De víctimas a furiosas: insurrección feminista contra la policía mexicana
Organizadas en las calles, la tarde del viernes 16 de agosto en por lo menos quince localidades mexicanas, miles de mujeres expresaron su repudio hacia la reciente ola de violencia sexual perpetrada por elementos policiacos. Tercera entrega del especial de Zur sobre la insurrección feminista en México.
Desde el lunes 12 de agosto, en la capital mexicana, un conjunto de mujeres había protestado contra la impunidad de cuatro policías acusados de violar a una menor en la alcaldía Azcapotzalco, luego de que su familia retirara la denuncia a causa de la filtración de datos y videos a los medios de información que pusieron en duda la versión de la joven. Había, además, la reciente denuncia de una chica abusada por parte de un guardia de seguridad del Museo de Fotografía y la violación de una mujer en situación de calle (indigente) por parte de dos policías capitalinos.
En la manifestación del lunes, el jefe de Seguridad Pública recibió un baño de polvo de brillantina magenta (glitter) frente a las cámaras de reporteros. Al llegar a la Fiscalía conocida como «El Bunker» un grupo de mujeres arremetió contra la puerta de cristal y dejaron mensajes de repudio a las violaciones de la policía. Estos gestos fueron tachados por parte de la gobernadora de la ciudad de México, Claudia «Shame-baum», como provocaciones. En un comunicado mencionó que la “violencia genera más violencia”, y que abriría expedientes de investigación contra las protestantes.
Desde hace tiempo, la política progresista del gobierno de la capital ha proyectado una cara amigable hacia las mujeres, implementando cursos de perspectiva de género y/o derechos humanos para los policías. Gestos como el de la “pulsera morada” con el que los policías portarían la contraseña para ayudar a las mujeres en peligro. Este gesto tuvo origen en las pulseras que las feministas repartieron el 8 de marzo de 2017 a otras mujeres como señal de apoyo mutuo en caso de amenza en el espacio público.
“Mexicanas al glitter de guerra”
Ante las descalificaciones del poder local, voces feministas respondieron con las frases “exigir justicia no es provocación” y “no nos cuidan, nos violan”. Con el hashtag #MeCuidanMisAmigasNoLaPolicia quedaba bastante claro que no se puede confiar en los cuerpos policiales. Algunas comenzaron a escribir la ecuación “policía=violicía”, para evidenciar el historial de agresiones sexuales de su corporación.
No es la primera vez que ocurren violaciones sexuales por parte de los cuerpos policiacos y castrenses hacia jóvenes, campesinas, indígenas, o ciudadanas de a pie en México. Amnistía Internacional ha documentado por lo menos 60 agravios: Acteal, 1992; San Andrés Larrainzar 1995; Montebello, Tláhuac, 1998; Ayutla, 2002; Guadalajara, 2004; Atenco, 2006; Parral, 2006; Zongolica, 2007; por mencionar los más conocidos. El largo camino de justicia para las agredidas ha pasado por escenas de desprecio, burla, descalificación y simulación. Obtener justicia por las vías institucionales es imposible si no se proviene de una clase económica alta o si el agravio no puede llevarse a instancias internacionales vía la presión de organizaciones de derechos humanos.
A lo largo de la semana, una generación de jóvenes feministas (principalmente entre 14 y 29 años) se organizaron y convocaron a otra manifestación el viernes, al tiempo que neutralizaban mediáticamente la condena conservadora por romper los vidrios de la Fiscalía. Mientras tanto, a kilómetros del centro del país, mujeres de ciudades norteñas como Hermosillo, Mazatlán, Culiacán, Saltillo, donde difícilmente se convocan manifestaciones feministas, también salieron a la calle para repudiar la violencia sexual de la policía. En Chihuahua, las jóvenes pintaron mensajes de repudio en las paredes. En Puebla las mujeres organizadas arremetieron contra una patrulla policial. Hechos inéditos en estas localidades.
En este llamado estuvo presente el juego de la diamantina (glitter) rosada como gesto simbólico de intervención estética y política frente al poder. Circularon cientos de memes y gifs que reivindicaron virtualmente el uso del glitter como arma feminista mágica frente al poder; se compartieron recetas para elaborar brillantina ecológica o para pintar azúcar de color rosado, para no utilizar la diamantina metálica contaminante.
Somos capaces de crear, somos capaces de destruir
Las manifestaciones de la capital acapararon la atención internacional por las imágenes de grafitis en monumentos y el incendio de una estación de policía. La intervención en paredes y mobiliario se realizó en la Zona Rosa, uno de los corazones corporativos de la Ciudad de México. La imagen que mayormente circuló en la televisión ha sido el golpe de un hombre infiltrado hacia un reportero que transmitía en vivo. Con la repetición espectacular de este hecho se esperaría una reacción conservadora en la población mexicana.
La tarde del viernes, en la glorieta de Insurgentes, antes de que el fuego ardiera, se pudieron observar escenas de solidaridad y diálogo entre mujeres maduras y jóvenes compartiendo indignación y diamantina magenta. Intercambiando pañuelos verdes, negros, púrpuras. Escuchando los dolores y la rabia de todas. Las que se quedaron en casa monitoreándolas virtualmente. Poemas, cantos y consignas a coro, silencios, lágrimas, gritos. Máscaras, antifaces, cabezas de cerdo, muchos A.C.A.B (All Cops Are Bastards).
Conforme fue oscureciendo, las protestas subieron de intensidad. Las mujeres que permanecieron, organizaron cercos para evitar el paso de hombres provocadores en el bloque de mujeres que arremetían contra el mobiliario del Metrobús. ¡Júntense! ¡júntense!. Estos acuerpamientos permitieron que no ganara el pánico, ante los rumores de una posible represión. Por ejemplo, cuando las protestantes ingresaron a la estación policial Florencia para prenderle fuego, un bloque las espero afuera, cuidándolas. Cuando el gobierno envió mujeres policías en la antesala de la represión, las de afuera interpelaban a una especie de solidaridad de género: ¡Mujer policía, te están usando! ¡Tú vas de este lado!
Afortunadamente, la reacción conservadora ha sido medianamente neutralizada a través de las conversaciones virtuales. Se ha puesto en el centro la importancia de la vida, por encima de los objetos materiales (coches, monumentos y mobiliario). Cientos de mujeres desde las redes virtuales trasnacionales como twitter y facebook explican que la quema de objetos no es equiparable a la violencia patriarcal diaria contra nuestros cuerpos.
Por su parte, el nuevo gobierno progresista intenta administrar la furia a través de la ampliación de la voz de figuras feministas institucionales y clasificar a las protestantes entre “decentes sensatas y maduras”, contra “jóvenes rabiosas y enardecidas”. Esto ha generado tensiones y nuevas conversaciones sobre lo que podría pasar: que se acreciente la violencia patriarcal contra nuestros cuerpos. Con todo ello, el 16 de agosto ya se puede pensar como el momento en el que corrimos el límite de lo que se nos permite, un “día histórico de desobediencia, rabia y libertad”.