América Latina

América Latina en tiempos revueltos

20 junio, 2021

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Adriana HC

América Latina en tiempos revueltos

El jueves 24 de junio se presenta el libro «América Latina en tiempos revueltos. Claves y luchas renovadas frente al giro conservador» editado por Libertad Bajo Palabra de México, Excepción de Bolivia y Zur. La compilación integra aportes de Raquel Gutiérrez, Mariana Menéndez, María Noel Sosa, Luis Tapia, Gaya Makaran, Raúl Zibechi, Javiera Pizarro, Mina Lorena Navarro, Lucía Linsalata, Horacio Machado, Cristina Vega, Lorena Castellanos, Joseph Salazar, Diego Castro y Huáscar Salazar. A continuación compartimos la introducción escrita por los compiladores. Al final encuentran los datos de la actividad y link para descargarlo.


El mundo necesita una sacudida.

Diego Castro y Huáscar Salazar

La idea de este libro surgió hace dos años, en enero de 2019. La intención era actualizar miradas críticas sobre el contexto político latinoamericano, un escenario confuso. En ese entonces se observaba el entreveramiento de tres dinámicas. Por un lado, las crisis de los progresismos, ya sea por el viraje de algunos países, como Brasil, Argentina o Ecuador; o por el desgaste de otros gobiernos, como el uruguayo o el boliviano. Por otro lado, la recomposición de las derechas –en algunos países con notorios rasgos facistizantes–. Y, de manera simultánea a estas dinámicas “contrapuestas” en la disputa por el control de los gobiernos, se presentaban luchas sociales intensas y profundas, como las feministas y las desplegadas por tramas comunitarias que sostienen la vida frente a la expansión capitalista extractiva. Algunas más visibles que otras, pero la gran mayoría asediadas por los gobiernos de una u otra tendencia.

Desde aquel lejano enero muchas cosas pasaron. Nos ha tocado un tiempo particularmente inestable para ordenar lecturas que permitan decantar las diferentes facetas de esta triple dinámica.

Solo por ilustrar: a comienzos de 2019 Bolsonaro tomó posesión de la presidencia de Brasil, y con él la avanzada religiosa conservadora se agitaba en todo el continente. Un mes antes –y con una década de retraso– el progresismo asumió la presidencia en México. Luego, las extraordinarias rebeliones de Ecuador y Chile, además de masivas protestas en Colombia, Haití y más tarde Perú y Guatemala. De manera consecutiva fueron derrotados en las urnas los gobiernos de Macri en Argentina y el progresismo en Uruguay. Y ni qué decir de los fatídicos meses que vivió Bolivia en un clima de exacerbada violencia. Meses después, Trump perdió la reelección en Estados Unidos.

Al mismo tiempo, la revuelta feminista continuaba su expansión a escala planetaria, trastocándolo todo, desordenando el mundo patriarcal, incluido el de las izquierdas. Pero también iban en aumento las diversas violencias y odios: los feminicidios, las desapariciones, los asesinatos, los incendios generalizados por el ardiente deseo de acumulación, así como la especulación inmobiliaria.

Y cuando este proyecto editorial trataba de navegar en este frenético devenir de acontecimientos, intentando actualizar su discusión, la pandemia de covid-19 hizo aguas de la manera más inesperada, reestructurando urgencias, debates y luchas… esa es una historia –y una experiencia– muy conocida y vivida por todxs.

Es así que esta es una publicación con mucho retraso y por lo cual nos disculpamos con lxs autorxs de esta compilación. Aunque no deslindamos responsabilidades, la demora tiene que ver con estos desequilibrados tiempos y con los momentos vitales que a nosotros, como coordinadores, nos tocó vivir en ellos.

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La pandemia organizó los debates de otra manera. Al inicio se agitaron las tiendas intelectuales y filosóficas, se escribió mucho para sostener las apuestas de quienes tenían algo que decir. Desde el colapso inminente y el avance biopolítico del control social a las sugerentes alucinaciones poscapitalistas. Sensaciones contradictorias provocadas por los tiempos de coronavirus.

