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Raquel Gutiérrez: ¡El problema es que hay demasiado capitalismo en el mundo!

24 abril, 2023

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Raquel Gutiérrez: ¡El problema es que hay demasiado capitalismo en el mundo!

En la actualidad, poner la vida en el centro de la discusión se ha convertido en una lucha constante para muchos movimientos sociales en todo el continente. Las mujeres, en particular, han liderado la resistencia contra la arremetida de procesos de expansión y acumulación de capital que afectan negativamente las prácticas alimentarias, el acceso al agua y la sostenibilidad de la vida cotidiana.

En esta entrevista con Raquel Gutiérrez, escritora y activista feminista mexicana, se discuten estas luchas y cómo las mujeres han estado en el centro de la resistencia.


Por Mijail Miranda para Muy Waso

Raquel Gutiérrez, reconocida escritora, académica y activista feminista, afirma que, durante al menos la última década, han surgido una serie de luchas que parecen estar dispersas y alejadas entre sí, pero que en realidad tienen un denominador común: la defensa del territorio y la vida cotidiana frente a la arremetida de procesos de expansión y acumulación de capital.

Estas luchas son lideradas en muchos casos por mujeres, quienes han puesto en el centro de la discusión la manera en que se ensucia el agua, cómo se dificultan las condiciones de sostenimiento de la vida cotidiana, la forma en que se arremete contra las prácticas alimentarias, la desorganización de las prácticas diarias que garantizan alimentos, salud y educación.

En definitiva, se trata de luchas que ponen en riesgo la sostenibilidad de la vida tal y como la conocemos.

Esta constante ofensiva contra las comunidades y territorios se da bajo regímenes de concesión de tierras, en los que se pretende destruir y desconocer prácticas que son fundamentales para el sostenimiento de la vida, en nombre de la producción de riqueza y la redistribución.

Pero esta “falacia” se traduce en la pérdida de tierras, agua, semillas y alimentos, y en la obligación de asalariarse en condiciones precarias. Este modelo de acumulación del capital no solo afecta al sostenimiento de la vida, sino que incrementa todo tipo de violencias.

En los territorios donde se expande el capital extractivo, por ejemplo, aumentan los feminicidios y se desestructuran las tramas de reproducción, de cuidado y de sostenimiento. Además, aparecen grupos de hombres que demandan servicios sexuales, capturan jóvenes y “alteran los términos de la vida en las comunidades”.

Ante esta epidemia de violencias, tanto contra los cuerpos de las mujeres como contra las tramas que sostienen la vida, han surgido nuevas luchas feministas masivas en diferentes países.

La resistencia y la organización de las mujeres son herramientas clave para la defensa de la vida y la sostenibilidad del planeta.

¿Pero cómo trasladamos esta organización al plano concreto de la política? ¿Cómo traducimos estas demandas al lenguaje del ejercicio político sin que sean enajenadas de su contenido? ¿Cómo resistimos a la burocratización de estas resistencias?

Estas son solo algunas de las interrogantes, con varias reflexiones y alternativas alrededor de ellas, que nos deja esta conversación con Raquel Gutiérrez.

Muy Waso: ¿Qué significa poner la vida en el centro? ¿Cuáles son las luchas, desde tu perspectiva, que lo están haciendo actualmente?

Raquel Gutiérrez: Tengo la impresión de que llevamos ya bastantes años, yo creo que una década, cuando menos, en la cual, a lo largo de todo el continente, se han visto un conjunto de luchas que se suelen presentar y se suelen entender como dispersas y distantes entre sí.

Luchas de defensa territorial contra la arremetida de procesos de expansión y de formas específicas de acumulación de capital. Llámale empresas mineras, llámale empresas petroleras, llámale expansión de la agroindustria, llámale expansión de cultivos para la exportación.

Muchísimas tramas comunitarias, muchísimos pueblos indígenas y, sobre todo, las mujeres dentro de esos pueblos han puesto en el tapete de la discusión la manera cómo el agua se ensucia, cómo se dificultan las condiciones de sostenimiento de la vida cotidiana. Cómo se arremete contra las prácticas alimentarias, cómo se desorganizan maneras anteriores en las que estaba establecido el conjunto de prácticas diarias para garantizar alimentos, salud, educación.

