Columnistas Uruguay

Lo que no es necesario es el comisario

15 octubre, 2019

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Zur

Lo que no es necesario es el comisario


En medio del debate electoral y ante la propuesta “Vivir sin miedo” queremos volver a decir que no dejaremos que hagan campaña con nuestras muertas, no queremos más policía y no queremos que aumente el tutelaje sobre nosotras. Nos queremos vivas, libres y sin patrulla. Insistamos el miedo no es la forma y aprovechemos a preguntarnos sobre el problema de la militarización de nuestras expectativas sobre la capacidad de colectiva de cuidarnos.


Cada vez que la violencia recae sobre una mujer se dicen sobre nosotras tantas cosas, que exageramos, que cómo nos vestimos, qué lo que sea. Nosotras hemos insistido en correr el foco, no soy yo, sos vos. Sos vos y tu patriarcado hemos dicho hasta el cansancio. Y hay cosas que nunca dijimos y quieren poner en nuestra boca. Nosotras marchamos por cada feminicidio para nombrar el problema, no para pedir más penas; hacemos el duelo público no para dar lástima, sino para sentir y que sientan nuestra capacidad de luchar. Y hacemos todo esto juntas, para que sepan que no estamos solas, para saber nosotras mismas que no estamos solas. Y para recordar que entre nosotras sabemos cuidarnos.

Volvemos entonces a correr el foco y usamos su mismo truco. No hablemos de escotes ni de minifalda, hablemos de lo que supone alguien que anda por la vida con uniforme militar o policial. Y no sólo de las botas, también de los tanques y uniforme verde completo, y hablemos de azul, de armas de menor calibre y de patrulla. ¿Cómo es que pasamos del repudio total y de la sabiduría popular del un milico es un milicoa pensar que mientras no se excedan los necesitamos para reservar un cierto orden?

Insistamos, el miedo no es la forma, digamos mil veces no a la reforma y su avanzada militarizadora. Pero aprovechemos el debate abierto para hacernos cargo del problema mayor. ¿Cómo es que llegamos a pensar que más policía nos puede ayudar a vivir mejor? ¿Cómo es que esto nos fue permeando? ¿Cómo vamos a desandar este anudamiento que deja por fuera nuestra propia capacidad de cuidarnos?

Hemos aprendido de nuestra práctica feminista a escuchar a nuestro cuerpo. Y a nosotras el cuerpo nos dice que los que nos dan miedo son los militares y los policías. A ellos tememos cada vez que los cruzamos por la calle o nos observan (por ahora desde lejos) en nuestras movilizaciones. Es un miedo histórico compartido, porque sabemos de lo que son capaces cuando pueden dar rienda suelta a su sadismo, y sabemos más aún cómo su furia puede recaer sobre las mujeres, como las compañeras que sufrieron su asqueroso abuso sexual. Pero también le tenemos miedo porque hay sobre ellos denuncias en contextos democráticos, aquí y en el mundo. Es alto el porcentaje de policías en la cantidad de feminicidios, no son excepción los casos en los que incluso usaron su arma de reglamento. Tenemos miedo porque circulan denuncias de acoso, como la de hace años atrás en un shoping, o de violación como la de Durazno del año pasado y de Maldonado años atrás. Entonces no es que eso solo pasa en el México lejano y militarizado, pasa también acá. ¡Y cuánto mas puede pasar si se le sigue dando prerrogativas! Entonces frenemos la reforma, pero sigamos el hilo de nuestra intuición y llevémoslo más lejos.

Sobre la violencia contra las mujeres sabemos que la securitización del problema de la violencia tiene al menos dos problemas. Uno, renueva la tutela sobre nosotras y hace poco para remover la impunidad del agresor. Dos, retoma el paradigma patologizante e individualista y desconoce las tramas rotas y las que se necesitan construir. Hemos dicho, nombrar el problema del feminicidio no es lo mismo que pedir soluciones punitivas. Las experiencias feministas de otros países nos han advertido de las posibles derivas punitivistas. En los últimos años en Mexico, cuando se declara institucionalmente la Alerta de género, eso se traduce en más policía en los barrios populares. Las feministas negras denunciaron en Estados Unidos e Inglaterra en los años 70 como se uso el reclamos de las feministas blancas sobre la violencia recibida para reprimir a los jóvenes negros de los barrios populares. Desde nuestra lucha sabemos que hay otras formas de cuidar y cuidarnos más allá de la policía. Lo hemos hecho en cada caso de violencia que hemos acompañado.

Volvamos al mismo ejercicio inicial y una vez más corramos el foco. ¿Por qué una mujer tiene que ser tutelada si ya se sabe quien es el que potencialmente la va a matar? ¿Por qué si se sale de una relación para ser más libre es ella la que ve restringida su disposición de sí y no quien la agrede? ¿Por que siempre se piensa más en controlarnos a nosotras y controlar la furia patriarcal de un cuerpo de varón es impensable? ¿Qué otras formas de frenar la violencia feminicida y todas sus aristas necesitamos inventar?

