucrada ella estaba en ese entonces, no sólo como fotógrafa, registrando las movilizaciones, sino como mujer reclamando los mismos derechos. Aunque antes decirse feminista era de muy pocas, su historia se resignifica con las movilizaciones recientes, tanto como quienes nos movilizamos ahora reconectamos con la fuerza de sus imágenes. El libro tiene también huellas de los entramados de esos años en las palabras de la profesora de historia y escritora Marisa Silva Schulze, que veía a Nancy en las calles sacando fotos en la década del 80, y otro texto escrito por la docente e investigadora Niki Johnson, una de las primeras en estudiar el movimiento de mujeres en el Uruguay post dictadura. En los últimos años, varias investigadoras seguimos esas pistas de trabajos previos, revisamos archivos y vimos algunas de las fotos de Nancy que ahora se amplían. Insisto en transmitir a Nancy la gratitud porque el libro exista, concordando con las palabras de Marisa: hay una magia en herencias como esta.
–No me había dado cuenta que esto podía ser el resultado de años de mi trabajo. Estoy asombrada todavía. Muy movilizador. Fue volver a mis comienzos, que no fueron fáciles.
De esos comienzos hay también registro en el libro: una foto de Nancy, en los años 90, en una cobertura. Esa foto la sacó Roberto Fernández Íbañez, y aunque una amiga le dice que ahí sale con cara de antipática, a Nancy le gusta, o sobre todo le gusta que esa foto también componga el libro. Cada detalle del libro fue cuidadosamente diseñado. Desde posta.uy, a través de Jessica Stebniki Lescano, Martin Tarallo Aznarez se hizo el proyecto gráfico. La corrección la realizó Rosanna Peveroni Miranda y en el equipo de prensa y comunicación están Patricia Pujol Echeverría y Carolina Bas Lemos.
La selección de fotografías incluye retratos de mujeres periodistas, parlamentarias, del mundo de la cultura. Hay varias de las madres que han buscado a hijes, las que conocemos más como Tota o Luisa y tantas otras, que buscaron a todes les hijes. Nancy retrató a muchas mujeres pero no le gusta tanto que la retraten a ella. Dice que le cuesta, que prefiere estar del otro lado. Esa timidez se va cuando la cámara está en sus propias manos, ahí es audaz.
–La cámara me daba libertad. No me reprimía. Desde que comencé a trabajar, a ser fotógrafa profesional, siempre me sentí muy segura con la cámara. Años después comencé a querer ser reportera.
Desde AdHoc celebran y destacan las contribuciones de Nancy Urrutia en el mundo del fotoperiodismo y la fotografía documental en Uruguay. Nancy resalta que ella ha tenido continuidad en su trabajo, que estuvo trabajando como fotógrafa sin interrupciones, pero que sabe que no ha sido la única. En los años ochenta compartió tareas en las calles con Diana Mines y también con Maga Acosta y Lara, quien trabajaba para el semanario Aquí, y con Lilian Castro que trabajaba en un laboratorio y hacía trabajos más esporádicos. Ellas tres aparecen en otra de las fotos del libro.
Otra de las fotos que ya conocemos es la de Luisa Cuesta, junto a Amalia Gonzalez y Maria Esther Gatti, entregando una carta a Tarigo. Nancy señala nuevamente ese gesto despreciativo frente al dolor de las madres.
–Esas marchas eran bastante duras. No había temporada ni de frío ni de calor. Las luchas eran en cualquier momento. La convocatoria era muy importante. Ayudaba mucho, pero ver esas caras tan tristes, dolorosas. ¡Cuánto dolor, cuánto sufrimiento! Eso era feo de poder soportar, pero había que registrarlo.
Hay varias fotos que registran la fuerza de muchas mujeres en la lucha por Verdad y Justicia. Una de las fotos es de Luisa Cuesta, con un cartel que dice “La justicia no se transa”.
–En el acto del Obelisco aprendí a controlar mis emociones, porque ahí me sentía muy conmovida, movilizada. Estaba un poco alegre, un poco triste. ¿Qué pasaba si yo me emocionaba y lloraba? Mucha gente lloraba, no de tristeza, quería sacar esos sentimientos hacia afuera. Entonces, yo pensaba: si me emociono no voy a poder sacar la emoción de las otras personas, para sacar los gestos. Fue una forma de ir aprendiendo. Yo no tuve la suerte en esas épocas que empecé, de ir a una universidad a aprender fotografía. Fue un trabajo interno que iba aprendiendo cada día. Cada nota que hacía era diferente. Cada una me movía las fibras de formas diferentes. Tuve que hacer notas que eran muy tristes. Tenía que estar entera, firme, para registrarlo. Y registrarlo de una forma. Una forma de transmitir con imágenes, no con palabras, porque la fotografía es un lenguaje. Aprendí del autoconocimiento.