Una crisis sanitaria que comenzó a gestionarse por quince días y hoy lleva más de un año, casi cien millones de infecta-dos, más de dos millones de muertes y una vida afectada por distancias, tapabocas y alcohol en gel que se prolongará por quien sabe cuánto más. Un virus que insiste en lo que varixs científicxs advierten desde hace décadas: el modo de producción industrial de alimentos es insostenible. El sentido de la vida capitalista, que se pretende autosuficiente e individual, se desencaja y entra en crisis. Y, por lo mismo, se abre una posibilidad de interpelación, de reflexión crítica sobre el mundo que habitamos, poniendo de manifiesto la interdependencia entre vida humana y no-humana… podemos verlo. Nuevamente el tiempo está abierto, es una posibilidad.

Así, al transcurrir los meses, mientras iban llegando los textos y pedíamos nuevos con la ingenua ilusión de dar cuenta de los virajes, más de una vez sentimos que estábamos a destiempo, que el esfuerzo no tendría sentido. Postergamos el cierre varias veces frente a cada viraje, como si ese fuese el último. Con el pasar del tiempo lo que se presentaba como incomodidad lo terminamos asumiendo como un hecho. Este es un libro a destiempo, o en otros tiempos, pero no por eso es un libro carente de sentido, todo lo contrario, en estos meses nos fuimos dando cuenta que puede operar como un sistema de coordenadas en medio de las confusiones que se han extendido. Los temas planteados –pese a su aparente desplazamiento a un segundo plano– son absolutamente actuales, no están resueltos y, en la mayoría de los casos, se han visto agudizados por la pandemia.

Estamos convencidos que los debates volcados en estas páginas no desaparecieron con la inestabilidad política, la violencia, las rebeliones y la pandemia. Siguen allí, relampaguean-do –en palabras de Walter Benjamin– como cuestionamientos, aportes y decires, en busca de caminos fértiles para abonar en más insubordinación, más rebeliones, mayor capacidad de desarmar los enmarañados recursos de la dominación, esos que llegan hasta el sentir de la impotencia.

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Las reflexiones que se presentan en las páginas de este libro son diversas, pero hay dos ejes que de una u otra manera subyacen al análisis: 1) un intento sistemático por exponer lo que representa el progresismo en el presente –y su relación con la efervescencia de cierta derecha–, tanto en términos políticos como epistémicos; 2) la insistencia de las luchas que, desde un enfoque centrado en la reproducción de la vida, cuestionan las diversas aristas de la configuración dominante del mundo en el que vivimos.

La crisis de los progresismos está en curso, pese a derrotas o victorias electorales. El consenso distributivo está resquebrajado. La larga década de crecimiento económico asentada en la extracción de materia prima a buenos precios parece haber terminado. Esto no quiere decir que el progresismo salga de la escena política, más bien lo que observamos es que mantiene protagonismo en tanto alternativa electoral a lo que se presenta como derecha, pero lo hace en un escenario en que se encuentra cada vez más descompuesta su capacidad de canalizar transformaciones profundas y anhelos redistributivos, políticos y económicos.

Las luchas de impugnación al neoliberalismo –con intensidades variables por país– abrieron los tiempos de los gobiernos progresistas. Estos permitieron cierta redistribución material, con mejoras relativas de las condiciones de vida de las personas. Sin embargo, en ninguno de los casos aportaron a los procesos políticos de profundización de la autodeterminación política de los pueblos, todo lo contrario. El modo de regulación política de los progresismos supuso un cierre esta-tal y capitalista, con diferentes intensidades por país.

Por consiguiente, no extraña que en ese terreno se hayan recreado las derechas que década y media atrás habían perdido toda legitimidad y apoyo popular. El resurgir y fortalecimiento de las formas sistémicas, responde a un doble movimiento de las derechas. Las externas a los progresismos y la de los propios sectores, prácticas y formas políticas de derecha que desde siempre habitan en su interior.

