Uruguay

El Río de la luna

9 junio, 2022

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Paula

El Río de la luna

El 5 de junio fue un domingo de invierno ideal: soleado, sin viento y con poco frío. Hermoso para estar en la rivera del Río Yasyry -Río de la Luna en guaraní- o mal llamado pero más conocido arroyo “Solís chico”. La consigna de la convocatoria de la comisión de vecines era “Defendamos al Yasyry, defendamos el agua y la vida” en el marco del día internacional del medio ambiente.


En el encuentro se charló sobre el “proyecto Neptuno”, un proyecto de iniciativa privada que un consorcio presentó a la OSE con el fin de extraer agua del Río de la Plata y pretende operar la planta por 30 años en la zona de Arazatí, San José. Este fue presentado por trabajadores del sindicato de OSE -FFOSE- quienes expusieron de qué trata este proyecto, qué se quiere implementar y aprovecharon para contar los problemas de falta de personal que pone en alerta el servicio público de agua potable y saneamiento en nuestro país.

Luego la reunión se centró en los problemas locales de este río o “arroyo” de importante caudal. En la  conversación cada orador/a contaba desde sus cuerpos y sentidos qué es el arroyo y qué le indigna de las cosas que están pasando. Si bien el nudo central parece estar hoy en los problemas de su desembocadura, quedó de manifiesto que no hay un lugarcito ni una gota de agua de la cuenca sin conflicto.

Estuvo presente la cuenca alta y el proyecto del megabasurero, donde compañeras contaron que la idea está frenada pero no descartada. También se habló de las plantaciones de soja transgénica en esa zona de la cuenca con todos los problemas de sus efluentes. Un poco cuenca abajo aparecen los humedales y su desecación para la especulación inmobiliaria, también los desagües de Parque del Plata Norte y las intervenciones desastrosas de la calle 60 metros. Por su parte, las motos de agua, divertimento de unos pocos ricachones que les gusta hacer ruidos molestos gastando combustible fósil jugando carreras en un ecosistema silencioso, complicando la pesca a caña de flor de algunos en la ribera, el avistamiento de la ave y la reproducción de una hermosa, rica y compleja biodiversidad.

La centralidad de la charla del domingo estuvo en las hermosas dunas blancas que están en peligro. A medida que los relatos se sucedieron y muchas personas fueron contando sus vivencias, experiencia y amor al sitio, fue quedando claro que la erosión de estas dunas no es nueva. Desde la forestación, el loteo de terrenos y la construcción de la rambla, es una zona con intervenciones antrópicas que fueron modificando el lugar, al punto que no es posible imaginar cómo era su estado antes de que algunos seres humanos traten de cambiarlo todo para sus fines productivos del momento.

En la actualidad, el problema principal es una intervención que hace dos años comenzó el municipio de Parque del Plata y la Intendencia de Canelones con la autorización de la DINAMA, con nula o desconocida investigación y participación, se comenzó a intervenir la barra de la desembocadura del arroyo, porque su deriva natural molestaba a algunos vecinos/as que no podían bajar a la playa derecho desde sus casas. Lo cierto, es que estas intervenciones dejaron un “punto duro” construido con un geotubo, donde se intenta canalizar un arroyo que no se deja dominar. Una pérdida inconmensurable de arena y muchos “lagos” que son trozos de arroyo que no se secan. Claro!!! Eso es lo que nos dejó a la vista. No conocemos cuánto ha costado toda esta intervención que no ha parado de gastar gas oil de máquinas enormes que mueven arena de un lado al otro, de lunes a domingo desde hace dos años. Y lo más importante; tampoco se conoce cuál será el punto del nuevo equilibrio de todo este movimiento.

Pero como no hay mal que por bien no venga, estos problemas localizados permiten que las personas nos juntemos y compartamos nuestras angustias, hablemos de nosotres, de nuestra relación con la zona, conozcamos otros colectivos de personas que están del otro lado de la ribera o cuenca arriba, intercambiemos y nos sensibilicemos sobre sus causas y las nuestras. Pero tal vez, lo más importante es que logramos comprender que todo está conectado. 