Entonces, se ha vivido en una constante ofensiva, en muchísimos territorios, bajo regímenes de concesión de territorios, donde se pretende que es de interés público destruir y desconocer esas prácticas, a partir del argumento, bastante falaz, de que se necesita producir riqueza para, finalmente, empujar procesos de redistribución.

Esa gran falacia tiene que ver con que se cambia la forma concreta de la riqueza material, que garantiza el sostenimiento de la vida, esto que te estoy hablando, por una forma abstracta de producción de una riqueza que, en realidad, es capital, valor de cambio, y que va a quedar concentrada en manos ajenas. Las mismas que van a concentrar no sólo la riqueza sino la decisión. El decidir qué nos va a pasar al conjunto.

Y que el destino que se ofrezca al conjunto de esa población, que es expropiada, que es despojada, sea convertirse en personas que ya no disponen ni de tierra, ni de agua ni de semilla, ni de alimento. Y que se vean obligadas a engancharse en estas que se llaman cadenas productivas. Es decir, que se asalarien en condiciones muy malas para ir a obtener, pues, salarios que van a ser también insuficientes.

Esa dinámica se ha visto a lo largo de, cuando menos, la última década de manera muy acelerada y hemos visto muchísimas resistencias protagonizadas por organizaciones de mujeres, a veces por organizaciones mixtas. Pero, sobre todo, han sido las mujeres quienes han puesto en el centro esta discusión.

Ahora, simultáneamente, ha ocurrido otro fenómeno igualmente resistido. Estos procesos de aceleración en la acumulación del capital, está totalmente documentado, incrementan todo tipo de violencias. Incrementa las violencias en las casas, porque le meten una inmensa presión a la posibilidad de sostenimiento, la trastocan.

Pero incrementan también otras violencias, porque aparecen en los territorios grupos, básicamente grandes brigadas de varones, por ejemplo, en la minería, en la petrolera, en todas las extractivas grandes y antiguas, que llegan y se están desplazando en sus vehículos, atravesando el territorio todo el tiempo. Y que empiezan a demandar, por ejemplo, servicios sexuales.

Y cuando no los encuentran, entonces, empiezan a capturar jovencitas. Empiezan a alterar los términos de la vida allí.

Hay una correlación inmediata entre los lugares donde se expande el capital extractivo y donde se incrementan los feminicidios y donde se desestructuran las tramas de reproducción, de cuidado y de sostenimiento.

Hay una correlación inmediata que, además, no es solo de ahora. Esta es la versión contemporánea, pero ha pasado históricamente así.

Parece que tenemos una especie de epidemia de violencias muy variadas. O sea, unas violencias que agreden el tejido mismo de la vida. Interviniéndolo, separándolo, trastocándolo.

Pero también una epidemia de ataques contra los cuerpos de las mujeres, que pretenden ser convertidos en cosa consumible, en cosas sexualmente consumibles y, después, desechables.

Esa epidemia de agresión hacia los cuerpos de las mujeres y hacia las tramas que sostienen la vida ha abierto un momento nuevo de luchas feministas masivas que se han ido articulando en diferentes países.

Se puede ir contando desde distintos años. Pero, más o menos, a mitad de la década pasada, desde el 2014, 2015, 16, 17, por ahí, han ido surgiendo expresiones de malestar de muchísimas mujeres que vuelven a poner en el tapete de discusión esta inconformidad con la manera como está estructurado el mundo.

Entonces las luchas contra todas las violencias, que tienen muchos ribetes y muchas aristas, y que en realidad son una enorme acción de subversión de lo que está ocurriendo, han condensado, también en la parte urbana, capacidades de movilización y autoorganizativas que tienen un momento muy peculiar en los 8 de marzo.

Estos 8 de marzo en los que en muchas ciudades se manifiestan conglomerados enormes de mujeres. Organizadas localmente, de manera interesante, aunque casi siempre de forma descentralizada, mostrando que hay capacidad de sintonía, de reverberación entre las cosas. Con competencia, con rivalidad, por supuesto que sí. Y con problemas grandes. Pero son torrentes de luchas que ponen en el centro de la vida.

¿Cuál es el problema allí? ¿Cuál es la politicidad que emerge desde la reproducción y cómo la capacidad política regenerada en esas movilizaciones, contra todas las violencias y en defensa de la vida, que ponen en el centro el sostenimiento, parece que son mudas en el momento de su traducción hacia la forma política liberal dominante, parece que no son entendibles y parece que no tienen capacidad de establecer los puntos que quieren?