Una vez más, como ya sucediera en el siglo pasado, la creencia en la autonomía relativa del Estado ha jugado una mala pasada a los intereses transformadores. Recreada la básica estrategia de los dos pasos (tomar el Estado y cambiar el mundo), vemos que los límites emergen nuevamente (aunque esta vez como farsa). Tal es así que, pese a la retórica emplea-da en tiempos de descomposición, opciones pretendidamente transformadoras pasaron a festejar el crecimiento económico como fin en sí mismo, ocultando la indudable acumulación capitalista, el despojo, la desigualdad y la destrucción de medios de vida. Algunos fueron más audaces e incluyeron pretensiones programáticas a este movimiento, sosteniendo que había que “salir del extractivismo con extractivismo”. El caldo de cultivo para las derechas se fue componiendo en el mismo proceso de fortalecimiento de los progresismos, el de sus ve-tas más conservadoras, aunque parezca paradójico.

Al respecto, es importante el señalamiento que realiza Machado en su artículo: “venimos sosteniendo que el rebrote de la derecha en todas las escalas geográficas del escenario político global y en distintas dimensiones de la vida social contemporánea […] está fuertemente asociado al declive de (cierta) izquierda”. La propagación y exacerbación de la derecha más rancia que ha adquirido tanta visibilidad no puede ser comprendida de manera aislada, como el simple surgimiento de figuras grotescas como la de Bolsonaro, Macri, Camacho, etc. Su posibilidad de existencia debe verse reflejada en la dinámica de las izquierdas progresistas, que en las últimas décadas se han presentado como la única alteridad posible y viable.

Por momentos, la recomposición de las derechas se presentó como la dinámica principal y unívoca, y la impotencia se cerraba nuevamente en la política binaria de oficialismo y oposición, de el menos malo o el más malo. Esta vez con roles alternados entre derechas y progresismos. Nuestra mirada, como cualquier pretensión antisistémica, desencajada. Fuera de juego.

En este sentido, también consideramos fundamental hacer un esfuerzo por desentrañar la forma en que se produce la gestión de la política estadocéntrica que, en este momento en particular, ha adquirido una agresiva dinámica totalizante y cuya expresión es la polarización social, tan extendida en la América Latina del presente. Una polarización que desde el imaginario dominante de la política estatal se posiciona como jerárquicamente superior, y se convierte en mecanismo de desorganización de las formas políticas centradas en la reproducción cotidiana de la vida –la política de lo común–.

El problema es que cada vez se hace más evidente como esos dos polos que en apariencia están radicalmente contrapuestos, se convierten en los apoderados y regentes de un mismo patrón de acumulación que impulsan y recrean. Aun-que lo hacen a partir de una gestión de las instituciones del Estado y, principalmente, desde un discurso que es diametralmente diferente.

Así pues, quizá sea útil ir más allá de la polarización y de las formaciones aparentes que encubren contradicciones políticas, sociales, ambientales, culturales que simplemente no están siendo disputadas ni interpeladas. Para ello, sin embargo, es importante plantear una crítica respecto a cierta racionalidad de izquierda que se ha impuesto como hegemónica.

Es una racionalidad harto contradictoria con cualquier sentido mismo de la crítica, una episteme que conlleva una particular manera de interpretar el mundo realmente existente. Aun cuando se parte de grandes, abstractas y complejas teorías sobre la sociedad, lo cierto es que en el momento de mirar al mundo concreto, las premisas de intelección son inquietan-tes: inmediatizar, simplificar, jerarquizar, justificar/silenciar y repetir. Todo esto colocando a la política que emana del Esta-do en un lugar de privilegio, aunque no se tenga la capacidad de incidir sobre ella.

Se inmediatiza porque el contexto histórico deja de importar; los acumulados de violencia, de luchas, de resistencias se vuelven secundarios respecto a un presente que se nos impone como el fin en sí mismo, en el que hay que escoger entre el “mal menor” y el “mal mayor”. Se simplifica la realidad y se la identifica desde una o muy pocas de sus aristas, por lo general aquellas que son más fáciles de asimilar desde un sistema de credulidades que se da por sentado como universal. Credulidades que, entendidas como lo plantea la filósofa Marina Garcés en Nueva ilustración radical, devienen en sustrato de dominación “porque implica[n] una delegación de la inteligencia y de la convicción”. Desde esta lógica suelen ser suficientes los discursos maniqueos y las “palabras mágicas” –como las denomina Silvia Rivera Cusicanqui–, pese a que los hechos presentan una complejidad mucho más amplia y tupida.

