Uruguay

Vendeme una nena

25 mayo, 2020

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Colectivo feminista Maldonado

Vendeme una nena

En el Este, como suelen referirse la mayoría de los uruguayos a todo lo que está pasando el peaje del Arroyo Solís, hay un “mundo” donde las normas se aflojan. El Este, territorio propicio para toda explotación comercial de la vida, en particular de la más frágil, toda forma de explotación (de cualquier ser humano y del ambiente) es considerada válida si produce divisas.


Éste Este, territorio propicio para toda explotación comercial de la vida, en particular de la más frágil.

Una podría preguntarse por qué una vez más en Maldonado se destapa otro caso múltiple de explotación sexual comercial. Hace ya trece años, Juan Manuel Petit y su equipo realizaban un informe participativo que alertaba sobre el alto nivel de riesgo de este departamento en materia trata y redes de explotación sexual de niños, niñas y adolescentes, y daba recomendaciones para prevenir su expansión. Sin embargo, esas recomendaciones nunca se llevaron cabalmente a cabo.

En el Este, como suelen referirse la mayoría de los uruguayos a todo lo que está pasando el peaje del Arroyo Solís, hay un “mundo” donde las normas se aflojan. Donde los protocolos y los compromisos contra la trata y la explotación sexual de niñas, niños y adolescentes pueden llegar a hacer saltar el botón de la camisa de blanca, celeste o cuadrillé de algún líder político de abultado diámetro abdominal, haciendo que se derrame de su vaso algún sorbo de su bebida importada.

Por estos pagos, donde como algunos señalan, hace algún tiempo se volvió a gobernar “a lo patrón de Estancia”, no se está para estos chistes ni estos discursitos de los derechos de los niños, niñas y adolescentes a no ser explotados. El discurso de derechos ya no se usa ni para decorar.

Está claro que nos hemos subido a la máquina del tiempo y que vuelven a validarse discursos del calibre: “estaban en páginas que ofrecían servicios”; incluso, algunos magistrados parecen haber argüido “que ellas también chantajearon”. Falta que digan que les gustaba. No se entiende nada, no hay noción de lo que es asimetría de poder, necesidad, infancias y adolescencias vulneradas. Hacer uso y abuso de la fragilidad del otro y de la otra porque tenés billete. Seguir haciendo pelota infancias y adolescencias magulladas solo porque podés, y sobre todo porque gozás justamente de someter.

Acá no hay protocolo que valga, porque los principales agentes de la trata y la explotación, así como sus clientes, en este departamento están entre los hábiles empresarios amigos de los agentes políticos más relevantes -la mayoría de ácido úrico elevado y buen hábito en consumo de carnal a destajo- o son ellos mismos. Pero también sucede que años antes, con otros gobiernos, estuvimos muy lejos de que estos protocolos calaran hondo. Aunque algunos de los integrantes de los gabinetes de izquierda osaron imaginar, y quizá hasta algún jerarca llegó a tener la conmovedora experiencia de relacionarse con una mujer como con un ser  humano. Y aun más, hubo dentro de los cuadros de gobierno muy pocos pero honrosos casos de mujeres que tenían conciencia de su condición de género, además de la de clase.

Pero no se llegó. Mi hipótesis: vivimos en un departamento donde toda forma de explotación (de cualquier ser humano y del ambiente) es considerada válida si produce divisas. Y sobre todo, toda explotación es expiada de culpa si cuida la gallina de los huevos de oro: ¡el santo turismo! Maldonado sigue siendo «un mundo aparte», un territorio particularmente librado al capital en un país que tiene instituciones garantistas de otro peso en otras partes de su territorio. Una verdadera zona franca ética.

Cada temporada deja instalada para el resto del año una victoriosa sensación para los poderosos de que con plata, acá, se puede todo. En estas costas el deleite del veraneante, del magnate, no puede refrenarse con protocolitos de buenas intenciones. Si pide en bandeja de plata una niña virgen, ¿quiénes somos nosotros para salirle con moralinas? Si total va a terminar en las manos de algún novio pobre… ¿ Y así sacamos unos pesitos todos, no? Una comisión para vos, otra para mí, todos calladitos y contentos.

El aberrante universo del turismo con sus fauces babeantes, en busca de un goce desenfrenado, con su billetera gorda, su tarjeta platino, su dinero lavadito, recién venido de Berlín vía Buenos Aires, sus drogas nuevas, su psicoldelía. Es bravo.

