Una amistad hecha libro
Yuyu, flores y poemas reúne textos poéticos de Silvia Federici y acuarelas de Begonia Santa-Cecilia. Antes de ser un libro, fue una conversación.
La primera vez que vi Yuyu, flores y poemas, todavía no era esta materialidad que ahora sostengo entre mis manos.
Estaba en Nueva York hacía varias semanas y aún no había logrado encontrarme con Begonia Santa-Cecilia, la ilustradora del libro. Antes de que un viaje suyo nos volviera a poner en puntos distintos del planeta, fui a cenar a su casa.
En su computadora vi la versión casi terminada de eso que todavía no era un libro y a la vez ya era (siempre fue) mucho más. Me conmovió una certeza: seguimos viviendo en un mundo en el que el afecto cotidiano de dos amigas puede ser fuente de inmensa creatividad y belleza.
Yuyu, flores y poemas reúne textos poéticos de Silvia Federici y acuarelas de Begonia Santa-Cecilia. Antes de ser un libro, fue una conversación.
Al comienzo de la pandemia estas dos mujeres, como muchas de nosotras, inventaron modos de estar cerca pese a las distancias impuestas a los cuerpos. Su gesto de amor y amistad tuvo la forma de un intercambio por correo electrónico.
Begonia le enviaba a Silvia las flores que estaba pintando y ella le respondía con sus poemas. Unas semanas después, Silvia dijo: “B, cada flor nueva es más bonita. Vamos a tener que hacer un libro de flores y añadirle poemas. ¿Qué te parece?”
Una mañana de abril, nos encontramos para conversar sobre arte, palabras, amistad y esta vida que, con insistencia, seguimos reproduciendo.
Historia de una amistad
Silvia y Begonia se conocieron en Nueva York, en 2011, en el movimiento Occupy Wall Street. Allí iniciaron una colaboración que se mantiene hasta hoy y lo mismo se nutre de cenas en familia como de viajes y proyectos; siempre tienen algo entre manos.
Cuenta Begonia que un momento clave de su relación con Silvia fue una conversación que tuvieron sobre sus madres mientras caminaban por un parque. “Ahí hubo una conexión, que me parece importantísima, sobre los cuidados de nuestras madres y, bueno, por supuesto toda la cuestión de salud, de infraestructura”.
El deseo de conexión alimentó también el intercambio que ahora es el libro. Silvia lo describe como una obra de amor, “porque está inspirado por el deseo de conectarnos y de intercambiar cosas que nos dan placer, que nos dan ánimo”. También como un gesto de cuidado que la ayudó a sobrellevar un momento en el que la rodeaba una sensación de muerte y crisis.
Yuyu, flores y poemas es un recorrido por esta historia-amistad-conversación. Incluye correos electrónicos que se enviaron en la pandemia, pero también documentos del archivo personal de Silvia que Begonia fue registrando en distintos periodos.
El libro, como el arte, dice Begonia, abre la posibilidad de vivir el tiempo de otro modo en una época signada por la incertidumbre del presente. Este juego de temporalidades lo traen además los poemas, escritos por Silvia en distintos momentos de su vida y aún así tremendamente actuales.
“Un poema lo escribí por la crisis del sida, diciendo la cuestión del condón, de cubrirse la lengua, que conecta con la cuestión de la mascarilla. Otro poema, ‘América, América’, es la cuestión de la inmigración y de la pena de muerte”, dijo Silvia. “‘Elogio de la teoría de la conspiración’ es la cuestión de las personas que deciden… ‘A los seis de Jena’ [se trata del] racismo”.
Los poemas políticos dialogan con otros “íntimos”, escritos por Silvia en momentos de infelicidad. Allí aparece el feminismo: “me ha ayudado a no esconder, no pretender la felicidad, no pretender que soy sana, que estoy perfecta. Para mí son poemas importantes también”.
Entre versos y acuarelas
Federici nunca pensó en publicar sus poemas, pero los escribe desde adolescente.
Sobre la relación entre el lenguaje poético y su trabajo teórico, Silvia afirma que ama la palabra y que para ella no son diferentes, son dos momentos de un mismo proceso, de un mismo deseo de expresión. “Yo no soy cartesiana, lo que investigo está muy conectado con lo que me preocupa, con lo que siento, con lo que quiero hacer, con toda mi estructura de deseo”, comenta. “Entonces, es la misma fuente de la poesía, no hay una diferencia, son dos lenguajes que se cruzan continuamente”.
En el caso de Begonia, ese deseo de expresión se vale de otros lenguajes.
“Llevo toda mi vida pintando. Desde hace muchos años casi todo lo que pinto es en relación con la naturaleza, el paisaje”, dijo. “Siempre ha sido así, aunque ha habido momentos en que ha sido mucho más abstracto”. En la pandemia, rodeada de la naturaleza de los Pirineos y motivada por recuperar el contacto con la materialidad, el agua, los pigmentos, empezó a pintar las acuarelas. “Están inspiradas en esas flores silvestres, que no son cortadas, puestas en un jarrón,” comentó Santa-Cecilia. “Trataba de capturar el gesto de vida. En contraposición con todo lo que estaba pasando en la pandemia, todo este ambiente de muerte, yo quería justo lo contrario”.
El yuyu de las palmeras
“¿Qué pueden unos pocos poemas y unas pocas acuarelas en medio de un mundo en constante estado de emergencia y de guerra?”
Con esta pregunta comienza el ensayo sobre arte y reproducción de la vida, escrito por Santa-Cecilia y Luis Moreno-Caballud, que también está en el libro.
Parte de su respuesta es que lo que pueden hacer es, precisamente, abrir la pregunta sobre lo posible. Sobre lo que puede hacer el arte, sobre lo que puede ser el mundo, lo que ya está siendo. Esto, explica Begonia, es el yuyu. “La fuerza vital, la magia que hay dentro de las cosas, de todo. La potencia. No lo que son las cosas ni cómo son, sino lo que pueden ser”.
En Yuyu, flores y poemas se explica que la palabra tiene origen africano y se refiere a las propiedades mágicas de algo.
Las lectoras del sur de América Latina probablemente la asociemos con “yuyo”, término con el que nos referimos a las hierbas medicinales, cuyos usos aprendimos en las cocinas y jardines de nuestras abuelas, que viene del quechua “yuyu”.
Como sea, las palabras tienen historia pero también son lo que con ellas creamos hoy. En el libro, “yuyu” aparece en el poema “Reflexiones sobre Wittgenstein”, en el que Silvia, desde Nigeria, le reclama al filósofo que las palabras sirvan para algo más que representar el estado de las cosas:
Para Silvia, el yuyu es recuperar todos los aspectos de la vida, especialmente aquellos que la ciencia capitalista no puede explicar, las experiencias y conocimiento diferentes. También los sueños y el deseo.
“¿Cómo se explica cuando la gente se enamora? Es un yuyu, el enamoramiento es un proceso mágico, ¿cómo se puede explicar? Nadie, que yo sepa, puede explicar cómo pasa que dos personas separadas, completamente separadas, mirándose a los ojos, se influencian”.
En continuidad con la idea de reencantar el mundo y con las reflexiones sobre el cuerpo de Beyond the Periphery of the Skin, en Yuyu, flores y poemas Silvia insiste en la importancia de estas conexiones.
Luis Moreno-Caballud y Begonia Santa-Cecilia. Yuyu, flores y poemas. Traducción de Elia Maqueda. La Oveja Roja, Madrid, 2023.
Nota originalmente publicada en ojala.mx