Uruguay

La experimentación y la belleza: claves de una revolución molecular

4 octubre, 2022

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Dulcinea Cardozo Carrero

La experimentación y la belleza: claves de una revolución molecular

Trieste es para quienes trabajamos en el campo de la salud mental un lugar inspirador. Nos ha permitido conectar nuestras indignaciones con las prácticas manicomiales y nuestros deseos de cambiarlo todo, parte del sueño de una Latinoamérica sin manicomios.  Aquí la primera, de un conjunto de crónicas sobre mi pasantía en la ciudad.


Estoy en Nápoles y me tomo un tren para viajar 865 km y llegar a Trieste.

Llegar a Trieste tiene toda esa carga que se lleva en el cuerpo, en la mirada, en los pensamientos, pero es domingo y día de elecciones en Italia. Durante las 11 horas de viaje no dejo de pensar que toda esa ilusión que llevo en mis tripas se contradice con que lxs italianxs estén eligiendo a una mujer de ultraderecha como primera ministra, bajo el lema: “dios, patria y familia”. Respiro hondo, deseando no haber llegado tarde a conocer la experiencia más importante en la historia de la desmanicomialización (al menos según mi mirada) y esperando encontrar resistencia y esperanza en este rinconcito de Italia, cuidad que dicen: es la menos italiana de todas.

La primera imagen con la que me encuentro al bajar del tren me anticipa que el sueño de los 70 sigue en pie y que a pesar de que en este territorio se haya vivido la revolución Basagliana, en la estación de tren me reciben las personas inmigrantes en “provisoria” situación de calle. No podemos olvidar que Trieste es una ciudad de frontera. Unos días después, Giancarlo Carena, un enfermero de reconocida trayectoria, nos dirá que quizá esa multiculturalidad, esa “ciudad diversa”, fue una de las claves para que esa revolución sucediera.

A las 00:30 me pasa a buscar por la estación Celeste Romero una compañera de Argentina que viene tendiendo puentes con Italia y el Cono Sur desde hace mas de 10 años, y dos enfermeros que han sido y son parte del proceso de reforma en Trieste: Roberto Colaprieto y Alessandro Norbedo. Dejamos las valijas en el apartamento y nos fuimos a tomar algo. Ellxs se pusieron al dia mientras yo intentaba ir entendiendo algo de este italiano tan distinto al de Nápoles. Ahí supe que lo que mi oído había asimilado en esos días pasados no servía de mucho y habría que hacer borrón y cuenta nueva y volver a afinar el oído. Entre trago y trago, quien nos atiende nos pregunta qué hacemos acá una argentina y una uruguaya. Le comentamos y rápidamente nos menciona a Franco Basaglia. Sin duda un gesto social de bienvenida muy significativo ¿La transformación cultural en definitiva no es eso, que la revolución basagliana traspase los muros de lo sanitario, que sea una historia de todas y todos los triestinos?

Me acosté emocionada, sintiendo a Trieste en cada rincón de mi cuerpo.

El Parque San Giovanni nos recibió en la primer mañana para arrancar nuestro itinerario de reuniones, recorridas y visitas. El parque, actualmente lleno de rosas, es el lugar donde antes supo ser el Hospital psiquiátrico de Trieste. Me doy cuenta que no sabía que era tan grande el lugar, ni que Trieste era tan bella.

El primer día fue muy intenso, no solo por las charlas y actividades que hicimos, sino porque en San Giovanni te cuentan cosas hasta las paredes y muros. “La libertad es terapéutica”, dice la fachada en uno de los edificios, una de las consignas del procesos de desinstitucionalización (con la cual trabajamos mucho en nuestras clases en Facultad de Psicología) y que más tarde es reforzada, al encontrarnos en otra parte del Parque, con Marco Cavallo, símbolo de libertad, de apertura/rotura de las paredes del psiquiátrico, de que es posible romper esa institución de la violencia e inventar nuevas instituciones en el territorio (Basaglia, 2008).

Además de las paredes, hay un centro de documentación el cual está lleno de libros, imágenes y documentación de todo tipo sobre el proceso. En el centro te recibe Pantxo Ramas quien le pone vos a parte de la historia y cuenta entusiasmado algunas de las ideas principales, que sintetiza en seis: 1. crítica al saber médico; 2. transformación de la lógica manicomial institucional; 3. plano legislativo (cambio antifascista de la constitución); 4. transformación urbana (para albergar el trabajo territorial, la construcción de una “ciudad que cuida”); 5. dimensión artística (sensibilidad y desplazamiento del lenguaje); 6. sostenibilidad fuera del manicomio (trabajo, vivienda y sociabilidad). Seis vectores que dibujan un nuevo sistema, “una ecología” como gusta decir Pantxo, que nos provoca a problematizar la idea de determinantes sociales de la salud, modificándolo por determinantes políticos del derecho a la salud.

Durante los primeros días lo que más me sorprende es experimentar que el cierre del manicomio se transformó en una práctica de puertas abiertas. Quizá tenga que ver el estar lleno de visitantes de distintas partes del mundo queriendo conocer la magia de Trieste y la necesidad por ende de tener que incluir a lxs extranjerxs como parte de su cotidianeidad. Lo cierto es que para conocer lo que está sucediendo aquí y ahora te invitan a participar de todos sus espacios de trabajo, te suman a sus reuniones, sus recorridas y te proponen que seas curiosa y fresca, que te involucres, que no seas espectadora como si fueras a un museo. 

Si se trata de la historia, las palabras más repetidas en las conversaciones fueron: experimentación y belleza. Eso es lo que mantiene las prácticas de transformación cultural. Insistiendo en que es una batalla que sigue viva y que es de todos los días. Giancarlos planteaba que siempre hay que (re)crear una máquina capaz de revisión del estigma. Con experimentación quieren decir invención pero también “arriesgamiento”, o sea, salir de los márgenes de la comodidad, cruzar los límites de lo posible y eso nunca es de a uno sino de a varixs. Pero principalmente se trata de pequeñas cosas, de pequeños proyectos y de transformarse a unx mimisx, de producir transformación de lxs trabajadores. En palabras de Guattari y Rolnik (2005) podríamos decir que hablamos de una revolución molecular, transformaciones en nuestras relaciones sociales, en nuestras prácticas cotidianas, en los mínimos gestos, en definitiva en la producción de subjetividad, provocando transformaciones en lo macro y micro político. 

Giovana Del Giudice, una psiquiatra referente, agrega la necesidad de fortalecer las redes, que en cada lugar se tiene que hacer su experiencia, pero también crear los puentes, los lazos entre experiencias, ciudades y países, para así potenciar esa necesidad de invención/innovadora.

La belleza es medular y Giancarlo insiste en que es uno de los vehículos para posibilitar la transformación. Hacer cosas bellas, trabajar de cosas bellas, vivir en lugares bellos. Belleza que no es uniforme, sino que es desde lo singular y en conexión con el disfrutar y con los sueños de cada quien.

Sin belleza no hay vida digna.


 

Basaglia, F. (2008). La condena de ser loco y pobre. Alternativas al manicomio. Buenos Aires: Topia

Guattari, F. Y Rolnik, S. (2005). Micropolítica: cartografías del deseo. Buenos Aires: Tinta Limón, Traficantes de sueños