Uruguay

¿Qué ves cuando me ves? Pobreza, juventud y violencia en la periferia montevideana

20 marzo, 2017

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¿Qué ves cuando me ves? Pobreza, juventud y violencia en la periferia montevideana

Hace unas semanas los vecinos de El Apero, en Villa Colón, se levantaron en protesta ante la violencia policial hacia un joven del barrio. La criminalización de las juventudes de barrios de la periferia montevideana representa una constante que se viene dando hace un par de años.


Crecí en el barrio Villa Colón, muy cerca del puente del arroyo Pantanoso, así que viví de cerca el proceso de gestación de El Apero. Comenzó con el asentamiento de unas familias en la costa del Pantanoso, en tierras inundables, una zona fiscal en la cual la gente no pagaba impuestos ni necesitaba comprar el terreno. No eran muchas familias y a pesar de ser víctimas de las inundaciones, podían tener un espacio donde levantar un rancho. A finales de los noventa, el intendente de Montevideo, Mariano Arana, mandó, con su plan de revitalización y gentrificación de la Ciudad Vieja, a decenas de familias de ese histórico barrio hacia la zona de Colón. Muchos se localizaron en El Apero. Posteriormente, en los años 2002 y 2003, el barrio se volvió gigantesco: cientos de familias que habían quedado arruinadas por la crisis económica fueron a vivir allí. Luego, como en muchos otros lugares, la llegada de la pasta base multiplicó la violencia en el barrio y ayudó a profundizar aún más el círculo vicioso de la pobreza, manteniendo a las familias en un callejón sin salida.

Los jóvenes fueron las principales víctimas de esta violencia constante. Por un lado, son el terreno en disputa de las distintas bandas de narcotráfico, ya que todo joven del barrio podía ser un adicto en potencia. Por otro, son los chivos expiatorios de la policía, en especial de la corrupta comisaría 22. Así, a la vez que servían para llenar las estadísticas del Ministerio del Interior, también servían para hacer “trabajos” para la policía.

Pero a pesar de la difícil situación del barrio, la gente quería salir de ese círculo vicioso. Es por eso que en el año 2004, El Apero votó masivamente al Frente Amplio, buscando una salida a su marginalidad. Sin embargo, este gobierno no los ha tratado mucho mejor. Si bien pudieron arreglar sus viviendas, tener servicios básicos (agua corriente, saneamiento, luz eléctrica) y mejorar un poco su calidad de vida, siguieron reproduciéndose las relaciones de marginalidad, en particular porque estos barrios periféricos son los últimos en recibir recursos o políticas públicas de importancia. Viniendo de Villa Colón siento la diferencia entre vivir en barrios céntricos y vivir en la periferia de la ciudad.

A este contexto se han sumado algunos hechos recientes de particular importancia. Los dichos de la conductora de televisión Victoria Rodríguez en el programa Esta Boca es Mía, así como el informe del mismo programa sobre el barrio Colón y sus zonas adyacentes, que lo ubican como el centro de la delincuencia montevideana, una región similar a Irak, contribuyeron con la estigmatización de esta parte de la ciudad. Para muchas personas lo dicho en Esta Boca es Mía es la verdad. Y para muchos políticos de la derecha estos barrios deben intervenirse policialmente con mano dura. Por supuesto que estas declaraciones indignaron a los vecinos: Colón, el Complejo América, Villa Colón y El Apero son también barrios obreros de gente digna y trabajadora, barrios donde muchos crían a sus hijos y sacan a sus familias adelante.

El discurso mediático sobre la delincuencia en Colón y adyacencias, así como en otros barrios montevideanos, ayudó a consolidar las políticas represivas del ministro del Interior, Eduardo Bonomi, quien a la vez que desestructuró la red de corrupción de la comisaría 22 impuso el patrullaje de cuerpos de choque. Bonomi se inspira en el modelo brasileño de la BOPE, una policía militarizada que aunque anti-corrupta es totalmente fascista. En consecuencia, el gatillo fácil volvió a surgir en Montevideo. Desde 2013 hubo dos muertos en el barrio Marconi (un tercero estuvo en CTI pero no murió), uno en Santa Catalina, uno en el barrio Peñarol y uno en el boliche bailable Coyote en Reducto. A esto hay que agregar los casos de detenciones arbitrarias y el uso excesivo de la fuerza en algunos disturbios de barras bravas. Cabe destacar que casi todos estos hechos sucedieron contra personas de menos de 25 años.

Actualmente, se piensa reubicar al asentamiento El Apero como parte del Plan Nacional de Relocalizaciones, con lo que se vuelve a repetir la historia de los años noventa con la Ciudad Vieja. Estos son los hechos que dan contexto a lo que relataré a continuación.

El lunes 20 de febrero los vecinos de El Apero cortaron la avenida Lezica, quemando llantas, cartón, basura y ramas de árboles. La protesta era contra la violencia policial hacia los jóvenes del barrio. En particular se denunciaba un hecho reciente: una patrulla del Programa de Alta Dedicación Operativa (más conocido como PADO) detuvo a un muchacho de 17 años que estaba fumando marihuana en el muro de su casa. Pese a que él les explicó que se trataba de su hogar, la policía lo tomó como un adicto que estaba vulnerando el derecho de propiedad de algún vecino. Se desconocen los detalles, pero los vecinos afirman que la policía llevó al joven al Monte de la Francesa (un parque muy arbolado y cercano al barrio), donde lo golpeó. Al parecer el joven recibió una paliza brutal por la que debió recibir atención médica. Fue en protesta por este hecho que los vecinos del barrio se movilizaron.

Cortaron Lezica a la altura de Ott y luego realizaron otro piquete sobre el puente del Pantanoso. La policía no tardó en llegar y disolver el bloqueo. Por el lado de Lezica y Ott llegaron cuerpos del PADO y la GRT y por el lado del puente llegaron tropas de la GEO y la GRT. Al mismo tiempo, se estableció un cerco perimetral que evitó que vecinos de otras partes se acercaran. La batalla duró como hasta las diez de la noche y contó con varios detenidos. Estos sucesos son sumamente similares a los ocurridos en el barrio Marconi en el invierno del 2016, pero sin muertos y en menor escala.

Lo peor es que nada de esto se dijo en casi ningún medio de prensa, con excepción de algunos periódicos barriales. Por eso la necesidad de esta nota. Si la violencia es invisibilizada, lo hechos quedarán en total impunidad y nada evitará que vuelvan a ocurrir.