Ese es un problema político central, pero es un problema teórico también y es un problema epistemológico.

Es decir, yo lo veo en tres niveles: como problema filosófico, en el ámbito epistemológico, pero también de la filosofía política. Y como problema político operativo práctico. Un problema muy grande, porque parecen bifurcarse los mundos.

Entonces, tú tienes una gran potencia, en términos de las luchas por defender la vida, por ponerla en el centro, por sostenerla, y ves, al mismo tiempo, un conjunto de discursos que quieren intervenir sobre eso. Discursos que quieren plantearse en competencia, para operar desde otras posturas académicas y políticas. Que algunas nutren, claro, pero otras quieren usufructuar.

Y también ves Estados sordos que siguen tacón planta punta, imponiendo sus planes para poner en el centro la acumulación del capital, tratándolo de convertir en el principal problema de la sociedad, cuando eso es falso.

¡El problema no es que tengamos poco capitalismo, es que hay demasiado capitalismo en el mundo!

Ese es para mí el problema y allí está la búsqueda de hacer el desplazamiento. De poner y entender el asunto de la garantía de la reproducción material, afectiva, simbólica de la vida humana, y más que humana, como corazón de aquello de lo que, como humanidad, como mujeres, podemos ocuparnos. De eso queremos ocuparnos y de eso nos estamos ocupando.

Por eso vamos planteándolo, vamos diciéndolo, vamos trabajándolo. De alguna manera como un gran torrente de impugnación frente a lo que se nos ofrece como normalidad, como presente y posible.

Desde esa perspectiva, considerando esta disputa por qué se acomoda en el centro de nuestras cotidianidades, sea la acumulación de capital o el cuidado de la vida, ¿qué dispositivos identificas tú que ha desplegado el poder, desde los Estados, desde la academia, desde los medios, para enmudecer y silenciar las emergencias y subversiones de estos torrentes de rebeldía y organización que mencionas?

Mira, yo veo, yo voy pensando, y como ya soy una persona bastante mayor, logro tener recuerdos de luchas de hace muchos años.

Entonces, veo un momento muy potente de emergencia de estas luchas contra lo que en los años de los 90, de los comienzos de los dosmiles, era el paquete de dominación que nos había llegado, que era el modelo neoliberal más toda la estructura de la democracia representativa.

Ese paquete, que pudo ser bastante impugnado, cayó en otro formato de lo que fueron los gobiernos progresistas de primera generación. Que desafiaron aspectos puntuales de los modos neoliberales y en otros casos más bien los adaptaron, los adoptaron y los siguieron impulsando.

¿Y cuáles son los principales elementos que veo? Veo que se implementó, desde los Estados, acciones muy fuertes de captura política de las aspiraciones que fueron puestas desde abajo. En ejercicios de traducción. Hoy, uno de los intereses máximos que yo tengo es entender cómo operan estos mecanismos de traducción. Cómo lo que va siendo dicho abajo de repente es traducido en prosa administrativa.

Hay un colega uruguayo que tiene una expresión que me gusta mucho: «cómo se armaron maneras en las que se traducen los gritos rebeldes, las acciones rebeldes en prosa administrativa».

Bueno, ese es un terreno de interés para mí. Porque ahí hay una acción de captura política, que se funda en una captura semántica, en comprarte las palabras, en robarte las palabras, en vaciarte de sentido las palabras. Qué cosa quiere decir hoy comunitario, nadie sabe bien. Qué cosa quiere decir hoy Estado Plurinacional, nadie sabe bien, si tú ves un Estado organizado en torno a una monológica productivista ligada a la ampliación de la acumulación del capital. Qué cosa quiere decir control social, cuando tú ves costras en las dirigencias que lo que hacen es negociar ventajas y cargos a título de establecer algún tipo de vigilancia o de control de la cosa pública.

Por eso la necesidad tan importante de renovar el lenguaje, de ampliar los lenguajes, de tomar en cuenta otras palabras, de entender que el lenguaje es una zona de disputa. Esto como un gran proceso que se juega en la comunicación, que se juega en el vehículo básico de la comunicación que es el lenguaje.