Cumbia antifascista

No queremos más milicos. Queremos sí pensar en el problema globalmente y entender cómo llegamos a este punto, que parece tan difícil de revertir. Una pregunta obstinada aparece todo el tiempo en estos días frenéticos de campaña electoral ¿En qué momento pasamos a habitar esta ezquizofrenia colectiva? Mientras la fuerza de lo popular organizado insiste en el No a la Reforma, el debate político naturaliza no sólo la función policial, sino el lugar del progresismo en su reforzamiento. ¿Cómo es que naturalizamos que una campaña electoral de la izquierda diga mas patrullajey se reconozca con orgullo y como uno de los tres logros a destacar en la tiranía del tiempo televisivo que antes los policías tenían que comprarse sus propias balas? El miedo no es la forma, pero todo el tiempo se amenaza con el 2002 y la crisis que tanto nos dolió. El miedo no es la forma para dejar avanzar la militarización, pero tampoco puede ser el modo de pensar que país queremos. Porque desde el miedo sólo pensamos en lo peor y no imaginamos cuánto más vida digna nos merecemos y nos falta por recobrar.

Necesitamos toda nuestra energía en estas últimas horas, porque se juega algo muy importante. Pero mientras tanto, o en el día después de descansar, no podemos olvidarnos que tenemos todavía muchas preguntas pendientes ¿Cuándo vamos a hablar entre todes del aumento en las denuncias de abuso policial contra pibes pobres? Si efectivamente avanza más en el país la misma sombra fascista, conservadora y militar que ya cubre la región, ¿quién se va a responsabilizar de las balas acopiadas desde los gobiernos anteriores y de las condiciones cada vez mejores para reprimir(nos)?

Si partimos de reconocer los miedos propios ¿Cómo hacemos para no desestimar el miedo de otros? ¿Cómo conversamos con otros desde nuestro miedo sin asumir que las certezas temporales de otros tienen anclaje en su vivencia concreta?Los esfuerzos son muchos, no se trata de desconocer la energía movilizada por tantas y tantos. Necesitamos toda nuestra capacidad organizativa, todos nuestros esfuerzos puestos en común. Pero también necesitamos insistir en las preguntas para no pasar de enojo en enojo y para que la distancia entre los de abajo no se ensanche.

No nos gusta el modo evangelizador de otros y no queremos terminar siendo ateas que predican ¿Cómo hacemos para en una misma conversación convencer a alguien de que no queremos más militares si ya se ha compraron suficientes balas y autos patrulla, se aumentó el gasto policial y militar y se postergó la reforma a la caja militar? ¿Cómo desandamos en un solo afiche o en un muro la lógica del miedo en una ciudad que se ha acostumbrado a vivir con cámaras y software de vigilancia? ¿Cómo hacemos para retejer las redes de solidaridad barrial si ya se saturaron y estigmatizaron los barrios más pobres? ¿Cómo recobramos la esperanza si cada intento social de decir lo que no se quiere y lo que se necesita se criminaliza y algunos incluso se reprimen?

Desde el feminismo popular que venimos cultivando partimos siempre de un doble movimiento, queremos hacer el esfuerzo permanente por rechazar y por afirmar, por impugnar y por crear. Nos tomamos en serio eso de que paramos para crear mundos nuevos. Y ese mundo nuevo no es azul policía ni verde militar. Compartimos la preocupación y la premura de la campaña contra la reforma. Hay que saber decir basta, hay que saber frenar. Pero también hay que ir creando lo que queremos, no alcanza solo negar. Para crear mundo nuevo tenemos que deshacer lo que sustenta la actual amalgama de capitalismo, patriarcado y colonialidad.

En medio de la revuelta feminista las preguntas no paran de crecer. Nos preguntamos cómo es una justicia diferente, no patriarcal, no abonada en el miedo, no llena de rejas. Nos preguntamos cómo seguimos reparando, entrelazando. Las preguntas pueden ser por momentos agobiantes, pero son las que nos permiten movernos, no quedar paralizadas.

Estamos aprendiendo a valorar lo que sabemos y aprendemos. Tenemos algunas certezas. No nos cuida la policía, nos cuidan las amigas, las compañeras. Nos cuida la gente a la que también nosotras cuidamos. Pero venimos de tramas rotas, trabajamos mucho, el tiempo es escaso. Cuidarnos lleva tiempo, supone cuerpo y eso cuesta. Densificar las redes no es fácil, pero son las pistas que tenemos para vivir más libres y no más custodiadas. Una vez más volvemos a gritar que no queremos más policía, no queremos más militares, no queremos más tutela. Mientras seguimos imaginando y construyendo modos de cuidarnos entre todes vamos a seguir bailando cumbia anti-rati y cumbia anti-fascista. Porque sabemos que lo que no es necesario es el comisario.