Sentirse viva
Mi remera se secó justo a tiempo, vistiéndola y con un cartel con la inscripción de «saquen sus rosarios de nuestros ovarios, saquen sus doctrinas de nuestras vaginas» me dirigí a Plaza Libertad, a la convocatoria de la coordinadora de feminismos. Ese mismo punto que luego frecuentaría en cada alerta que en ese año comenzaría a vivir.
Hoy es 5 de marzo, son las 00:30 y no puedo dormir. Con mis compañeras nos encontramos ultimando la organización del 8M. En la mañana voy a estar comprando telas violetas para pintar banderas, en la tarde, con ellas. ¿Cómo sentirse más viva?
Banderas violetas. Mis compañeras.
A tres días del 8M no dejo de sentir cada sensación que pasó por mi cuerpo hace un año. Ese 8 de marzo del 2017 que me encontró mudándome a Montevideo sin conocer a ninguna de esas miles de mujeres que ahí estaban.
Llegué a esta ciudad un 6 de marzo acompañada de mi mamá y mi hermano. Tras inscribirme en la facultad, lo primero que hice fue comprar una remera violeta, pintarle un puño rebelde con pintura blanca y dejarla secar para que me acompañe a lo que sería una marcha histórica.
Mi remera se secó justo a tiempo, vistiéndola y con un cartel con la inscripción de “saquen sus rosarios de nuestros ovarios, saquen sus doctrinas de nuestras vaginas” me dirigí a Plaza Libertad, a la convocatoria de la coordinadora de feminismos. Ese mismo punto que luego frecuentaría en cada alerta que en ese año comenzaría a vivir.
¡Qué empoderada me sentí al encontrarme con tantas mujeres al llegar! ¡Qué fuerte que fue experimentar el mismo fuego hambriento de lucha y valentía! Sentir que yo luchaba por ellas y ellas por mí ¡y ni siquiera nos conocíamos!
Desbordé en lágrimas ya transcurrida la marcha, tantas mujeres juntas gritando con tanta fuerza y ganas de cambiarlo todo hicieron que mi corazón explote, nunca había sentido algo así y simplemente lloré.
Lágrimas violetas lloré, de esas que salen del pecho con mucha rabia, que al pasar por los ojos te hacen reconocerte con tus compañeras, que a la altura de la boca te vuelven grito y lucha y que al caer en el corazón te hacen agradecer y amar. Agradecer a todas esas brujas valientes que nos dejaron este legado de lucha, agradecer a ese abrazo apretado de tu compañera que te hace sentir que es ahí – con los brazos entrelazados – la revolución. Amar cada pedacito de tu cuerpo que el patriarcado – por medio de múltiples violaciones, abusos, violencias y asesinatos – se encargó de que odies, amar al feminismo que llegó para construir de otro modo completamente diferente, completamente hermoso, en medio del terremoto más grande que hemos vivido, este terremoto provocado por nuestra risa compañera. Por querernos ¡libres y con la dignidad rebelde!
¿Y cómo no agradecerte y amarte feminismo? Si a los meses de la marcha más emocionante de mi vida me regalaste un grupo de compañeras hermosas con quienes llorar, con quienes reír, con quienes disfrutar, con quienes sanar, crecer, pensar, crear, cambiar, soñar, con quienes recordar, potenciar y multiplicar esa fuerza, tan nuestra y de todas nuestras ancestras, que nos hace sentir hermanas. Con quienes entendí que todo esto es militar y que – además de pensamiento, teoría, palabra, cuerpos que trabajan y se organizan – el corazón es lo primordial, ponernos enteras, sensibles.
Hoy es 5 de marzo y por esas cosas locas de la vida, o bien llamadas precariedad, mañana vuelvo a mudarme, como hace un año, pero esta vez solo a tres cuadras. Y en tres días vuelvo a vivir otro 8 de marzo y si el año pasado me explotó el corazón, este año que voy con mis compañeras, ¡el mundo entero realmente se paraliza! No vamos a cocinar ni lavar platos, nadie va a cuidar, nadie va a dar placer ni erotismo, nadie va a educar, nadie va a callar, no vamos a sostenerles un carajo nada y vamos a explotar en un furioso mar violeta que va a deconstruir todo esto que apesta, que tan mal está.
Y no, yo no puedo dormir porque este gran sueño está dejando de ser un sueño.