Aquí se compran y venden infancias, sueños. Se compran y venden cosas tan preciadas y delicadas como esas y también otras, como dunas, humedales, franjas de playa, a través de estrafalarias “mangonetas” jurídicas. Se construye la ciudad a base de excepciones a la propia regla construida para construirla. Una auténtica cultura de la transgresión. Los humedales, como ejemplo de lo vital delicado, son patrimonio de la humanidad por su capacidad desintoxicadora. Acá, en algunas zonas se los rellena con escombro, se le mete un edificio arriba y ¡viva la especulación inmobiliaria!

Vivimos en uno de los círculos del infierno cuyo paisaje se parece demasiado al paraíso. Y los viejos verdes, y los no tan viejos, lo saben y aprovechan. Mientras que los pobres descubren demasiado temprano su desamparo, lo asumen como un destino indeclinable, su tener que cortarse la barba y el pelo como dice el encargado o el propietario, porque sí, como marca de subalteridad. A someterse a la gobernanta cuando es tiránica y así. Así funciona este  verdadero mundo aparte de humillaciones, explotaciones, excepciones a la regla. Compran las playas, los médanos, las niñas, los niños, las horas, compran sueños y voluntades…

Pero, señores patriarcales, vayan sabiendo que el «tocan a una, tocan a todas» no es una frase vacía y que vino para quedarse. También que entre estas putas, locas, madres, poetas, profesoras, soñadoras, amas de casa, vecinas, no reconocemos  fronteras.

Señores elefantes, somos una especie de hormigas en el mundo que no paran, que desconocen esta zona franca, que están construyendo una ética. Feminista le llaman, también antipatriarcal y anticapitalista. Suena a mucho pero no es tanto, es chiquito: es tratar de poner un tope a que todo lo vivo tenga un precio. Es tratar de impedir que la vida que cuidamos se la trague, así como así, el mercado. Que al planeta lo sigan considerando una cosa a la que sacarle pedazo tras pedazo como si nada; nos decimos por eso anti-extractivistas. Los nombres importan poco. Solo queremos recordarles que no todo está a la venta. Que esas gurisas, esas niñas que ustedes pretenden comprar por dos pesos, para nosotras valen oro. Porque son nuestras hermanas más jóvenes, las que merecen ser más cuidadas no explotadas. Ellas no, no están a la venta.

Tenemos algún punto en común señores, entendemos los complicados y complejos mundos del goce y el deseo. Por eso feministas y movimientos LGBTTI hemos luchado por dejar que cada uno viva la sexualidad a su manera. Pero ahí volvemos a tener una diferencia radical, para nosotras eso tiene un límite que vivimos intentando no profanar: el de la existencia del otro y la otra, que nuestra búsqueda de placer no lastime o se lleve puesto a nadie, están permitidos todos los juegos pero no el daño. Sin embargo ustedes, grandes señores con tufillo a cosa descompuesta, patrones de estancia, jueces de menores, abogados, suplentes de diputados, profesores, dueños del capital, se arrogan no solo el derecho a querer dominar nuestros cuerpos, comprarlos, venderlos, sino a querer legislar a favor de morales rígidas que escamotean y esconden todo esto. Por eso huelen a cosa agusanada, por intentar evitar que todo esto vea la luz del sol. Eso nos hace sospechar que su goce es ese, el del dominio a oscuras o en la ambiguas sombras de la doble moral que, finalmente, siempre pide el sacrificio del cuerpo del otro, del ambiente, de la vida en sus expresiones más frágiles y bellas.

Tenemos otra gran diferencia, señores elefantes de vientres abultados o leopardos de ojos centelleantes, ustedes están huecos o algo se les está ahuecando adentro, algo les huele a desvitalización. Nosotras en cambio nos estamos pariendo. El orden patriarcal no nos deja otra opción. Y no somos lindas ni perfectas por ello. La mayoría estamos maltrechas y curando heridas con lo que podemos. Pero nos asumimos con esos daños y nos estamos reinventando. No saben de lo que somos capaces (nosotras tampoco porque nos estamos creando), pero sepan que si nos obligan nos vamos a defender: tocan a unas, tocan a todas. Capaz que no entendieron, no es un slogan como los que ustedes venden. Así que se cuidan.