Desde ahí se jerarquiza, en el sentido de que aquel argumento inmediatista, simplificado y polarizante se considera como universal, aquello que debe organizar la intelección de la realidad que se intenta comprender… y nada más importa, ni siquiera lo que condujo a esa situación –un procedimiento epistémico bastante colonial, por cierto–.

Posteriormente se construye un argumento que justifica esta lectura de la realidad, sus violencias y sus silencios, operando como una nueva credulidad. Cualquier otra crítica es menospreciada, deslegitimada y catalogada por la tan célebre y miope acusación de “hacerle juego a la derecha”. Lo llamativo es que cuando estos procesos terminan implosionando o degradándose, la opción de esta izquierda –pese a la evidencia– es volver al punto de partida y repetir el procedimiento. Así sucesivamente.

Es así que, al final de cuentas, esta dinámica deriva en una situación muy compleja, una en la cual prima la confrontación y la violencia, pero en la que, al mismo tiempo, se pone en disputa muy poco. Las determinantes del antagonismo social quedan indemnes, al tiempo que la sociedad se desgasta y se desactivan muchas de sus potencialidades transformadoras, pero en todo ello el capital se despliega con bastante soltura.

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Las rebeliones en Chile y Ecuador, así como las luchas anti extractivas y feministas airean y renuevan el escenario de es-tos largos meses. Estas experiencias se presentan como protagonistas testarudas de que lo político no es un hacer que únicamente se inscribe en las instituciones del Estado. De que merecemos una vida digna de ser vivida y que su tejido está permanentemente en movimiento. Por momentos aparenta desaparecer, como un río que se seca, pero en el mundo invisible y subterráneo de lo popular resiste la vida, toma impulso, hasta que brota a borbotones, se hace torrente y desborda los cauces, así como lo ilustra Adriana Herbas en la potente portada de este libro.

Estas luchas están posicionando coordenadas de transformación en el presente. Luchas que –desde la racionalidad anteriormente aludida– suelen ser minimizadas o consideradas secundarias porque, en última instancia, no ponen la toma del poder estatal o la influencia sobre este en el centro de su accionar.

Son luchas que colocan la vida –y la posibilidad de su reproducción– en el centro, lo que en el presente les permite desentrañar y evidenciar con mayor claridad la dinámica de poder y la configuración de un mundo que intenta totalizar el valor de cambio, de ahí su carácter profundamente antagonista frente al estado de cosas de este mundo. La dimensión estatal simplemente no es el punto de partida ni tampoco el de llegada.

Las luchas feministas, quizá con más fuerza en ámbitos urbanos, son las que en este sentido han tenido un despliegue muy potente en los últimos años. Como dice Raquel Gutiérrez en su texto, “estamos alterando la textura del mundo y por lo mismo su orden entra en crisis. Entra en crisis la resignación y el silencio que se transmutan en desobediencia y voz pública: se sacuden las casas, las escuelas, los centros de trabajo y las mismas organizaciones sociales –sindicales, territoriales, por afinidad…– que antes nos contenían”. Y qué incomodidad generan, en especial cuando son capaces de exponer la manera en que muchas de las luchas de la gran izquierda están asentadas en un conjunto de relaciones de poder que no solo restan fuerza, sino que terminan actualizando y recreando (aunque de otra forma) el orden dominante.

Por otro lado, las luchas territoriales, que principalmente afrontan pueblos indígenas –aunque no únicamente–, continúan impulsando la reconfiguración de la gestión social de diversos espacios geográficos, la concreción de gobiernos autónomos con capacidad de decisión sobre esos espacios que actualmente están siendo asediados por diversos proyectos extractivos, motivados por la lógica de acumulación incesante de capital. ¿Vida o capital? esa es la distinción que con tanta claridad ponen sobre el tablero las luchas territoriales.