Trabajó más de una década en Alpargatas, y en los últimos años salía de esas largas y pesadas horas a abrir su estudio fotográfico. De a poco empezó a hacerse una clientela. Hacia foto carnet sin poner a la persona contra la pared y la gente agradecía y recomendaba. Empezaron las coberturas de eventos sociales, luego los trabajos para medios gráficos, editoriales, empresas. Volvería cámara en mano a registrar las movilizaciones de su ex compañeras de trabajo y registrar a referentes como Jorgelina Martinez. Algunas de esas fotos también están en el libro, junto a otras movilizaciones de esos años, como la del 1ro de mayo de 1983. Nancy fue como asistente primero e inmediatamente regresó a su estudio, a unas cuadras de la plaza a buscar su cámara.
–Eso fue inmenso. La multitud. Todo el mundo tenía miedo. Yo también tenía miedo. ¡Pero ver tantas caras! Yo te decía que tenía ese estudio de fotografía, tenía clientes, clientas que tenían un bebé y me llamaban sucesivamente cada 6 meses, cada año les hacía fotos. Y ahí me encontré con gente que no era de izquierda. No fue un llamado, una convocatoria de izquierda. Fue un llamado para derrocar a la dictadura. Era eso. Era impresionante encontrarnos. Todo el mundo recibía a todos. Era una alegría brutal. En el estrado no había muchas mujeres, ¿sabés? Ahí estaban los hombres.
Contra esas y tantas otras desigualdades eran las rebeldías de las mujeres de esos años. Una de las fotos incluye a mujeres de la pesca con sus reclamos, hay pedidos de lo que en ese momento se llamaban “guarderías” y hay una de una mujer con una pancarta que dice “Igual trabajo, igual salario”. Nancy me dice que hasta ahora tiene vigencia ese reclamo.
–Hasta ahora hay gente que no reconoce el trabajo doméstico que las mujeres hacemos – me dice
– Entre otras cosas, por eso hicimos la huelga feminista- respondí
Le propuse a Nancy repasar más en detalle las fotos del movimiento feminista. Ella acepta e insiste en que registrar eso le gustó mucho y que todavía se conmueve al ver algunas.
Aunque en algunas fotos llaman la atención las banderas político partidarias Nancy recuerda que esas banderas no estaban en todas las marchas, que lo que había eran consignas. Miramos juntas las fotos de las movilizaciones contra la suba de tarifas, de los cacerolazos.
– Esas son del Palacio Legislativo, pero en todos los barrios había. Y yo trataba de ir. A veces no me pedían pero trataba de sacar cosas en diferentes lugares.

Además del dolor, la rabia, en muchas de esas fotos hay sonrisas y miradas cómplices. No es novedad que se le diga brujas a las feministas. En más de alguna movilización se disfrazaron de brujas, para denunciar las violencias.
–Algunas con mucho ingenio. Viste que hay una que dice las brujas. Mucho ingenio de las mujeres. Que tenía esa cosa linda, de presentarse así, de no tener vergüenza. Eso me parecía bárbaro.

Hay una foto en la que le propongo detenernos, la de una pared pintada que dice «Las mujeres rompemos el silencio, no a las groserías callejeras», y recostado en la pared hay un hombre. Nancy me cuenta que eso era en la calle 8 de octubre, en un sindicato de transporte, que no recuerda bien cuándo la sacó, ni quién era o hacia el hombre, pero que ella hubiera sacado la foto con él o sin él. Luego nos detenemos en otra foto de las movilizaciones de mujeres que a Nancy le gusta mucho.
– ¡Esa foto me encanta! Era una señora muy mayor, estaba con un pito en la boca y yo le saque a ella con el zapato en la mano y después se ve que estaba con su nietita y se dio cuenta y la agarró de la mano. Me acuerdo de ese gesto. ¡Ella estaba feliz!
– Se nota en la expresión, ¡aunque ahí no se ve que el zapato lo estaba revoleando!
– Era lindo ver a esas mujeres, igual que ahora en las marchas del 8M. Antes viste que eran poquitas, se contaban las mujeres. Ahora son multitudinarias. ¡Ver esas caras de felicidad! ¡Ver que ya salen dispuestas a demostrar que son capaces de luchar por los derechos!
La felicidad de estos días es también la de ella, que me habla varias veces de la alegría de ver el libro circulando, de que el material sirva para otras generaciones que no vivieron estas épocas.
–Eso me parece muy valioso, no lo había percibido antes. Me han dicho que sirve para estudios, y me siento muy gratificada todavía. Yo nunca fui de hablar de mi, pero que el material que está acá hable por sí solo.
Y sus fotos que nos vienen hablando hace muchos años, ahora en formato libro, quedan ahí, para saber más de las que lucharon antes, para seguir resignificando la magia de esa herencia.