A 50 años de la Masacre de Tlatelolco, tres cartas de José Revueltas
Es imposible pensar al movimiento estudiantil que hizo temblar a México en 1968 sin la figura de José Revueltas, intelectual, escritor y militante revolucionario que fue capaz de dejar todo para acompañar a los estudiantes sublevados, caracterizándolos como un nuevo sujeto revolucionario de “curso proletario”. Hoy compartimos tres cartas del escritor, posteriores a la Masacre de Tlatelolco, luego de la que fue detenido por considerárselo como el “autor intelectual” de la rebelión estudiantil.
José Revueltas fue narrador, poeta, ensayista y guionista de cine. Su obra literaria más conocida probablemente sea la novela Los días terrenales. Buena parte de su producción literaria la realizó en la cárcel, donde tuvo cuatro largas estadías debidas a su activismo político. Desde su precoz arresto a los 16 años por participar de una huelga hasta la mundialmente famosa detención por los eventos del 68, pasando por dos largas estadías en el penal de las Islas Marías por organizar a los peones agrícolas, fueron consideradas por el autor como “becas” del Estado para escribir, ya que buena parte de su obra fue producida entre muros.
Si bien tuvo una larga pertenencia al Partido Comunista Mexicano, también fue un marxista crítico y “cada vez más antiestalinista”, como se definió alguna vez. Fue lógicamente expulsado del PCM a fines de los 50, luego de lo que contribuyó a fundar la Liga Leninista Espartaco. En 1962 publicó su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, donde sustentó su tesis de la falta de dirección revolucionaria de los trabajadores mexicanos y comenzó a cuestionar la forma leninista de partido, por lo que al año siguiente acabó expulsado también de esta joven organización (que justifica su separación con el tremendo y autoproclamatorio texto Así se forma la cabeza del proletariado).
Al comenzar la huelga estudiantil mexicana del 68, ya con el fuego del mayo francés apagándose y con los tanques rusos aplastando la primavera de Praga, Revueltas, con 54 años, decide abandonar su empleo como escritor en el Comité Olímpico y sumarse a la ocupación de la Ciudad Universitaria. El escritor consideraba que el estudiantado era una nueva clase revolucionaria “en curso proletario” y decidió tomar parte activa en sus debates, clases públicas, conspiraciones y reclamos democráticos al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.
Después casi dos meses de enfrentamientos, proclamas, tomas, ocupación militar de las universidades y masivas movilizaciones estudiantiles, el 2 de octubre el Ejército perpetrará la Masacre de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, ametrallando a la multitud de estudiantes para dejar una cantidad de muertos que nunca fue aclarada pero que algunos historiadores cifran en más de 300 personas.
Además de detener a los líderes estudiantiles del Consejo Nacional de Huelga, la Justicia libra una orden de captura contra Revueltas, por considerarlo como “el autor intelectual del movimiento estudiantil”. El juez argumentó para su auto de formal prisión: “Tiene plena conciencia de que su arma es su mente, de donde emanan sus enseñanzas para abrir a su vez la conciencia en el mundo estudiantil”.
Luego de estar prófugo casi un mes, aunque siguió dando algunas clases sorpresa en la UNAM, finalmente el escritor es detenido y, después de tres días de secuestro ilegal, entregado a la Justicia que lo acusa de robo, daño en propiedad ajena, sedición, asociación delictuosa, acopio de armas y homicidio, por lo que recibe una condena de 16 años de cárcel, a ser cumplida en el célebre penal de Lecumberri. Abandonará las “crujías” (corredores de celdas, identificados por letras) del “palacio negro” en libertad bajo palabra dos años y medio más tarde, no sin aprovechar el tiempo de prisión para escribir otra de sus obras claves, El apando.
Aquel a quien Octavio Paz definiera como “uno de los mejores escritores de mi generación y uno de los hombres más puros de México”, murió en 1976, con su salud estragada por las prisiones y con una condena todavía en suspenso que el PRI amenazaba constantemente con volver efectiva. Su lápida tiene grabada la frase de Goethe citada famosamente por Lenin: “Gris es la teoría, pero verde es el árbol de la vida”.
Carta abierta a los estudiantes presos
(Octubre de 1968, desde la clandestinidad)
Forman ustedes el cuerpo de aquellos que en diferentes momentos de la lucha, a partir del 26 de julio de este año violento, amargo pero igualmente jubiloso y esperanzado, de 1968, constituyen nuestros primeros caídos. La palabra suena áspera y desnuda: caídos, pero es el tono en que la Historia habla. No sonrían ustedes y piensen que esto es simple retórica. Las figuras verbales adquieren un contenido real, viviente y tangible, cuando han dejado de estar vacías y las anima por dentro el gran aliento cálido de la lucha de los hombres. Es por eso que la Historia nos da el derecho de hablar por ella. Son ustedes los primeros. Caerán, caeremos más, pues por ahora es a nosotros a quienes corresponde el turno de pagar, unilateralmente, el precio del combate. No debe importarnos, pues caídos no quiere decir lo mismo que vencidos. Atrás de aquel que cae, hay alguien siempre que recoge la bandera y ésta ondeará, tarde o temprano, en el punto más alto de la victoria.