Dice Silvia Federici, en su Calibán y la Bruja que “el mundo necesita una sacudida”. Las cosas no pueden seguir igual, tampoco la manera de hacerles frente y, menos aún, la forma en que las significamos. Aunque lo parezca, afirmar lo anterior no es un cliché, es algo que hay que tomarse muy en serio si no queremos que nuestros esfuerzos –la energía que millones y millones de personas despliegan para cambiar su realidad– muchas veces termine siendo canalizada hacia derroteros que acaban reproduciendo un orden bastante parecido al que fue puesto en cuestión. Pero para ello no hay vacunas, ni planteamientos abstractos capaces de inmunización. Las poderosas fuerzas de la reproducción del orden son desafiadas en las luchas abiertas de manera concreta, situada.

Desde distintos ángulos, los textos acá expuestos son trabajos que, de manera explícita o implícita, intentan “sacudir” perspectivas, descentrarlas de los enfoques canónicos, cuestionar sus a priori epistémicos y poner atención en temas que, aunque muchas veces incómodos, permiten desentrañar, entender y cuestionar lo que viene sucediendo en América Latina (y de alguna manera en el mundo).

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Hemos decidido darle la siguiente estructura al documento: la entrada a la compilación se centra en reflexiones sobre las luchas y las posibilidades de apertura desde antes de la pandemia. Para ello, en la primera parte se presenta el texto de María Noel Sosa, Mariana Menéndez y Diego Castro; el de Raquel Gutiérrez; y el de Javiera Pizarro. En la segunda parte se presenta una discusión sobre el progresismo y las derechas en el actual contexto político regional, en esta parte están los textos de Horacio Machado; el de Cristina Vega, Lorena Castellanos y Joseph Salazar; y el de Huáscar Salazar. Luego, desde distintos enfoques, se presentan tres lecturas sobre el progresismo y sus implicaciones políticas a través de los textos de Mina Navarro y Lucia Linsalata; Gaya Makaran; y Luis Tapia. Finalmente, el texto de Raúl Zibechi, escrito durante la pandemia, nos ayuda en la reflexión sobre cómo dimensionar este complejo momento que atravesamos en Latinoamérica, las dificultades y las aperturas hacia adelante.

El primer texto, de María Noel Sosa, Mariana Menéndez y Diego Castro, se titula: “Despatriarcalizar y desestatalizar la memoria de las luchas sociales” lxs autorxs comparten algunos de los desplazamientos producidos sobre la forma de comprender la lucha social desde su trabajo académico y militante. Para lxs autorxs, “las narrativas dominantes en el campo de la memoria de las luchas reproducen las lógicas patriarcales y estadocéntricas”, se olvida a quienes habitan fuera de ellas. Se produce orfandad sobre las luchas no estadocéntrica y antipatriarcales, lxs vencidxs al interior de lxs vencidxs salen de escena. Se jerarquiza el mundo subalterno, instalando una política de guerra en su interior que despotencia los múltiples esfuerzos transformadores. Pese a ello, los momentos intensos de lucha se preguntan por sus linajes, se desbloquean sentidos olvidados y colaboran con “pistas potentes en la búsqueda de caminos fértiles para los reiterados esfuerzos por desarmar la dominación y crear vidas vivibles”.

El artículo de Raquel Gutiérrez Aguilar: “¡Feminismo es Revolución! Apuntes urgentes desde la lucha feminista desplegada”, toma el grito callejero que retumba en las calles de Montevideo el 8 de marzo de 2019 como punto de partida, para dar cuenta de los principales rasgos de la potencia desplegada por las luchas feministas de los últimos años. “Estamos para nosotras”, la relación de las viejas y nuevas generaciones con el “patriarcalismo de izquierda”, la autonomía e interdependencia como contenido de la libertad feminista, las luchas contra todas las violencias y los binarismos, las relaciones entre mujeres, las disputas de tiempos y espacios, el pragmatismo vitalista y también las reacciones conservadoras. Son solo algunas de las aristas que emergen a borbotones desde el texto de Raquel, en medio del “vendaval” feminista, produciendo “sentidos comunes disidentes” para ir desordenando y (re)construyendo el mundo.