Ahora, pienso que los problemas organizativos y políticos también están a la orden del día y que es necesario ir armando e ir destacando las capacidades que se articulan en las luchas contemporáneas más interesantes, que son aquellas en defensa de la vida. Que parecen no tener centros específicos, que parecen organizarse de otra manera.

Allí, lo que veo es que la rapidez, a la que nos ha llevado la tecnología, sobre todo la tecnología de las redes, a ratos dificulta el razonamiento y el análisis muy minucioso de aspectos del problema.

Yo no le he hecho la culpa a la tecnología, lo que sí siento es que nos pone en unos ritmos de rapidez, que no son funcionales a la reflexión profunda de las cosas. Ahí veo un desfase y ahí hay una gran preocupación.

Yo creo que las luchas, como en todos los siglos pasados, han sido capaces de apropiarse parcialmente de los avances tecnológicos. Pero siempre tienen que desmontar el veneno que las tecnologías llevan inserto en ellas. Como por ejemplo ahora, en la tecnología de las redes. La cuestión de marcar ritmos tremendamente acelerados y el llevar inscritos rasgos tremendamente productivistas.

Quisiera que nos detengamos en esto que mencionas como una posible burocratización de los lenguajes y códigos de las voces rebeldes. Esta prosa administrativa que, por ejemplo, en 2022, hizo que en Bolivia se declarara el “año de la despatriarcalización”. O que en la última Conferencia Regional de las Mujeres en Buenos Aires se tomara, desde las agendas feministas de base, la problemática de los trabajos de cuidado. ¿Cómo resistir a esta cooptación de los imaginarios y las narrativas que emergen desde abajo? ¿Cómo se amplían los límites del lenguaje desde la militancia y la práctica cotidiana? ¿Qué diálogos hay que buscar para expandir el horizonte de estas luchas de las que hablas?

A ver, es una pregunta difícil y es una pregunta muy pertinente. Yo siento que conviene mucho saber, o al menos yo lo entiendo así, que la dimensión patriarcal de la dominación es una dimensión que está fundada en la continua expropiación de la creación de las mujeres y de sus creaciones. Bueno, de los varones también, pero lo veo desde el punto de vista de las mujeres.

Entonces, esta acción de expropiación es muy importante tenerla siempre presente. Porque hay que saber que eso que hagamos se va a volver objeto de disputa y de apropiación por parte de los otros. Ese es un conocimiento que hay que tener y entonces hay que saber sortearlo.

¿Si me explico? No hay antídoto contra eso. Tiene que ser una especie de sagacidad, una especie de conocimiento acerca de que eso pasa.

Y cuando tú empiezas a sentir que el poderoso habla tu lenguaje, empieza a desconfiar. Empieza a fijarte en la manera en la que altera los contenidos que tú le imprimes a las palabras que tú enuncias. Y dispútaselo y no se lo permitas. Y si te gana, porque tiene más materia acumulada y tiene más capacidad de amplificación, entonces tú desplázate. O precisa el concepto o precisa el término.

Por ejemplo, en relación con los cuidados, a mí me da la impresión de que es, justamente ahorita, un objeto brutal de apropiación. ¿Y qué tanto volver a poner en el centro de los cuidados el asunto del trabajo que sostienen es un elemento que puede dislocar parcialmente la apropiación?

Eso yo lo pienso, eso yo lo miro. Entonces trato de empujar a que volvamos a poner el problema del trabajo, de su precarización y de la importancia de garantizarlo y ligarlo al sustento, en el discurso de los cuidados. Porque se nos está volviendo un discurso que nos devuelven, agencias internacionales y Estados, como paquete para organizar que bajo trabajos precarios se sostengan vidas precarias. Eso es lo que está pasando en términos concretos.

Entonces tú buscas el flanco débil en el momento. Porque esto es una disputa, esta es una pelea y allí lo que hay que tener son estrategias. Estrategias discursivas, sí, pero no únicamente discursivas. Estrategias organizativas, estrategias de acuerpamiento.

Eso, me da la impresión, es una cosa muy urgente en la discusión contemporánea de estas luchas renovadas de las mujeres que han abierto estas temporadas feministas tan potentes, donde feminismos de todas clases tratan de irse presentando con modos de enunciación propios para rechazar y subvertir esto que está negando la posibilidad misma de sostenimiento y de reproducción a costa de muchísimo esfuerzo.