Ustedes compañeros, nosotros, somos jóvenes, nuestro Movimiento es joven. Todo lo que lucha, todo lo que no se deja vencer, todo lo que combate es joven en tanto brega por el imperio de la razón y de la dignidad humana. Mediten hondamente en el significado de nuestra actitud, de las posiciones de nuestro Movimiento y asimismo en lo que significa en la vida de un hombre el ser un preso político a una edad tan temprana. Esto indica el espíritu de entrega y sacrificio de una generación nueva, despierta, viva, combatiente, que ha rechazado la abyección y a la que no ha podido cegar el espejismo ignominioso del triunfo oportunista y fácil, ni de la vida sin vicisitudes ni tropiezos.
Ustedes, compañeros estudiantes que están en la cárcel, se han titulado de hombres con la boleta de formal prisión, antes de obtener el título académico que los consagre en esta o en aquella actividad profesional. Han preferido recibirse de seres humanos, antes que abandonar sus existencias a la deriva gris de la conformidad y el servilismo, en espera de ser mañana una mercancía más dentro de una sociedad cuyo único dios es el dinero.
Compañeros: el luchar en las filas del Movimiento Estudiantil es y ha sido una honra para todos aquellos que participan en él y para todos aquellos que le prestan y le han prestado ayuda desinteresada. Pero el estar presos por la causa de nuestro Movimiento es una honra doble y un timbre de orgullo y dignidad que nadie podrá jamás arrebatarles. Son ustedes y lo somos todos, una generación con rasgos históricos muy especiales que la distinguen y delimitan muy precisamente en relación a las generaciones anteriores. No se trata de que incurramos en un alarde jactancioso respecto a cualidades que nos hagan mejores a las demás generaciones del pasado. Ni peores ni mejores. Nos movemos y actuamos dentro de un contexto social y político diferente en esencia al de otras épocas. Lo único que nos distingue es que no queremos traicionar nuestro destino ni tampoco permitir que nadie lo traicione (…).
Resulta imposible que nuestra generación del año 68 traicione su destino. Ante nosotros se plantea, en el mundo y en México, un único dilema insoslayable y rotundo: victoria o muerte. La victoria, para nuestro país, será un México libre, democrático sano, donde se pueda respirar, pensar, crear, estudiar, amar. La muerte -así quedemos, para nuestra desgracia, vivos- será la noche del alma, las torturas sin fin, el candado en los labios, la miseria del cuerpo y el espíritu.
Compañeros encarcelados por la causa de la libertad:
A todos nos sostiene, a ustedes en prisión, a nosotros todavía “libres”, la confianza que tenemos en el vigor inextinguible de nuestro Movimiento, en su inagotable tenacidad para vencer, en su disposición resuelta a cualquier clase de sacrificios, en la inquebrantable rectitud y pureza de miras.
¡Mantengamos nuestra férrea unidad de propósitos, nuestra disciplina, nuestra mutua solidaridad, nuestro espíritu combativo, firmes, resueltos, de una pieza, adentro o fuera de la cárcel, en la lucha a campo abierto y en la obligada pasividad -no por eso menos combatiente y orgullosa – de las prisiones!
Carta al jefe de policía del D.F. Luis Cueto
(Octubre de 1968, todavía prófugo)
Muy Señor Mío:
Sé que se me busca acusándome de subversión. Como están las cosas, mi vida, en peligro, no vale nada y bien puedo considerarme un sentenciado a muerte. En tal condición, y como reza la costumbre, tengo derecho a un último favor, que no se le niega a nadie y ahora lo ejerzo. Señor jefe de la policía: este condenado a muerte le pide, en uso de las prerrogativas de su inminente desaparición, y con la certeza de que su deseo será complacido, que vaya usted y muy respetuosamente chingue a su madre.
Atentamente: José Revueltas
Carta a Martín Dozal y compañeros de la M
(29 de noviembre de 1968, ya desde la cárcel)
Me preocupa que no hayas recibido mi nota pasada. Ya les dije a los compañeros de la H, por cuyo conducto pasé, que hagan una investigación seria, pues eso no debe ocurrir. Veré la forma de hacerte llegar ésta, bien sea por el mandadero u otro conducto.