El siguiente artículo: “El estallido social chileno. El largo camino hacia encontrar el ritmo de la articulación contra el neoliberalismo” es de Javiera Pizarro. Este es otro de los documentos que recibimos en los primeros meses de la pandemia, cuando todavía no quedaba claro cómo se acomodaría el Plebiscito Nacional que finalmente se llevó a cabo ese histórico 25 de octubre de 2020. En este documento, Pizarro hace una lectura de lo que significaron las portentosas revueltas en el marco del acartonado y represivo Estado neoliberal chileno. Para lograrlo, la autora hace énfasis en la construcción desde abajo que dio cuerpo al estallido social, construcción que ha sido acumulada durante muchos años y que tiene que ver con el intransigente rechazo a los términos políticos heredados de la dictadura desde los que se organiza el poder en ese país: “La preocupación por recomponer el tejido social y superar la propia subjetividad individualista a través de prácticas comunitarias, es un proceso de politización de largo alcance en mi-ras de un cambio cultural que sólo puede venir de una lectura política desde abajo”.

Horacio Machado Araóz en “Extractivismo y crisis civilizatoria. De los extravíos de la vieja izquierda al Postextractivismo: Independencia, Justicia, Democracia, Humusidad” señala la complicidad entre la “subjetividad desarrollista” del progresismo, afincada en un “habitus conquistador” y las expansivas dinámicas extractivas del capital que violentan el sostenimiento de la vida. “Oponerse a la derecha no es reactivar la economía, combatir el neoliberalismo no es reactivar el consumo. El desafío es mucho mayor: se trata no de reactivar lo muerto; sino reinventar una economía para la Vida.” A partir de lo cual invita a “desafiliarnos de la religión colonial del ‘desarrollo’” desde el ecologismo popular, “donde en lugar de la apropiación privada de los medios de vida, sea restituida su carácter y condición de Bienes Comunes (…) Necesitamos pensar la revolución, la emancipación no como masificación del consumo, sino como comunalización de los medios de vida”.

El texto de Cristina Vega, Lorena Castellanos y Joseph Salazar se titula “Poner orden en la familia y en el país. La politización reactiva y la consolidación de la articulación evangélica en Ecuador”, en este documento se aborda un tema crucial: la relación entre religión y los procesos de derechización. A la luz de la expansión conservadora que viene de la mano de la alianza de las iglesias católica y evangelistas en Ecuador – proceso similar a lo que sucede en la mayor parte de los países latinoamericanos–, lxs autorxs señalan cómo esta dinámica no es casual y tiene como sustrato el oponerse a las “ideologías de género”, lo que en el presente representa una afrenta directa a la movilización feminista. “La idea de que la religión debe saltar del ámbito de la fe al de la vida social y política, una concepción que otrora animara a corrientes progresistas en América Latina, en la actualidad se perfila no como un modo de compromiso con la injusticia que acarrea el capitalismo y el patriarcado, sino como una manera de subordinar la vida pública y el Estado a una visión esencialista acerca de lo humano y dogmática de las creencias y valores que habrían de animar la vida pública”, expresan lxs autorxs.

En su artículo, “La mesa está servida: vía libre al capitalismo depredador en el Estado Plurinacional de Bolivia (con o sin el MAS)”, Huáscar Salazar caracteriza las determinantes del esquema dominante boliviano y cómo se han consolidado en los últimos años a partir de procesos rapaces de expansión capitalista. Se señala, además, que en el presente este esquema opera de una manera tal que trasciende la propia forma de gestión del gobierno, lo que quedó en evidencia cuando el gobierno de Jeanine Añez –a diferencia de lo que muchos creían– dio continuidad a la gran mayoría de las políticas económicas implementadas por el gobierno de Evo Morales.

El progresismo mexicano, que tiene un desfase de más de una década con otros progresismos latinoamericanos, presenta varias particularidades que son abordadas por Mina Navarro y Lucia Linsalata en su artículo: “Más allá de la retórica anti-neoliberal: ofensiva extractivista y megaproyectos en tiempos de la Cuarta Transformación”. En este texto las autoras realizan una detallada caracterización de los proyectos extractivistas que el Estado mexicano impulsaba en 2019 –y que todo indica que continúan en 2020–. A la luz de esta caracterización es que se presenta un contrapunteo entre lo que se esperaba del gobierno progresista y lo que va sucediendo en la práctica. Al respecto, Linsalata y Navarro señalan que “interesa resaltar que esta retórica antineoliberal no ha incluido una problematización de corte estructural, ni mucho menos una orientación rupturista con el modelo económico capitalista y, en particular, con el patrón extractivista primario exportador”. La escisión entre palabras y hechos, la tan recurrente dinámica de los gobiernos progresistas.