El “proyecto Neptuno”, que parece  tan alejado territorialmente, tiene una relación directa con estos conflictos, y nos hacen pensar sobre las cuestiones del agua producida para el consumo humano y nuestros problemas concretos en el territorio que nos relacionamos. El sistema de producción y distribución de agua potable de la zona metropolitana está conectado con la planta potabilizadora de la Laguna del Cisne. Esta es la principal fuente de producción de agua para la zona (desde el Fortín de Santa Rosa hasta Araminda) Luego hasta Jauregiberry el sistema de agua potable es deficitario y si bien se ha trabajado bastante en los últimos años, aún no es posible garantizar agua potable a toda la zona.

Hay un proyecto de muy larga data para utilizar la cuenca del arroyo Solís Chico. No supondría mucho gasto de inversión, ya que con un embalse de agua en la cuenca alta y un trasvase hasta la planta de la Laguna del Cisne, estaría solucionado la  provisión para toda la Costa de Oro. En el año 2021, la OSE hizo el trasvase pero dado que no alcanzó el dinero para llevar el caño hasta la planta, decidieron tirar el agua del arroyo en la Laguna. Este hecho fue denunciado por la Comisión de vecinas/os en defensa de laguna del Cisne y Solís Chico y también por los técnicos del CURE-UdelaR que integran la comisión de cuenca. Allí se establece como muy riesgoso para el ecosistema mezclar el agua de cuencas distintas. Esto me recuerda, que en la Laguna del Cisne en el entorno del 2010 estalló una sucesión de conflictos ambientales, tanto de los usuarios del agua potable como de los habitantes de la cuenca. 

La Laguna del Cisne, además de ser la fuente de agua potable de la zona desde la década de 1970, es un ecosistema muy frágil por ser una laguna costera. En 2008, un arrendatario que no vivía en la cuenca comenzó a plantar soja transgénica utilizando glifosato con fumigación aérea. Rociando con este veneno a toda la población que allí vivía. La respuesta supuso una cantidad de otros conflictos, todos vinculados al cuidado del ecosistema. Porque es el agua que tomamos y es el lugar donde vivimos, es decir, es nuestra vida. En esa cuenca, se dieron una cantidad de procesos que comenzaron con cambios en el uso del suelo y organizativos muy potente que perdura hasta hoy. Se mostró que es posible que las personas se organicen para hacer cambios institucionales más acordes con el cuidado de este sistema socioecológico.

Las cuencas siempre se juntan en algún lado

El sistema de agua potable de la zona metropolitana, siempre estuvo en riesgo, desde su creación. Es más, 81 años de historia de este servicio en manos privadas (entre 1871 a 1952) debería ser un aprendizaje de un constante de denuncias, quejas y conflictos por parte de una privilegiada parte de la población de Montevideo que accedía a este servicio.

La intervención privada para suministrar agua potable tiene larga data y experiencia, en nuestro país y en el mundo. Lo que se vé de esta, es que no funciona. O sea, sí funciona para hacer dinero, pero no para pensar el agua como un servicio esencial para la vida de manera eficiente. Pensar el agua como un suministro seguro requiere llegar a toda la población con el servicio, que toda ella pueda conectarse y que los costos no impida su uso, asegurar la cantidad de agua necesaria en todo momento, hacer grandes controles de su calidad tanto bruta, como producida. Así como pensar estratégicamente y en el largo plazo cómo tienen que ser los reservorios de agua y el uso de las cuencas.

El proyecto Neptuno seguramente tenga muchos puntos para discutir y sería importante poder  abordarlos todos. Quiero detenerme sólo en dos, que este domingo soleado me dejó pensando y sintiendo. Primero, si colocamos la vida en el centro, y desde allí pensamos el servicio de agua para uso humano, parece descabellado tomarla de un mar, mal llamado “Río” de la Plata. Segundo, que sea una iniciativa privada pone en jaque la posibilidad de garantizar  un servicio centrado en la vida y la salud, además de ser sustancialmente más caro que las iniciativas estatales.

