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¿Qué estará haciendo Zambra en este momento?

11 marzo, 2024

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¿Qué estará haciendo Zambra en este momento?

¿Qué estará haciendo Zambra en este momento? pienso mientras camino buscando un lugar donde sentarme. Es una mañana calurosa de verano y recorro el parque que hicieron donde antes estaba el zoológico. Somos pocos a esta hora: madres con sus bebés, abuelos cuidando nietos y algunos empleados de mantenimiento.

Antes de leer a Zambra sabía algunas cosas de él: que nació en Chile en 1975, que primero fue poeta en un país de poetas, que después se hizo narrador, que lo consideran uno de los mejores escritores en lengua castellana, que está casado con Jazmina Barrera, escritora mejicana, que uno de sus libros se llama “Bonsai” y que dice que escribir se parece a eso, a cuidar un bonsái, que es como podar hasta dejar al descubierto una forma que ya existía antes, algo así como David escondido en el mármol de Miguel Ángel.

“Literatura Infantil”, su último trabajo, fue lo primero que leí de él. Un libro que tiene varios relatos y un diario con anotaciones que hizo durante el primer año de vida de su hijo. Lo había comprado para dárselo a una amiga por su cumpleaños, pero quise echar un vistazo antes y no pude parar. Lo que vino después fue un tiempo de días felices. Sentía que ahí, en esas páginas, latía algo propio, que Zambra había escrito una forma nueva de mi propia experiencia.  Cuando terminé el libro entendí que no podía darle a mi amiga algo subrayado y mojado de lágrimas, así que le compré otro ejemplar y guardé el mío en la biblioteca. Y desde entonces lo extraño. Es como si hubiera pasado una temporada en la casa de un gran amigo. Como si él hubiera preparado el café y las tostadas para mí y yo hubiera escuchado su música, acariciado a su gato, leído sus libros. Desde entonces pienso ¿qué estará haciendo Zambra en este momento?, ¿estará escuchando Beatles?, ¿estará inventando historias con su hijo Silvestre?, ¿estará comiendo marraquetas con palta? Y para sobrellevar la añoranza me puse a leer “Poeta Chileno”.

Tengo que hacer tiempo hasta las doce del mediodía. Me siento en un muro de piedra sin respaldo junto a un cantero. Una mujer que habla con esa voz gruesa de cuando recién nos despertamos dice: acá estaba el estanque del hipopótamo, y le señala a un niño el lugar donde estoy sentada.

En dos horas iré a buscar a mi hijo a su taller de plástica. Él estará distraído, jugando a pasarse una piedra con sus amigos. Yo esperaré en un patio con macetas y estatuillas de barro. Veré las plantas y pensaré en un cuento de Hebe Uhart: Aquí estoy acomodando las plantas, para que no se estorben unas a otras, ni tengan partes muertas, ni hormigas. Me produce placer observar cómo crecen con tan poco; son sensatas y se acomodan a sus recipientes; si éstos son chicos, se achican, si tienen espacio, crecen más.

Hebe también me pone feliz.

Ahora, en el parque, dos hombres bajan guirnaldas y moños dorados de un pino. Ahora uno dice: Te la tiro por acá, y el otro, subido a una escalera, atrapa la guirnalda. Ahora dos picaflores se entreveran entre los arbustos de lavanda y un pavo real toma agua de un charco. Ahora pienso en Nicanor Parra. Ahora pienso en Roberto Bolaño. Ahora leo “Poeta Chileno”.

Siempre me gustó leer y escribir, pero desde hace tres años leo y escribo sin parar. Fue durante la pandemia que empecé a reservar un rato del día para ello. Y desde entonces, ese espacio no ha dejado de crecer. Algunos libros, aunque sean maravillosos, me abruman. Al leerlos siento que nunca voy a poder escribir así. Otras veces, sin embargo, descubro unos que parece que, por su presunta sencillez, cualquiera podría haber escrito. Esos son los libros liberadores. Acá era donde estaba la jirafa, le dice un señor flaco a una nena de lentes y también señala mi lugar.

Los obreros guardan en un camión la última guirnalda. El pavo real se echa sobre las flores amarillas. Es miércoles y es marzo. La luz cae pareja sobre el piso de piedra. Los pajaritos trabajan, van de acá para allá. A mí se me hace la hora, me levanto después de haber leído un buen rato. Pasa un avión muy alto y de repente me agarra una felicidad tremenda. Me gustaría encontrarme con alguien y que me viera así de contenta, que me preguntara cosas de mí y yo le tuviera que hablar de los libros liberadores, de Zambra, de su frescura y de su capacidad de rehabilitar la vida.