Gaya Makaran, en su texto: “Estado plural y autonomía social vs. nacionalismo populista. Reflexiones desde la Bolivia ‘plurinacional’”, elabora un interesante análisis sobre la manera en que la propuesta indígena de un Estado plural y los procesos de autonomía social quedaron con el tiempo inscritos en los derroteros de un nacionalismo populista operado por un gobierno progresista. Para ello Makaran plantea que es “crucial deconstruir primero el mito de ‘nacionalismos de izquierda’ y su presunto aporte a las luchas sociales. Segundo, es necesario retomar la vieja consigna de que la emancipación será posible sólo de las manos de los mismos sujetos […]”. Este aprendizaje, resultado de la compleja experiencia histórica boliviana, señala la importancia de volcar la mirada hacia los sujetos subalternos y no dejarla puesta en lo que los gobernantes harán –o no– desde el Estado.

El siguiente texto es de Luis Tapia, titulado: “Agotamiento del ciclo progresista en América Latina”. En este documento el autor presenta una serie de elementos comprensivos en torno a los procesos de impugnación al neoliberalismo que dieron lugar a gobiernos progresistas en la región y se detiene en las derivas que estos tuvieron en cada país, en busca de elementos para una valoración de las “tendencias políticas actuales”. Una mirada comprensiva general, más allá de los matices y variantes que se presentaron en cada país. Sostendrá que “el ascenso de fuerzas supuestamente de izquierda a funciones gubernamentales no implicó la creación de nuevos espacios políticos que impliquen la incorporación de los sujetos que producen la crisis del neoliberalismo en procesos de deliberación, negociación y toma de decisiones comunes, y en el mejor de los casos de articulación de un proyecto político común”. Las fuerzas que asumieron los gobiernos apostaron a una reconcentración estatal de la política en nuevas burocracias. A partir de los límites y aprendizajes de las experiencias políticas recientes dirá que “es el tiempo de la política por fuera del Estado y contra el Estado y el capital en defensa de la vida, otra vez”.

Para finalizar, Raúl Zibechi nos presenta el artículo: “La acción colectiva entre el encierro y la crisis sanitaria”. Es uno de los pocos textos que fueron escritos durante la pandemia y que tiene a parte de esta como eje reflexivo. Frente a la vida “cerrada a la sociabilidad, pero abierta a la especulación y la acumulación por despojo” invita a colocar en el centro de las miradas lo que los “pueblos en movimientos” hacen frente. También ingresa brevemente a algunos de los debates intelectuales que se produjeron al inicio de la pandemia. Repasa las luchas del intenso año 2019, cuando “los pueblos estaban a la ofensiva en la región”. Algunas de estas son harto conocidas y otras parecen haber pasado desapercibidas, Zibechi da cuenta de las formas de lucha en las calles y más acá de ellas (viraje hacia adentro, autonomía alimentaria, vínculo entre abajos rurales y urbanos, y valores de uso). “El sistema se está cayendo, pero lo hace encima de nuestros cuerpos”.

América Latina atraviesa tiempos de inestabilidad, de tendencias contradictorias y superpuestas. Esperamos que los textos que siguen puedan colaborar en la necesaria tarea de actualizar claves analíticas y nutrir las luchas para hacer frente al giro conservador. Movimiento que como se sostendrá en los textos es nutridos por una relación simbiótica entre derivas progresistas y avances de las derechas, y desafiado por luchas renovadas que insisten testarudamente en multiplicar alternativas.

Finalmente queremos agradecer el trabajo y la paciencia de lxs autorxs, las editoriales amigas y el generoso y bellísimo trabajo de Adriana Herbas en el diseño de tapa.


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