Acerca del Movimiento hay que comprenderlo tomando el conjunto del proceso y no sus parcialidades. La huelga no ha sido el Movimiento, sino una expresión del Movimiento, que no puede ser interrumpido por nadie pues se trata de un proceso histórico inserto en la raíz misma de la situación política y social en que se encuentra el país después de 30 años de desarrollo y dominio de una burguesía nacional que no ha tenido concurrentes históricos, que no ha encontrado competidores históricos, pues la clase obrera, a la que correspondía este papel, se dejó mediatizar por la democracia burguesa y su órgano “proletario”, el partido comunista, enemigo principal, dentro del proceso ideológico, de la independencia de clase del proletariado. Ahora, en 1968, ha correspondido a la pequeña burguesía intelectual revolucionaria (los estudiantes) ser el núcleo social al que le tocó proseguir el curso de este movimiento de independencia política al que aspiran todos los sectores sociales que son los aliados de la clase obrera y que, en caso de ser ella la que se pusiera al frente del proceso, la seguirían sin vacilar y hasta las consecuencias históricas más elevadas del proceso. Por esto debemos comprender que el Movimiento Estudiantil de 1968 -nuestro Movimiento del 26 de julio- es un movimiento que se ha venido desarrollando dentro de un curso proletario, a pesar de su composición social pequeñoburguesa (esto último no tiene mayor significación que la del afluente que busca incorporarse al río-madre al que pertenece y no hay que hacer caso a esos ideólogos campanudos y engolados que pretenden explicar todo por el carácter “pequeñoburgués” del Movimiento con la idea de crear una “conciencia culpable” en las masas de la juventud que tan maravillosamente ha sabido pelear). El curso proletario de nuestro Movimiento tiene su razón de ser y se explica (no sólo a escala nacional, sino internacional) en la quiebra ideológica de ese marxismo falsamente ortodoxo que han venido encarnando los tribunos reconocidos como marxistas como Lombardo y lo enanos del tapanco del PC en México, y los Waldert-Rochet y los Ulbricht en Europa. El movimiento radical y revolucionario de la pequeña burguesía ya no tiene ninguna otra salida que la del camino del proletariado. Por eso nuestro Movimiento cuestiona y ha venido cuestionando todas las estructuras sociales y económicas de México, a partir de posiciones socialistas. En esto reside nuestra fuerza y nuestro desarrollo en el porvenir más inmediato.
No hemos sido derrotados y verlo así no tiene el menor sentido. Estamos y seguimos en lucha, dentro de una nueva fase del Movimiento que consiste en la reagrupación de fuerzas para hacer de la UNAM, el Poli y las Normales, un ariete, una conciencia colectiva, militante, infatigable, que siga cuestionando al régimen y contribuya al despertar de la clase obrera cada día y a cada minuto de cada día para que las condiciones de la revolución socialista maduren con la mayor rapidez dentro de las circunstancias históricas que vivimos y viviremos en el futuro más próximo. ¿Qué pasará con el Movimiento?, te preguntas y me preguntas. Pasará y debe pasar que el regreso a los centros educativos no debe tomarse como como una pausa en la lucha, durante la cual se examine el camino recorrido y se adopten las medidas para proseguir adelante. El regreso a clases deberá ser para reformar las clases, los métodos, los sistemas y todo el status educativo y revertir la educación superior, de una manera más sistemática, racional y organizada, fuera de las aulas para cuestionar las instituciones aberrantes de la burguesía (legislación del trabajo, organizaciones de control del campesinado, falta de libertad ciudadana, etcétera), mediante una reforma educativa real, que se sustente sobre la metodología y principios de la autogestión académica. Sobre esto último hay un material teórico producido por el Comité de Filosofía. Aquí yo di una breve charla a los compañeros de la H y aprovecharé el guión para escribir un pequeño ensayo que nos puede servir para estudiar el problema “a nivel de crujía”, quiere decir, sin libros de consulta y de memoria, pero por lo pronto no tenemos otro camino. Escribo, y ya estoy por terminar, un ensayo breve: “La enajenación de la sociedad contemporánea y el canto del cisne de Lombardo Toledano”. Se trata de un análisis de la última conferencia de VLT -antes su muerte- sobre los problemas de la juventud. Tengo el problema angustioso de sacar de aquí los originales manuscritos -de los que no hay copia alguna- y me preocupa el riesgo de que puedan perderse, pero ya tomo medidas. En la próxima ocasión tal vez Celia pueda prestarnos alguna ayuda importante al respecto. Ya hablaremos.
Pasa esta carta a los compañeros que juzgues conveniente.
Te quiere y te abraza con el mejor espíritu revolucionario.
Revueltas