Sobre el primer punto hay un sinfín de problemas. Retomando mi experiencia de hoy en el Yasyry o Solis Chico, me pregunto: ¿cómo es posible que las personas que sentimos con nuestros cuerpos los problemas de contaminación y podemos denunciar las malas intervenciones, podamos tener control sobre un Mar que depende de 5 países y recónditos territorios con miles de efluentes de una de las cuencas de agua dulce más importante del mundo y que además, recibe agua salada del Océano Atlántico?. Basta mirar nuestro mapa hídrico para notar que las posibilidades de obtener agua de las cuencas terrestres es más que eficiente. Además, controlar las cuencas terrestres depende de nosotros mismos, podríamos tomar la Laguna del Cisne con el ejemplo antes citado, o el arroyo Yasyry o Solís Chico. Cuando los colectivos de la cuenca alta se oponían al megabasurero, unos de los argumentos era que en el lugar, a pocos metros, estaba pronosticada una toma de agua para potabilizar en la planta de la Laguna del Cisne.

La idea de la escasez de agua y la sensación de riesgo en la planta de Aguas Corrientes, es menos sostenible que tapar el sol con el dedo. El proyecto Casupá(1) ya soluciona este problema por mucho menos dinero que el Neptuno. Por otro lado, la planta de la Laguna del Cisne está conectada desde el año 2013 con Aguas Corrientes, pero potencialmente podría estarlo también con el arroyo Solís Chico y con la planta de la laguna del Sauce en Maldonado,  ya que la cañería está prevista que llegue hasta jaureguiberry. Esta posibilidad cerraría un gran anillo de fuentes conectadas para toda la zona metropolitana y costera, diversificando riesgos y ahorrando mucha energía. Todas estas cuencas, tienen un ventaja: es posible que nosotras, las personas que aquí vivimos y tomamos de su agua, nos bañamos en sus costas, caminamos diariamente por la ribera y nos reunimos cuando algo nos indigna, podamos controlar su contaminación y/o malas intervenciones.

Sobre el segundo punto, a pesar que existe cierta miopía en muchas personas, en nuestro país hay más experiencia de agua potable en manos privadas que en la de empresas públicas. Las iniciativas privadas de potabilización de agua son más caras e ineficientes socialmente que las estatales y además más riesgosas, al menos eso muestran los 81 años de gestión de la empresa Inglesa y los 15 años de privatización en Maldonado y Ciudad de la Costa (2). Al ser más caras, profundiza el riesgo de la asequibilidad de una buena parte de la población, hoy día la tarifa de agua es injusta y muchos hogares hacen un esfuerzo muy grande para pagarla. Esto es un riesgo que corremos, ya que el peor peligro es que muchas personas no puedan pagar y tomen agua de fuentes riesgosas. La falsa solución a una sensación de riesgo nos puede llevar a cometer muy malos negocios, que obviamente pagamos en nuestra tarifa y nuestros cuerpos.

La lucha sindical contra las privatizaciones, las tercerizaciones y la incorporación de trabajadoras/es, va en dirección de garantizar trabajos de buena calidad donde las personas puedan hacer una carrera dentro de una empresa estatal, junto con la motivación y formación a lo largo del ciclo de la carrera funcional, son una condición necesaria para mejorar el sistema de producción de agua y saneamiento. Sin embargo, la prédica suele ser al revés: como falta personal, la OSE no puede hacerse cargo y hay que privatizarla.

Como un gran río, en 2004 muchas personas anónimas se organizaron como gotitas, se nuclearon en colectivos muy diversos, enloquecieron y pusieron la vida sobre el lucro. Esto desembocó en un cambio constitucional, donde en esencia se pone a la vida y las personas sobre los intereses y valoraciones monetarias en relación al agua y sus cuencas. El tiempo ha pasado y la experiencia nos dice que la letra de un artículo constitucional no alcanza, habrá que seguir enloqueciendo.


Notas:

(1) El proyecto Casupá se trata de un embalse en el arroyo que lleva ese nombre, en la cuenca alta del Santa Lucía, proyecto que ya está culminado solo resta la obra que está estimada en 60 millones de dólares.

(2) Un trabajo que recoge esta historia puede ser el de Ríos D 2018, Agua potable: historia y sensibilidad. tomo 1. Ríos D 2021 y Agua potable: historia y sensibilidad. tomo 2.